Don Quijote de la Mancha (Segunda parte)

Don Quijote de la Mancha (Segunda parte) Ironía

El bachiller Sansón Carrasco se hace pasar por el Caballero del Bosque para vencer a don Quijote y obligarlo a volver a la aldea, pero él es quien pierde el combate, y esto intensifica el deseo de aventuras de don Quijote.

El bachiller Sansón Carrasco va al encuentro de don Quijote y se hace pasar por el Caballero del Bosque o Caballero de los Espejos, convencido de que vencerá a su vecino en combate y podrá protegerlo de su locura, obligándolo a volver a su aldea. Sin embargo, las cosas no salen de acuerdo a sus planes, y don Quijote lo vence. En ese sentido, es irónico cómo el bachiller acaba siendo víctima de su propia artimaña y debe regresar a su aldea, humillado. Además, esta primera victoria de don Quijote en combate no hace sino confirmar su estatus de caballero e intensificar, así, su deseo de aventuras.

Don Quijote se autoproclama "Caballero de los Leones" a pesar de que el león con el que debía luchar para ganarse ese título bosteza dentro de su jaula y le da la espalda.

En el capítulo XVII se desarrolla la aventura de los leones, aquella que le dará a don Quijote el apodo de Caballero de los Leones para lo que resta de novela. Ahora bien, el desenlace de esta aventura no se corresponde para nada con ese deseo inicial que manifiesta el caballero andante de probar su valentía luchando contra uno de estos animales. En principio, apenas ve a los leones enjaulados, don Quijote exclama: "¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos, y a tales horas? Pues ¡por Dios que han de ver esos señores que acá los envían si soy yo hombre que se espanta de leones!" (671). Así y todo, cuando el león se niega a salir de la jaula, bosteza y se echa otra vez, dándole la espalda a don Quijote, el caballero andante decide adjudicarse la victoria, quizás después de haber reflexionado en silencio el peligro absurdo al que se estaba exponiendo. En ese sentido, es irónico que don Quijote se autoproclame con el título "Caballero de los Leones" adjudicándose una victoria que nunca sucedió, porque ni siquiera llegó a haber ni un instante de enfrentamiento.

Sancho, un hombre poco inteligente y sin educación, contra todo pronóstico, acaba desempeñando con mucha suficiencia su rol como gobernador de la ínsula.

Sancho, finalmente, accede a la ínsula prometida varias páginas atrás, en la primera parte del Quijote. Es el duque quien le otorga el título de gobernador, en otra representación montada por él para reírse de la locura del escudero. Sin embargo, Sancho comienza a gobernar con mucho criterio y con un gran sentido de justicia social, lo que provoca que los habitantes de la ínsula lo reconozcan como un buen gobernador. Es irónico que Sancho, con toda su simpleza y sus limitaciones, acabe siendo un gran gobernante. Asimismo, también es irónico que los duques montaran toda esa pantomima para burlarse de Sancho, y que él, finalmente, no les diera ni un argumento para hacerlo, al gobernar con tanta lucidez.

En su lecho de muerte, don Quijote habla pestes de los libros de caballerías, a los que juzga de detestables y disparatados.

Don Quijote, el Caballero de la Triste Figura, el Caballero de los Leones, el caballero andante que ha recorrido más de ochocientas páginas en busca de aventuras caballerescas, de repente, de regreso en su aldea, se despierta después de varias horas de fiebre y aborrece los libros de caballerías. Esto, según el propio Quijote, surge de la necesidad que siente de no morir dejando "renombre de loco" (1100). Sin duda, existe un matiz de ironía en el hecho de que don Quijote haya pasado de la locura de creerse caballero andante a la lucidez de juzgar los libros de caballerías como detestables de una forma tan repentina y simple.