Confabulario

Confabulario Resumen y Análisis "Sinesio de Rodas"

Resumen

El narrador se propone rescatar la memoria de Sinesio de Rodas, un teólogo que proclamaba el imperio terrestre de los ángeles, olvidado salvo por las páginas que Paul Migne le dedica en su obra Patrología griega.

Antes de concentrarse en los postulados de Sinesio, el narrador hace una breve revisión de lo que otros teólogos han dicho sobre los ángeles: Orígenes les dio una importancia excesiva dentro de la corte celestial, mientras que Clemente de Alejandría postuló la existencia de un ángel guardián para cada ser humano y Valentino el Gnóstico y Basílides crearon el culto maniático de los ángeles.

Sinesio de Rodas, mientras tanto, declaro que los ángeles viven en la tierra y no en el Paraíso celestial. Los ángeles, entonces, serían los intercesores entre el mundo terrenal y los cielos. Desde su doctrina, los ángeles serían los encargados de tejer la trama de la vida, y los accidentes y avatares mundanos se deben a su obra, que es comprensible solo para Dios.

Posteriormente, y tentado por las ideas maniqueas, Sinesio postuló la existencia de diablos, que serían los responsables de sabotear las obras de los ángeles. Sinesio se pasó su vida buscando gente que trabajara para los ángeles y los ayudara en sus tareas, pero solo fue escuchado por Fausto de Milevio, un teólogo maniqueo que había perdido una disputa con San Agustín, uno de los Padres de la Iglesia más importantes. Fausto escuchó la doctrina de Sinesio durante su estancia en Rodas, y aceptó enviar una comitiva al mando del propio Sinesio para difundirla en el continente. Sin embargo, nunca se supo nada de su viaje después de que se perdieran en el horizonte que presagiaba una tempestad.

Así, la doctrina herética de Sinesio no fue conocida prácticamente por nadie, al punto de que la Iglesia ni siquiera se preocupó por refutarla. Lo único que se sabe de ella es lo poco que dicen las páginas de la obra de Paul Migne.

Análisis

“Sinesio de Rodas” es un cuento que se propone revisar los primeros tiempos del cristianismo y todas las disputas que se dieron entre diversos teólogos durante la formación de la Iglesia Católica. En este sentido, el relato está cargado de abundantes referencias a personalidades históricas del ámbito de la teología y a sus teorías.

Dado el diálogo que Arreola establece con las tradiciones teológicas, puede considerarse a este relato como un ejemplo contundente de la intertextualidad en la obra arreoliana porque el autor recupera, en sus páginas, las doctrinas de muchos teólogos, como San Agustín o Fausto de Milevio. A su vez, Arreola comienza su relato con un procedimiento ampliamente utilizado y popularizado por el escritor argentino Jorge Luis Borges: hacer referencia a una obra culta y conocida, en la cual se encontraría la información que el autor del cuento está reponiendo en su texto.

“Sinesio de Rodas” comienza con una referencia culta que parece ser la fuente de todo lo que el narrador va a mencionar luego: “Las páginas abrumadoras de la Patrología griega de Paul Migne han sepultado la memoria frágil de Sinesio de Rodas, que proclamó el imperio terrestre de los ángeles del azar” (p. 42). En verdad, Paul Migne recopiló entre 1857 y 1866, una colección de los escritos de los Padres de la Iglesia, y editó la obra en 161 volúmenes, escritos en griego (de ahí el nombre de Patrología griega). De esta manera, y del mismo modo que lo ha hecho Borges, Arreola establece un juego de referencias cultas con el lector, a quien plantea una serie de datos verídicos y referenciados en obras conocidas, a la vez que introduce, de forma sutil, personajes ficticios de su propia invención. Sinesio de Rodas es el caso: no existió un teólogo así conocido que postulara las teorías que Arreola presenta en su cuento. Sin embargo, sí existe —y está mencionado en la obra de Mingne— un Sinesio de Cirene (África), nacido entre los siglos IV y V D.C. Este Sinesio, además de no ser de Rodas, no planteó ninguna teoría sobre la materialidad de los ángeles, con lo que se revela el mecanismo utilizado por Arreola: tomar el nombre de un personaje muy poco conocido, pero existente —esto es, verídico— y ficcionalizarlo completamente para luego presentarlo como un personaje histórico, en medio de una nutrida serie de referencias cultas, en este caso teológicas.

Con este trasfondo, el relato se centra en una discusión teológica en torno a la figura de los ángeles. Como indica el narrador, los primeros en instaurar el culto a esta figura celestial fueron Valentino el Gnóstico y su discípulo, Basílides, en el siglo II D.C. Según la obra de Sinesio de Rodas, los ángeles son criaturas materiales que viven entre los hombres y que funcionan como intermediarios entre los humanos y Dios. Según esta doctrina,

por un mandato supremo, los ángeles dispersan, provocan y acarrean los mil y mil accidentes de la vida. Los hacen cruzar y entretejerse unos con otros, en un movimiento acelerado y aparentemente arbitrario. Pero a los ojos de Dios, van urdiendo una tela de complicados arabescos, mucho más hermosa que el constelado nocturno. Los dibujos del azar se transforman, ante la mirada eterna, en misteriosos signos cabalísticos que narran la aventura del mundo (p. 43).

Los ángeles de Sinesio, entonces, andan volando por el mundo, encargados de su organización divina, más allá de la comprensión humana. Tras este primer postulado, y “tentado por el auge maniqueo”(p. 43), es decir, por la necesidad de establecer un sistema de opuestos que organice la realidad (el bien contra el mal, por ejemplo), Sinesio agregó a su tesis la existencia de diablos, encargados de sabotear la obra perfecta de los ángeles. Así, todo lo malo que sucede en el mundo, no dependería de los ángeles y del gran plan de Dios, sino que sería la intervención de Lucifer por medio de sus emisarios.

Pero la obra de Sinesio de Rodas no tuvo repercusión en las grandes discusiones teológicas y, según el narrador, solo fue escuchada por Fausto de Milevio, un famoso obispo de doctrina maniquea que perdió sus discusiones contra San Agustín, uno de los padres de la iglesia más famosos. Al parecer, Milevio simpatizó con la doctrina de Sinesio especialmente por su maniqueísmo, manifiesto en la lucha entre ángeles y diablos.

El relato finaliza con un revés cómico que pone de manifiesto el carácter ficcional del personaje de Sinesio de Rodas: impulsado por Milevio, Sinesio se embarca junto a sus discípulos rumbo al continente, pero jamás se vuelve a saber nada de él. El narrador indica que Milevio observa cómo la embarcación se pierde en el cielo tormentoso, lo que ya insinúa el naufragio y la muerte de Sinesio. Haciendo referencia a ese final náutico, el narrador finaliza su texto mencionando que la memoria de Sinesio “ha naufragado en un mar de páginas: la Patrología griega de Paul Migne” (p. 44).