Luna de enfrente

Luna de enfrente Resumen y Análisis "Manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad"

Resumen

Este poema pretende ser un manuscrito hallado en un libro de Joseph Conrad. El contenido del manuscrito atraviesa lugares que obsesionan tanto a Borges como a Conrad, como el agua (el mar, el río) y la humanidad misma. Concluye, de hecho, con estas palabras: "El mundo es unas cuantas imprecisiones. / El río, el primer río. El hombre, el primer hombre" (p. 64).

Análisis

En este poema, el lector puede inferir dos cosas a partir de la alusión a Joseph Conrad en el título. En primer lugar, aquí de nuevo, como en "El general Quiroga va en coche al muere", la alusión es también a un "personaje" real. Se trata de un escritor polaco que adoptó el inglés como lengua y como nacionalidad. Pero en este caso, Conrad es, como Borges, un escritor, y uno muy importante, por lo que sería poco atento pensar que este procedimiento se trata meramente de la ficcionalización de una persona real. En este poema, se pone también en juego la intertexualidad con Conrad.

La intertextualidad, término acuñado por Mijaíl Bajtín, es la relación entre un texto y otro, pero puede utilizarse también para referir al diálogo que uno puede entablar con otro. Joseph Conrad escribió, entre otros libros, El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness en su original en inglés). Este libro en particular, pero no solo este, transcurre en el océano y en islas, y está atravesado por el lenguaje marítimo. No sería imposible imaginar que el poema que escribe Borges se tratase de un manuscrito hallado en un libro de Conrad, no en un sentido real, claro está, pero sí en cuanto a que el poema comparte tono, estilo y obsesiones temáticas (desarrolladas también a lo largo de todo el poemario, como el mar, la oscuridad) con la obra de Conrad.

Este poema es uno de aquellos en los que el yo lírico recurre al uso de la tercera persona para narrar o describir situaciones. No hay, de hecho, ninguna marca de la voz que enuncia, más que en aquello que narra. Esto resulta interesante, ya que es uno de los poquísmos poemas en todo el libro que está escrito de este modo. Esta operación de escritura, claro está, muy probablemente tenga que ver con lo mencionado arriba: no es descabellado imaginarse, en efecto, este poema como un manuscrito hallado en un libro de Conrad y, por eso, Conrad es a la vez personaje e interlocutor en este juego de intertextualidad.

Algunas oposiciones binarias que atraviesan el poemario también aquí retornan: "El día/ Es una estría cruel en una celosía, / Un fulgor en las costas y una fiebre en el llano. // Pero la antigua noche es honda como un jarro/ De agua cóncava" (p. 64). El día se opone a la noche, como la luz a la oscuridad.

La noche, según el último verso citado, pareciera infinita, y un lugar donde el hombre podría perderse. Pero el poema tiene otra cosa para decir. Aquí, entre el blanco y negro, por decirlo de algún modo, aparece el "gris" (p. 64): "El humo desdibuja gris las constelaciones/ Remotas. Lo inmediato pierde prehistoria y nombre. / El mundo es unas cuantas tiernas imprecisiones. / El río, el primer río. El hombre, el primer hombre" (p. 64). Entre lo que se desdibuja y lo que se pierde, como lo inmediato y como el pasado, queda la única eternidad posible: el presente.