Confabulario

Confabulario Resumen y Análisis "De balística"

Resumen

Un estudiante de Minnesota se encuentra con un arqueólogo en las afueras de la ciudad de Segida, asediada y tomada por Nobílior en el 153 A.C. El estudiante, enviado por su maestro, el profesor Burns, le pregunta al arqueólogo cómo y a cuál distancia disparaban las balistas, a lo que su interlocutor responde con rodeos y se inicia así el extenso diálogo que compone el relato.

El arqueólogo dice que es imposible contestar la pregunta que se le hace y pide al estudiante que transmita sus saludos al profesor Burns y le diga que no se desanime por los fracasos en sus experimentos con balistas, puesto que en realidad todos los grandes maestros que han tratado de explicarlas a lo largo de la historia han fracasado. Entre ellos destaca la figura de Vitrubio, a quien el arqueólogo trata de aficionado. El estudiante entonces le recuerda a su interlocutor que debe regresar a Minnesota y preparar su tesis doctoral y muchas extensas conferencias, por lo que le pide ayuda para remitirse a los textos que explican cómo funcionan las balistas. El arqueólogo le contesta con una evasiva y se pone a contar la historia de la toma de Segida: Nobílior había llegado a las afueras de la ciudad con una enorme balista —en este punto, los dos discuten sobre los nombres de las balistas y las catapultas, y llegan a la conclusión de que todos los aparatos con tensores o torsores se puede denominar como balistas, sea que lancen saetas, enormes piedras o pequeños proyectiles de metralla – y la había instalado y tensado para disparar sobre Segida. Sin embargo, sus habitantes se rindieron antes de que la máquina de guerra lanzara su enorme proyectil. Con los festejos por la toma de la ciudad, Nobílior olvidó destensar la balista, y esta se arruinó completamente.

En este punto, el estudiante vuelve a interrumpir a su interlocutor y se ponen a hablar de los cuidados que hay que tener con las balistas para que funcionen correctamente. Nobílior entonces conquistó la ciudad y recibió 1800 libras de plata como rescate de la gente de la ciudad. Algunas de esas monedas se conservan en el museo de Numancia, cosa que el estudiante podrá ver al día siguiente.

Luego, el estudiante vuelve a preguntar sobre los nombres de las balistas, y el arqueólogo le responde que, en general, recibían muchos y muy diferentes, y probablemente hacían referencia al tipo de munición que usaban los artilleros. Por ejemplo, las litóbolas o petrarias arrojaban piedras de todos los tamaños. Las políbolas arrojaban piedras en forma de metralla. Las doríbolas lanzaban dardos enormes y haces de flechas, etc. Incluso, una balista llegó a arrojar grajos. Esto sorprende al estudiante, quien pregunta entonces por qué, y el arqueólogo cuenta otra anécdota: una vez, un cuerpo de artillería abandonó una balista por la noche, en el siglo II A.C. Los habitantes de Bures, la ciudad más cercana, la encontraron al día siguiente y se percataron del peligro. Al final, seleccionaron a un joven pastor para que se acercara y la investigara. El pastor así lo hizo, y cuando la inspeccionaba cayó muerto bajo una descarga de grajos que pernoctaban sobre la máquina de guerra.

Al estudiante la historia le parece ridícula y comienza a desesperarse, puesto que no sabe qué va a contar entonces en Minnesota. Entonces, el arquitecto le dice que mejor contar que las balistas se usaban para la guerra de nervios y que agregue que todo el Imperio Romano era una gran máquina de guerra, llena de mecanismos que se contradecían entre sí, y que finalmente puede disculparse indicando que la balista fue un arma de la decadencia. Esto no convence al aprendiz, y entonces su interlocutor continúa orientándolo: le dice que debe ser imponente y que hable de la formación del tren legionario y los dos mil carruajes que se ponían en marcha para movilizar los enseres del ejército y de las enormes balistas que apenas si podían moverse de lo pesadas que eran.

Llegados a ese punto, el arqueólogo se detiene, toma una piedra redondeada de unos 20 kilos de peso y se la entrega al estudiante, quien la sostiene contra su pecho. Antes de despedirse, el arqueólogo le dice que lleve aquella piedra, la coloque a la vista del auditorio durante sus conferencias y diga que se trata de uno de los proyectiles que arrojaban las catapultas de la época. El aprendiz cuestiona que se trate de un auténtico proyectil de la época, pero su interlocutor lo disuade y le asegura que causará una fuerte impresión en el auditorio. Como anochece, los dos personajes se separan, y el estudiante se lleva consigo la piedra.

Análisis

El cuento presenta la historia de un estudiante estadounidense que visita España para encontrarse con un experto en la materia de las antiguas armas de guerra para que pueda ayudarlo con la investigación que realiza para su tesis de doctorado. El arqueólogo español se muestra paciente con el joven, aunque es evidente que se ríe del estudiante y su obsesión, aunque este no parece darse cuenta de ello.

El estudiante es un personaje simple que se comporta de forma mecanizada y reducida al intento de conseguir su título de doctor, y aparece más bien como una caricatura de estudiante, llena de rasgos exagerados, que como una persona movida por una curiosidad y un interés genuinos. Así, el personaje está definido solo por un puñado de rasgos hiperbólicos en los que radica su comicidad: se trata de un estudiante desesperado por la obtención de los datos que necesita para su tesis, que se muestra ansioso, obcecado y desesperado cuando no consigue lo que ha ido a buscar. Esta obsesión se refleja, por ejemplo, en la repetición de las mismas preguntas que hace al profesor, “¿Tendré éxito con eso?” (pp.82-83), o en la preocupación constante por el número de palabras que debe tener su tesis: “Entonces, ¿qué hacer? Piense Usted, se lo ruego, en las doscientas cuartillas de mi tesis. En las dos mil palabras de cada conferencia en Minnesota” (p. 78). La pregunta se convierte en el gesto verbal que ayuda a mecanizar la actitud del personaje.

Al igual que en "El guardagujas", la comicidad del cuento se estructura en el diálogo: el vaivén lúdico se establece entre las preguntas y las respuestas que permiten al profesor ser irónico y burlón con el discípulo. La estructura irónica se fundamenta en el nivel de conocimiento sobre el tema discutido que cada personaje posee; la burla está dada por la superioridad del profesor, que hace bromas y minimiza las preocupaciones del estudiante, al mismo tiempo que se establece un entendimiento por parte del profesor al saber que habla con alguien que poco sabe sobre la especificidad del tema discutido. El texto no carece, al igual que “El guardagujas” de absurdidad; esta se hace patente principalmente hacia el final del texto, cuando el arqueólogo levanta una roca del piso y se la regala al estudiante, pretendiendo que se trata de un proyectil antiguo:

—¡Tiene usted suerte! Quería llevarse una moneda de recuerdo, y he aquí lo que el destino le ofrece.

—¿Pero qué es esto?

—Un valioso proyectil de la época romana, disparado sin duda alguna por una de esas máquinas que tanto le preocupan.

(El estudiante recibió el regalo, un tanto confuso.)

—¿Pero está usted seguro?

—Llévese esta piedra a Minnesota y póngala sobre una mesa de conferenciante. Causará una fuerte impresión en el auditorio” (p. 83).

El párrafo citado caracteriza a la vez tanto el carácter absurdo del texto como la burla y el desprecio que siente el arqueólogo por el estudiante. Además, refleja el carácter hiperbólico del texto: basta poner una piedra sobre la mesa para impresionar al público lego.

En la cita anterior también tiene un rasgo textual que es necesario resaltar: la frase entre paréntesis quiebra el diálogo como si se tratara de la acotación de un texto dramático, escrito para ser representado en el escenario. La acotación significa un cambio estructural para el texto de carácter dialogal y hace evidente que en sus textos Arreola juega con las convenciones literarias y las altera para generar diversos efectos. En este caso, la acotación contribuye a la construcción de la dimensión dramática del relato.

“De balística”, por otro lado, introduce uno de los temas centrales de la obra arreoliana: la ciencia, la investigación científica y el progreso técnico. En este texto, como en muchos otros de su obra ("En verdad os digo" y "Baby H.P." son ejemplos de ello), se describe el progreso técnico que lleva a la deshumanización de la sociedad y que Arreola satiriza con mordacidad. Su aproximación a dicho tema se define por su preocupación por el destino de una sociedad obsesionada por el progreso técnico. “De balística”, en este sentido, es crítico pero sin llevar a un extremo su sátira (como sí sucede en otros textos); aquí se ofrece una burla, realizada sobre todo gracias a la caricaturización de un estudiante que carece de interés por el conocimiento y lo sustituye por la caza de un título universitario. La mención de la universidad de Minnesota puede interpretarse como una metonimia de tipo la parte por todo, por lo que puede comprenderse como una ridiculización de los Estados Unidos, el país occidental líder en progreso técnico y científico durante la segunda mitad del siglo XX y famoso por anteponer el pragmatismo a una verdadera búsqueda de sabiduría.