Luna de enfrente

Luna de enfrente Resumen y Análisis "Calle con almacén rosado"

Resumen

En este poema, el yo lírico camina durante la noche por una calle de la ciudad de Buenos Aires, y en este recorrido reflexiona acerca de sus experiencias de vida en relación con el campo y la ciudad.

Análisis

Desde el título, este poema, que abre el libro, introduce una cuestión que prevalecerá a lo largo de toda la obra como motivo: la calle. La calle no es, además, una calle en un lugar cualquiera: se trata de la calle en la ciudad de Buenos Aires. Aparece, entonces, un elemento que será central a lo largo de todo el poemario, y que será explorado más adelante: la ciudad.

En "Calle con almacén rosado", la voz poética es un yo lírico que presenta un tono nostálgico y errante. Se trata de un yo que ha caminado "toda la santa noche" (p. 57) y ahora está "en esta calle que es cualquiera" (p. 57), pero que es "cualquiera" (p. 57) en un sentido muy particular: esta calle podría ser cualquiera de la ciudad de Buenos Aires, ciudad con cuya luz el yo poético "intimó" (p. 57). Esta ciudad y esta calle son lo único que el yo lírico ha visto y conoce, y aquello que, recién ahora, después de mucho tiempo, puede detenerse a mirar, a pesar de haber pasado allí toda su vida.

Se pueden pensar varios aspectos centrales que atravesarán todo el poemario por medio del análisis de este poema. Desde el título mismo aparece un elemento que funcionará como motivo a lo largo de la colección: la calle tiene que ver con la urbanidad y con el afuera, con la soledad y la nocturnidad, todas cuestiones que ya aparecen en este poema y que se esbozarán en distintos grados en muchos de los poemas del libro.

Esta calle por la que deambula el yo poético, con su almacén rosado, es la "calle de siempre" (p. 57). Aquí, el yo poético se asienta y se ancla en el paisaje urbano, en la ciudad, como oposición a otros lugares, otros espacios. Confiesa que no ha "mirado los ríos ni la mar ni la sierra" (p. 57), pero sí que "intimó [con él] la luz de Buenos Aires" (p. 57).

La cuestión de la luz, en muchos sentidos, también resultará central a lo largo del poemario, y aquí se produce una iluminación en sentido doble: literal y figurativo. Por un lado, esta luz que "raya el aire" (p. 57) es la que le permite "atestiguar" (p. 57) esta calle y los recuerdos que le trae. Aquí aparece, también, la cuestión de la nostalgia, y un leve desplazamiento que, a través del recuerdo, también es espacial: "Aquí otra vez la seguridad de la llanura/ en el horizonte/ y el terreno baldío que se deshace en yuyos y alambres/ y el almacén tan claro como la luna nueva de ayer tarde" (p. 57). Si bien hacia el final vuelve al almacén rosado, a esta calle de esta ciudad de Buenos Aires, las primeras imágenes parecen remitir a una especialidad y a un tiempo otros: la llanura, el horizonte, los yuyos.

En segundo lugar, la luz también funciona aquí como iluminación, en el sentido epifánico de la palabra. El yo poético tiene, en el momento climático de este poema, una revelación. Según esta línea de lectura, el verso fundamental es aquel que dice lo siguiente: "¡Qué lindo atestiguarte, calle de siempre, ya que miraron tan pocas cosas mis días!" (p. 57). A partir de ahí, el yo poético hace un movimiento desde la especialidad exterior y se recluye en su interior, en donde encuentra que es muy poco aquello que ha visto y a lo que le ha prestado atención.

De este modo, el poema concluye en un tono solemne, nostálgico y hasta confesional, en el que el yo poético se ancla de nuevo en lo único que conoce con certeza, y allí se queda: en la calle de la ciudad de Buenos Aires: "Pienso y se me hace voz ante las casas/ la confesión de mi pobreza: / no he mirado los ríos ni la mar ni la sierra, / pero intimó conmigo la luz de Buenos Aires/ y yo forjo los versos de mi vida y mi muerte con esa luz de calle. / Calle grande y sufrida, / eres la única música de que sabe mi vida" (p. 57).