Don Quijote de la Mancha (Segunda parte)

Don Quijote de la Mancha (Segunda parte) Resumen y Análisis Prólogo al lector, Dedicatoria al Conde de Lemos

Resumen

Prólogo al lector

La segunda parte de Don Quijote de la Mancha comienza con un prólogo en el que Miguel de Cervantes utiliza la segunda persona del singular ("tú") para establecer rápidamente un tono de complicidad con el lector: "... con cuánta gana debes de estar esperando ahora, lector ilustre o quier plebeyo, este prólogo, creyendo hallar en él venganzas, riñas y vituperios del autor del segundo Don Quijote..." (543). Este "autor del segundo Don Quijote", aunque no se lo nombra en ningún momento, es Alonso Fernández de Avellaneda, un hombre que, sin el consentimiento de Cervantes, escribió una segunda parte del Quijote y la publicó en 1614. En esta versión apócrifa, también hay un prólogo en el que Avellaneda se burla de Cervantes por su condición de manco. Por ese motivo, el verdadero autor del Quijote utiliza el "Prólogo al lector" para responderle a su plagiador y aclararle, entre otras cosas, que él ha perdido su mano de forma heroica: en la batalla de Lepanto, luchando por España.

Más adelante, Cervantes pone énfasis en la idea de que esta segunda parte de Don Quijote que está prologando "es cortada del mismo artífice [...] que la primera" (546), es decir, que fue escrita por la misma persona que escribió aquella primera parte publicada en 1605; o sea, él mismo. Al final del prólogo, aclara que este nuevo libro terminará con Don Quijote muerto y enterrado para que nadie más pueda escribir historias apócrifas sobre su protagonista.

Dedicatoria al Conde de Lemos

En esta dedicatoria, Cervantes se dirige a su Excelencia, el Conde de Lemos, y le explica que se apura a enviarle esta segunda parte de su Don Quijote "para quitar el hámago y la náusea que ha causado otro don Quijote que con nombre de Segunda parte se ha disfrazado y corrido por el orbe" (547).

Análisis

Ya desde la primera línea del "Prólogo al lector" se pone de relieve la intención de Cervantes de volver cómplice a sus lectores respecto de la indignación que debería despertar un hecho tan "pecaminoso" como el que realizó Avellaneda: publicar una versión apócrifa del Quijote. Sin ir más lejos, aunque Cervantes afirme que "no le pasa por el pensamiento" (543) ocuparse de criticar a este hombre, describe con bastante precisión lo que, en teoría, sus lectores esperan que él haga: "Quisieras tú que lo diera del asno, del mentecato y del atrevido" (543); de esta forma, el verdadero autor del Quijote se posiciona en un lugar tan superior a su imitador que no siente que valga la pena atacarlo, aunque deja en claro cuáles serían las palabras que le cabrían si decidiera hacerlo. En cierta medida, podríamos decir que Cervantes le envía un mensaje insultante a Avellaneda a través de su público lector para no rebajarse al papel de escritor resentido.

Ahora bien, en el prólogo de la versión apócrifa de Avellaneda, este último se burla de Cervantes sin contemplaciones; incluso, llega a reírse de su vejez y su manquedad. Cervantes utiliza su "Prólogo al lector" para defenderse de estos ataques mezquinos, pero no lo hace atacando directamente a su agresor, sino a través de los lectores. Un ejemplo de esto es cuando el creador del Quijote nos recuerda que él perdió la mano en la batalla de Lepanto, defendiendo a España; con esta aclaración deja en claro que solo una persona despreciable podría burlarse de su discapacidad.

Por otro lado, cuando Cervantes hace referencia a que su segunda parte "es cortada del mismo artífice [...] que la primera" (546), él pretende garantizar la calidad de esta segunda parte de su Quijote, al mismo tiempo que establece una distancia definitiva con esa versión apócrifa escrita por Avellaneda. En cierta medida, Cervantes confía en que el público reconocerá la excelencia de su pluma, sobre todo en contraste con la pobreza que ostenta la de su plagiador.

Más allá de la formalidad a la que apela Cervantes para criticar a Avellaneda, está claro que la versión apócrifa de Don Quijote lo indignó sobremanera. De hecho, concluye el "Prólogo al lector" diciendo que "matará" a su personaje para evitar futuros plagios. Y, como si fuera poco, utiliza la "Dedicatoria al Conde de Lemos" para continuar criticando a su plagiador. Antes que nada, vale la pena aclarar que el Conde de Lemos, virrey de Nápoles, era el mecenas de Cervantes. En esta dedicatoria, el creador del Quijote plantea que la segunda parte apócrifa de Avellaneda ha provocado una trágica sensación de náusea con respecto al personaje del Quijote; sensación que Cervantes debe rápidamente contrarrestar con la publicación de la genuina segunda parte de la obra que él creó en 1605.

Por último, es interesante recalcar que esta Segunda parte del Ingenioso Caballero don Quijote de la Mancha es, a todas luces, un libro muy diferente al de la primera parte. Esto ya lo podemos identificar en la evolución del título: ese "ingenioso hidalgo" de la portada de la primera parte se ha convertido en "ingenioso caballero" en esta segunda. En ese sentido, está claro que hay una diferencia de jerarquía e importancia entre ser un simple hidalgo y un caballero. El hecho de que Cervantes haya decidido darle el rótulo de "caballero" a don Quijote es una forma de reconocerle a su personaje la trascendencia que ha logrado a partir de la publicación de la primera parte, en 1605. Ahora bien, más allá de este detalle, existe una diferencia sustancial entre los dos libros: el objeto de la parodia. Mientras que en la primera parte ese objeto era, claramente, el libro de caballerías, en esta segunda parte, la búsqueda de Cervantes parece ser otra muy distinta. Ya no necesita parodiar al Amadís de Gaula u otros textos ajenos; su Quijote se volvió un fenómeno en sí mismo, es autosuficiente, y, por esa razón, esta segunda parte de Don Quijote, en varios pasajes, parece ser más una parodia a su primera parte que a otra cosa. Si bien el universo de los libros de caballerías no desaparece, sí se desdibuja; queda como un mero decorado. Y exceptuando las últimas páginas, en las que Cervantes ataca en clave de parodia la versión apócrifa de Avellaneda, son demasiados los momentos en los que este segundo Quijote es una abierta parodia al primer Quijote.