Confabulario

Confabulario Resumen y Análisis "Parábola del trueque"

Resumen

Un mercader recorre las calles al grito de “Cambio esposas viejas por nuevas”. La gente se aproxima y realiza rápidamente las transacciones, que se hacen con certificados de garantía. Todos reciben mujeres de 24 quilates, rubias y de aspecto ruso. Muchos hombres quedaron arruinados con tal de poder cambiar a sus mujeres por flamantes esposas nuevas, incluso un joven recién casado cambió a su esposa, que no era tan rubia como las que ofrecía el comerciante.

El narrador, en cambio, se queda en su casa y no cambia a su mujer, Sofía, quien desconfía de él por eso mismo, y durante la cena le pregunta por qué no lo ha hecho, a lo que él no sabe qué responder. En los días siguientes, los vecinos dejan de hablarle al narrador, porque leen en su actitud un intento de lección moral y lo desprecian por no haber cambiado a su mujer. Desde ese momento, la pareja vive en una isla desierta, rodeada por la felicidad del pueblo. Sofía se vuelve cada vez más silenciosa y retraída, y cumple sus deberes de esposa con mala gana. Su aire de culpabilidad es lo que más ofende al narrador, como si ella fuera responsable de que él no tuviera una mujer nueva como las otras. Frente a los regalos que el narrador le hace para tratar de halagarla, su mujer lo rechaza y le dice que nunca le perdonará que no la haya cambiado. Así, el narrador termina por desear que el comerciante vuelva a pasar por el pueblo.

Sin embargo, un día, las mujeres rubias comienzan a oxidarse y el engaño se hace evidente: se trata de mujeres de segunda mano, viejas y usadas, a las que el vendedor tan solo ha dado una capa leve de apariencia nueva. Con las primeras lluvias, los óxidos tiñen la piel de las rubias y las hacen verse decrépitas. Los maridos entonces comienzan a ocultarlas y se atormentan con su situación. La pareja del narrador, en medio de aquel desastre, es la única feliz de todo el pueblo. El recién casado, desesperado, llega a bañar a su mujer en ácido sulfúrico, y la deja con el terrible aspecto de una momia.

Sin tolerar más su situación, los hombres del pueblo deciden salir a dar caza al vendedor, y la pareja del narrador a quien todos envidiaban y odiaban, queda sola. Para el narrador, Sofía piensa que él se ha quedado con ella por cobardía, y no sabe si su mujer es necia o prudente, pero de todas formas se alegra de haberse quedado con ella.

Análisis

Al igual que “Anuncio” y “Una mujer amaestrada”, este cuento presenta una historia misógina que coloca a la mujer en un rol de sumisión frente a la figura del hombre. Esto queda resumido en la primera frase del relato, gritada por un mercader que llega al pueblo: “¡Cambio esposas viejas por nuevas!” (p. 99). El cuento trata justamente de eso: un mercader llega a un pueblo y ofrece a sus habitantes (masculinos, eso se da por sentado y el narrador no encuentra necesidad de aclararlo) el cambio de sus mujeres por otras nuevas, a “unos precios inexorablemente fijos” (p. 99). El narrador del cuento es el único que no hace el cambio y se queda con “su esposa”, Sofía. Esto le vale el repudio del resto del pueblo, ya que todos interpretan en su actitud un alarde de superioridad moral. Sin embargo, con el paso del tiempo se averigua que las mujeres nuevas, "lejos de ser nuevas eran de segunda, de tercera, de sabe Dios cuántas manos…"(p. 101). En ese momento, la esposa del narrador, que había estado recluida por vergüenza y miedo, sale a la calle y se pavonea entre la desesperación del pueblo. Ahora la pareja es objeto de la envidia y del odio de sus vecinos. Al final, el pueblo sale en busca del mercader para recuperar a sus esposas. Sofía, la única mujer no cambiada, termina sintiéndose orgullosa de su posición, aunque su marido, el narrador, no sabe si su mujer es necia o prudente.

Como indican los críticos, este cuento es una representación del divorcio, casi una novedad en los tiempos de Arreola. La presentación de la frase literal, cambiar “esposas viejas por nuevas” (p. 99) lo caricaturiza y lo exagera hasta transformarlo en una parábola. La mujer se convierte, una vez más, en un objeto que se puede intercambiar. Sin embargo, esta deshumanización no es tan extrema como la de los cuentos analizados anteriormente, y las mujeres son al menos representadas con emociones y sentimientos.

La trama es presentada por un narrador protagonista que decide conservar a su mujer en vez de cambiarla, gracias a lo cual se suaviza la crueldad del texto. Así y todo, el texto se desarrolla desde el absurdo, al plantear a las mujeres nuevas como objetos inanimados y describir su envejecimiento recurriendo a la terminología científica; por ejemplo, “las rubias comenzaron a oxidarse” (p.101) o un farmacéutico “advirtió un día entre el aroma de su mujer la característica emanación del sulfato de cobre” (p. 101). El uso de un vocabulario específico que asocia a las nuevas esposas con robots metálicos puede resultar cómico y aumenta la dimensión absurda de todo el relato.

En “Parábola del trueque”, Arreola presenta a las mujeres como unos objetos que envejecen, entran en procesos de oxidación, pueden ser falsificadas y pierden su valor. Sin embargo, además de burlarse de las mujeres, este cuento lo hace también de los hombres, que aparecen obsesionados por la idea de poseer a la mujer perfecta y al final se dan cuenta de que lo que tenían era mejor que lo que compraron. Así, el esposo que no cambia a su mujer es el que gana. Por todo ello, este cuento resulta menos cruel y más ameno que los antes mencionados. “Parábola del trueque” es, entonces, una caricatura del divorcio cuyo resultado es la ridiculización de los hombres.