Los detectives salvajes

Los detectives salvajes Resumen y Análisis Parte I: Mexicanos perdidos en México (1975), pp. 13-83

Resumen

La primera parte de Los detectives salvajes consta del diario personal de Juan García Madero, un joven poeta, huérfano, que vive en la ciudad de México con sus tíos. Juan, que estudia Derecho por voluntad de su tío pero que deseaba en realidad estudiar Letras, es invitado por otros jóvenes a formar parte del “realismo visceral”. No sabe bien de qué se trata, pero está entusiasmado.

Juan escribe que mientras asiste al taller de César Álamo, un poeta arrogante e incisivo, es testigo de la llegada de dos poetas real visceralistas que vienen al taller a discutir el método de Álamo. Luego del debate y aprovechando que muy bien no se lleva con Álamo, Juan se va con ellos, Arturo Belano y Ulises Lima, a la calle Bucareli. Pasan toda la noche hablando de poesía y escritores de su generación. Ellos le cuentan que hace muchos años hubo un grupo vanguardista llamado los real visceralistas y que desaparecieron en el desierto de Sonora. De este grupo han tomado su nombre. Nombran también, en un momento, a “una tal Cesárea Tinajero” (p.18), pero Juan entiende poco. Juan siente que él también ya es un real visceralista, y eso le agrada. Como nunca formó parte de una “pandilla” (p.19), es algo que lo entusiasma mucho.

Luego de esa noche García Madero deja poco a poco la Universidad. Frecuenta los bares de la calle Bucareli en busca de Arturo Belano y Ulises Lima, pero no los encuentra. En su lugar, conversa con Rosario y Brígida, camareras del bar Encrucijada Veracruzana al cual vuelve una y otra vez en busca de los poetas. Una de esas noches, Brígida le practica sexo oral a García Madero en un cubículo, pero son descubiertos por su patrón. Juan escapa por una puerta y aparece de repente en el baño de varones. Al salir encuentra casualmente a Ulises Lima y Arturo Belano.

Ulises propone ir a su casa, un modesto cubículo donde, inclusive, no hay espacio para que todos tomen asiento. Allí están los tres, y también Rafael Barrios y Jacinto Raquena. Luego llega Felipe Müller. Todos los poetas conversan sobre la necesidad de cambiar radicalmente la literatura mexicana, sostienen que no se puede vivir “entre el imperio de Octavio Paz y el imperio de Pablo Neruda. Es decir: entre la espada y la pared” (p.34).

A partir de una conversación sobre la cantidad de poetisas mexicanas que se leen últimamente, García Madero cuenta en su diario que se entera de la existencia de las hermanas Font, María y Angélica. Lo invitan a una reunión en casa de ellas, con Pancho Rodríguez. Ambos llegan a la casa y son recibidos por el padre, Quim Font, un arquitecto que está algo loco, preocupado por la virginidad de su hija Angélica. Pancho le advierte a García Madero que Angélica ya ha perdido la virginidad.

A partir de allí se producen algunos encuentros de los cuatro en los cuales Pancho se va con Angélica detrás de un biombo mientras García Madero conversa con María sobre literatura. También está cerca siempre Jorgito Font, el hermano menor de las Font.

María le habla a García Madero de Laura Damián, una joven poetisa que murió y a partir de allí sus padres organizan, en su nombre, un concurso de poesía. Angélica ganó ese concurso hace poco, María también se había presentado. También le cuenta que Laura Damián era muy amiga de Ulises Lima, y que luego de la muerte de ella Ulises Lima fundó la revista Lee Oswald.

En una salida juntos, María le presenta a Lupe, una amiga prostituta que conoció en la escuela de danza a la que concurría. Lupe hostiga un poco a García Madero, lo asusta con la posible llegada de su novio, un hombre grandote y agresivo llamado Alberto.

Al día siguiente, García Madero va solo a casa de las Font. Allí se encuentra con Ernesto San Epifanio, otro joven poeta, que está con Angélica. Comparten unas fotos pornográficas que le muestran a García Madero. Allí se entera, también, que Belano es chileno, pero que hace muchos años vive en México. Conversan y beben hasta altas horas de la noche; a la madrugada, García Madero despierta junto a Jorgito Font. Asustado, piensa en cómo salir de la casa sin ser visto por nadie, pero tiene un impulso de ir al encuentro de Angélica. Lo recibe, sin embargo, María. Tienen sexo una y otra vez, mientras Angélica duerme cerca.

Análisis

Los detectives salvajes es una novela célebre por su estilo, por los temas que aborda, por el modo en que lo hace y, sobre todo, por su estructura narrativa. Esto último, vinculado a la extensión de la obra, convierte el análisis del texto en un desafío. En nuestro caso, dividimos la novela en ocho secciones diferentes que, advertimos, no tienen correlato alguno con el sentido del texto. En esta primera parte, el texto se divide en dos secciones. Luego, el cuerpo central, “Los detectives salvajes (1976-1996)”, está dividido en cinco secciones. Por último, “Los desiertos de Sonora (1976)”, la tercera parte, es analizada de forma íntegra en una única sección.

Los detectives salvajes transcurre mayormente en México, pero también en España, Francia, Italia, Austria, Estados Unidos, Nicaragua, Israel, Inglaterra, Angola, Ruanda y Liberia. Esta multiplicidad de escenarios se complementa con la diversidad cultural de las voces que componen la novela: mexicanos, peruanos, franceses, argentinos, ingleses, austríacos, judíos, uruguayos, chilenos, norteamericanos, nicaraguenses, catalanes; todos ellos en movimiento, es decir, migrando de un lado al otro. Con esto queremos decir que el retrato lingüístico y cultural que se hace en la novela de estos sujetos no necesariamente sucede en los límites de su cultura sino, por el contrario, en el contraste propio de la migración. Tendremos entonces peruanos viviendo en París, ingleses mochileros en la vendimia francesa, uruguayos y chilenos en México, mexicanos en Estados Unidos, Barcelona, París; europeos en Angola; por mencionar algunas de las tantas historias que componen el texto.

En esta primera parte que abordaremos ahora cabe detenerse, en primer lugar, en el contexto histórico que el texto repone. Los detectives salvajes transcurre entre los años 1975 y 1996, pero la Parte I: “Mexicanos perdidos en México (1975)” solo se enmarca en dos meses, noviembre y diciembre de 1975, y tiene a la ciudad de México como escenario.

En la primera entrada que abre el texto, el joven huérfano y aspirante a poeta Juan García Madero escribe que ha sido invitado a formar parte del “realismo visceral” (p.13). No queda claro, y después veremos más adelante de qué modo podría abordarse este hecho, si el diario comienza el 2 de noviembre de 1975, con la invitación al poeta a formar parte de un movimiento literario, o si en realidad lo que leemos es un recorte deliberado de un diario mayor.

Mientras tanto, es inevitable preguntarse qué es el realismo visceral. “No sé muy bien en qué consiste el realismo visceral” (p.13) dice García Madero en su siguiente entrada de diario, contra toda expectativa del lector. Narra, sin embargo, su primer encuentro con los real visceralistas. El joven de 17 años es deslumbrado por los poetas que entran a boicotear el taller de Álamo, taller al que García Madero estaba asistiendo. Sin dudarlo, se une a los vanguardistas y se va con ellos. Allí comienza su vínculo, para nada desprovisto de admiración. En ningún momento, sin embargo, tendremos claro qué es el real visceralismo.

Los detectives salvajes dialoga fuertemente con la biografía de Roberto Bolaño y la historia de la literatura mexicana. Junto con su gran amigo Mario Santiago Papasquiaro y otros veinte poetas, Roberto Bolaño fundó en 1975 el movimiento infrarrealista. Que no tengamos claro qué es realmente el real visceralismo en Los detectives salvajes juega con el hecho de que el infrarrealismo no tenía tampoco una propuesta estética muy definida, sino que más bien se caracterizaba por rebelarse contra la cultura oficial mexicana y cultivar una poesía muy libre y personal. El modo en que entran Ulises Lima (que representa la figura de Mario Santiago) y Arturo Belano (que encarna a Roberto Bolaño) en el taller del poeta Álamo tiene mucho que ver con los métodos de sabotaje que usaban en el 75 los infrarrealistas, inspirados entre otras cosas en el dadaísmo (y su espíritu lúdico) y la generación beat. Entre las irrupciones en lecturas más célebres se cuenta el día en que los infrarrealistas sabotearon una lectura del mismísimo Octavio Paz, eminencia de la poesía mexicana y representante de todos los valores que los infrarrealistas denostaban. (Con respecto a otros poetas y personajes de la época en mayor o menor medida representados en la novela, ver la sección “Personajes” donde se dejaron asentadas todas las correspondencias más aceptadas por la crítica).

Los infrarrealistas fueron, como en la novela lo son los real visceralistas, temidos y hasta odiados por algunos contemporáneos. Más adelante en el texto veremos algunos testimonios que dan cuenta de estos dos sentimientos, pero por lo pronto podemos detenernos en la reacción de Álamo, coordinador del taller al que asiste García Madero. Justo antes del relato de la irrupción de los real visceralistas al taller, el joven escribe en su diario: “(…) leíamos poemas y Álamo, según estuviera de humor, los alababa o los pulverizaba; uno leía, Álamo criticaba, otro leía, Álamo criticaba, otro más volvía a leer, Álamo criticaba. A veces Álamo se aburría y nos pedía a nosotros (los que en ese momento no leíamos) que criticáramos también, y entonces nosotros criticábamos y Álamo se ponía a leer el periódico” (p.13). Esta organización verticalista de la lectura colectiva se contrapone con lo que los real visceralistas le proponen a García Madero unas horas después: formar parte de su “pandilla” (p.19) El objetivo de los real visceralistas es, por un lado, sabotear el taller de Álamo, y por el otro reunir poetas para la revista que van a sacar (o al menos así lo dice Arturo Belano).

El entrevero es literario (las preguntas y comentarios ácidos van y vienen), y culmina con la lectura de Ulises Lima de un poema propio: según García Madero, el mejor poema que él jamás ha escuchado. Es importante destacar que nunca sabremos de qué se trata ese poema ni ningún otro poema de Ulises Lima durante toda la novela. La propuesta estética del movimiento, como dijimos, se nos escapa, y sólo sabremos del real visceralismo a través de los efectos que este tiene sobre el entorno y los sentimientos que despierta: admiración, temor, odio, deslumbramiento, curiosidad.

Volviendo un poco sobre García Madero, el joven huérfano, dispuesto a abandonar lo poco que tiene (la posibilidad de estudiar una carrera universitaria, por ejemplo, o la seguridad de la casa de sus tíos), se siente deslumbrado por Belano y Lima. Luego de esa noche los busca nuevamente en los días siguientes por la noche mexicana y allí comienzan sus pequeñas aventuras. La búsqueda de los real visceralistas es una excusa para vagar por la ciudad, abandonar la universidad y, en los días subsiguientes, abandonar también la casa de los tíos por la de las hermanas Font.

En su búsqueda de Belano y Lima, García Madero observa con respecto al bar: “Las mutaciones que sufre un establecimiento de esta naturaleza visitado por la tarde o por la noche incluso por la mañana. Cualquiera diría que se trata de bares diferentes. Esta tarde el local parecía mucho más cochambroso de lo que en realidad es. Los personajes patibularios de la noche aún no hacen acto de presencia, la clientela es, como diría, más huidiza, más transparente, también más pacífica” (p.20). No sabemos por las descripciones de García Madero cómo es el bar, no sabemos nada sobre su luz, sus colores, los objetos que lo podrían adornar, su aforo ni la disposición de sus mesas; sólo sabemos que es más “cochambroso”, un adjetivo que a cualquier lector no mexicano puede resultarle críptico. No sabemos mucho del escenario, como dijimos, pero sabemos que por las tardes podemos encontrar “tres oficinistas de baja estofa, probablemente funcionarios, completamente borrachos, un vendedor de huevos de caguama con la cestita vacía, dos estudiantes de prepa, un señor canoso sentado en una mesa comiendo enchiladas (...)” (p.20). Si hay algo en lo que se detiene García Madero es en la observación de los sujetos que componen su entorno. Esto va a repetirse en las fiestas de las hermanas Font o en la casa de los Rodríguez.

En otros pasajes, la descripción de los ambientes es la que predispone al lector a la presentación de algunos personajes. Por ejemplo, en la comparación entre la calle Bucarelli, donde están los bares que frecuentan los poetas y estudiantes, y la calle Guerrero, donde se desarrolla la prostitución de la zona, se dispone el contexto para la presentación de Lupe, la joven prostituta amiga de María: “El alumbrado público en Bucareli es blanco, en la avenida Guerrero era más bien de una tonalidad ambarina. Los automóviles: en Bucareli era raro encontrar un coche estacionado junto a la acera, en la Guerrero abundaban (...)” (p.53). En Guerrero hay música, no así en Bucareli. En la calle Guerrero, García Madero ve que los bares son más discretos, menos luminosos. Se siente en principio descolocado y atraído, tanto por el espacio como por la presencia de Lupe.

En las descripciones de México y sus habitantes hay por momentos ciertas “inconsistencias” que el escritor mexicano Juan Villoro en un artículo destaca con estas palabras: “Los detectives salvajes recupera un país único y espectral. Poco importa que alguno de nuestros presuntos paisanos diga “atasco” por “embotellamiento”, o “guardabarros” en vez de “salpicadera”. A la distancia, Bolaño atesoró una patria memoriosa hasta convertirla en atributo de su imaginación. El resultado: un paisaje preciso y enrarecido, la descolocada veracidad de la ficción” (Villoro, 2006: p.78). Juan Villoro pone el foco en este México creado por Bolaño que, a pesar de que tiene un gran sustrato en la realidad (las correspondencias entre personajes y personalidades del mundillo de la época, los bares, calles y cafés, cierto tono y expresiones de sus personajes), se encuentra “enrarecido”. Este México “fantasmal” puede ser atribuido, además de a la distancia que durante muchos años separó a Bolaño de México, a una decisión del autor. Este desajuste que Bolaño instala voluntariamente entre lo conocido y lo extraño le da un halo de indeterminación a esos retratos de la ciudad de México que propone la novela. En relación con esto, en una entrevista, Bolaño dice que “toda literatura nacional es, por naturaleza, una literatura imaginaria, y eso en el mejor de los casos; generalmente suele ser una literatura artificial” (Bolaño, “Dejo que me plagien con total tranquilidad” en Qué Pasa (2001).