Don Quijote de la Mancha (Segunda parte)

Don Quijote de la Mancha (Segunda parte) Metáforas y Símiles

"Sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes..." (618) (Metáforas)

En el capítulo X, Sancho le dice a don Quijote que ha visto a Dulcinea salir del Toboso con dos doncellas. Al describirlas utiliza una serie de metáforas que realzan la belleza de las mujeres y lo bien vestidas que van. Cuando menciona que son "una ascua de oro" se refiere a que van cubiertas de joyas. Luego, la referencia a las perlas, los diamantes y los rubíes da cuenta de la elegancia y nobleza de Dulcinea y sus doncellas. Esta descripción metafórica que hace Sancho de las mujeres contrastará fuertemente con lo que don Quijote vea un poco más adelante, y la única explicación que podrá darle su escudero es que tanto la amada de don Quijote como sus doncellas lucen como simples pastoras porque han sido encantadas.

"Apenas la blanca aurora había dado lugar a que el luciente Febo con el ardor de sus calientes rayos las líquidas perlas de sus cabellos de oro enjugase, cuando don Quijote, sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho..." (697) (Metáforas)

El capítulo XX inicia con estas metáforas del amanecer. Febo, el personaje mitológico latino asociado al sol, se enjuaga las "líquidas perlas de sus cabellos" con el "ardor de sus calientes rayos"; esta descripción hace referencia a cómo se evaporan las gotas de rocío a causa de las primeras luces cálidas del amanecer. Por otro lado, en este contexto, don Quijote se despierta y se sacude "la pereza de sus miembros", o sea, ese cansancio muscular que queda como residuo de las horas de sueño, y llama a su escudero. Sancho, por su parte, ronca de una manera ruidosa y vulgar. En ese sentido, es interesante señalar este juego de contrastes que propone Cervantes entre la imagen extremadamente poética del amanecer y los ronquidos chabacanos de Sancho. Hasta cierto punto, podemos decir que esta convivencia entre lo sublime y lo ordinario es un fenómeno que atraviesa y caracteriza a todo el Quijote.

"Mi señor don Quijote de la Mancha (...) es un hidalgo muy atentado, que sabe latín y romance como un bachiller, y en todo cuanto trata y aconseja procede como muy buen soldado..." (765). (Símiles)

En el capítulo XXVII, el de la aventura del rebuzno, Sancho explica las virtudes de su amo a los presentes en la venta. Para hacerlo compara a don Quijote con un bachiller, en cuanto a sus virtudes intelectuales, y, luego, lo emparenta con un "muy buen soldado", en relación con su sentido común y su capacidad de ayuda. Estos dos símiles dan una imagen de don Quijote no solo como hombre virtuoso, sino como hombre cuerdo, que es la principal intención de Sancho frente al ventero y el resto de los presentes.

"... que yo sé que no habría navaja que con más facilidad rapase a vuestras mercedes como mi espada raparía de los hombros la cabeza de Malambruno..." (853) (Símil)

En el capítulo XL, don Quijote les dice esto a la Dolorida y sus doncellas. Malambruno les ha echado un encantamiento a partir del cual todas llevan insólitas barbas en sus rostros. El Caballero de los Leones está deseoso por encontrarse con el maligno encantador y utiliza un símil para hacer referencia a cómo matará a Malambruno: le cortará la cabeza con la misma facilidad con la que una navaja podría afeitarles esas barbas a las doncellas.

"... Claudia (...) rompió los aires con suspiros, hirió los cielos con quejas, maltrató sus cabellos, entregándolos al viento, afeó su rostro con sus propias manos, con todas las muestras de dolor y sentimiento que de un lastimado pecho pudieran imaginarse" (1011-1012) (Metáforas)

En el capítulo LX, Roque Guinart, el bandolero que se encuentra don Quijote rumbo a Barcelona, está junto a Claudia, quien, luego de dispararle a don Vicente, su prometido, ha ido a ver si todavía está con vida. Luego de esclarecido el equívoco que llevó a Claudia a dispararle a Vicente, ellos se casan, aunque ya es demasiado tarde: él está herido de muerte. Don Vicente muere, y la reacción de Claudia es descrita con una concatenación de metáforas que dan cuenta de su profunda desolación: suspiros que rompen el aire, quejas que hieren los cielos. En ese sentido, podemos imaginar los gritos de angustia de Claudia como desgarradores, tan potentes y acongojados que, metafóricamente, son capaces de herir los cielos.