Don Quijote de la Mancha (Segunda parte)

Don Quijote de la Mancha (Segunda parte) Resumen y Análisis Capítulos XII-XVII

Resumen

Capítulo XII: De la estraña aventura que le sucedió al valeroso don Quijote con el bravo Caballero de los Espejos

La noche siguiente al encuentro de Don Quijote con el demonio, la Muerte y el resto de la compañía teatral, él y Sancho se sientan debajo de unos árboles a cenar y conversar. Don Quijote reflexiona sobre la comedia: le pide a Sancho que siempre la valore, ya que tanto quienes la representan como quienes la componen son "instrumentos de hacer un gran bien a la república, poniéndonos un espejo a cada paso delante" (631). Al mismo tiempo, observa que, al final de la vida, la muerte les saca a las personas esa "ropa" que las diferencia, y quedan todas iguales en la sepultura.

Amo y escudero se quedan dormidos. De repente, don Quijote escucha que llegan dos hombres a caballo: uno le dice al otro que ese es un buen lugar para descansar, ya que hay hierba para los caballos. Don Quijote deduce que al menos uno de ellos es un caballero andante y despierta a Sancho diciéndole que ya tienen una nueva aventura. En ese momento, el caballero recién llegado, el Caballero del Bosque, comienza a tocar su laúd y a cantar un soneto. Luego de concluir el soneto, cuenta cómo todos los caballeros de la Mancha han alabado la belleza de su amada, Casildea de Vandalia, a pedido suyo, frente a lo cual don Quijote se indigna, ya que él jamás declararía algo tan perjudicial hacia la belleza de su Dulcinea. El Caballero del Bosque se da cuenta de la presencia de don Quijote y su escudero y los invita a sentarse con él. Le pregunta al caballero andante si él también es un enamorado, a lo que don Quijote responde que sí. Sancho respalda la respuesta de su amo, pero el Caballero del Bosque se ofende, porque un escudero no debería abrir la boca cuando dos caballeros andantes hablan. Acto seguido, el escudero de del Bosque se lleva a Sancho a otra parte para que puedan hablar "escuderilmente" (637).

Capítulo XIII: Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque, con el discreto, nuevo y suave coloquio que pasó entre los dos escuderos

Sancho y el escudero de del Bosque se cuentan sus vidas mientras sus amos, apartados de ellos, se cuentan sus amores. Los primeros debaten sobre las dificultades de la vida de escudero, y cada uno explica cuáles son sus ambiciones: Sancho pretende recibir una ínsula por sus servicios, y el escudero de del Bosque, un canonicato. Luego, este último confiesa que quiere dejar esas "borracherías destos caballeros" (639) y regresar a su aldea, con su mujer e hijos. Sancho, por su parte, habla de su hija, que está criando para ser condesa, cuando él sea gobernador de esa ínsula y logre casarla con un noble. El escudero del Bosque alaba a la hija de Sancho utilizando expresiones muy vulgares, lo que motiva el reproche del escudero de don Quijote.

Luego, los escuderos comienzan a comparar a sus amos. Sancho se refiere a don Quijote como "mentecato" (641), y el del Bosque dice que el suyo es "tonto, pero valiente (...), y más bellaco que tonto y valiente" (641). Frente a esto, Sancho se apura en decir que don Quijote, a diferencia de del Bosque, "no sabe hacer mal a nadie" (641). Acto seguido, el escudero de del Bosque se va por unos instantes y vuelve con una bota de vino y algo para comer, hecho que sorprende a Sancho por la calidad de los productos. Luego de beber un buen rato, el escudero de del Bosque insiste con la idea de dejar a los locos de sus amos y volver a sus aldeas con sus familias. Sancho dice que acompañará a don Quijote hasta Zaragoza y que, una vez allí, hablará con su amo al respecto.

Capítulo XIV: Donde se prosigue la aventura del Caballero del Bosque

El Caballero del Bosque le explica a don Quijote que su amada, Casildea de Vandalia, le ha pedido que vaya por toda España indicándole a los caballeros andantes que ella es la "más aventajada en hermosura de cuantas hoy viven" (646). Luego, agrega que él ha vencido a todos los caballeros andantes y explica su máxima: como se dice que don Quijote ha vencido a todos los caballeros, y él, por lo que declara, ha vencido a don Quijote, entonces, por carácter transitivo, es como si el propio del Bosque hubiera vencido a todos esos caballeros. Don Quijote, por su parte, no le cuestiona la hazaña de haber vencido a todos los caballeros, aunque pone en duda que haya vencido a ese tal "don Quijote de la Mancha". Del Bosque hace una descripción física muy detallada del Caballero de la Triste Figura; don Quijote, por su parte, le confiesa que él es, justamente, el Quijote del que está hablando; se pone de pie y empuña su espada. Del Bosque le pide a don Quijote que esperen al día para enfrentarse, ya que hacerlo a oscuras es de salteadores y rufianes. Su contrincante accede.

Acto seguido, van los dos caballeros a despertar a sus escuderos para que preparen todo para el combate del día siguiente. Sancho teme por la salud de su amo: ha escuchado varias hazañas de del Bosque en boca de su escudero. Más allá de esta preocupación, mientras están yendo a preparar los caballos, el escudero de del Bosque le dice a Sancho que, cuando sus amos estén peleando, ellos también deben hacerlo, ya que es una costumbre de Andalucía, región de la que es oriundo su amo. Sancho despliega una gran cantidad de argumentos para evitar la pelea con el escudero de del Bosque; entre otros, que él no podría reñir a secas con un hombre con el que ha bebido tan pacíficamente. Mientras tanto, ya comienza a clarear el día.

Don Quijote ve que su contrincante ya está listo para el combate. En este punto del capítulo, el narrador comienza a llamar al Caballero del Bosque "Caballero de los Espejos" (651). Luego, don Quijote y el Caballero de los Espejos se suben a sus caballos y, antes de alejarse, este último le recuerda a su contrincante que el caballero que pierda deberá responder a la voluntad del vencedor. Sancho, que no quiere quedarse a solas con el escudero del de los Espejos, sigue a don Quijote y le pide que lo ayude a subirse a un árbol para poder ver mejor que desde el suelo el combate. Mientras su amo lo está ayudando a subir, el Caballero de los Espejos ya ha iniciado su carrera hacia don Quijote. Este va al encuentro de su enemigo y lo derriba. Luego se acerca, le quita el casco y descubre que el Caballero de los Espejos no es otro que el bachiller Sansón Carrasco. Don Quijote inmediatamente se lo adjudica a un hechizo maligno y le pide a Sancho que vaya a ver "lo que puede la magia" (654). Sancho comprueba que se trata del bachiller e insta a su amo a que le clave la espada en la boca, así también mata a alguno de sus enemigos los encantadores. Don Quijote está a punto de hundir su espada en Carrasco, cuando llega el escudero del "Caballero de los Espejos" y le advierte a don Quijote que ese hombre que tiene delante es el bachiller Sansón Carrasco en persona, el genuino. Luego, este vuelve en sí y se encuentra con don Quijote que lo amenaza de muerte si no admite que Dulcinea aventaja en belleza a Casildea. El bachiller Carrasco lo admite y, además, por pedido de su vencedor, también confiesa que aquel al que venció alguna vez no era el verdadero don Quijote de la Mancha.

Finalmente, don Quijote y Tomé Cecial -vecino de Sancho que se hizo pasar por escudero del Caballero de los Espejos- ayudan a levantarse al bachiller Carrasco, y estos dos últimos se retiran. Sancho y don Quijote, por su parte, prosiguen su camino hacia Zaragoza, con la firme sospecha que el parecido entre el Caballero de los Espejos y el bachiller Carrasco, y entre su escudero y el vecino de Sancho, Tomé Cecial, fue obra de algún encantador.

Capítulo XV: Donde se cuenta y da noticia de quién era el Caballero de los Espejos y su escudero

En este capítulo, el narrador comienza explicando por qué el bachiller Sansón Carrasco se convirtió en el Caballero de los Espejos. Al parecer, Carrasco elaboró un plan junto al barbero y el cura para tratar de preservar a don Quijote. Como ninguno creía posible disuadirlo de que no saliera por tercera vez, los tres acordaron que el bachiller lo incitaría a que fuera en busca de nuevas historias caballerescas y, luego, lo interceptaría, haciéndose pasar por el Caballero de los Espejos, para enviarlos de regreso a su casa después de vencerlo.

Después de la derrota, el bachiller Carrasco y Tomé Cecial conversan. Este último reflexiona que es más loco el hombre que enloquece por su propia voluntad -como el propio Sansón Carrasco al idear semejante plan o, incluso, él mismo por aceptar ser su escudero- que aquel al que no le queda otra opción -como don Quijote-; además, manifiesta su intención de volver a su casa. El bachiller Carrasco le pide que lo haga, ya que él no volverá a la suya hasta que haya "molido a palos a don Quijote" (658). Él ya no tiene ningún interés en ayudar a que don Quijote recupere su cordura; el único deseo del bachiller, ahora, es vengarse. Por último, Cecial y Carrasco llegan a un pueblo. Allí se separan: el primero regresa a su aldea, y el segundo encuentra a un "sanador de huesos" (658) que lo cura.

Capítulo XVI: De lo que sucedió a don Quijote con un discreto caballero de la Mancha

Don Quijote está todavía pensando en la victoria contra el Caballero de los Espejos cuando Sancho hace referencia a que sigue creyendo que el escudero de este era su vecino, Tomé Cecial. Don Quijote lo contradice con un argumento muy simple: el bachiller Sansón Carrasco carece de motivación para hacerse pasar por el Caballero de los Espejos para pelear con él. Por este motivo, don Quijote insiste en que el hecho de que el enemigo y su escudero se parecieran al bachiller y a Cecial es obra de los encantadores malignos que lo persiguen a él. En eso, los alcanza un hombre bien vestido y montado sobre una hermosa yegua. Don Quijote lo invita a que cabalgue con ellos; luego de unos instantes, se da cuenta de que el hombre de la yegua lo mira con cierto asombro. A raíz de esto, don Quijote se presenta: "... yo soy don Quijote de la Mancha, por otro nombre llamado el Caballero de la Triste Figura" (663). El hombre, por su parte, se presenta como Diego de Miranda y afirma ser bastante rico. Don Quijote le pregunta si tiene hijos, y don Diego le cuenta que tiene uno de dieciocho años, amante de la poesía. Al escuchar esto, don Quijote le recomienda a don Diego que deje que su hijo siga el camino de la poesía, ya que, entre otras cosas, "... la pluma es lengua del alma" (668).

Por el mismo camino por el que van ellos, aparece a la distancia un carro con banderas reales. Don Quijote llama a Sancho, convencido de que se trata de una nueva aventura.

Capítulo XVII: De donde se declaró el último punto y estremo adonde llegó y pudo llegar el inaudito ánimo de don Quijote con la felicemente acabada aventura de los leones

Sancho está comprando unos requesones cuando escucha el llamado de don Quijote; ante el apuro, los coloca dentro de la celada de su amo y acude a ver qué necesita. "Dame, amigo, esa celada, que o yo sé poco de aventuras o lo que allí descubro es alguna que me ha de necesitar y me necesita a tomar mis armas" (669), le ordena don Quijote. Don Diego Miranda (a quien el narrador en este capítulo identifica como "el del Verde Gabán") observa el carro al que hace referencia don Quijote y le explica que se trata simplemente de un carruaje con carga de propiedad real. Don Quijote desatiende la advertencia que le da el del Verde Gabán y se coloca la celada que acaba de darle Sancho; acto seguido, el suero de los requesones comienza a correrle por toda la cara y la barba. Don Quijote acusa a Sancho de traidor por meterle los requesones en la celada, pero su escudero se defiende diciendo que no fue él sino el diablo quien los puso ahí.

El carro finalmente llega hasta donde ellos se encuentran; don Quijote le pregunta al carretero qué lleva, y este responde que trae dos grandes leones para Su Majestad. Para probar su valentía, don Quijote le pide al carretero que saque a los leones de su jaula. Ante la negativa del hombre, don Quijote lo amenaza con su lanza. El carretero abre la jaula del león, pero este, en vez de atacar a don Quijote, oberva todo con cierta indiferencia, bosteza y se echa otra vez, dándole la espalda. Don Quijote le pide al carretero que le pegue, así lo hace reaccionar, pero este se niega. Luego, agrega que el león ya ha tenido la oportunidad de salir y atacarlo, y si no lo ha hecho, probablemente, se deba a la grandeza del corazón de don Quijote. Satisfecho con el razonamiento del carretero, el caballero andante le ordena cerrar otra vez la jaula y llama a Sancho, quien se ha quedado a una distancia prudencial de los leones. El carretero, por su parte, afirma que le contará la historia al rey, pero que, en vez de hacer referencia a don Quijote como "Caballero de la Triste Figura", lo hará con el nuevo título de "Caballero de los Leones" (677).

Luego, el carro sigue su camino, y don Quijote, Sancho y el del Verde Gabán, el suyo. En este punto, don Diego Miranda todavía no logra definir si don Quijote está completamente loco o no. Justo en el momento en que el del Verde Gabán se encuentra pensando en esto, don Quijote le dice que entiende que lo tome por loco, ya que sus acciones dan esa idea. Al mismo tiempo, justifica su acometida contra los leones diciendo que es su deber como caballero perseguir cualquier aventura que contribuya a alimentar su reputación de caballero valiente. Don Diego acepta que sus agumentos son, en cierta medida, razonables, y le pide que se den prisa en llegar a su aldea, ya que se está haciendo tarde. Acto seguido, los tres apuran el paso hacia allí.

Análisis

En el capítulo XII, en su conversación con Sancho, don Quijote propone una reflexión sobre la comedia que bien puede entenderse como una clave de lectura respecto de las páginas que siguen. Le dice a su escudero que siempre debe valorar la comedia porque hace un gran bien y les pone a las personas un espejo a cada paso delante. En este sentido, Sancho acaba de actuar el "encantamiento" de Dulcinea apenas un par de capítulos atrás; de alguna manera, él se ha convertido en actor y ha propuesto una escena de comedia. A partir de aquí, muchos personajes harán lo mismo con don Quijote: se disfrazarán, actuarán y propondrán situaciones ficcionales. Al ofrecerle aquella reflexión a Sancho, don Quijote parecería estar en paz con eso.

Por otro lado, hacia el final de esa charla, aparece en boca del caballero andante uno de los tópicos literarios medievales más populares: el de la muerte igualadora. Cuando don Quijote habla de esa "ropa" que diferencia a las personas y que la muerte les quita, se refiere, fundamentalmente, al estatus social. Dicho de otra forma, la muerte es la gran igualadora de las diferencias sociales; en aquella sepultura a la que hace referencia don Quijote, quedan todos iguales: los ricos, los pobres, los reyes, los caballeros andantes, las doncellas y los ladrones. Este tópico literario medieval proponía una idea, en cierta medida, reconfortante, sobre todo para las personas que pertenecían a las clases más postergadas de la época.

Luego aparece el Caballero del Bosque, quien dice haber vencido a todos los caballeros de la Mancha a fin de hacerlos confesar que su amada, Casildea de Vandalia, es la más hermosa. Esta mentira de del Bosque parece especialmente diseñada para ofender a don Quijote. El desafío y posterior combate con este caballero desconocido, acción frecuente en los libros de caballerías, es un motivo paródico que utiliza Cervantes para revitalizar a su héroe tras el golpe que supuso el encantamiento de su amada, Dulcinea. Esta situación se presenta como una solución ideada por el bachiller Sansón Carrasco y sus amigos para ayudar a don Quijote, haciéndolo confrontarse con su ficción y forzándolo a regresar a su aldea. Así y todo, esta idea no llegará a concretarse con el éxito previsto.

En el capítulo XIII, se desarrolla la conversación entre Sancho y el escudero de del Bosque, acompañada de buen vino y buena comida, manjares que, dicho sea de paso, no abundaban en absoluto durante las aventuras de don Quijote y su escudero en la primera parte. Ahora bien, en el capítulo XIV, el Caballero del Bosque (que luego cambiará su nombre por Caballero de los Espejos) cuenta sus proezas y, entre ellas, la más importante: ha vencido al mismísimo don Quijote y lo hizo confesar que su Casildea era más hermosa que Dulcinea. Naturalmente, don Quijote no puede tolerar esto y lo desafía a combatir. Llega el momento del combate, y el Caballero del Bosque pasa a ser nombrado Caballero de los Espejos por el narrador. El combate, por otro lado, se resuelve de manera rápida y simple, sin sangre ni exceso de crueldad: el caballo del Caballero de los Espejos se retoba; don Quijote encuentra a su enemigo distraído y lo voltea. En este sentido, esta segunda parte parece haber metabolizado las críticas a su primera parte respecto de la violencia innecesaria que irradiaba el texto.

Luego de vencer a su oponente, don Quijote se acerca al Caballero de los Espejos, le quita la visera y se encuentra -tanto él como nosotros, los lectores- con el rostro del bachiller Sansón Carrasco. En ese sentido, cuando nos enteramos de que el Caballero de los Espejos (y el del Bosque) es el bachiller Carrasco, lo que antes coqueteaba con lo inverosímil (esa precisión quirúrgica para tocar los puntos más sensibles de don Quijote en el capítulo XIV, por ejemplo) ahora queda explicado. De todas formas, este descubrimiento no tiene el mismo efecto en don Quijote: lejos de aceptar que su vecino le acaba de jugar una broma de mal gusto, el Caballero de la Triste Figura elige negar la realidad, apoyándose en la idea de que, otra vez, los encantadores le están jugando una mala pasada y le dieron al rostro del Caballero de los Espejos el de su amigo Sansón Carrasco. Tomé Cecial, amigo y compadre de Sancho que fingió ser el escudero del Caballero de los Espejos, les confesará abiertamente toda la verdad, y ni siquiera así don Quijote y Sancho dejarán de creer que todo es obra de los encantadores. Luego de esto, amo y escudero continúan su viaje a Zaragoza, dejando a Sansón Carrasco derrotado, dolorido, pero, fundamentalmente, deshonrado. Esto cobrará relevancia más adelante, cuando se convierta en el Caballero de la Blanca Luna. Por el momento, solo diremos que es, cuanto menos, irónico que se tome tan en serio la deshonra de una derrota contra don Quijote, sobre todo si tenemos en cuenta que fue el propio Carrasco quien propuso esa situación prácticamente ficcional.

En relación con los nombres de caballero que se autoadjudica Sansón Carrasco, es pertinente señalar a qué responden. En principio, el de Caballero del Bosque no tiene mucha más explicación que el hecho de que en ese momento se encuentra en un bosque. No obstante, cuando gratuitamente pasa a llamarse Caballero de los Espejos, se produce un guiño respecto de cuál es su intención al vestirse de caballero y desafiar a don Quijote. El espejamiento entre su figura y la del hidalgo forma parte del plan que el bachiller lleva a cabo para tratar de contener la locura quijotesca; para esto, emplea ese principio médico establecido por Hipócrates llamado similia similibus o Principio de Semejanza, a través del cual, juastamente, se busca curar algo con su semejante. En ese sentido, está claro que el mote "de los Espejos" busca establecer una relación directa con las intenciones de Carrasco de vencer a don Quijote en el territorio de su propia locura y así hacerlo volver a la aldea.

Ahora bien, cabe señalar que más importante que la victoria de don Quijote en sí es lo que el encuentro y el combate representan como momento de reflexión para él. Así lo sugiere el mismo nombre de su enemigo, el Caballero de los Espejos, y cómo se ha presentado: como un caballero que ha derrotado a un tal don Quijote. Frente a este descubrimiento, el propio don Quijote se siente obligado tanto a hacerle frente a la existencia de ese "otro" como a reflexionar sobre su propia existencia, la cual se ve en la necesidad de reafirmar como auténtica a través del combate. En este sentido, es bastante escalrecedor lo que dice apenas ha vencido al Caballero de los Espejos: "Habéis de saber que ese don Quijote que decís es el mayor amigo que en este mundo tengo, y tanto, que podré decir que le tengo en lugar de mi persona" (647).

Por otro lado, quizás ya sea hora de plantear una cuestión de suma importancia en relación con el análisis de esta segunda parte de Don Quijote: el lugar que ocupa Sancho Panza. Sancho se ha convertido en el personaje que encarna todas las transformaciones que se van operando en el texto. En primer lugar, ha "encantado" a Dulcinea, convirtiéndose en un "actor" y anticipando una tarea que van a realizar posteriormente varios personajes -sin ir más lejos, el propio Sansón Carrasco en estos capítulos-. En segundo lugar, y en paralelo, el escudero también ha perdido la relación con la realidad; esa que, en el primer libro, le daba un marco a la fantasía de don Quijote. Dicho de otra forma, Sancho ha perdido el interés por contrastar las fantasías de su amo con la verdad que los rodea. Y es en esta falta de interés por la realidad en la que se basa su nueva función dentro de la historia: más que un personaje, es un actor, que representa, a cada momento y sin cuestionamientos, aquello que el texto necesita que represente.

El capítulo XV es uno de los más cortos de esta segunda parte. En él se explica que el bachiller Sansón Carrasco tramó un plan con el cura y el barbero para ayudar a don Quijote, y que por eso se hizo pasar por el Caballero de los Espejos. Luego de regresar a la aldea, Carrasco parece olvidarse de su vocación de ayudar a don Quijote y solo piensa en vengarse de él. En este sentido, Tomé Cecial propone una reflexión bastante coherente al respecto: "Don Quijote loco, nosotros cuerdos, él se va sano y riendo; vuesa merced queda molido y triste. Sepamos, pues, ahora cuál es más loco, el que lo es por no poder menos o el que lo es por su voluntad" (658).

Asimismo, en esta segunda parte, los capítulos son más y mucho más cortos que los de la primera. Para algunos críticos, esto tiene que ver con la popularidad del primer libro y la gran cantidad de personas analfabetas que querían escuchar cómo continuaba la historia del ingenioso hidalgo. Estas personas no tenían otra opción que oír a alguien leyendo el libro, y la brevedad de los capítulos las ayudaba a que pudieran mantener la atención sin perderse.

En el capítulo XVII, don Quijote se encuentra con Diego de Miranda. Al presentarse, no solo hace referencia a que es conocido como "El Caballero de la Triste Figura", sino que también habla abiertamente sobre el libro en el que aparecen sus aventuras: "por sus valerosas, muchas y cristianas hazañas he merecido andar ya en la estampa en casi todas o las más naciones del mundo. Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia" (662-663). En esta cita, podemos apreciar cómo don Quijote utiliza por primera vez el libro sobre él como una carta de presentación más que positiva. Lo que no queda claro es si Cervantes efectivamente creía que esa primera parte de Don Quijote tenía tantas impresiones o si utilizó ese número como una forma de marcar la exageración de don Quijote, quien, evidentemente, quería darse mayor importancia frente al hidalgo del verde gabán.

Por otro lado, don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, parece encarnar un conjunto de virtudes que produce tanto el respeto de don Quijote como la admiración de Sancho. Hasta cierto punto, podríamos decir que, si existieran más hombres como don Diego, don Quijote no tendría la necesidad de andar por el mundo reestableciendo el equilibrio moral perdido en los siglos pasados. Y qué otra cosa se podría esperar de un hombre tan virtuoso como don Diego de Miranda que un hijo poeta, quien, en palabras del propio Quijote, no debe sacrificar su pasión por la poesía debido a que "la pluma es lengua del alma" (668). En relación con esto, sería ingenuo no interpretar estas palabras como un guiño de Cervantes hacia su propio oficio.

Llegamos al capítulo XVII: Sancho, una vez más, echa mano a los encantadores malignos para eludir su responsabilidad: él ha guardado los requesones en el yelmo de don Quijote; su amo se lo ha colocado para una nueva aventura y el suero comienza a chorrear, haciéndole creer al Caballero de la Triste Figura que le ha pasado algo grave en la cabeza. En este contexto, don Diego no puede creer que aquel caballero que tan bien se expresó antes con respecto a la poesía se haya convertido, de repente, en un completo loco.

En este capítulo también aparece el carro con los dos leones africanos. Don Quijote les exige a los guardianes, a punta de lanza, que abran las jaulas. Por fortuna para el Caballero de la Triste figura -que está a punto de cambiar de apodo- el león de la primera jaula bosteza, se da vuelta y vuelve a echarse. Esta de los leones es una de las pocas aventuras espontáneas que hay en esta segunda parte de Don Quijote, y vale la pena hacer hincapié en la ausencia total de violencia. El humor, en todo caso, se desprende de la narración de esos detalles absurdos que componen la victoriosa resolución de la aventura. Ahora bien, este segundo libro, como ya dijimos, es uno muy diferente al primero; es, definitivamente, otro, y esto puede apreciarse en la evolución de ciertos mecanismos. Un ejemplo bastante claro de esto es que, en esta segunda parte, don Quijote no espera que el sabio que cuenta la historia o Sancho le atribuyan un apodo, sino que, luego del episodio con los leones, es el propio caballero andante quien se rebautiza como el "Caballero de los Leones".

Por último, cabe señalar que las pruebas por las que pasan los caballeros andantes, según las concibe don Quijote, son una forma de expiación, que busca una suerte de encumbramiento del alma a través de la cual un caballero andante podría ser comparado con la figura de un santo. Así y todo, hay grandes diferencias entre este capítulo y esos modelos de prueba caballeresca que habitan en la fantasía de don Quijote. Primero, la aventura se da en medio del camino y no el corazón del bosque; por otro lado, las fieras están enjauladas y no en libertad; además, el encuentro se presenta como absolutamente innecesario, es decir, no hay ningún peligro inminente; por último, nadie reclama sus servicios de caballero -por el contrario, todos los presentes no hacen más que lanzarle a don Quijote invocaciones a la prudencia-. Así las cosas, lo que en la cabeza de don Quijote se presenta como una aventura mítica se reduce a un episodio, extravagante, sí, pero narrado con verosimilitud y realismo.