Romancero gitano

Romancero gitano Citas y Análisis

La luna vino a la fragua

con su polizón de nardos.

El niño la mira mira.

El niño la está mirando.

En el aire conmovido

mueve la luna sus brazos

y enseña, lúbrica y pura,

sus senos de duro estaño.

Huye luna, luna, luna.

Si vinieran los gitanos,

harían con tu corazón

collares y anillos blancos.

Yo lírico, "Romance de la luna, luna" (vv. 1-12, p. 218)

Estos son los primeros versos del primer romance del libro,"Romance de la luna, luna" y ya presentan muchos elementos contundentes y significativos de toda la obra. En primer lugar, tal como anticipa el título, el satélite de la Tierra tiene una centralidad enorme. Como se ha mencionado, suele simbolizar la presencia de la muerte, cuestión que se plasma con claridad aquí, ya que ese niño que la luna encuentra en la fragua muere y ella se lo lleva de la mano por los aires al final del poema. Así, la luna es personificada como una mujer a través de la mención de algunas partes del cuerpo, como las manos y los senos. A su vez, esta cita nos muestra ya un ejemplo de las repeticiones típicas de todo el romancero, en este caso del término "mira" y "luna", y del paralelismo "El niño la mira mira. / El niño la está mirando". Por último, estas líneas iniciales introducen ya a los gitanos, que serán el gran protagonista colectivo de la obra.

¡Preciosa, corre, Preciosa,

que te coge el viento verde!

¡Preciosa, corre, Preciosa!

¡Míralo por donde viene!

Sátiro de estrellas bajas

con sus lenguas relucientes

Yo lírico (vv. 37-42, pp. 222-223)

En esta cita queda claro cómo el yo lírico empatiza con sus personajes gitanos e incluso intenta ayudarlos. Ese "yo" no parece formar parte del pueblo gitano, pero es muy cercano y afectuoso con ellos. Como es característico del romance como género poético, muchos de los poemas de este libro presentan diálogos. En este caso, la voz poética se dirige a la protagonista cuando está en peligro y la insta a escaparse de aquel viento personificado que quiere violarla. En estos versos también leemos parte de la caracterización de ese "viento-hombrón" como un sátiro, es decir, un hombre que tiene amoríos o acercamientos sexuales con mujeres mucho más jóvenes. Finalmente, este fragmento también ofrece ejemplos de las repeticiones tan usadas por Lorca, mediante el verso "¡Preciosa, corre, Preciosa!".

Verde que te quiero verde.

Verde viento. Verdes ramas.

El barco sobre la mar

y el caballo en la montaña.

Con la sombra en la cintura

ella sueña en su baranda,

verde carne, pelo verde,

con ojos de fría plata.

Yo lírico (vv. 1-8, p. 229)

Estos primeros versos de "Romance sonámbulo" son unos de los más célebres de toda la poesía escrita en lengua castellana. En la cita se combinan muchos símbolos que indican la presencia de la muerte en la obra de Lorca, como el barco, el caballo, la frialdad y, sobre todo, el uso intensivo del color verde, palabra repetida incansablemente a lo largo de todo el romance.

Es preciso recordar, de todos modos, que en este poema el color tiene una dimensión polisémica, es decir, que remite a varios significados: simboliza la muerte, pero también el amor, el deseo, la sexualidad y la violencia. De hecho, este poema cuenta la historia de una gitana y un bandido, que es su novio, y ambos sufren por amor y finalmente mueren. De ese modo, el verde conjuga la expresión de los grandes temas de la identidad gitano-andaluza que Lorca quiere plasmar en su romancero.

En esta cita se destaca, como en las anteriores, el recurso de la repetición y también la descripción de la mujer que sueña en la baranda. Las figuras ubicadas en lo alto de balcones, barandas y terrazas son recurrentes en el libro, y también encontramos muchas figuras femeninas sumidas en su imaginación o fantasía, como Thamar o la monja gitana.

Y que yo me la llevé al río

creyendo que era mozuela,

pero tenía marido.

Yo lírico (vv. 1-3, pp. 238)

"La casada infiel" es un poema singular, muy cargado de erotismo y sexualidad, donde la pena se manifiesta en el yo lírico porque la mujer con la que tiene relaciones le miente. Ella le dice que es "mozuela", es decir, soltera, pero en realidad tiene marido. Por eso, el yo lírico no se enamora de ella: es una historia de desamor. Es interesante el modo en que inicia el primer verso con la conjunción copulativa "Y", claro ejemplo de un comienzo in medias res, típico del género romance. Otro aspecto importante del poema, introducido con sutileza en el primer verso, es el río como escenario del encuentro sexual. Los amantes se conocen en la ciudad, pero se alejan para tener sexo. En el río sus cuerpos se confunden con los elementos de la naturaleza, y al final ella se encuentra "Sucia de besos y de arena" (240), es decir, marcada por el encuentro sexual, y también por el paisaje.

¡Soledad, qué pena tienes!

¡Qué pena tan lastimosa!

Lloras zumo de limón

agrio de espera y de boca.

¡Qué pena tan grande! Corro

a mi casa como una loca,

mis dos trenzas por el suelo,

de la cocina a la alcoba.

¡Qué pena! Me estoy poniendo

de azabache, carne y ropa.

Yo lírico (vv. 23-32, p. 244)

El "Romance de la pena negra" es el último de la sección enfocada en las figuras femeninas y tiene como protagonista a Soledad Montoya, mujer gitana que encarna el sentimiento de la pena. En la cita vemos otro ejemplo de diálogo entre el yo lírico y el personaje. Al comienzo, ella busca con esperanzas su alegría y su persona, pero rápidamente el poema le recuerda que eso no es posible. Ella está condenada a la soledad, como deja claro su nombre, y, por tanto, a una vida de pena. Este sentimiento es exacerbado y pasional, se relaciona con el desamor, y la lleva a un estado de locura y penumbras: corre por toda la casa y su cuerpo y sus vestimentas se vuelven negros. Esa imagen visual concentrada en el color azabache también la convierte en una figura metafórica: no es una simple gitana apenada, sino la encarnación de la pena como sentimiento característico de la cultura gitano-andaluza. Esto se hace nítido en los versos finales, que cantan con tono de lamento a la "pena de los gitanos" (245).

Pero Córdoba no tiembla

bajo el misterio confuso,

pues si la sombra levanta

la arquitectura del humo,

un pie de mármol afirma

su casto fulgor enjuto.

Pétalos de lata débil

recaman los grises puros

de la brisa, desplegada

sobre los arcos del triunfo.

Y mientras el puente sopla

diez rumores de Neptuno,

vendedores de tabaco

huyen por el roto muro.

Yo lírico (vv. 13-26, p. 250)

Estos versos pertenecen al poema "San Rafael", dedicado a la ciudad de Córdoba, uno de los romances más enigmáticos del libro. Es difícil identificar un hecho narrado en él: tan solo hay acciones relacionadas con unos niños que juegan en el río. Es más bien una creación descriptiva de un paisaje mítico. En él se superponen y entremezclan dos capas, dos Córdobas: una es la ciudad romana, con sus grandes edificios y su arquitectura imponente (puentes, mármoles, estatuas); la otra es una ciudad blanda, donde corre la brisa y crecen los juncos, la Córdoba gitana. Ese contraste y esa fusión se pueden leer al final de la cita: el puente cuenta historias de Neptuno, dios latino de los océanos, mientras los gitanos que venden tabaco se escapan entre los huecos de un antiguo edificio en ruinas. Como hemos visto, esta combinación de elementos occidentales y gitanos es típica de todo el Romancero gitano.

Antonio Torres Heredia,

hijo y nieto de Camborios,

con una vara de mimbre

se va a Sevilla a ver los toros.

Moreno de verde luna

anda despacio y garboso.

Sus enpavonados bucles

le brillan entre los ojos.

A la mitad del camino

cortó limones redondos,

y los fue tirando al agua

basta que la puso de oro.

Y a la mitad del camino,

bajo las ramas de un olmo,

guardia civil caminera

lo llevó codo con codo.

Yo lírico (vv. 1-16, pp. 256-258)

Esta cita cuenta la historia de Antoñito el Camborio, único personaje que protagoniza dos poemas en el romancero. Pertenece al primero de ellos, "Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla". Se narra cómo este joven gitano es detenido y encarcelado por la Guardia Civil. Además, el poema interroga la masculinidad gitana: se pone en duda si este chico es un verdadero gitano, un verdadero miembro del linaje de los Camborios, porque no se defiende matando a puñaladas a esos soldados que lo prenden. Por el contrario, la identidad gitana de este personaje parece manifestarse en su relación mágica con la naturaleza, plasmada en la imagen visual del río que se torna dorado porque Antonio le arroja trozos de limón. El joven, además, es descrito con los elementos físicos típicos de este pueblo: es moreno, tranquilo, tiene rulos y los ojos brillantes.

El veinticinco de junio

le dijeron a el Amargo:

Ya puedes cortar si gustas

las adelfas de tu patio.

Pinta una cruz en la puerta

y pon tu nombre debajo,

porque cicutas y ortigas

nacerán en tu costado,

y agujas de cal mojada

te morderán los zapatos.

Será de noche, en lo oscuro,

por los montes imantados,

donde los bueyes del agua

beben los juncos soñando.

Pide luces y campanas.

Aprende a cruzar las manos,

y gusta los aires fríos

de metales y peñascos.

Porque dentro de dos meses

yacerás amortajado.

Yo lírico (vv. 22-41, pp. 270-271)

El "Romance del Emplazado" retoma un relato histórico sobre el rey Fernando IV y lo recrea poéticamente. Su protagonista, el Amargo, recibe un presagio: va a morir en dos meses. Es interesante observar que la poética de Lorca, sin embargo, no presenta el presagio como maleficio ni como venganza. El yo lírico parece empatizar con el personaje y le da indicaciones para prepararse. Una de ellas es pintar una cruz en la puerta, lo cual indica un entierro cristiano decente y sagrado. La preparación para la escena de muerte, a su vez, se da en sintonía con los elementos de la naturaleza, como las flores que cubrirán el cadáver.

¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quien te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.

Yo lírico (p. vv. 121-124, p. 279)

Estos son los versos finales de "Romance de la Guardia Civil Española", poema que presenta el clímax del romancero, ya que en él se narra una violenta represión que los soldados desatan sobre la ciudad gitana durante una celebración de la Navidad. Todo el ritmo del poema se organiza en torno a la repetición de la frase "¡Oh ciudad de los gitanos!", varias veces acompañada por un segundo verso en forma de pregunta: "¿Quién te vio y no te recuerda?". La destrucción ejecutada por los guardias es tal que al final la ciudad ya no existe más, se ha perdido. Con ello, el poeta expresa una denuncia firme: los ataques históricos al pueblo gitano no solo dañan sus cuerpos y espacios, sino que ponen en riesgo toda una cultura. Sin embargo, la última estrofa guarda cierta esperanza porque, aunque los soldados han destruido ese lugar mítico y, por lo tanto, la ciudad gitana de fiesta ya no existe, el poeta guarda su memoria, la lleva en la frente, y por eso la recrea poéticamente en su romance.

¡Oh, qué gritos se sentían

por encima de las casas!

Qué espesura de puñales

y túnicas desgarradas.

Por las escaleras tristes

esclavos suben y bajan.

Émbolos y muslos juegan

bajo las nubes paradas.

Alrededor de Thamar

gritan vírgenes gitanas

y otras recogen las gotas

de su flor martirizada.

Yo lírico (vv. 77-89, pp. 296-297)

Estos versos presentan la situación de sufrimiento y desesperación desatada en el palacio del rey David después de que Amnón viola a su hermana. Se escuchan los gritos de Thamar y hay un gran revuelo expresado por el movimiento de esclavos que suben y bajan las escaleras. Justo antes de este fragmento, el poema está muy cargado de erotismo y se expresa una gran complejidad: la escena es descrita con mucha sensualidad, pero al mismo tiempo es denunciada y repudiada. Las palabras aquí citadas ponen el énfasis en esa denuncia, ya que nos muestran el sufrimiento de Thamar. La referencia a "su flor martirizada" indica que antes de la violación ella es virgen, lo cual suma dramatismo a la escena. El cuadro se completa con las vírgenes gitanas, figuras que fusionan el cristianismo y lo gitano, y que acompañan a la joven en su sufrimiento. A través de todos estos elementos, el poema recrea un motivo bíblico en clave gitano-andaluza.