Don Quijote de la Mancha (Segunda parte)

Don Quijote de la Mancha (Segunda parte) Elementos Literarios

Genero

Novela.

Configuración y Contexto

España, siglo XVI.

Narrador y Punto de Vista

El narrador de esta segunda parte del 'Quijote' es complejo, en el sentido de que reúne características de diferentes tipos de narrador: por momentos es omnisciente, por momentos deja de serlo; por lo general, narra en tercera persona, aunque hay pasajes en los que narra en primera, posicionándose dentro de su propia narración, casi como un personaje más. Así y todo, el punto de vista está siempre puesto en don Quijote y Sancho Panza (Ver sección "Otros").

Tono y Estado de Ánimo

El tono es paródico, aunque, por momentos, adquiere cierto matiz sarcástico.

Protagonista y Antagonista

Los protagonistas de esta segunda parte son don Quijote y Sancho Panza; si bien no hay un antagonista claro, podríamos decir que el Caballero de la Blanca Luna acaba siendo el antagonista principal del caballero andante.

Conflicto Principal

Don Quijote y Sancho se lanzan en busca de aventuras caballerescas, y allí el caballero andante descubre que Dulcinea ha sido víctima de un maligno encantamiento que la hace ver como una humilde labradora, al mismo tiempo que toma conocimiento de un libro apócrifo en el que se cuentan sus aventuras de una manera completamente errada.

Climax

Don Quijote pierde un duelo contra el Caballero de la Blanca Luna y es obligado a retirarse a su aldea y olvidarse de las aventuras caballerescas, al menos, por un año.

Presagio

Ya en el prólogo del libro, Cervantes nos adelanta que matará a don Quijote al final de la novela, porque quiere asegurarse de que no haya ningún otro escritor que, como Avellaneda, usufructúe de su personaje.

Atenuación

N/A

Alusiones

Esta segunda parte de don Quijote cuenta con algunas alusiones a libros de caballerías y obras literarias en general. Así y todo, quizás la más simbólica sea la alusión directa -y en un tono definitivamente despectivo- al 'Quijote' apócrifo de Avellaneda. En el capítulo LXXII, don Álvaro Tarfe le cuenta a don Quijote de este libro, frente a lo cual, el Caballero de los Leones le hace jurar a su interlocutor frente al alcalde que él, el verdadero don Quijote de la Mancha, no tiene nada que ver con ese impostor que aparece en el 'Quijote' apócrifo de Avellaneda.

Imágenes

Ver sección "Imágenes".

Paradoja

Sancho es analfabeto y no tiene ninguna experiencia como gobernante. Sin embargo, paradógicamente, ejerce su rol como gobernador de la ínsula con lucidez, apelando al sentido común y a base de un gran sentimiento de justicia social.

Paralelismo

Durante toda la novela, se da un paralelismo interesante entre don Quijote y su fiel corcel, Rocinante. Quizás el aspecto más representativo de este paralelismo se encuentre en algunos rasgos físicos que comparten: los dos son viejos, flacos, débiles y lucen un semblante más bien decadente. Juntos constituyen una sola imagen, un mismo concepto. Sin ir más lejos, en la mayoría de las iconografías sobre don Quijote, se ve al caballero andante sobre Rocinante.

Por otro lado, son varios los momentos en que podemos identificar situaciones paralelas entre don Quijote y Rocinante, aunque, sin duda, la más representativa se da en el combate del Caballero de los Leones con el Caballero de la Blanca Luna, que concluye con don Quijote y Rocinante caídos en el suelo, casi en espejo.

Metonimia y Sinecdoque

"Ante estos pies y piernas me arrojo (...) por ser los que son basas y colunas de la andante caballería: estos pies quiero besar, de cuyos pasos pende y cuelga todo el remedio de mi desgracia (...)" (841).
En este ejemplo de metonimia, la Dolorida hace referencia a don Quijote a partir de sus "pies y piernas"; es decir, nombra al todo (don Quijote) por la parte (sus extremidades inferiores).

Personificación

"¡Ay! —dijo a esta sazón la Dolorida—, con benignos ojos miren a vuestra grandeza, valeroso caballero, todas las estrellas de las regiones celestes, e infundan en vuestro ánimo toda prosperidad y valentía para ser escudo" (853).
En esta cita del capítulo XL, la Dolorida personifica a las estrellas de las regiones celestes, otorgándoles la propiedad humana de mirar.