La vida del Buscón

La vida del Buscón Resumen y Análisis Libro primero, Capítulo V

Resumen

Capítulo V: De la entrada de Alcalá, patente y burlas que me hicieron por nuevo

Al llegar a la villa, Diego y Pablos se dirigen a la casa que alquilan fuera de la puerta de Santiago, un gran patio donde viven los estudiantes. El dueño de la casa donde paran es un morisco que los recibe con muy mala cara. Se instalan y pasan allí su primera noche.

Por la mañana, acuden a su puerta los estudiantes reclamando su patente, esto es, la contribución que deben pagar los nuevos a los estudiantes residentes. Don Diego les paga y, en respuesta, los estudiantes le dan la bienvenida con tono burlón. Luego, Diego y Pablos se dirigen a la escuela. Unos colegiales conocidos de su padre reciben a Diego, que se les une a su aula, pero Pablos debe unirse a otra diferente, lo cual le da mucho miedo. Al llegar al patio, se le acercan unos estudiantes que empiezan a burlarlo por ser nuevo y a escupirlo copiosamente, hasta dejarlo cubierto de una capa gruesa de saliva blanca. De pronto, un estudiante se le acerca y grita para que dejen de atacarlo. Pablos se descubre la cara para ver a su defensor, que aprovecha su cara destapada para escupirlo entre los dos ojos. El chico siente mucha angustia y, al verse cubierto de escupitajos, supone que los estudiantes aprovechan la llegada de los nuevos para purgarse.

Pablos regresa a su casa, donde encuentra al morisco, que se ríe de él. Creyendo que el hombre también lo escupirá, él le dice que no lo haga, pues no es “Ecce-Homo”, lo cual resulta una provocación para el morisco, que responde golpeándolo. Luego de eso, Pablos sube a su habitación y se acuesta a dormir. Un rato más tarde, su amo lo encuentra así y, desconociendo sus padecimientos, comienza a golpearlo y a retarlo por holgazán. Entonces Pablos, mostrándole su sotana empapada y los golpes recibidos, se larga a llorar. Diego, compadeciéndose, le dice que debe cuidar por sí mismo, porque allí no tiene ni padre ni madre, y le da permiso para irse a su cuarto a descansar.

Por la noche, cuando se van a acostar al aposento los demás criados, le preguntan por qué está acostado, y él les narra sus padecimientos en la escuela. Los criados dicen compadecerse de su desgracia y Pablos les agradece. Luego, todos se acuestan a dormir, pero un rato más tarde uno de los criados lo despierta a los gritos, diciendo que hay ladrones que quieren matarlo. Pablos escucha ruido de látigos proveniente de la cama de ese criado y, de repente, alguien comienza a atacarlo a él. El joven se refugia debajo de la cama, ante los gritos de los demás criados, creyendo que alguien de afuera está atacándolos.

Entretanto, el primero en gritar se pasa a la cama de Pablos, defeca en ella y luego la cubre con las mantas. Finalmente, los latigazos se detienen y los criados fingen cerrar la puerta. Entonces Pablos sale de su escondite y se sube a la cama, preguntándoles a los demás si están bien. Luego se quedan todos dormidos.

Al día siguiente, al despertar, después de haberse revolcado en sueños, Pablos se encuentra todo sucio. Confundido, no sabe si defecó en sueños o por el miedo de la noche anterior. Cuando todos los criados se levantan, él argumenta que se encuentra muy mal para salir de la cama, producto de los azotes. Los otros criados se le acercan, fingiendo querer saber cómo está, e intentan destaparlo. En eso entra don Diego, que, al encontrarlo otra vez en la cama, vuelve a retarlo por vago. Los criados lo excusan, contando los padecimientos de la noche anterior, e intentan destaparlo, para dejarlo en evidencia frente a su amo. Pero al ver que Pablos se aferra a las sábanas, optan por quejarse del horrible olor que desprende el joven.

Para distraerlos, Pablos finge sufrir un ataque al corazón. Preocupado, Diego se le acerca y, finalmente, al alzar las sábanas, todos descubren el espectáculo escatológico y se echan a reír. El chico se hace el desmayado, para evitar la humillación, pero después debe fingir que se despierta porque los criados maliciosos insisten en hacerle una intervención riesgosa que previene los ataques al corazón. Pablos llora de bronca ante la humillación sufrida por los traidores, pensando que ha sufrido más en un día de Alcalá que junto a Cabra.

Al mediodía, Pablos se levanta, limpia lo mejor posible su sotana y se une al almuerzo de mala gana. Finalmente, los criados se le acercan y declaran la burla. Mientras todos se ríen de la afrenta, Pablos se dice a sí mismo que, a partir de ahora, estará alerta. No obstante, decide seguir adelante y en su relato confirma que de ahí en adelante todos los de la casa fueron como sus hermanos, y ya nadie más lo molestó en la escuela.

Análisis

Diego y Pablos llegan a Alcalá y se instalan en una casa, en un patio de estudiantes. El dueño de esa casa es un morisco, es decir, un descendiente de musulmanes. En su descripción, don Pablos exhibe la mirada despectiva que hay sobre los moriscos y los judíos en esa época en España. Ambas comunidades habían sido obligadas a bautizarse para poder quedarse en España, pero persistía el prejuicio de que eran “falsos cristianos”. De ahí que Pablos se refiera a los moriscos como “de los que creen en Dios por cortesía o sobre falso”. También habla de esa gente como “de la que tiene sobrada narices y solo les faltan para oler tocino” (49), haciendo referencia a que judíos y moriscos, por sus creencias, no comían carne de cerdo. Esta mirada ignorante de Pablos da cuenta de la fobia de la época hacia judíos y moriscos conversos, a quienes se consideraba gente de mala ley: “...que no es mucho que tenga mala condición quien no tiene buena ley” (49). Como si fuera poco, al volver de su primer día en la escuela, Pablos cree que el morisco también lo va a escupir y le dice: “Tened, hombre, que no soy Ecce-Homo”. Esta frase hace alusión al pasaje de la Biblia en el que Poncio Pilato presenta a Cristo ante la multitud al someterlo al juicio final. Una vez más, la alusión resulta un insulto para el converso, como sucedió en capítulos previos.

La bienvenida al patio de estudiantes está signada una vez más por el dinero, elemento fundamental en la novela. Los estudiantes que ya residen allí van a reclamar a Diego la contribución económica que deben pagar los nuevos. Cuando Diego les paga, los demás les dan la bienvenida con un tono sarcástico y burlesco: “Viva el compañero, y sea admitido en nuestra amistad. Goce de las preeminencias de antiguo. Pueda tener sarna, andar manchado y padecer el hambre de todos” (50). Evidentemente, la vida de estudiante en Alcalá tampoco es promisoria, y las condiciones parecen ser penosas también, según anticipan: hay sarna y pasan hambre.

En virtud del dinero también, y de la posición social que el dinero asigna, la recibida de Diego y Pablos es muy diferente. Mientras que el primero es recibido por un grupo de estudiantes distinguidos allegados a su padre, Pablos no tiene quién lo reconozca ni acoja, y es recibido por un grupo de estudiantes que lo burlan por ser nuevo y lo escupen. La imagen resultante es repugnante: “fue tal la batería y lluvia que cayó sobre mí, que no pude acabar la razón. Yo estaba cubierto el rostro con la capa, y tan blanco, que todos tiraban a mí; y era de ver cómo tomaban la puntería. Estaba ya nevado de pies a cabeza…” (51). En ese momento, Pablos no solo descubre la discriminación y el acoso, sino también la traición: uno de los estudiantes grita para que dejen de atacarlo y cuando Pablos, confiando en él, se descubre la cara, el estudiante aprovecha para escupírsela. En este punto, el relato no recurre al humor, y Pablos reconoce la angustia de la que fue objeto: “Aquí se han de considerar mis angustias” (51). Sin embargo, hace una reflexión inocente, que tiene un efecto humorístico, aún sin proponérselo: “Yo, según lo que echaron sobre mí de sus estómagos, pensé que por ahorrar de médicos y boticas aguardan nuevos para purgarse” (51).

En este capítulo, Pablos es objeto de la violencia de distintos personajes, otro de los temas transversales a la novela picaresca. El pícaro sufre injustamente la violencia gratuita de parte de sus amos y superiores, lo cual reafirma su posición social desfavorable. Pablos recibe en un mismo día los escupitajos de los estudiantes y los golpes del morisco y de Diego. En esa oportunidad, por primera vez, Pablos se larga a llorar. Diego se compadece y le da su primera lección: “Mira por ti, que aquí no tienes otro padre ni madre” (52). Con ello, Diego reconoce que Pablos está solo y debe cuidar de sí mismo, porque nadie más lo hará por él.

Sin embargo, enseguida, Pablos anticipa más desgracias: “Pero, cuando comienzan desgracias en uno, parece que nunca se han de acabar, que andan encadenadas, y unas traen a otras” (52). Este anticipo introduce otro motivo de la novela picaresca: la idea de que el pícaro está sujeto a una secuencia de desgracias que va in crescendo, y que lo hacen objeto de violencia y maltrato. Efectivamente, le sigue una nueva desgracia, aún más escatológica que la de la saliva. Al final del día, Pablos se lamenta: “Yo no hacía a solas sino considerar cómo casi era peor lo que había pasado en Alcalá en un día, que todo lo que me sucedió con Cabra” (55).

El episodio con los criados alcanza un alto grado de dramatismo, acentuado por lo escatológico de la situación: la imagen del criado defecando sobre la cama del joven, como un acto de violencia gratuito, es de gran impacto. El lector puede intuir con horror lo que sigue: a lo largo de la noche, Pablos se revuelca en el excremento de su colega. Aunque parecía difícil, este episodio supera los horrores de la lluvia de escupitajos, y además revela la forma cruel en que circula la violencia en la novela: la discriminación que sufre Pablos no solo llega de autoridades, como Cabra, o de estudiantes de mayor posición social, como los que lo escupieron, sino que también se imparte entre pares. Los criados no solo le hacen esa broma de mal gusto, sino que se empeñan en que el amo Diego se entere de lo ocurrido. Cuanto mayor sea la humillación sobre Pablos, más exitosa habrá sido su burla. La experiencia violenta sirve, no obstante, para que Pablos incorpore un aprendizaje y entienda que debe cuidarse y estar más atento.