Confabulario

Confabulario Resumen y Análisis "Pablo"

Resumen

Una mañana, Pablo tiene una visión trascendental mientras trabaja, como siempre, en el Banco Central. Un goce profundo lo embarga y ve a Dios en el inicio de los tiempos, como una entidad única y total, con todas las posibilidades de la creación dentro de sí. Luego, Dios crea el mundo y a los hombres, y se descompone en miles de partículas que germinan una en cada hombre para que un día, después de que cada una recorra su camino, todas ellas vuelvan a reunirse y formen otra vez el modelo original. Así, se le representa a Pablo, quedaría cumplido el ciclo de la Creación.

Tras la visión, Pablo se abstrae del tiempo y de todo lo que lo rodea. Cuando sale de la oficina, ve el mundo con otros ojos, y los hombres a su alrededor llevan el pecho transparente y con un blanco símbolo que resplandece en su centro. Desde ese día, siente gran piedad por todos aquellos inconscientes portadores de la divinidad, que muchas veces olvidan y niegan a Dios. Ve también a la humanidad que busca un salvador: el género humano, desde el primer día, ensaya todas las combinaciones posibles con las partículas divinas que andan dispersas en el mundo, con el objetivo de restituir la plenitud de Dios. Cada muerte es una oportunidad fallida que la tierra esconde. Pablo piensa que, quizás, antes de que se halle la fórmula para ese ser superior, tenga que nacer el hombre más exactamente contrario al arquetipo de Dios, es decir, la bestia del apocalipsis.

Pablo sabe que la humanidad es inmortal porque Dios está en ella y desde el día de su revelación vive una vida diferente. Le parece vivir en un solo momento, detenido en el tiempo; consagra sus horas libres a la contemplación y a la reflexión, y todos los días su cerebro se puebla de mejores ideas. Así, vive en éxtasis y se pregunta por qué el resto de los hombres vive en la oscuridad y no experimenta el mismo goce que él. Pero también sabe que se trata de un goce secreto, por lo que hace todo lo posible por mantener la humildad y no delatar su condición de iluminado. Su vida, hacia afuera, transcurre exactamente igual que siempre.

A veces, a Pablo lo asalta la idea de que Dios pudo haber quedado para siempre disuelto entre los hombres, que son ahora su prisión, y que nunca podrá recuperar su unidad. Así, el espíritu de Dios se expresaría ahora solo por la voluntad de sobrevivir, aunque sea fragmentado, y eso explicaría el deseo desesperado de la humanidad de reproducirse y sobrevivir. En esos momentos, Pablo es presa de la desesperación, y de allí nace una nueva certidumbre: comienza a percibir que al contemplar el mundo, se lo está devorando. La contemplación nutre su espíritu, pero hace que su hambre de contemplar sea cada vez mayor. Además, su memoria comienza a retroceder en el tiempo, y descubre que puede recordar cualquier hecho sucedido en el mundo, en cualquier época y a cualquier hombre. Al mismo tiempo que esto sucede, su espíritu se repliega cada vez más sobre sí mismo. Recuerda la anécdota de un viejo pastor que convenció a sus vecinos de que era Dios y, durante algún tiempo, gozó de una condición privilegiada. Sin embargo, frente a una enorme sequía, los creyentes se volvieron sobre el Dios y lo sacrificaron.

Una vez, en la calle, Pablo siente que está a punto de ser descubierto por un hombre que se detiene y hace ademanes de saludarlo, aunque a último momento emite una disculpa y continúa con su camino. En el exceso de su abundancia espiritual, Pablo comienza a sufrir por el empobrecimiento del mundo, que sabe que se va a vaciar de sus seres y que perderá su calor. Así, el iluminado se duele por todo: por la vida frustrada de los niños, por las parejas que rompen sus relaciones, hasta por las hojas de los árboles que amarillean y caen. Y todo porque es él quien se está alimentando del mundo. Por eso, comprende que no puede seguir existiendo y decide sacrificarse para que la existencia pueda continuar su curso.

Con este objetivo, Pablo se encierra en su pieza y se dispone a morir. La humanidad entonces puede continuar sus ensayos después de haber enterrado a otra fórmula fallida.

Análisis

Pablo, el protagonista que da nombre al cuento, es un empleado de banco que un día es “visitado por la gracia” (p. 89) y descubre que Dios habita dentro suyo. Su vida no cambia de ninguna manera perceptible desde el exterior, pero Pablo se transforma de forma completa: comienza a ver a Dios repartido en toda la creación y poco a poco se da cuenta de que, al contemplar el mundo, se lo está devorando. Para no absorber el mundo por complejo, decide suicidarse.

El argumento del relato constituye una parodia de los textos medievales dedicados a los santos, en los que estos eran retratados como intermediarios y portavoces de Dios, y oscila entonces entre lo serio y lo cómico: el tono serio domina el texto, pero los rasgos paródicos presentes pueden provocar la risa en el lector. Así, el carácter paródico se basa principalmente en las paradojas que surgen al presentar a Pablo como un nuevo santo y, al mismo tiempo, situarlo en el mundo laboral y cotidiano. Mientras que los textos de la vida de los santos (textos hagiográficos) presentan a los personajes de forma excepcional, este relato propone un escenario de lo más común: “Una mañana igual a todas, en que las cosas tenían el aspecto de siempre y mientras el rumor de las oficinas del Banco Central se esparcía como un aguacero monótono, el corazón de Pablo fue visitado por la gracia” (p. 89). A partir de ese momento, uno de los hechos que contribuyen a la santidad del personaje es, por ejemplo, su decisión de vivir en soledad: “A nadie comunicó la más pequeña de sus experiencias. Vivía en una propicia soledad, sin amigos íntimos y con los parientes lejanos” (p. 92). Cuanto más potente se hace su experiencia mística, Pablo comienza a percatarse de pequeños detalles del pasado que señalaban una vida futura singular:

A veces, un recuerdo aislado, de la infancia o la adolescencia, irrumpía de pronto en su memoria para incluirse en una clara unidad. (…) Presagios que había desatendido porque eran breves y débiles, porque no había aprendido aún a descifrar esos mensajes que la naturaleza envía, encerrados en pequeñas maravillas (…) ahora se llenaban de sentido, y Pablo señalaba el camino de su espíritu, como con blancas piedrecillas. Cada una le recordaba una circunstancia dichosa, que él podía, a su antojo, volver a vivir (p. 93).

Sin embargo, Pablo no realiza ningún milagro. Lo que ha cambiado es la forma en que percibe el mundo y la divinidad en todo lo que lo rodea. Tampoco es percibido como un santo por las personas que lo rodean, pues él sigue comportándose como siempre y se cuida de no delatar su divinidad. Solo una persona en la calle parece que va a descubrirlo, aunque Pablo no permite el reconocimiento. Desde ese momento, se somete a una vida más solitaria con el fin de evitar que se repita esa situación.

Mientras que en las vidas de los santos la sociedad suele reconocer esta dimensión divina excepcional tras la muerte del personaje, en el caso de Pablo eso no ocurre ni ocurrirá: nadie se enterará de su divinidad ni de su sacrificio, puesto que Pablo no manifiesta su carácter excepcional a nadie. “Una mañana nublada, en la que el mundo había perdido ya casi todos sus colores y en la que el corazón de Pablo destellaba como un cofre henchido de tesoros, decidió su sacrificio” (p. 97). El sacrificio de Pablo difiere de la muerte de los santos, quienes en general son incomprendidos por la sociedad y no se suicidan, sino que son mártires. Pablo, por el contrario, se sacrifica a sí mismo: “Se encerró en su cuarto y se dispuso a morir. De modo cualquiera, como un ínfimo suicida, dio fin a sus días antes de que fuera demasiado tarde” (pp. 97-98). Con el suicido, la vida de Pablo termina de manera inaceptable desde la perspectiva de las religiones cristianas, y en ello también se evidencia el carácter paródico del texto de Arreola.

“Pablo” se propone entonces como un texto hagiográfico moderno, ambientado en la contemporaneidad del autor (mediados del siglo XX) y presenta la compleja convergencia, en el mundo moderno, de la religión con la vida laboral y económica de cada individuo. En ese contexto, el protagonista, que representa la dimensión religiosa de la humanidad, está condenado a desaparecer.