Los detectives salvajes

Los detectives salvajes Imágenes

El cuadro pintado por María Font.

García Madero mira el cuadro que María Font está pintando de dos mujeres en la base de un volcán. Lo compara con la versión que vio el día anterior, describe el cambio de actitud de las mujeres, la gestación de una tormenta, los objetos que flotan en el riachuelo de lava, y el cuadro cobra el dinamismo de una escena en movimiento:

Las dos mujeres en la falda del volcán, que recordaba en una actitud hierática, al menos seria, ahora se daban pellizcos en los brazos; una de ellas reía o simulaba reír; la otra y lloraba o simulaba llorar; en los riachuelos de lava (pues seguían siendo de color rojo o bermejo) flotaban envases de jabón para lavadoras, muñecas calvas y cestas de mimbre repletas de ratas; los vestidos de las mujeres estaban rotos o mostraban parcheaduras; en el cielo (o al menos en la parte superior de la acuarela) se gestaba una tormenta; en la parte inferior María había transcrito el parte meteorológico del día para el D.F. (p.46)

El diseño de Quim Font para la revista real visceralista.

Quim Font le muestra a García Madero su idea para el diseño de una revista. La imagen es caótica, más que una revista parece, según García Madero, un cómic. La descripción da la sensación visual de un caos de yuxtaposiciones:

El espacio que me señaló estaba lleno de rayas, rayas que invitaban la escritura, pero también de dibujitos, como cuando en los cómics alguien blasfema: serpientes, bombas, cuchillos, calaveras, tibias cruzadas, pequeñas explosiones atómicas (…). Una serpiente (que tal vez sonreía, pero que más probablemente se retorcía en un espasmo de dolor) se mordía la cola con expresión golosa y sufriente, los ojos clavados como alfileres en el hipotético lector. (p.101)

El olor inquietante de Arturo Belano según Quim Font y Xosé Lendorio. (Imagen Olfativa)

Las imágenes olfativas asociadas a Arturo Belano son persistentes, pero a la vez se escapan constantemente de su determinación. Sabemos que su olor es a pantano, a desierto, a llanura, a dinero; sin embargo, la imagen se logra a través de lo inquietante y hasta insoportable de su olor. Así lo plantea Quim Font: “Precisemos: no olía mal, olía de forma extraña, como si acabara de salir de un pantano y de un desierto al mismo tiempo. Humedad y sequedad al límite, el caldo primigenio y la llanura desolada y muerta. ¡Al mismo tiempo, caballeros!. ¡Un olor verdaderamente inquietante!” (p.230).

Más adelante, Xosé Lendorio también dirá de él: "(...) no había manera de sacarse el olor, de extirpar o disimular el olor que el vigilante husmeaba o venteaba como un animal acorralado (...) un olor insoportable que socavaba su paciencia y discreción, el olor del dinero, el olor de la poesía, tal vez incluso el olor del amor" (p.569).

La bofetada de Arturo a Laura Jáuregui. (Imagen Auditiva)

La bofetada de Arturo resuena por toda la casa y su efecto se expande, lo abarca todo en cámara lenta:

Después se levantó (...) y me dio una bofetada en la mejilla. El sonido resonó en toda la casa, estábamos en la primera planta pero yo oí cómo el sonido de su mano (cuando la palma de su mano ya no estaba en mi mejilla) subía por las escaleras y entraba en cada una de las habitaciones de la segunda planta, se descolgaba por las enredaderas, rodaba como muchas canicas de cristal por el jardín. (p.270)

Este recurso, muy propio de la poesía de Bolaño, hace que nos detengamos en la bofetada de un modo artificial, es decir, durante más tiempo que lo que efectivamente una bofetada dura.