Los detectives salvajes

Los detectives salvajes Resumen y Análisis Parte I: Mexicanos perdidos en México (1975), pp. 83-175

Resumen

En la entrada del 19 de noviembre, García Madero cuenta que ese día desayuna junto a todos los Font en un clima alegre y familiar. Él se queda en la casa de las hermanas mientras ellas salen a atender sus asuntos del día. En un momento, llega casualmente Pancho Rodríguez y le pregunta, algo afectado, si tuvo sexo con Angélica. García Madero le dice que no, y se relajan un poco. Van a la casa de Pancho a almorzar. Allí conoce a Piel Divina, un joven de veintitrés años que vive en la misma casa que la familia de Pancho y que es también un real visceralista.

En la casa conversan Pancho, García Madero, Piel Divina y Moctezuma, el hermano de Pancho. Piel Divina habla del comportamiento sexual de María, ante la sorpresa de García Madero que nada dice sobre lo que ocurrió la noche anterior. Moctezuma también dice que tuvo relaciones sexuales con María aunque, a diferencia de Piel Divina, no fueron signadas por las lecturas del Marqués de Sade. María, según Pancho, “es muy consecuente con sus lecturas” (p.90), y en aquel momento quería experimentar el sadomasoquismo. Piel Divina cuenta que la última vez que tuvo sexo con María, fueron sorprendidos por su madre en medio del acto y que él fue invitado a retirarse de la casa de los Font en medio de una fiesta que estaban celebrando. Ese día, María no hizo nada por defenderlo y dejó que lo expulsaran de la fiesta.

Al atardecer García Madero va a lo de María luego de abandonar la casa de los Rodríguez; ella lo espera bajo un árbol y apenas él llega, le da un beso en la boca. Duermen juntos esa noche en la casita.

El 21 de noviembre, García Madero escribe sobre la fiesta en casa de Catalina O’Hara. Las Font y García Madero llegan juntos a esta fiesta y se unen a Pancho y Piel Divina. García Madero se desconecta poco a poco del entorno y comienza a recordar los acontecimientos de la mañana: Quim, el padre de las Font, se había despertado extraño, con el pelo revuelto, los ojos enrojecidos, manchas de tinta en los dedos. Toda su familia lo ignoró. Luego del desayuno Quim lo invita a García Madero a su estudio y le muestra aquello en lo que ha pasado toda la noche trabajando: una revista que va a salir próximamente. Le regala también una camisa para que se cambie y le da dinero para invitar a María una bebida.

Luego de la fiesta, García Madero se despierta en casa de Catalina O’Hara. Desayuna con la dueña de casa y San Epifanio. Este último comienza a desplegar su teoría sobre la literatura: según él hay tres tipos de literatura: heterosexual, bisexual y homosexual. Clasifica a los escritores que mencionan en este espectro con mucha elocuencia. Juan le pregunta por Cesárea Tinajero, y San Epifanio le responde que Cesárea Tinajero es el horror.

García Madero va con María y algunos amigos más a una conferencia de Octavio Paz. En el metro, él le dice que Quim le ha dado dinero para invitarle un refresco. María se enoja,y el joven transcribe las palabras de María en su diario: “¿crees que soy una puta?” (p.108). Más tarde, ella se va con un bailarín al que besa frente a García Madero. Él apenas puede contener la angustia.

García Madero vuelve, días después, al bar Encrucijada Veracruzana, y se encuentra con Rosario. La joven le reclama el poema que hace varias noches pidió que le escriba. Él saca algunos poemas suyos que le lee al azar. Rosario se muestra enamorada del joven huérfano, y le propone vivir juntos; quiere estar a su lado cuando él sea famoso. “Quiero ser como tu mamá” (p.113), le dice también.

Luego García Madero relata que vuelve el 29 de noviembre, sin anunciarse, a la casa de Catalina O’Hara. Ella lo invita a pasar, toman un whisky junto con una pintora con la que comparte la casa. Conversan sobre Belano y Ulises Lima; Catalina está convencida de que los dos poetas están “tras los papeles perdidos de Cesárea Tinajero, ocultos en hemerotecas y librerías del viejo D.F.” (p.115).

Caminando por la Alameda, García Madero se encuentra con Quim que lleva del brazo a una joven. La joven es Lupe, la amiga prostituta de María. Quim se alegra de ver al joven y le pide ayuda para ocultar a Lupe. Van a un café chino donde conversan. Deciden que lo mejor es que Lupe se esconda en un hotel llamado La Media Luna.

García Madero se muda con Rosario y por un breve tiempo experimenta la aventura de la convivencia. Se lo dice a su tío, que le pide por favor que no quede “como un pendejo” (p.127). También se entera en esos días que Ulises Lima y Arturo Belano están expulsando a gente del movimiento real visceralista, pero también que, a su vez, no se sabe dónde están estos dos poetas. García Madero los busca por todas las librerías del D.F. mientras conversa con los libreros, roba libros y reflexiona.

Uno de esos días, va hasta el hotel La Media Luna. Allí, además de Lupe, encuentra a Quim Font, en bata, recién bañado, en la habitación de la joven. García Madero escribe que Quim le pide que no diga nada a María de todo eso; él sabe que tiene que hablar con su familia al respecto.

Al salir del hotel, García Madero llama a casa de las Font y habla con Angélica. Algo lo perturba, sospecha que la voz al otro lado del teléfono no es Angélica. A pesar de que prometió a Quim no decir nada, le dice a esa voz en el teléfono que vio a su papá en el hotel con Lupe. Al colgar el teléfono público, alguien le dice “Arriba las manos, poeta García Madero” (p.141). Son Ulises Lima y Belano. García Madero cuenta que en ese momento se desmaya.

Días después de haber estado enfermo con fiebre muy alta, según escribe en su diario, García Madero va a recorrer librerías. Entra a la librería de Rebeca Nodier, una anciana de más de 80 años, completamente ciega pero siempre alerta a los sonidos de su librería. Aparentemente no hay nadie. Cuando está por sentarse a esperar escucha un grito y corre al fondo: Rebeca fue la que gritó, no de miedo sino de sorpresa. Está junto a Ulises y Arturo, que examinan un catálogo.

Aun viviendo con Rosario, García Madero cuenta que vuelve con Pancho a casa de las Font. Cuando llegan notan que hay algo extraño afuera. Un Camaro estacionado, con dos hombres sentados en el interior. Tocan el timbre y los atiende Jorgito, nervioso. En el interior los espera Quim Font y su mujer, María Cristina. En la mesa de la cocina esperan Angélica, María y, para sorpresa de García Madero, Lupe.

María saluda a García Madero como si nunca se hubieran peleado. Junto con su padre le cuenta qué pasó en los últimos días; el proxeneta de Lupe la encontró en el hotel La Media Luna. Lograron escapar y llegar a casa, pero ahora se encuentran atrincherados con la salida bloqueada, ya que el chulo de Lupe tiene contactos con la policía.

Esa noche, García Madero duerme en la casita de las hermanas Font, solo. Al día siguiente se celebra Año Nuevo. La fiesta permite la entrada y salida de mucha gente, pero aun así están vigilados por los cómplices de Alberto, el proxeneta de Lupe. En medio de la fiesta, Lupe dice a María que se va al norte, “aquí, con éstos, en el carro de tu papá” (p.172) le dice. Éstos son Ulises Lima y Arturo Belano.

García Madero se propone como ayudante para abrir la puerta de calle para que pueda salir el Impala de Quim con los poetas y Lupe dentro. Alberto y sus cómplices atacan, pero no logran romper el vidrio del coche: García Madero escribe que, con todas sus fuerzas, le da un derechazo a Alberto que lo derriba, luego una patada y se sube él también al Impala que se va a toda velocidad en dirección al norte.

Análisis

Uno de los temas principales que atraviesa Los detectives salvajes es la articulación entre la vida y la obra del artista. García Madero se encuentra atraído por los real visceralistas, en especial por Arturo y Ulises; atraído también por la iluminación de la propia existencia como si se tratara de un poema. La vida, en Los Detectives Salvajes, es inescindible de la poesía; se es poeta por cómo se vive, más que por cómo se escribe. Como vimos, la propuesta estética del real visceralismo no termina de delimitarse en ningún momento, a pesar de que García Madero cuenta en su diario que ha escrito “siete textos a la manera de Ulises Lima (el primero sobre los sopes que olían a ataúd, (...) sobre la universidad: yo corría desnudo en medio de una multitud de zombis, (...) sobre la luna del DF, (...) sobre un cantante muerto (...) sobre una sociedad secreta que vivía bajo las cloacas de Chapultepec, (...) sobre un libro perdido y sobre la amistad)” (pp.19-20). Esto es de lo poco que tenemos con respecto a los postulados estéticos del real visceralismo: la interpretación de un joven García Madero sobre lo que cree él que son los temas que podría llegar a abordar un poema enmarcado en el movimiento. Sin embargo, veremos más adelante que es mucho lo que puede decirse en cuanto a la vida de poeta, a cómo debe vivir un artista real visceralista. García Madero no cesa de escribir todo cuanto ve, piensa y siente con respecto a los acontecimientos de su día a día.

Los personajes de Los detectives salvajes son, en su mayoría, escritores, poetas y aspirantes a poetas. Vagan por las calles, transitan la bohemia, se entregan al alcohol, arman revistas y movimientos, dan la vida por un poema, se aferran a la vanguardia. Es decir: viven como se supone que deben hacerlo los poetas, no sin cierta cuota de idealización romántica de ese modo de ser en el mundo, sobre todo en el caso de García Madero. Aun así, lo que el texto aborda no es la poesía en sí, o la vida de poeta, sino sus bordes más oscuros, es decir que se expone en Los detectives salvajes un modo completamente desrromantizado de lo que se entiende por vida del poeta, y que arroja otra luz sobre esta visión idealizada: aparece entonces la competencia entre pares, la violencia, la mediocridad, la burocracia, el mercado literario, el proselitismo, la desesperación por los premios y la participación en concursos. Lo que en principio, en forma de vanguardia real visceralista, aparece como respuesta a una visión jerárquica de la literatura y los movimientos (ilustrada a través del taller del poeta Álamo en la primera parte), poco a poco revela también que tiene sus propios dogmas y mandatos autoritarios. Veremos, más adelante, cómo inclusive se decide la participación de sus integrantes con una arbitrariedad tal que es casi como si se tratase de una broma.

Esta voluntad de tener una apuesta poética ante la vida es propio del movimiento Beat, un movimiento que entre otras cosas inspiró también cierto tono de los jóvenes de Los detectives salvajes. De este movimiento provienen escritores como Jack Kerouac, considerados poetas que no escriben, o que viven más de lo que escriben. Kerouac y la Beat Generation en los años 50 renegaron de la cultura preestablecida norteamericana y sus valores, y promovieron el uso de las drogas y la libertad sexual, pero no tuvieron, como los infrarrealistas o los real visceralistas, una propuesta estética clara. O, al menos, la atención de sus integrantes no estaba puesta de lleno en una propuesta estética, sino más bien en un modo de ver y ser en el mundo.

Siguiendo con esta línea puede pensarse la elección del diario íntimo como uno de los géneros privilegiados de la novela, por su vínculo entre experiencia vital y escritura. Entramos a la ciudad de México, al real visceralismo, al bar de la calle Bucareli a través de los ojos de García Madero y la escritura de su diario. Como veremos apenas unas páginas más adelante o sencillamente pasando las páginas del índice de la novela, García Madero nos suelta la mano cuando entramos al grueso de la novela, que son los 96 fragmentos, módulos o testimonios que componen la segunda parte. Es importante adelantar este dato para comprender de otro modo el diario que acabamos de leer. En lugar de ser un espacio de intimidad con el narrador o incluso de identificación, en el contexto general de la novela el diario pasa inmediatamente, en un giro algo inesperado, a formar parte del compendio de documentos que forman Los detectives salvajes. Si, como veremos luego, la novela gira en torno a una pesquisa, el diario es parte de la evidencia material a disposición del lector-detective. Es por eso que, volviendo a la pregunta que nos hacíamos en la primera parte del análisis, no sabemos con certeza si el diario de García Madero comienza el 2 de noviembre o si lo que tenemos frente a nosotros es un recorte deliberado de ese diario por parte de quien de alguna manera “juntó los materiales”. Es decir, el recorte pertinente para la pesquisa.

Otro género que irrumpe hacia el final de esta primera parte es el thriller o suspense. Hasta ahora habíamos estado en presencia de algunos pequeños misterios o situaciones sin una explicación aparente: los planes secretos de Ulises y Arturo para “dejar a todos con la boca abierta” (p.147) que no sabemos bien de qué van; la escena en la que Quim se hace pasar por Angélica al teléfono al hablar con García Madero; la librera doña Rebeca que grita en su oficina y al llegar García Madero parece que nada sucedió, pero está junto a Ulises y Arturo que hojean unos papeles. Estas pequeñas incertidumbres no alcanzan a perturbar la lectura, sino que más bien predisponen al lector a cierta actitud de alerta. El final de esta primera parte, sin embargo, entra de lleno en el campo del thriller. El escape del DF a toda velocidad en el Impala de Quim, perseguidos por un proxeneta y sus secuaces, junto a los poetas más inquietantes de la ciudad es claramente el comienzo para García Belano de una aventura llena de expectativa: “Supe que siempre había querido marcharme. Entré [al coche] y antes de que pudiera cerrar Ulises aceleró de golpe. Oí un disparo o algo que parecía un disparo. Nos han disparado, hijos de la chingada, dijo Lupe” (p.174).

En esta parte hace su primer asomo un gesto que recorre todo el texto y que tiene que ver con lo que anteriormente mencionamos como “enrarecimiento” al referirnos al México “fantasmal” que compone Bolaño. Surge cierta sensación de lo siniestro o lo ominoso en relación a episodios que no necesariamente tendrían por qué serlo y que exceden lo ya de por sí extraño de este México particular de Bolaño. Por ejemplo, en el encuentro nocturno con Lupe, García Madero dice que ella sonreía “como una araña” (p.166). Al encontrarse con Arturo y Ulises cuando andaba tras sus pasos, García Madero se desmaya. Al despertar atribuye su desmayo a la incoherente y perturbadora llamada a la casa de los Font en la que habló con la falsa Angélica. Constantemente lo familiar deja entrar a lo extraño, a lo que no es fácil de explicar o no puede explicarse. El 23 de diciembre García Madero escribe en su diario: “Hoy no pasó nada. Y si pasó algo es mejor callarlo, pues no lo entendí” (p.149). Este gesto de velar información se repite varias veces en el texto. Mientras fuman en la casa de Rosario y García Madero, Xóchitl dice: “[Arturo y Ulises están] dándole los últimos toques a un asunto que va a dejar a todos con la boca abierta” (p.147). Nada más dice la joven, no sólo ese día sino en todo el texto. Nada sabremos tampoco sobre qué le pasó a García Madero el 23 de diciembre. Este gesto es de apertura y no de clausura de sentido; son vacíos que el texto no explora pero que están ahí generando un efecto de lectura: veremos sobre el final de la novela cómo estas aperturas le otorgan al lector, a través de la sospecha, un rol activo.

Siguiendo esta línea de los vacíos de información que minan el texto o los datos otorgados al lector de forma fragmentaria, la novela va instalando poco a poco el nombre de Cesárea Tinajero. Podemos reponer el orden en que se van dando las primeras menciones a la poetisa: “mencionaron a una tal Cesárea Tinajero o Tinaja, no lo recuerdo” (p.18); “hablaron de las Poesías del Conde de Lautréamont, algo en las Poesías relacionado con la tal Tinajero” (p.18); “La letra de la canción hablaba de los pueblos perdidos del norte y de los ojos de una mujer. Antes de ponerme a vomitar en la calle les pregunté si esos eran los ojos de Cesárea Tinajero. Belano y Lima me miraron y dijeron que sin duda yo ya era un real visceralista y que juntos íbamos a cambiar la poesía latinoamericana” (p.19). El lector comienza a preguntarse, al igual que García Madero, ¿Quién es Cesárea Tinajero?. Dice García Madero en su diario: “según [Catalina O’Hara] nuestros amigos andaban tras los papeles perdidos de Cesárea Tinajero, ocultos en hemerotecas y librerías de viejo del DF” (p.115). Esta es la primera pista que tenemos: Ulises y Arturo están investigando a Cesárea. Esta idea se enfatiza más adelante: “Por la noche, entre llamada y llamada a casa de la Font, estuve con Jacinto Requena y Rafael Barrios en el café Quito. Les conté lo que me habían dicho Belano y Ulises. Deben de estar averiguando cosas de Cesárea Tinajero, dijeron” (p.143). A través de esta insistencia se instala en la novela la importancia de la pesquisa aun cuando todavía desconocemos el móvil.

Cabe atender el hecho de que la división de clases dentro de la actividad poética alcanza al grupo de los real visceralistas. Podemos, por ejemplo, comparar la pobreza material de los hermanos Rodríguez y de Ulises, que viven hacinados con sus familias en cuartos de azotea, con la amplitud de la casa de las hermanas Font, que es como el cuartel no oficial de los real visceralistas. Los Font, sin embargo, son una familia de clase media degradada o venida a menos por la locura de Quim. Es su locura lo que terminará por fracturar la unidad familiar. En una escena en la que García Madero conversa con Rodríguez, este se siente desalentado porque, a su juicio, “todo el problema [...], consistía en la diferencia social que separaba a su humilde familia trabajadora de la de Angélica, firmemente anclada en la pequeña burguesía del DF” (p.136). García Madero, sin embargo, minimiza aquella diferencia sobre la base de su condición de poetas que, en su opinión, borra cualquier distinción social. El problema, no obstante, es que Rodríguez no es poeta; se declara real visceralista, pero no lee ni escribe; sólo lleva una “vida de poeta”. Abordaremos, más adelante, la articulación entre poesía y vida.