La conjura de los necios

La conjura de los necios Imágenes

El olor de las salchichas de Vendedores Paraíso

Ignatius llega al garage de Vendedores Paraíso guiado por el olor de las salchichas. El narrador menciona un “intenso hedor” (2015:161) que no parece agradar a los transeúntes. Sin embargo, Ignatius aspira “los humos de Paraíso con un gran placer sensorial” (2015:161). Las imágenes olfativas que utiliza el narrador dan cuenta de que el olor del local es intenso y repugnante, pero aun así atractivo para el protagonista. Sigue: “Ignatius se llenó los pulmones de aquel aroma amargo y picante” (2015:162).

El aspecto de la señorita Trixie luego de la ayuda de la señora Levy

En el capítulo once, luego de haber reformado la apariencia de la señorita Trixie, la señora Levy ha dejado que el señor Levy devuelva a la señorita Trixie a la oficina de Levy Pants. Luego de su cambio de imagen, la señorita Trixie es observada por el señor González:

El señor González se vio obligado a mirar a la señorita Trixie, cuyos ojos eran débiles charcas bordeadas de una sombra azul. Los labios los tenía ampliados en una línea anaranjada que le llegaba casi hasta las narices. Junto a los pendientes destacaban unos cuantos rizos de pelo gris que se había escapado por debajo de la peluca negra, un poco torcida. La falda corta revelaba unas piernas zambas y marchitas y unos piececitos que hacían que las zapatillas parecieran raquetas de andar por la nieve. Tras días enteros sesteando bajo una lámpara de sol, la señorita Trixie lucía un moreno dorado” (2015:275).

Esta imagen visual da cuenta de los cambios en el atuendo de la señorita Trixie que realiza la señora Levy. Por ejemplo, su piel cambia de color por la "lámpara de sol". Sus rizos grises se asoman bajo una peluca gris. Sus labios llevan una pintura naranja desprolija y sus ojos, una azul. El señor González parece sorprendido por la nueva imagen de su empleada. Luego le dice a la señora Levy: “le ha hecho usted un servicio maravilloso” (2015:275), pero el narrador aclara que “había falsedad en su voz” (2015:275).

La Mansión Levy

La Mansión Levy simboliza el sueño americano. Es un espacio totalmente automatizado y perfectamente regulado para la comodidad física. El narrador la compara con un útero materno: “La casa era tan sensualmente confortable como lo es teóricamente el claustro materno” (2015:103). Es un espacio que tiene que ver con el disfrute y la comodidad: “Tras sus paredes acolchadas todo era gratificante” (2015:103).

A través de varias imágenes visuales y sensoriales se describe un lugar muy cómodo y maleable en función de los deseos del huésped:

Todos los asientos se hundían varios centímetros al más leve contacto, la gomaespuma y la pelusa se sometían abyectamente a la menor presión. Los mechones de las alfombras de nylon acrílico cosquilleaban los tobillos de todo el que fuese tan amable como para caminar sobre ellos. Junto al bar, lo que parecía un regulador de radio permitía, con un leve giro, suavizar o intensificar las luces de toda la casa, según el humor de sus habitantes. Localizadas por toda la casa a una distancia cómoda a pie entre ellos, había sillones anatómicos, una mesa de masajes y un tablero de ejercicios cuyas numerosas secciones estimulaban el cuerpo con un movimiento suave e incitante a un tiempo” (2015:103)

Irónicamente, dentro de esta mansión, los Levy, que representan la clase privilegiada de la sociedad, son grotescos y violentos y tienen un matrimonio despectivo y sin amor. Esta ironía convierte a la Mansión Levy en la promesa vacía y ridícula del sistema de valores estadounidense.

La fiesta en la casa de Dorian

Una vez que Ignatius entra a la casa de Dorian, se encuentra con una fiesta. La descripción de la celebración se basa en las imágenes visuales y sonoras que ve Ignatius:

Ignatius vio una bullente masa de individuos. Cigarrillos y vasos sujetos como batutas volaban en el aire, dirigiendo la sinfonía de charla, griterío, cántico y risas. De las entrañas de un inmenso fonógrafo estereofónico se abría paso a duras penas a través del estruendo la voz de Judy Garland. Un pequeño grupo de jóvenes, los únicos que estaban inmóviles en la habitación, se había instalado delante del fonógrafo como si fuese un altar” (2015:315).

Se compara el ruido de una fiesta con una sinfonía porque hay distintos componentes: las risas, la música, las charlas, los gritos. Los vasos se mueven de unas manos a otras, las personas bailan y la voz de una cantante sale del fonógrafo.