Don Quijote de la Mancha (Segunda parte)

Don Quijote de la Mancha (Segunda parte) Resumen y Análisis Capítulos I-V

Resumen

Capítulo I: De lo que el cura y el barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad

Al inicio del capítulo, Cide Hamete Benengeli cuenta que ha pasado un mes desde la última vez que el cura y el barbero han visto a don Quijote. Cuando finalmente lo visitan, lo encuentran "tan seco y amojamado, que no parecía sino hecho de carne de momia" (549). Don Quijote, sin embargo, los recibe muy bien y habla con absoluta coherencia de todo, lo que hace que el cura y el barbero piensen que ya está mejor, en su entero sano juicio. Incluso la sobrina de don Quijote y su ama están presentes en la charla y dan gracias a Dios de ver a su señor tan lúcido. El cura, con la intención de terminar de corroborar la cordura de don Quijote, hace referencia a algunas noticias que vienen de la corte, como, por ejemplo, un inminente ataque de la armada turca. Don Quijote revela que tiene pensado movilizar a todos los caballeros andantes del reino para detener a los invasores. En este punto, queda claro que su locura sigue intacta. El barbero toma la palabra y cuenta la historia de un loco de Sevilla, que no por ser muy instruido en diversas materias era menos loco; con este relato, busca que don Quijote se sienta interpelado y entienda que debe seguir haciendo reposo. Don Quijote, por su parte, se siente ofendido por la comparación, y así se lo manifiesta al barbero.

Luego, el cura y el barbero proponen una conversación que tiene como tema principal la caballería. Don Quijote habla al respecto con absoluta naturalidad, dando a entender que aún se cree un caballero andante. Sin embargo, ahora parece mucho más cuidadoso que antes en cómo lo manifiesta. Por ejemplo, cuando sus interlocutores le preguntan acerca de la existencia de gigantes, don Quijote respalda su respuesta afirmativa con argumentos bíblicos y paleontológicos.

Hacia el final del capítulo, se escucha que la sobrina de don Quijote y su ama gritan desde el patio, lo que genera que el barbero y el cura salgan a ver qué pasa.

Capítulo II: Que trata de la notable pendencia que Sancho Panza tuvo con la sobrina y ama de don Quijote, con otros sujetos graciosos

La ama y la sobrina de don Quijote le gritan a Sancho Panza para que se vaya de la casa; lo acusan de ser el responsable de la locura de don Quijote. Sancho, por su parte, les aclara que fue, justamente, don Quijote quien lo arrastró a aquellas absurdas aventuras, prometiéndole una isla que aún no le ha dado. Al escuchar semejante escándalo, el propio don Quijote ordena que dejen pasar a Sancho; el cura y el barbero se despiden y abandonan la casa. Una vez que se encuentran a solas, don Quijote le pide a Sancho que le cuente qué anda diciendo la gente con respecto a su valentía. Sancho, luego de hacerle prometer que no se enfadará, le cuenta que todos lo consideran loco. Además, dice que se ha enterado de que sus historias ya están circulando en un libro titulado Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, escrito por un tal Cide Hamete Berenjena. Don Quijote desconfía de que ese sea el nombre verdadero del autor, y Sancho se ofrece a ir a buscar al bachiller Sansón Carrasco, la persona que le habló sobre la existencia del libro, para que este le dé más información. Don Quijote dice que le hará mucho placer conocerlo, y Sancho sale en busca del bachiller de inmediato.

Capítulo III: Del ridículo razonamiento que pasó entre don Quijote, Sancho Panza y el bachiller Sansón Carrasco

Mientras espera que Sancho vuelva con el bachiller Sansón Carrasco, don Quijote se lamenta de que sus historias hayan sido escritas por un moro, ya que de ellos "no se podía esperar verdad alguna" (566). Cuando llega el bachiller, no solo le confirma la existencia del libro, sino que además le dice que se hicieron más de doce mil ejemplares, que fueron impresos en diferentes lugares y que la obra se ha traducido a varios idiomas. Asimismo, Sansón Carrasco le comenta a don Quijote que las aventuras que se narran en el libro le han dado "buena fama" y "buen nombre" (568). Por otro lado, dice que existe la posibilidad de que el autor haya obviado algunos detalles, aunque esto no ha influido de ninguna manera en la popularidad del libro. Hacia el final del capítulo, Sancho decide irse a su casa y promete volver y satisfacer las dudas del bachiller respecto de cuán ciertas son las anécdotas que aparecen en el libro; don Quijote y el bachiller, por su parte, almuerzan y duermen la siesta hasta que Sancho regresa, y entonces retoman la conversación.

Capítulo IV: Donde Sancho Panza satisface al bachiller Sansón Carrasco de sus dudas y preguntas, con otros sucesos dignos de saberse y de contarse

A raíz del interés que mostró el bachiller Sansón por la historia del robo del jumento, Sancho comienza a dar su versión del hecho. Al escucharla, el bachiller nota que existen pequeñas diferencias entre esta versión y la que aparece en el libro. Don Quijote pregunta si este autor ha escrito una segunda parte, a lo que el bachiller Sansón responde que sí, aunque no se sabe quién la tiene. Luego agrega que el público está dividido entre quienes creen que "De las cosas de don Quijote bastan las escritas" (577) y quienes dicen: "Vengan más quijotadas (...), y sea lo que fuere, que con eso nos contentamos" (577). Sancho observa que si el autor solo se concentra en el dinero, está condenando su obra a la mediocridad. En estas reflexiones anda Sancho cuando, de repente, se escucha el relincho de Rocinante. Don Quijote lo interpreta como una señal y decide realizar otra salida en un par de días. En este punto, Sancho le explica a Sansón que si don Quijote desea llevarlo en esta nueva aventura, él no está dispuesto a pelear contra nadie; eso quedará para don Quijote; Sancho no piensa "granjear fama de valiente, sino del mejor y más leal escudero" (579). Por último, don Quijote le pide al bachiller que le componga unos versos de despedida para Dulcinea del Toboso; Sansón Carrasco asume el compromiso y, luego, tanto él como Sancho se retiran.

Capítulo V: De la discreta y graciosa plática que pasó entre Sancho Panza y su mujer Teresa Panza, y otros sucesos dignos de felice recordación

Cuando el escudero de don Quijote llega a su casa, su mujer le pregunta por qué está tan contento. Sancho responde que su alegría se debe a que volverá a servir a su amo, don Quijote, quien tomó la decisión de salir por tercera vez a buscar aventuras. Teresa, la mujer de Sancho, está sorprendida de cómo le está hablando su esposo, hasta el punto de decirle que habla de tan "rodeada manera" (582) que no se le entiende nada. Lo único que le pide es que vuelva lo antes posible de "tanta mala ventura" (582). Luego, marido y mujer se trenzan en una discusión en la que Sancho dice que cuando le toque el gobierno que don Quijote le prometió, él casará a su hija, Mari Sancha, con algún noble, a lo que Teresa se niega rotundamente, ya que, según ella, casarla con su igual es lo más acertado. La discusión continúa hasta que Teresa cede. Ella le pide a Sancho que envíe dinero cuando le entreguen ese gobierno; ella se encargará de vestir a Mari Sancha como una condesa. Por último, le recrimina a su marido que vaya a hacer con su hija lo que él quiere, aunque, al mismo tiempo, dice entender la situación, ya que "con esta carga nacemos las mujeres, de estar obedientes a sus maridos, aunque sean unos porros" (587), es decir, aunque sean unos tontos.

Análisis

Cide Hamete comienza a narrar esta segunda parte de Don Quijote sin preocuparse demasiado por establecer un contexto más o menos sólido de enunciación; es decir, se conforma con posicionarse a solo un mes de los últimos acontecimientos de la primera parte. Por otra parte, el texto necesitará muy pocas páginas para que don Quijote ya esté listo para salir a cabalgar en busca de aventuras. De hecho, la simple mención de que el Turco podría bajar hasta España ya es suficiente para que don Quijote se ponga a divagar sobre el tema de la caballería andante y prometa una inminente partida. El barbero, por su parte, cuenta la historia del loco de Sevilla, lo que motiva que don Quijote se enoje. En la respuesta de esto último hay una cuota de racionalidad que era muy difícil de encontrar en el Quijote de la primera parte. En su discurso, don Quijote atenderá tanto al asunto de la locura como al de la caballería andante:

... sólo me fatigo por dar a entender al mundo en el error en que está en no renovar en sí el felicísimo tiempo donde campeaba la orden de la andante caballería. Pero no es merecedora la depravada edad nuestra de gozar tanto bien como el que gozaron las edades donde los andantes caballeros tomaron a su cargo la defensa de los reinos, el amparo de las doncellas, el socorro de los huérfanos y pupilos, el castigo de los soberbios y el premio de los humildes (...). Mas agora ya triunfa la pereza de la diligencia, la ociosidad del trabajo, el vicio de la virtud, la arrogancia de la valentía, y la teórica de la práctica de las armas (555-556).

En esta cita podemos observar que los argumentos de don Quijote a favor de la caballería andante no solo son racionales, sino también morales. Es decir, el mundo siempre necesitó a los caballeros andantes por los valores que trasmiten, aunque, probablemente, nunca tanto como en ese momento en que vive don Quijote, en el que el mundo cayó en un estado de decadencia moral profundo.

Para entender esta perspectiva es necesario poner en contexto la obra: Cervantes es uno de los autores más importantes de lo que se denominó "Siglo de Oro" español, período comprendido entre 1492 y 1659 y durante el cual España se convirtió en una superpotencia política y cultural, sobre todo durante los reinados de Carlos I y Felipe II. En este sentido, ya en los primeros años del siglo XVII, Cervantes comienza a percibir el ocaso de ese período. El autor nota que se han perdido ciertos valores que brillaban en el momento de mayor esplendor del Siglo de oro español y reinvidica algunas de las cuestiones de la moral caballeresca a través de su personaje como una forma de crítica hacia esa decadencia moral que él percibe.

Por otro lado, el discurso de don Quijote en esta segunda parte es tan racional y coherente que, por momentos, no parece estar loco. De hecho, es el mundo actual, que ha perdido casi todas las virtudes de antaño, el que se presenta como alienado. Ahora bien, el hecho de que don Quijote no parezca loco no implica que no lo esté. Así y todo, esta locura de la segunda parte es una muy diferente a la de la primera. Es, en cierta medida, una locura "mejor"; que si bien contiene una fuerte censura al mundo que lo rodea, también está dotada de un profundo sentido humanístico. Al mismo tiempo, esta nueva versión de la locura de don Quijote jamás lo llevaría a pelearse contra molinos de vientos confundiéndolos con gigantes. Ese Quijote completamente lunático quedó confinado a la primera parte y, de hecho, es al que esta segunda parte, en varios pasajes, va a parodiar.

Don Quijote, ya en el segundo capítulo, le pregunta a Sancho qué anda diciendo la gente de él. Por supuesto, todos se quedaron con la imagen del Quijote de la primera parte, por lo que la mayoría lo considera loco. Acto seguido, su escudero le habla de la existencia de un libro (la primera parte de Don Quijote, publicada en 1605) en donde se narran todas las aventuras que vivieron hasta ese día. El autor de dicho libro, según Sancho, se llama "Cide Hamete Berenjena" (565), por Cide Hamete Benengeli, un historiador moro que se ha dedicado a recopilar todas las historias de don Quijote y Sancho. Es decir, Sancho hace referencia al libro real, el escrito por Cervantes, y se lo adjudica a Cide Hamete, personaje que el propio Cervantes incluye como el recopilador de las historias del caballero andante y su escudero. Este es un punto de inflexión en la obra, ya que altera la lógica de la intertextualidad que se daba en la primera parte: mientras que en el libro de 1605, casi todos los textos que irrumpían en la historia eran libros de caballerías, en esta segunda parte, publicada diez años más tarde, los personajes se pondrán a dialogar con un libro del que ellos mismos fueron protagonistas, y, al hacerlo, no tendrán ningún tipo de reparos en criticar al mismísimo autor. Vale la pena aclarar que ese autor es el personaje ficcional Cide Hamete, aunque, claro está, Cervantes juega a criticarse a sí mismo a través de las críticas que le realizan los personajes al historiador moro. Por este tipo de estrategias literarias es que se considera a Don Quijote de la Mancha el texto que inventa la novela moderna.

Llega, entonces, el bachiller Sansón Carrasco, a quien don Quijote le pregunta sobre este libro en el que se narran sus "hazañas". El bachiller le cuenta que están todas y, en ese sentido, pareciera deslizar una crítica sobre la violencia del texto: “... dicen algunos que han leído la historia que se holgaran se les hubiera olvidado a los autores della algunos de los infinitos palos que en diferentes encuentros dieron al señor don Quijote” (569). Cabe destacar que esta segunda parte será mucho menos violenta para don Quijote, al menos desde un punto de vista físico. Por otra parte, Carrasco también desliza, con cierto tono crítico, que el autor de ese primer Quijote ha olvidado algunos detalles importantes al escribir la historia. Aquí, una vez más, observamos cómo esta segunda parte dialoga con la primera, y aunque Cervantes utiliza varios pasajes del texto para dejar en claro su indignación por la versión apócrifa de Avellaneda, eso no le impide reflexionar -siempre con un dejo de ironía- respecto de sus propios yerros en la primera parte de la novela.

En otro orden de cosas, en el capítulo IV, nos encontramos con una sentencia tan clara como directa a propósito de la creación artística: Cervantes, a través del personaje de Sancho, afirma que el autor que solo se concentra en el dinero está condenando su obra a la mediocridad. Es interesante observar que casi en ningún momento de esta segunda parte se nombra explícitamente a Avellaneda; en última instancia, ni siquiera se merece que lo nombren. Así y todo, está claro que Cervantes está indignado por la versión apócrifa de su Quijote y, siempre que pueda, la criticará con dureza. En este caso, acusa a Avellaneda de mediocre, ya que con su plagio solo buscó la fama o el dinero que el personaje del Quijote podía ofrecerle, dejando de lado por completo la cuestión más importante: el valor literario de la obra.

Por último, en el capítulo V, Sancho conversa con su mujer a propósito de la inminente salida con don Quijote. El narrador observa que el escudero, de repente, habla con "otro estilo del que se podía prometer de su corto ingenio" (581). Este "cambio" en la forma de hablar de Sancho es tan solo uno de los varios contrastes que podemos encontrar entre la primera parte y esta segunda. En ese sentido, en esta última, nos encontraremos con un Sancho tan locuaz e incluso, por momentos, tan ingenioso, que no parecería ser el mismo de la primera parte. Sin ir más lejos, la propia Teresa Panza le dirá en un momento a su marido: "... habláis de tan rodeada manera que no hay quien os entienda” (582). Por otro lado, el narrador nos dice que hasta el mismo Cide Hamete Benengeli, en algún momento, duda respecto de si este capítulo V no será apócrifo justamente por el cambio de tono de Sancho.

En este sentido, cabe hacer una salvedad respecto de la función que cumple Benengeli en esta segunda parte de la novela. En principio, se nos presenta como el historiador musulmán que ha recopilado las aventuras de don Quijote y las ha publicado en un libro (para los personajes, el único libro sobre don Quijote que existe; para nosotros, los lectores, la primera parte de Don Quijote de la Mancha). En relación con esto, la mayoría de los críticos coincide en que la presencia de autores ficticios en el Quijote (Cide Hamete, el traductor morisco, el autor primero) obedece a una parodia de los cronistas o historiadores que solían citarse en las novelas de caballerías. Su estatuto no es el de narradores propiamente dichos, sino que son citados, entrecomillados, o mencionados en un discurso indirecto. En el caso de los autores ficticios del Quijote, todos ellos están supeditados a esa voz anónima que organiza, prologa y edita el texto completo; como muchos críticos lo designan: el narrador-editor.

Ahora bien, volviendo al caso de Benengeli, una de las funciones más recurrentes que tendrá el historiador musulmán a lo largo de esta segunda parte consistirá en ser presentado -o, incluso, citado- como responsable de la narración de aquellos episodios más discutiblemente verosímiles. En ese sentido, Cide Hamete Benengeli es, en palabras del hispanista y cervantista inglés E.C. Riley "... una especie de burla, y (...) el único ejemplo de total inverosimilitud en el libro" (1984: 323). Así las cosas, podemos decir que, con Benengeli, Cervantes no se limita a parodiar un artificio de la literatura caballeresca, sino que consigue darle mayor profundidad a su novela, haciendo del moro un personaje mucho más activo e interesante que aquellos autores ficticios presentes en los libros de caballerías.

Asimismo, tal y como analiza el filólogo español Rafael Lapesa, Cervantes combina las paradojas, la sintaxis y otras estrategias del conceptismo cortesano que Sancho ha aprendido de don Quijote con el habla coloquial de Teresa, que apenas puede descifrar lo que expresa su marido. En este sentido, es interesante observar cómo Teresa Panza, con su lenguaje llano, simple, de aldeana, propone una crítica a ese lenguaje refinado cortesano, que es prácticamente incomprensible para las personas comunes. Ella lleva la voz del buen sentido, de la sabiduría prudente e, incluso, de la reivindicación femenina contra el dominio absoluto del esposo. Por otro lado, el lenguaje cortesano queda asociado a una forma de expresión que no conecta de una manera natural con la realidad; es patrimonio de aquellos que han perdido el juicio, como don Quijote y, en esta segunda parte, también Sancho Panza.