El llano en llamas

El llano en llamas Metáforas y Símiles

“Nunca había sentido que fuera más lenta y violenta la vida como caminar entre un amontonadero de gente; igual que si fuéramos un hervidero de gusanos apelotonados bajo el sol, retorciéndonos entre la cerrazón del polvo que nos encerraba a todos en la misma vereda y nos llevaba como acorralados” (55). (Símil)

En esta cita, el narrador de "Talpa" retrata la peregrinación a Talpa, comparando la multitud que camina con un conjunto de gusanos, que sufre el excesivo calor del sol y la asfixia del polvo que los atosiga. Mediante este símil, el narrador representa el poder violento que la naturaleza ejerce sobre el hombre, al punto de ser capaz de reducirlo a la condición de un insecto que se arrastra, indefenso. Ante las inclemencias del clima, las personas pierden su voluntad y se animalizan. Asimismo, la comparación de la peregrinación con un grupo amorfo de gusanos supone una sutil crítica al fanatismo religioso que caracteriza a los peregrinos.

"... por eso todos, sin quejarnos del frío ni del sueño que hacía, callados, lo seguíamos como si estuviéramos ciegos" (82). (Símil)

El narrador de "El llano en llamas" describe aquí la devoción que él y sus compañeros revolucionarios sentían por su líder, Pedro Zamora. Esa devoción es exacerbada mediante un símil, que compara a los revolucionarios con ciegos. Así, el narrador da a entender que ellos seguían a Zamora ciegamente, esto es, sin cuestionar ni poner reparos sobre sus órdenes. Con esta expresión, el cuento pone en evidencia la falta de raciocinio y prudencia que caracterizaba a este grupo de personas, que pronto son identificadas como bandidos y asesinos. En efecto, es esa ceguera la que los lleva a desplegar un alto grado de violencia.

"Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta" (96). (Metáfora)

Este parlamento corresponde al coronel de "¡Diles que no me maten!", quien manda a matar a Juvencio para vengar el asesinato de su padre. Aquí, el coronel recurre a una metáfora para caracterizar el crecimiento de un hijo: como si se tratara de una planta, que debe echar raíces, y como si el padre fuera la superficie de tierra sobre la cual esas raíces pueden consolidarse, el hombre describe el despojo que sintió al quedar huérfano como la imposibilidad de enraizar, de hacer crecer raíces, esto es, una base de sustento sólida y próspera.

"Yo diría que es el lugar donde anida la tristeza. Donde no se conoce la sonrisa, como si a toda la gente le hubieran entablado la cara (...), porque siempre está encima de uno, apretada contra uno, y porque es oprimente como una gran cataplasma sobre la viva carne del corazón" (102). (Símil)

Esta cita corresponde a la oscura descripción que hace el narrador del pueblo de Luvina. Aquí se personifica la tristeza, como una fuerza que predomina y oprime a los hombres que allí viven. En este sentido, el narrador utiliza dos símiles para caracterizar el poder de esa tristeza. Por un lado, usa un símil para describir la manera en que el clima triste borra la sonrisa de la gente y las torna en muecas serias, como si estuvieran entabladas. Por otro lado, la opresión que esa tristeza imprime sobre las personas es comparada a la aplicación de una cataplasma, en tanto cobertura sólida y pesada, que endurece la superficie viva del corazón. Frente a esa vida del corazón, la tristeza recubre y ahoga.

“El hijo apenas si se levantó un poco sobre la tierra, hecho una pura lástima, y más que nada debido a unos cuantos compadecidos que le ayudaron a enderezarse; porque su padre ni se ocupó de él, antes parecía que se le cuajaba la sangre de solo verlo” (146). (Metáfora)

En "La herencia de Matilde Arcángel", el odio del padre sobre Euremio hijo es tan potente, que toma cuerpo y se constituye en una fuerza que no solo repercute en la moral del hijo, sino que también, metafóricamente, opera en su conformación física. Como si el odio del padre no le permitiera crecer, la opresión a la que el hijo es sometido es metaforizada como una fuerza que impide su crecimiento, impide que su postura física sea erguida, y lo limita a arrastrarse cerca de la tierra, como si se tratara de una planta poco regada.