Romancero gitano

Romancero gitano Resumen y Análisis "La monja gitana"

Resumen

"La monja gitana", quinto poema del Romancero gitano, cuenta que una monja borda muy bien, con mucha gracia, alhelíes y otras flores sobre una tela áspera, pajiza. De fondo se escuchan sonidos de una iglesia y luego el yo lírico menciona una cocina cercana, donde se endulzan unas frutas llamadas toronjas. La monja quiere bordar flores de fantasía, como girasoles y magnolias. En su imaginación aparecen dos caballistas, es decir, dos bandidos que montan a caballo. Esta mujer tiene el corazón roto y también fantasea con un paisaje de ríos, pero fuera de su imaginación sigue bordando flores.

Análisis

Este poema está dedicado a José Moreno Villa, poeta, pintor y amigo de Lorca. Viven juntos en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde Federico da los primeros pasos de su formación y donde se arma una importante red de artistas españoles. Moreno Villa escribe una autobiografía que exhibe muy bien el ambiente artístico de Madrid en aquella época.

"La monja gitana" es otro de los poemas que tienen como protagonista a una figura femenina. En este caso, la mujer vuelve a encarnar la fusión de la matriz cultural gitana con la religión cristiana, lo cual puede observarse ya en el título del poema. Esas dos dimensiones del personaje se ven en conflicto entre su realidad de monja, en el convento, aislada y en castidad, y el fluir de su fantasía, donde imagina hermosas y coloridas flores, bandidos que pasan a caballo y paisajes maravillosos. Ambas dimensiones se unen en el acto de bordar, una acción decente y aceptable para una mujer como ella en la época, pero que, al mismo tiempo, permite el fluir de sus pensamientos menos controlados. Es significativo, en ese sentido, que esta monja gitana borde, precisamente, flores, que simbolizan tanto la delicadeza femenina como su sexualidad y fertilidad.

La fantasía de la monja es presentada de una manera muy lírica y muy hermosa a través de una serie de referencias a flores coloridas y voluptuosas: "¡Qué bien borda! ¡Con qué gracia! / Sobre la tela pajiza, / ella quisiera bordar / flores de su fantasía / ¡Qué girasol! ¡Qué magnolia / de lentejuelas y cintas! ¡Qué azafranes y qué lunas, / en el mantel de la misa!" (236). En la realidad borda alhelíes, unas florecillas pequeñas y discretas, sobre una tela áspera; en la fantasía su bordado se vuelve más sensual. Allen Josephs y Juan Caballero observan que "este mantel con lentejuelas, cintas, azafranes y lunas es un mantel completamente agitanado" (2020: 236). La agitanización de elementos católicos es típica de la cultura andaluza y de la poesía lorquiana.

De esa manera, la imaginación aproxima a la monja gitana al terreno de las pasiones, encarnadas por las toronjas dulces que son cinco, como las llagas de Cristo. Se trata de las cinco heridas o estigmas que lastiman el cuerpo de Jesús al ser crucificado: una en cada mano, una en cada pie y una en el corazón. La crucifixión de Jesús es también su pasión, ya que el origen de esta palabra está relacionado con el dolor y las heridas. Lorca aprovecha así, de una manera muy libre y poética, el relato religioso cristiano para representar la situación pasional (dolorosa) de esta monja gitana que debe vivir una realidad demasiado diferente a su fantasía. Es interesante notar que, muchas veces, las cinco llagas de Cristo son simbolizadas por flores.

Por otra parte, es llamativo el símil con el que se presenta el contexto espacial del poema: "La iglesia gruñe a lo lejos / como un oso panza arriba" (236). Si bien Lorca hace referencias a los osos en varios de sus libros, en el Romancero gitano esta es la única mención al animal y, en principio, resulta un poco extraña. Algunos críticos sugieren una relación entre los osos del circo y los gitanos, pero esto no encaja con la visión poética y mítica de Andalucía y sus figuras en esta literatura. Por el contrario, es más interesante explorar la referencia en relación con lo monstruoso y lo amenazante: la iglesia gruñe como un oso recordándole a la gitana su carácter de monja cristiana; sin embargo, está a lo lejos y, por lo tanto, ella puede dejar correr su fantasía. Entonces vislumbra un contexto espacial completamente diferente: "¡Qué ríos puestos de pie / vislumbra su fantasía!" (237). De todos modos, como se ha mencionado, los romances de Lorca suelen presentar atmósferas equivalentes al comienzo y al final. En este caso, el cuerpo del poema está dedicado a la imaginación de la monja gitana, pero en el desenlace el foco vuelve al plano de la realidad y la vemos bordando las flores modestas del comienzo.