El llano en llamas

El llano en llamas Lista de Personajes

Narrador ("Nos han dado la tierra")

Es uno de los muchos hombres a los que el gobierno le concedió el infértil y desértico Gran Llano como parte de la redistribución de tierras, tras la Revolución mexicana. En el cuento, relata en primera persona cómo él y tres compañeros atraviesan la tierra, en busca de algún lugar propicio donde asentarse y producir, pero las condiciones son tan desoladoras, que decide finalmente dirigirse al pueblo cercano y dejar atrás esa inútil parcela.

Esteban ("Nos han dado la tierra")

Al igual que los demás campesinos de "Nos han dado la tierra", a Esteban se le ha concedido el Gran Llano como parte de la tierra redistribuida tras la Revolución. Él destaca en este grupo porque lleva una gallina roja bajo su abrigo y explica que la ha traído consigo para cuidarla y no dejarla sola en la casa que él ha dejado atrás al salir en busca de esta tierra.

Melitón ("Nos han dado la tierra")

Al igual que los demás campesinos de la historia, a Melitón también se le ha concedido el Gran Llano como parte de la tierra redistribuida tras la Revolución. Viaja con Esteban, el narrador, y Faustino, y se caracteriza por sus insólitos comentarios sobre la tierra, que hacen pensar a sus compañeros que la insolación le está afectando el juicio. Melitón insiste en que la tierra debe servir para algo, cuando para los demás es evidente que la tierra no vale nada.

Faustino ("Nos han dado la tierra")

Es uno de los campesinos que junto con el narrador atraviesa el Gran Llano en busca de su parcela de tierra. Participa muy poco en el cuento, solo es mencionado por el narrador.

Funcionario del gobierno ("Nos han dado la tierra")

El funcionario es quien administra la distribución de tierras y representa al gobierno revolucionario. Es quien les quita a los hombres las armas y los caballos, y quien les explica que pueden disponer del Gran Llano hasta los límites de la ciudad. No se puede negociar con él, aunque los campesinos lo intentan. Cuando los hombres se quejan de la infertilidad de la tierra que les ha tocado, el funcionario les dice que pueden apelar por escrito, y luego agrega que sus ataques no deben dirigirse al gobierno, que les está repartiendo tierras, sino a los grandes terratenientes y al latifundio. Su mirada representa las contradicciones y fracasos del proceso revolucionario: se vanagloria de la reforma agraria, pero no reconoce las fallas que hay en ese reparto.

Narrador ("Es que somos muy pobres")

El narrador de esta historia es el hermano de Tacha, la hija menor de su familia. Habla con un lenguaje sencillo y sabemos muy poco de él, ni siquiera conocemos su edad. Retrata tanto la inundación como la situación económica de la familia y parece comprender las graves implicaciones que la ruina económica y la pérdida de la vaca traerá sobre su hermana Tacha.

Tacha ("Es que somos muy pobres")

Es la hermana del narrador y la hija menor de la familia. Su vaca se ha perdido en la crecida del río y, como consecuencia, ha perdido su dote, aquella que le permitiría casarse y salir de la miseria económica. Está en la pubertad, y el narrador menciona sus crecientes pechos como signos de su inminente perdición. Esto se debe a que, sin ningún capital que ofrecer, ningún hombre la querrá, y ella se verá tentada a conquistarlos a través del sexo, como han hecho sus hermanas mayores. Tacha llora la pérdida de su vaca pues sabe que sin ella, su destino será seguramente el mismo que sus hermanas y se convertirá en una prostituta.

La Serpentina y su ternero ("Es que somos muy pobres")

La Serpentina es la vaca de Tacha, y muere en la inundación. Junto con su ternero, la Serpentina estaba destinada a ser la dote de Tacha, pero ahora que se ha perdido, el ternero es la única esperanza de la chica para escapar de una vida como prostituta.

El padre ("Es que somos muy pobres")

El padre es el primer personaje del cuento que reconoce plenamente la devastación causada por las lluvias y la inundación. Entiende que no solo su familia ha perdido su cosecha de centeno, sino que su hija Tacha ha perdido su dote. Esto significa, casi con toda seguridad, que se convertirá en una prostituta, algo que él había intentado evitar desde que sus dos hijas mayores tomaron ese camino en el pasado.

La madre ("Es que somos muy pobres")

La madre del narrador y de Tacha no puede comprender por qué sus hijas se han convertido en prostitutas, y se lamenta pues sabe que es muy posible que su hija Tacha siga el mismo camino, ahora que ha perdido su dote. Busca en su árbol genealógico el rastro de otras "malas mujeres", pero no encuentra ninguna explicación.

Narrador ("La Cuesta de las Comadres")

Este hombre narra en primera persona la historia de su relación con la familia principal de la Cuesta de las Comadres, los Torricos. Habla en un tono apático y lacónico y, como casi todos los personajes de Rulfo, no tiene una gran formación ni es demasiado reflexivo. Al contrario, es un hombre que se ha acostumbrado con el tiempo a aceptar el mundo tal como es. Confiesa, sin escrúpulos, que él asesinó a Remigio Torrico, dando cuenta del modo en que la violencia circula naturalizada en el espacio rural mexicano.

Remigio Torrico ("La Cuesta de las Comadres")

Es un rufián local que, junto con su hermano Odilón, aterroriza al pueblo de la Cuesta de las Comadres. Remigio tiene un ojo negro y una excelente visión. Él y Odilón se comen la comida y los animales de los demás habitantes y roban y a veces asesinan a los que pasan por el camino que rodea al pueblo. Acusa al narrador de haber matado a su hermano Odilón y busca vengarse, pero finalmente es asesinado por aquel.

Odilón Torrico ("La Cuesta de las Comadres")

Es un rufián local que, junto con su hermano Remigio, aterroriza al pueblo de la Cuesta de las Comadres. Odilón es asesinado por la familia Alcaraz en Zapotlán por escupir mezcal en la cara de un Alacaraz. Más tarde, su hermano Remigio acusa erróneamente al narrador de haber matado a Odilón y de haberle robado su dinero.

Los Alcaraz ("La Cuesta de las Comadres")

Son una familia de rufianes, equivalentes a los Torricos, que viven en la cercana ciudad de Zapotlán. Son rivales de los Torricos y controlan la ciudad de Zapotlán (probablemente de la misma manera que los Torricos controlan la Cuesta de las Comadres). Matan colectivamente a Odilón apuñalándolo después de que el Torrico agrede a un miembro de su familia.

El hombre ("El hombre")

El verdadero nombre del hombre es José, aunque ese nombre solo se utiliza una vez en la historia. Rulfo prefiere el anonimato y la ambigüedad que genera en el cuento el uso del término "el hombre", que lo confunde con el otro hombre del cuento, quien lo persigue. El hombre es un fugitivo que huye de otro hombre, su perseguidor, y pasa la mayor parte del relato perdido mientras deambula por el lecho de un río, que se presenta como un laberinto. El hombre huye porque ha matado a la familia del perseguidor con un machete mientras dormían en sus camas. Su objetivo era matar al perseguidor -como acto de venganza por el asesinato de su hermano a manos de este hombre- pero resulta que su víctima prevista no estaba en casa esa noche. Tal como sucede en muchos cuentos de esta colección, él paga su venganza con la propia muerte.

El perseguidor ("El hombre")

El apellido del perseguidor es Urquidi, aunque ese nombre solo se utiliza una vez en el cuento, por la misma razón que en el caso de José, el hombre al que persigue: Rulfo prefiere destacar las cualidades universales de los hombres, más que sus particularidades, y al contribuir a la confusión entre José y Urquidi, vuelve análogas e intercambiables sus historias. Pues Urquidi, que desempeña la función de perseguidor durante las acciones narradas por el cuento, ha sido previamente perseguido por José. Urquidi persigue al hombre para vengarse del asesinato de su familia. Mientras persigue al hombre, se reprocha no haber estado en casa para defender a su familia.

El pastor ("El hombre")

El pastor es un espectador inocente que ha presenciado parcialmente el desarrollo del drama del hombre y el perseguidor desde lejos. Su relato asume la forma de una confesión, que busca desligarse de la responsabilidad que la justicia le otorga injustamente sobre el asesinato del hombre. El pastor cuenta que mientras cuidaba las ovejas de su patrón, vio al hombre vagando perdido por el cauce del río. Más adelante, el hombre se le acercó y bebió la leche directamente de una de sus ovejas. Los dos conversaron sobre la familia del hombre y, más tarde, el pastor encontró al hombre muerto en el lecho del río, con un disparo en la nuca.

Esteban ("En la madrugada")

El viejo Esteban es un anciano cuyo trabajo consiste en cuidar las vacas de don Justo, llevándolas cada mañana al corral del patrón, en San Gabriel. Una mañana comienza a patear a uno de los terneros, hasta que don Justo interviene y comienza a golpear al viejo en su lugar. Este pierde el conocimiento y al despertar descubre que don Justo ha muerto de alguna manera en el encuentro. En el cuento, el viejo Esteban relata lo sucedido a modo de confesión, para dar su versión de los hechos, ya que se lo acusa de haber matado a don Justo. Si bien defiende su inocencia, el personaje reconoce que no recuerda lo sucedido y él mismo termina dudando de su responsabilidad, con lo cual queda en claro que la violencia está tan extendida que todos son capaces de ejercerla, aun sin motivaciones claras.

Don Justo Brambila ("En la madrugada")

Justo Brambila es el patrón del viejo Esteban, y es descrito por este como un hombre colérico y de mal carácter. En "En la madrugada", don Justo golpea a Esteban por haber pateado a uno de sus terneros y luego muere. El lector no sabe si don Justo fue asesinado por Esteban, si se resbaló con una piedra y se golpeó la cabeza, o si simplemente murió de ira. De manera lateral, el lector se entera de que don Justo se relaciona sexualmente con su sobrina, Margarita, con la que se acuesta secretamente por las noches, y a quien devuelve a su cama cada mañana para que su hermana no se dé cuenta. En algún momento, don Justo incluso contempla la idea de casarse con su sobrina, aunque sabe que el cura los excomulgaría por incesto.

Margarita ("En la madrugada")

Margarita vive con su madre en la casa de su tío Justo Brambila. Tiene una relación incestuosa con su tío y duerme con él por las noches. Desconocemos su edad, pero el hecho de que don Justo la lleve en brazos dormida de vuelta a su cama nos hace pensar que es menor de edad. Su madre no se entera de la relación porque está postrada en la cama y duerme en una habitación contigua, pero sospecha que Margarita se está viendo con alguien y le dice que es una prostituta. Es Margarita quien descubre el cadáver de Justo.

La hermana de Justo Brambila ("En la madrugada")

La hermana de Justo Brambila vive, junto con su hija Margarita, en lo de su hermano Justo. Ella está hace años postrada en la cama, de lo cual se aprovecha su hermano para llevar adelante, en secreto, una relación incestuosa con Margarita. Sin embargo, la mujer sospecha que Margarita sale a escondidas por la noche con hombres y, por lo tanto, la acusa de ser una prostituta. Esta acusación hace que Margarita corra a buscar a Justo y lo encuentre muerto en el corral.

Tanilo Santos ("Talpa")

Tanilo es el hermano del narrador y el marido de Natalia. Tiene una enfermedad que le cubre el cuerpo de llagas que desprenden un pus amarillo pestilente, lo cual lo lleva a ser descrito de manera repugnante y animalizada. Su mujer no soporta estar cerca de él en ese estado y por eso tiene una aventura con el narrador. Tanilo tiene el deseo de peregrinar hacia Talpa, para pedirle a la Virgen de Talpa que lo cure. Sabiendo que el viaje lo matará, el narrador y Natalia deciden alentarlo a hacer el viaje, y cuando Tanilo nota que no soportará el viaje y pide regresar, aquellos lo obligan a continuar viaje. Una vez en Talpa, Tanilo se reanima un poco a fuerza de sacrificio y penitencia, con la esperanza de que se produzca sobre él un milagro, pero, lejos de curarse, muere frente a la Virgen.

Natalia ("Talpa")

Natalia es la esposa de Tanilo y la amante de su cuñado, el narrador. Natalia no puede soportar la visión de la enfermedad de Tanilo, por lo que conspira con el narrador para instar a Tanilo a emprender la peregrinación a Talpa, aunque sabe que lo matará. Luego de la muerte de Tanilo, Natalia es ahogada por la culpa y no puede seguir su romance con el narrador.

Narrador ("Talpa")

El narrador es el hermano de Tanilo y el amante de la esposa de este, Natalia. El narrador no es nombrado por Rulfo, pero al igual que otros personajes de El llano en llamas se ve impulsado por un instinto primario -en este caso la lujuria- que lo empuja a seducir a Natalia y a tramar la muerte de su hermano. En efecto, a lo largo del cuento, el narrador confiesa haber matado él mismo a su hermano. Junto con Natalia convence a Tanilo de emprender el viaje a Talpa para ver a la Virgen, y le insiste cuando su hermano flaquea, aun sabiendo que el viaje matará al enfermo. Después de esta muerte, el narrador descubre que su relación con Natalia ha cambiado.

Macario ("Macario")

Macario es el protagonista del cuento que lleva su nombre. Es un personaje único en uno de los cuentos más singulares de Rulfo y lo que sabemos de él proviene exclusivamente de lo que nos cuenta en su monólogo. Sabemos que es un niño adoptado, que vive con su madrina y Felipa, y que sus padres han muerto. Es tildado de "idiota" por la gente del pueblo, que lo margina y discrimina socialmente. Por otro lado, mantiene un vínculo equívoco con Felipa, quien le da de tomar leche de sus pechos y duerme con él en su cama.

Felipa ("Macario")

Felipa es una de las dos mujeres con las que vive Macario, y solo la conocemos a través de las palabras del niño. El monólogo de Macario da la impresión de que Felipa es ama de casa y cocinera de la madrina. Está más cerca de la edad de Macario que de la de madrina, y a él le gusta más ella porque lo trata bien y le da a menudo su comida a la hora de comer. Mantiene con el niño un vínculo equívoco, casi incestuoso, pues le da de tomar la leche de sus pechos, aun cuando el niño ya es grande, y duerme en su cama, haciéndole "cosquillas" durante toda la noche.

La madrina ("Macario")

Es la más severa de las dos mujeres con las que vive Macario y si bien es buena con él, Macario prefiere a Felipa. Él cuenta que la madrina le ata las manos con su chal cuando están en la iglesia para evitar que haga una de sus características escenas, y lo amenaza con imágenes del infierno cuando se porta mal.

El Pichón ("El llano en llamas")

El Pichón es el narrador de "El llano en llamas". Es un revolucionario y un bandido (términos que se vuelven intercambiables a medida que avanza la historia) en la banda de Pedro Zamora. Al igual que sus compañeros, es un personaje sin escrúpulos que podemos sospechar que no tiene reparos en robar y matar. Aunque el texto no describe al narrador como implicado en ningún asesinato, sabemos que luchó contra los soldados del gobierno y asaltó muchos pueblos. Pichón recibe ocasionalmente órdenes particulares de Pedro, pero en general desempeña el papel de un cronista relativamente ajeno a los acontecimientos que describe, aunque sin duda participa en ellos. Tiene un hijo con una de las tantas mujeres que frecuenta, y si bien él ve en el niño un parecido físico, la madre del niño humilla a Pichón al señalar que su hijo no es una mala persona como sí lo es él.

Pedro Zamora ("El llano en llamas")

Pedro Zamora es el líder de una banda de revolucionarios que a lo largo del cuento es caracterizado más como un grupo de bandidos y asesinos que como ideólogos o héroes. Zamora es un líder poderoso que mantiene a sus hombres constantemente en alerta. Aunque Pedro es un líder eficaz, también tiene un costado sádico. Es una figura sombría, que aparece y desaparece en diferentes momentos de la historia. Al final nos enteramos de que Pichón cree que fue asesinado en Ciudad de México tras seguir a una mujer hasta allí.

El Chihuila, Los Cuatro, la Perra ("El llano en llamas")

Estos personajes son hombres de la sanguinaria banda de revolucionarios de Pedro Zamora. Son relativamente indistinguibles unos de otros y son asesinados a medida que avanza la historia. El Chihuila, cuya muerte se produce en último lugar, es quizá el recuerdo más inquietante de lo que les espera a todos: muere con una sonrisa manchada de sangre en el rostro, como si se riera de quienes lo miran.

La mujer y su hijo ("El llano en llamas")

La mujer que espera a Pichón al final de la historia es una de las mejores mujeres que el narrador ha frecuentado en sus viajes. Es de carácter fuerte y lleva tiempo esperando a que él salga de la cárcel para poder presentarle a su hijo, que también se llama Pichón. Sin embargo, a pesar del parecido físico, la mujer se empeña en señalar que el niño se diferencia de su padre en que es una buena persona y no un bandido ni un asesino.

Juvencio Nava ("¡Diles que no me maten!")

Juvencio es el personaje principal de "¡Diles que no me maten!". En algunos momentos de la historia asume la narración en primera persona. Es el padre de Justino y ha sido atado a un poste donde espera su ejecución por fusilamiento, castigo que se le adjudica por haber asesinado a un hombre, don Lupe, cuarenta años atrás. Don Lupe se había negado a dejar que el ganado de Juvencio pastara en sus tierras, y finalmente Juvencio lo mató. Desde el asesinato, Juvencio ha pasado su vida escondiéndose y viviendo con miedo, lo cual considera que ha sido castigo suficiente por su mala acción. Tal como indica el título del cuento, Juvencio ruega a su hijo que impida que lo fusilen, aun si esto implicara poner en riesgo la vida de su familia.

Justino Nava ("¡Diles que no me maten!")

Justino es el hijo de Juvencio, y es presionado por su padre para que suplique al coronel por su vida. A Justino le preocupa que su asociación con Juvencio le cueste a él mismo la vida y ponga en peligro a su mujer y a sus hijos, pero se somete a las súplicas de su padre y habla con el coronel. Desgraciadamente, esto no sirve y Juvencio es fusilado de todas formas. Justino tiene entonces la desagradable tarea de transportar el cadáver de su padre para llevarlo a su pueblo y velarlo.

El coronel ("¡Diles que no me maten!")

El coronel es el hijo del difunto don Lupe, y quedó huérfano de chico, luego de que su padre fuera asesinado por Juvencio. Creció sabiendo que el asesino de su padre andaba libre, y por eso cuando encuentra a Juvencio se muestra inflexible a la hora de ejecutarlo.

Don Lupe Terreros ("¡Diles que no me maten!")

Don Lupe es el padre del coronel y compadre de Juvencio. Era el dueño de la Puerta de Piedra, una propiedad con espacio para el pastoreo del que Juvencio carecía. Don Lupe no quiso compartir el campo de pastoreo con Juvencio, por lo que este comenzó a dejar que sus animales entraran en la propiedad por la noche, cortando la valla para que pudieran pastar. Enojado, Don Lupe le mató a uno de sus animales. Esto desencadenó la ira de Justino, que mató a don Lupe de manera despiadada.

Narrador ("Luvina")

El narrador es un profesor que trabajaba en el pueblo de Luvina y ahora vive en otro pueblo muy diferente, donde los niños viven felices y hay un río cerca. Durante el cuento, el narrador está en un bar hablando con un interlocutor que se mantiene en silencio durante toda la historia, pero que ha sido destinado a enseñar también en Luvina. El narrador se encarga de contarle al oyente qué le espera y describe el pueblo y sus alrededores con vívidos detalles. También confiesa que a él vivir en Luvina lo llevó a la perdición, como sucede con quienes pisan ese lugar.

El oyente ("Luvina")

El oyente de "Luvina" no dice ni una palabra en toda la historia, pero es a quien se refiere el narrador, mientras le habla en un bar. Su lugar anónimo en la historia puede ser ocupado por el mismo lector. Por lo que el narrador refiere de él, sabemos que es un nuevo profesor, probablemente relativamente joven e idealista, y que se le ha asignado la enseñanza en Luvina, donde el narrador trabajó una vez.

Feliciano Ruelas ("La noche que lo dejaron solo")

Feliciano es el sobrino de Tanis y Librado. Él y sus tíos son rebeldes cristeros durante la Guerra Cristera contra el gobierno revolucionario. Sabemos que es un joven y que es quien le tendió una emboscada al teniente Parra de las fuerzas federales. Cuando la historia comienza, Feliciano y los dos hombres están huyendo de noche hacia la Sierra de Comanja donde se encontrarán con otros cristeros. Sin embargo, están agotados, y Feliciano empieza a quedarse atrás poco a poco. Desoyendo las directivas de los adultos, se queda dormido contra un árbol al lado del camino y se despierta horrorizado al darse cuenta de que está solo y expuesto a los viajeros del camino que pueden verlo. Sin embargo, a pesar de su actitud negligente, es el único de los tres que se salva de ser asesinado.

Tanis y Librado ("La noche que lo dejaron solo")

Tanis y Librado son los tíos de Feliciano y rebeldes cristianos que huyen de las fuerzas federales, rumbo a encontrarse con otras fuerzas cristeras. Parecen ser los más concienzudos y disciplinados, pero en contraste con su sobrino, son capturados por los soldados federales y colgados de un árbol. Este desenlace resulta irónico, ya que insistieron en que viajar de noche era la mejor manera de evadir la captura, pero es el imprudente Feliciano quien sobrevive al final.

Urbano Gómez ("Acuérdate")

Urbano es alguien que el narrador (y aparentemente su interlocutor) conoce desde su infancia. Urbano fue uno de los dos únicos hijos de su familia que sobrevivieron y era conocido por ganar dinero estafando a los otros niños en el patio del colegio. Aunque el narrador y su oyente eran amigos de Urbano cuando eran niños, dejaron de serlo cuando este empezó a pedirles que le devolvieran el dinero que le debían a su hermana. Su amistad terminó definitivamente cuando Urbano fue sorprendido intimando con su prima y fue expulsado de la escuela y burlado por todos. Terminó abandonando el pueblo y, más tarde, regresó convertido en policía. Desde entonces se mantuvo misterioso, sin hablar con nadie, hasta que un día estalló y mató a su cuñado Nachito. Su remordimiento por esa acción aparentemente inmotivada queda en evidencia cuando se ofrece para su propia ejecución.

La Berenjena ("Acuérdate")

"Berenjena" es el apodo de la madre de Urbano. La llamaban así porque parecía quedarse embarazada cada vez que se acostaba con un nuevo hombre. Tuvo muchos hijos, pero todos murieron poco después de nacer, excepto Urbano y su hermana Natalia. Perdió su fortuna pagando los funerales y velatorios de sus hijos. Solía revolver la basura con tal de conseguir algo de comida para sus hijos. Murió dando a luz a su último hijo.

La Arremangada ("Acuérdate")

Este es el desafortunado apodo de la prima de Urbano. Urbano fue expulsado del colegio cuando lo encontraron intimando con ella. Esta experiencia fue traumática para ambos, ya que fueron objeto de burlas por parte de toda la escuela.

Nachito ("Acuérdate")

Nachito es el cuñado de Urbano. Se convirtió en un débil mental poco después de casarse y se pasaba el día tocando canciones con una mandolina. Fue asesinado violentamente por Urbano sin razón aparente cuando intentó darle una serenata en el centro del pueblo. Urbano pareció mostrar remordimientos al día siguiente, cuando las autoridades lo atraparon, al asistir voluntariamente a su propia ejecución en la horca.

El padre ("No oyes ladrar los perros")

El padre de Ignacio no se describe con detalle en el cuento, ni siquiera es nombrado. Solo llegamos a conocerlo por las preguntas angustiosas y los comentarios que dirige a su hijo herido, que va sentado sobre sus hombros. Lleva su carga por amor a la madre de Ignacio, ya fallecida, y está atravesado por la contradicción que le genera estar ayudando a alguien que se ha convertido en un bandido y un asesino, y a quien ya no considera su propio hijo. Esta relación es un buen ejemplo del vínculo conflictivo que Rulfo retrata entre padres e hijos: el amor ha sido reemplazado por el odio y el resentimiento.

Ignacio ("No oyes ladrar los perros")

Ignacio representa en el cuento la figura del hijo, que mantiene un vínculo conflictivo con su padre. Todo lo que sabemos de él es lo que dice (que cada vez es menos, a medida que se debilita) y, sobre todo, lo que su padre dice de él. Sabemos que no es un niño, sino un adulto, porque el narrador se refiere a los dos personajes al principio como dos hombres. Por lo que cuenta el padre, Ignacio se ha convertido en un bandido y un asesino. Ignacio habla poco en el cuento, cada vez menos, incluso es posible que al final del cuento muera, si bien el narrador no lo aclara.

Los perros ("No oyes ladrar los perros")

El sonido de sus ladridos es la señal de que los dos hombres han llegado a Tonaya. El padre busca sus ladridos para tener certeza y tranquilidad de que ya está cerca del médico que salvará a su hijo, pero no logra oírlos porque su hijo le tapa los oídos. Recién logra oírlos al llegar a Tonaya y bajar el cuerpo inerte de Ignacio.

El hijo ("Paso del Norte")

El hijo es el personaje central de "Paso del Norte", que se enfrenta a un dilema, ya que quiere mantener a su familia, pero como no tiene sustento económico para hacerlo, debe dejarlos al cuidado de su padre mientras él va en busca de oportunidades laborales en Estados Unidos. Al igual que sucede en los otros cuentos, el vínculo que este hijo tiene con su padre es conflictivo y está marcado por el rencor y el reproche. El hijo le reprocha al padre que este no le enseñó oficios para poder prosperar económicamente y lo culpa por eso de su miseria actual.

El padre ("Paso del Norte")

El padre en "Paso del Norte" es retratado por el hijo como un personaje egoísta. Se dedica a la pirotecnia y, según el hijo, se negó a enseñarle ese oficio por no querer tener competencia. El hijo le reprocha no haberle garantizado la prosperidad económica, y el padre responde con otro reproche: le dice que lo ha abandonado y se ha olvidado de él. En ese sentido, el padre representa el otro polo en la relación conflictiva entre padre-hijo: guarda resentimiento hacia su hijo y tiene una visión cínica y no amorosa de la paternidad. Sin embargo, el padre no es totalmente irresponsable, ya que al final decide hacerse cargo de la familia del hijo.

Tránsito ("Paso del Norte")

Tránsito es la esposa del hijo y la madre de sus cinco niños. Al padre no le gustó Tránsito cuando la conoció y la comparó con una prostituta que había conocido una vez en la calle. Es una buena mujer según el hijo, pero al final de la historia abandona a sus hijos y se escapa con un arriero. El hijo la persigue al final de la historia, dejando una vez más a su familia.

Estanislado ("Paso del Norte")

Estanislado es un personaje que el hijo conocía de su pueblo, y es quien lo lleva al cruce de la frontera, asegurándole que en Estados Unidos encontrarán oportunidades de trabajo. Mientras cruzan el río, su grupo es atacado desde la otra orilla, y Estanislado resulta herido. El hijo lo carga hasta la orilla, pero el hombre termina muriendo.

El oficial de inmigración ("Paso del Norte")

El oficial de inmigración es descrito al principio como un sargento, pero el hijo sospecha que es del ejército, ya que lleva un arma muy grande. Acusa al hijo de asesinar a Estanislado cuando ve su cadáver, pero luego se da cuenta de lo ocurrido, al ver que el hijo también ha recibido un disparo en el brazo. El oficial intenta convencer al hijo de que quienes les dispararon fueron probablemente apaches y luego le ordena que vuelva a su casa, amenazándolo de que no vuelva a la frontera.

Narrador ("El día del derrumbe")

El narrador de este cuento le relata a un interlocutor indefinido, con quien el lector bien podría identificarse, los sucesos en torno al terremoto que sufrió Tuxcacuesco. Él participó del banquete de bienvenida al gobernador y sus asistentes, que acudieron en ayuda del pueblo, y cuenta junto a Melitón, de primera mano, el festejo que se llevó a cabo y la balacera en la que terminó. Asimismo, cuenta que eso sucedió el día que nació su hijo, y que su esposa se enojó con él porque estaba tan borracho, que no pudo asistir al parto.

Melitón ("El día del derrumbe")

Melitón es, junto al narrador de este cuento, quien reconstruye los sucesos en torno al terremoto en Tuxcacuesco y la visita del gobernador. Completa y corrige las percepciones del narrador, incluso demuestra una gran capacidad de memoria, en la medida en que cita textualmente el discurso que dio el gobernador durante el banquete que recibió. A partir del narrador, nos enteramos de que Melitón era presidente municipal en ese entonces, y que él aceptó que el pueblo hiciera un gasto considerable con tal de dar un banquete acorde a la investidura del gobernador.

El gobernador ("El día del derrumbe")

El gobernador se presenta en Tuxcacuesco, acompañado de un grupo de especialistas, mientras la gente está levantando las casas que cayeron durante el terremoto. Se apersona ante ellos con el aparente fin de ayudarlos a reconstruir su pueblo, pero su visita, lejos de ayudar, termina desviando los esfuerzos de la gente y endeuda al pueblo aún más, pues este dispone su dinero en pos de organizar un banquete para el gobernador. Si bien el objetivo del gobernador es ayudar, en ningún momento del cuento se retrata una escena concreta en la que esa ayuda se haga efectiva. Por el contrario, lo único que el gobernador hace es comer y beber aquello que le ofrecen y luego da un discurso complejo y cargado de promesas, pero incoherente con sus acciones concretas. Cuando se desata la riña callejera, el gobernador se limita a ordenar a sus funcionarios que le quiten al borracho su arma. En suma, es un personaje que ostenta medidas de palabra, pero no las lleva realmente a cabo, con lo cual Rulfo esboza una crítica a las autoridades políticas mexicanas.

El borracho ("El día del derrumbe")

El borracho del cuento es quien interrumpe en varias ocasiones el discurso del gobernador y quien termina incitando la riña que termina por desbaratar el clima festivo del banquete. Es un miembro del pueblo, que ha ido a festejar la visita del gobernador. Sus intervenciones son a favor de las palabras del gobernador, pero su efecto es el contrario: la gente termina abucheándolo, y el hombre termina iniciando una balacera. Así, su figura no solo sirve para acentuar la parodia al discurso político que el cuento propone, sino que también pone de manifiesto una vez más el naturalizado clima de violencia y la poca regulación que hay respecto de la portación de armas.

Narrador ("La herencia de Matilde Arcángel")

El narrador es quien narra en primera persona la historia de los Eremitas: su compadre, Euremio Cedillo, y el hijo de este, del mismo nombre. No solo cuenta el vínculo de odio y resentimiento que unía a padre e hijo, sino también la historia de la difunta Matilde Arcángel, de quien él mismo había estado enamorado antes de que se casara con Euremio Cedillo padre.

Euremio Cedillo padre ("La herencia de Matilde Arcángel")

Euremio Cedillo padre es el compadre del narrador de este cuento. Según el narrador, Euremio padre odiaba a su hijo profundamente porque lo culpaba de la muerte accidental de su esposa, Matilde. A partir de ese rencor irresuelto, este padre le niega a su hijo toda oportunidad de prosperidad y lo obliga a crecer en la miseria, derrochando su herencia y vendiendo sus tierras para malgastarla en bebida. Cuando su hijo abandona el pueblo, para reunirse a un grupo de revolucionarios, Euremio padre se une a las fuerzas federales con el fin de perseguir a su hijo. Irónicamente, luego de oprimirlo durante toda su vida, el padre muere asesinado por su propio hijo.

Euremio Cedillo hijo ("La herencia de Matilde Arcángel")

Euremio Cedillo es el hijo de Euremio y de Matilde Arcángel. Su madre murió luego de caer de un caballo desbocado, mientras lo llevaba a él en brazos, cuando era un bebé. Por salvarlo, la mujer cubrió al bebé con su pecho y resignó la posibilidad de salvarse. Es por eso que Euremio Cedillo padre lo odia profundamente. Por eso, el hijo crece bajo la opresión de su padre, que le quita toda posibilidad de prosperar y desarrollarse de manera feliz. Una vez que es adulto, Euremio Cedillo hijo abandona su pueblo y se une a un grupo de revolucionarios. En una batalla que se da en el monte entre revolucionarios y el ejército del gobierno, Euremio mata a su propio padre y lo lleva de regreso al pueblo.

Matilde Arcángel ("La herencia de Matilde Arcángel")

Es la madre de Euremio Cedillo hijo. Muere accidentalmente luego de caer de un caballo desbocado, mientras llevaba en brazos a su hijo bebé. En contraste con los rasgos que definen a su esposo, Euremio padre, el último gesto de Matilde fue de amor: resignó su seguridad con tal de asegurarse de que su hijo sobreviviera a la caída. Era una mujer hermosa, adorada por todos los arrieros del pueblo, incluso por el mismo narrador.

Anacleto Morones ("Anacleto Morones")

Anacleto o "el Niño Santo", como lo llaman las mujeres de Amula, es el mentor de Lucatero en el arte de la estafa. Se hace pasar por milagrero y es un vendedor de falsas reliquias de santos. Engaña a las mujeres del pueblo para que se acuesten con él, aprovechándose de su deseo de ser amadas, tiñendo el vínculo con ellas de religiosidad. En contraste con la mirada devota de las mujeres, a los ojos de Lucatero Anacleto es un hombre mucho más despreciable que él. Es acusado de haber embarazado a su propia hija. Finalmente, Anacleto es asesinado por Lucatero y enterrado en su patio.

Pancha ("Anacleto Morones")

Pancha es la primera solterona de la Congregación de Amula que se dirige a Lucatero y la última que sale de su casa. Fue deshonrada por un hombre llamado Homobono Ramos, según Lucatero, aunque Pancha lo niega. Al final del relato, Pancha acepta pasar la noche con Lucatero si este accede a ir con ella a Amula a declarar. Asimismo, reconoce, para sorpresa del lector, que Anacleto era para ella un gran amante.

Lucas Lucatero ("Anacleto Morones")

Lucas Lucatero es el protagonista y narrador de "Anacleto Morones". Al igual que su mentor, Anacleto, Lucatero es un estafador especializado en robar y en acabar con la virginidad de las mujeres, sobre todo de aquellas que -muchos años después- lo visitan en esta historia. Lucatero es un hombre egoísta, que hace todo por espantar a estas mujeres, incluso las burla y las humilla. Detrás de su estilo desfachatado y misógino, encubre un acto macabro: es quien asesinó a Anacleto, su yerno, y enterró su cadáver en su propia casa.

Nieves ("Anacleto Morones")

Nieves García es una de las mujeres de la Congregación de Amula y es una antigua amante de Lucatero. Este finge no reconocerla en la historia para provocar que la mujer se vaya. Se acostó con ella cuando era más joven y luego nunca se casó con ella, a pesar de que ella esperaba un hijo suyo.

Edelmiro ("Anacleto Morones")

Eldemiro es el propietario de una farmacia en Amula. Las mujeres lo describen como un hombre malvado desde que criticó al "Santo Niño" por ser un impostor. Murió de rabia, y para las mujeres eso ha sido una prueba de justicia divina.

Filomena, la Muerta ("Anacleto Morones")

Asqueada por el comportamiento de Lucatero, Filomena, conocida como la "Muerta" por su carácter tranquilo, se obliga a vomitar toda la comida y el agua de mirto que el hombre le ha ofrecido. Deseando purgarse de su maligna influencia, Filomena lo hace, de manera grotesca, en una de las macetas de Lucatero y enseguida se marcha.

Melquíades ("Anacleto Morones")

Melquíades es otra de las mujeres que visitan la casa de Lucatero. Le cuenta a Lucatero que Anacleto nunca le exigió que durmiera con él, solo que le permitiera abrazarla durante la noche. Lucatero le dice que eso es porque es vieja.

La Huérfana ("Anacleto Morones")

"La Huérfana" es la mayor de las mujeres que visitan a Lucatero. Afirma haber encontrado a sus padres perdidos en los brazos de Anacleto Morones, y dice que por ello la noche que pasó con él fue la más feliz de su vida.

Micaela ("Anacleto Morones")

Micaela afirma que Anacleto curó a su marido de la sífilis quemándolo con una caña caliente y frotando con saliva sus llagas. Lucatero desestima su testimonio, diciendo que probablemente la enfermedad era solo sarampión, ya que él se curó de la misma manera cuando era niño. Micaela, a su vez, defiende haber perdido la virginidad por fuera del matrimonio, siguiendo el consejo que le dio Anacleto Morones al respecto.