Confabulario

Confabulario Resumen y Análisis "Pueblerina"

Resumen

Don Fulgencio se despierta una mañana y descubre que dos largos cuernos han crecido en su cabeza. Sin embargo, como es un hombre metódico, esto no le impide encarar su rutina como todos los días. Durante el desayuno, su mujer no realiza ninguna mención de los cuernos, tan solo una mirada veloz delata que se ha percatado de su existencia.

Don Fulgencio sale a la calle dispuesto a arremeter contra su nueva vida. La gente en la calle lo saluda como de costumbre, aunque el hombre nota algunas bromas que indican que la gente nota sus cuernos. Una señora le echa una mirada insidiosa, y entonces don Fulgencio arremete contra ella, ofendido. Sin embargo, la mujer entra a su casa y da un portazo en la cara del hombre, quien choca con sus cuernos y siente el golpe en todo el cuerpo.

Su profesión no sufre debido a la novedad de sus cuernos; la gente parece buscar específicamente a un abogado con cuernos. Sin embargo, la vida tranquila del pueblo comienza a tomar un ritmo agobiante; don Fulgencio comienza a embestir contra todos, puesto que la gente aprovecha cualquier distracción para azuzarlo y pincharlo con un par de banderillas. Así, don Fulgencio se transforma paulatinamente en una bestia feroz. Ya no se lo invita a ninguna fiesta ni ceremonia pública, y su mujer se queja por el aislamiento que debe sufrir a costas de su marido.

Debido a todos los pinchazos que sufre, don Fulgencio se va llenando de hemorragias internas que se le van al corazón y lo hinchan de rencor. Un día, mientras regresa trotando a su casa, siente un toque de clarines y se detiene. Luego, con los ojos nublados, ve a un montón de gente y a algunas personas con trajes coloridos, y siente, momentos después, la espada que se clava en su espina dorsal. Don Fulgencio rueda patas arriba y muere.

En un borrador de testamento que encuentran, el hombre suplica que le quiten los cuernos para enterrarlo. Sin embargo, un carpintero ya le ha hecho un cajón adecuado, con lugar para sus cuernos, por lo que su última voluntad no es tenida en cuenta.

Todo el mundo acompaña a don Fulgencio en su entierro, que se transforma en una alegre fiesta.

Análisis

El cuento narra la historia de don Fulgencio, un hombre que un día se levanta de la cama y se percata de que le han crecido cuernos en la cabeza. A partir de ese momento y muy gradualmente, la gente comienza a tratarlo como a un toro. En “Pueblerina”, Arreola realiza un juego lingüístico entre sentidos literales y figurados, como ya se ha visto en otros relatos, como “En verdad os digo” y “Parturient montes”. En este caso, el juego se ejecuta sobre los cuernos que aparecen en la cabeza del protagonista y el adulterio que simbolizan: “ser cornudo” en la cultura hispanohablante significa que la persona ha sido engañada por su pareja. Tal es el juego que establece Arreola, que la idea de adulterio y engaño no se plantea más que a través de los cuernos y de cómo los vecinos los perciben; es decir, se plantea tan solo el sentido literal y el sentido figurado —implícito— queda a interpretación del lector.

El título del relato, "Pueblerina" hace referencia al contexto en el que se desarrolla la historia: un pueblo de México, con sus ferias ganaderas y toda una cultura relacionada con el mundo taurino que, como se ha dicho, en el relato se desarrolla desde los sentidos literales y desde los figurados.

El absurdo de la situación se refleja en la naturalidad con la que don Fulgencio acepta sus cuernos. Al levantarse esa mañana y detectar los cuernos frente al espejo, "no pudo ocultarse su admiración, convertido en un soberbio ejemplar de rizado testuz y espléndidas agujas" (p. 39). Llama la atención que los cuernos, en una primera instancia, se convierten en don Fulgencio si no en un objeto de orgullo, al menos sí de fanfarronería: los cepilla, les saca brillo y hasta los ostenta en el trabajo, lo que le vale una nueva clientela que considera que un abogado con cuernos debe ser más aguerrido que uno sin ellos.

Cabe destacar también, el diálogo entre textos que establece Arreola entre su cuento y "La Metamorfosis", de Franz Kafka, un gran maestro del absurdo, especialmente con su inicio: en "La Metamorfosis", Gregorio Samsa se despierta un día y se da cuenta —con naturalidad— de que se ha convertido en un escarabajo. De esta manera, Kafka representa hasta qué punto las estructuras sociales (la familia, el trabajo, etc.) pueden alienar a una persona. De forma similar, Arrreola propone una transformación lingüística paulatina de don Fulgencio en toro.

Se ha mencionado una transformación lingüística porque, en verdad, más allá de la aparición de los cuernos, no hay una mutación física en don Fulgencio. Sin embargo, todas sus acciones y las reacciones de la gente que lo rodea migran poco a poco hacia el campo semántico de la tauromaquia, la lidia de toros. Incluso la muerte del hombre sucede en lo que parece ser una corrida de toros. Cuando don Fulgencio sale a la calle por primera vez, el narrador indica que lo hace “dispuesto a arremeter contra su vida” (p. 40), frase en la que ya se comienza a observar esa migración hacia la conducta del toro debido al verbo “arremeter”. En un principio, la gente parece no notar los cuernos, pero por la actitud burlona de un muchacho y la queja de una señora, Fulgencio comprende que todos son capaces de percibirlos.

La agresividad de don Fulgencio crece a medida que pasa el tiempo y las humillaciones aumentan; el siguiente pasaje pone de manifiesto esa transformación paulatina que Arreola propone desde la lengua:

Pero la vida tranquila del pueblo tomó a su alrededor un ritmo agobiante de fiesta brava, llena de broncas y herraderos. Y don Fulgencio embestía a diestro y siniestro, contra todos (…) a decir verdad, nadie le echaba en cara sus cuernos en cara, nadie se los veía siquiera. Pero todos aprovechaban la menor distracción para ponerle un par de banderillas (p. 40).

El juego entre los sentidos figurados y literales cobra especial importancia a partir de este momento: según el narrador, la gente ni siquiera ve los cuernos, pero todos aprovechan el menor descuido para atacarlo y clavarle las banderillas, esos arpones coloridos que clavan a los toros en las corridas para enojarlos y cansarlos. Esta situación continúa hasta causar la muerte de don Fulgencio. Sin embargo, el fin trágico del personaje se presenta con una comicidad exagerada que le quita seriedad a la escena, por lo que puede catalogársela de tragicómica:

Rechoncho y sanguíneo, seguía embistiendo en todas direcciones, incapaz de reposo y de dieta. Y un día que cruzaba la plaza de armas, trotando a la querencia, don Fulgencio se detuvo y levantó la cabeza azorado, al toque de un lejano clarín. El sonido se acercaba, entrando en sus orejas como una tromba ensordecedora. Con los ojos nublados, vio abrirse a su alrededor un coso gigantesco; algo así como un Valle de Josafat lleno de prójimos con trajes de luces. La congestión se hundió luego en su espina dorsal, como una estocada hasta la cruz. Y don Fulgencio rodó patas arriba sin puntilla (p. 41).

La comicidad de la escena se basa en el uso de un vocabulario dentro del campo semántico de las corridas de toros: abundan las palabras relacionadas con la tauromaquia, como “trotando”, “toque de clarín”, “estocada hasta la cruz” y “puntilla”. Toda la pantomima alrededor del toreo disminuye la seriedad que se podría suponer en la descripción de la muerte de una persona, y además pone de manifiesto la transformación cada vez más profunda de don Fulgencio en toro. Así, es el lenguaje y su transformación gradual el principal medio por el que se construye el significado del texto; el tono irónico y absurdo parece ignorar la tragedia del protagonista, la caricaturiza y se burla de ella.

El cuento finaliza con el entierro de don Fulgencio, en el que no se respeta su última voluntad, asentada en un esbozo de testamento: que le corten los cuernos antes de enterrarlo. Como el carpintero ya ha preparado un ataúd especial, se resuelve enterrarlo sin proceder a ninguna mutilación. Esto puede deberse a que don Fulgencio no tiene un testamento válido, sino tan solo un borrador —el motivo legal— o al desinterés del pueblo en cumplir con su voluntad. La ironía que se plantea cuando el abogado es incapaz de dejar un testamento válido para su propia muerte se acentúa cuando se menciona que el ataúd es un regalo especial y está preparado para los cuernos de Don Fulgencio. A su vez, el final plantea otro juego con los significados figurados y literales, al insinuar que los cuernos literales pueden quitarse, pero los figurados, los cuernos de una víctima del adulterio, no.