La conjura de los necios

La conjura de los necios Resumen y Análisis Capítulo 9

Resumen

I

El señor Clyde regaña a Ignatius porque un oficial de la Inspección de Higiene lo ha visto jugando con un gato en su horario laboral y ha emitido una denuncia. Además, Ignatius no está generando mucho dinero porque pasa la mayor parte de su tiempo sentado y comiendo las mismas salchichas que debería vender. Sin embargo, Clyde decide no echarlo porque al menos Ignatius va todos los días a trabajar, y porque simpatiza con las historias tristes que le cuenta sobre su madre. Ignatius ha exagerado y le ha contado una historia sobre “la madre borracha, aquellos daños que tenía que pagar, la amenaza de miseria para madre e hijo, los amigos lascivos de la madre” (2015:215).

Clyde le asigna una nueva ruta por el Barrio Francés. Ignatius se queja porque “en ese ambiente se desmoronaría mi psique. Además, allí las calles son muy estrechas y muy peligrosas. Podría aplastarme fácilmente el tráfico o empotrarme contra un edificio” (2015:215).

Cuando llega a su casa, su madre comienza a interrogarlo sobre si es comunista, sospecha motivada por su conversación con el señor Robichaux. Él contesta que no es comunista, y le aclara que prefiere un sistema monárquico.

Llega una nueva carta de Myrna. Ella caracteriza la hostilidad de Ignatius como un resultado de sus celos y sus sentimientos de fracaso. Lo empuja a hacer algo, a ser voluntario en alguna organización, a salir de su casa. Ignatius se propone “organizar un nuevo ataque contra la desvergonzada de Myrna” (2015:222).

II

Darlene le muestra a Lana su acto con la cacatúa. Se sube al escenario con un vestido naranja con anillos adheridos a él, gira alrededor del escenario mientras la cacatúa tira de los anillos y se arranca el vestido.

Cuando Lana le pide a Jones que ponga la música, él le pide más dinero y ella lo amenaza con llamar a la policía. Como respuesta, Jones promete que algún día resolverá el misterio de las entregas de George y luego será él quien llame a la policía.

Lana detesta el espectáculo de Darlene e inventa un nuevo show. Dice que lo que los clientes quieren es “una virgen dulce y limpia insultada y desnudada” (2015:225). Diseña una rutina en la que Darlene interpreta a una inocente chica en una plantación a la que su pájaro le arranca la ropa. Además, Lana ve este acto como una oportunidad para vengarse de Jones y le informa que él interpretará a un portero de la plantación. Mientras Lana ensaya con Darlene, Jones se da cuenta de que el gabinete debajo de la barra ha quedado abierto. En el interior ve diez paquetes apilados y decide realizar un pequeño sabotaje: escribe la dirección de Noche de Alegría al costado de cada paquete con letra diminuta.

III

El patrullero Mancuso llega muy enfermo a la comisaría y le ruega al sargento que lo saque de la estación de autobuses. El sargento cede y acepta darle a Mancuso otra oportunidad. Le advierte que si no detiene a un personaje sospechoso dentro de dos semanas, estará fuera de la fuerza.

IV

Ignatius continúa escribiendo en su diario. Cuenta que el señor Clyde lo castiga haciéndole disfrazarse de pirata y enviándolo al Barrio Francés.

V

El doctor Talc está coqueteando con una estudiante en su despacho. Ella le pide que busque la nota de un ensayo y, mientras él lo busca, un avión de papel lanzado por su ventana hace algunos años cae al suelo. La joven lo levanta y lo guarda en su cartera. Está firmado por el zorro, es decir, por Ignatius.


Análisis

Desde el comienzo de la novela, el bajo salario de Jones, su incapacidad de renunciar a su empleo por temor a los cargos por vagancia y el comportamiento tiránico de Lana hacen de Noche de Alegría una suerte de plantación moderna. En este capítulo, el simbolismo se explicita: para el espectáculo de Darlene, Lana convierte el bar en una escena de plantación. Incluso le pide a Jones que actúe como un esclavo al controlar a los clientes que ingresan al bar. Una vez más, la novela critica las continuidades entre el sistema esclavista y el capitalismo moderno. En ese sentido, se sugieren alternativas de rebelión frente al sistema. Por ejemplo, Jones pone en marcha un plan de sabotaje a Lana Lee. Escribe la dirección del bar en los sobres con las imágenes pornográficas y espera que eso resulte en un problema para su empleadora.

Continuando con el tema laboral, en este capítulo se presentan dos situaciones de abuso en las relaciones de trabajo que tienen que ver con las apariencias. Tanto Ignatius como el patrullero Mancuso deben usar disfraces como formas de castigo de sus empleadores. Ignatius se encuentra, en la calle del Barrio Francés, con “una absurda sátira del turista, un individuo pequeño y pálido, con bermudas, que jadeaba bajo el peso de un monstruoso aparato con lentes que debía ser, sin duda, una cámara de cinemascope” (2015:237). Rápidamente identifica que se trata del patrullero Mancuso obligado por el sargento a usar disfraces para crear nuevas identidades y así encontrar personajes sospechosos. Es interesante que se mencione la palabra sátira, que hace mención a un tipo de discurso burlón. El sargento abusa de su poder con su empleado, se burla de él y lo ridiculiza. Además, utiliza como argumento una idea moderna sobre la masculinidad. Le pregunta: “¿Por qué no puede aguantar allí como un hombre? Coger un catarro. Los hombres del cuerpo no cogen catarros. Los hombres del cuerpo son fuertes” (2015:229). Se desprende de aquí la asociación entre la masculinidad y la fuerza física y la resistencia. El sargento desacredita los síntomas del patrullero y menosprecia su malestar.

En sintonía, Ignatius debe disfrazarse de pirata por órdenes del señor Clyde. El protagonista escribe en su diario: “Clyde me obligó a probármelo en el garaje” (2015:232). Ignatius debe obedecer a su empleador al menos en este punto, ya que no vende salchichas ni llega a horario jamás.

En el noveno capítulo, la excentricidad de Ignatius se profundiza. En su diario queda muy clara su voluntad de diferenciarse de sus pares, de su época y del mundo moderno en general. Escribe: “En vez de moverse verticalmente hacia abajo, uno debe moverse horizontalmente hacia afuera, hacia un punto lo suficientemente distanciado donde no quede inevitablemente desterrado un mínimo de comodidad material. En esa posición estaba yo —al margen mismo de nuestra era— cuando la intemperancia cataclismática de mi madre, como el lector bien sabe, me catapultó al remolino febril de la vida contemporánea” (2015:232). Queda claro cómo la entrada de Ignatius al mundo laboral lo sumerge en una red de relaciones con el mundo contemporáneo que aborrece. Aunque quiere hacer un movimiento de corrimiento, de distanciamiento de su era, su madre insiste en vincularlo con el presente. De nuevo aparece la bipolaridad entre lo ideal y lo real que es fundamental en el protagonista. Aunque quiere permanecer al margen, en un mundo de ideas, el conflicto comienza cuando debe trabajar y ganar dinero, es decir, vincularse con el mundo material.

Como hemos explicitado, la actitud de Ignatius respecto del sexo también configura su perfil excéntrico. En este capítulo se autodefine como “un joven de buenas costumbres, casto, prudente e impresionable” (2015:231). Hay una valoración positiva de parte de Ignatius de las personas que se abstienen de tener relaciones sexuales, como él mismo. En sintonía con esto, condena el Barrio Francés por ser una “zona que alberga todos los vicios que el hombre haya concebido en sus aberraciones más demenciales” (2015:231).

Siguiendo con el tópico de la sexualidad, en este capítulo aparecen nuevamente ideas sobre cómo conseguir dinero con el cuerpo. Cuando Lana y Darlene organizan el acto para Noche de Alegría, Lana dice: “Lo que esos imbéciles quieren ver es una virgen dulce y limpia insultada y desnudada. Tienes que usar la cabeza, por amor de Dios, Darlene. Tienes que ser pura. Quiero que seas como una chica tímida y delicada que se sorprende cuando un pájaro empieza a tirarle de la ropa” (2015:225). Lana sabe que la idea de una mujer suave e inocente es atractiva para los clientes.