Muerte de un viajante

Muerte de un viajante Símbolos, Alegoría y Motivos

Las medias (Símbolo)

En el primer acto de la pieza se ve cómo Willy, en algún momento del pasado, guardó una relación con una Mujer, a la que veía en un hotel de Boston cuando viajaba allí por negocios. Mientras se viste para irse, la Mujer le agradece a Willy las medias que le regaló (y que, según se puede suponer, son parte de la mercadería que Loman vende para la compañía). En paralelo, en escenas del presente, también se observa cómo Willy se altera cuando ve a su esposa, Linda, zurcir medias.

Esta ligazón entre Linda, Willy y la Mujer por vía de las medias se repone en el segundo acto, en tanto el adolescente Biff visita de sorpresa a su padre en Boston y descubre su infidelidad:

WILLY: Ella no significa nada para mí, Biff. Me sentía solo, terriblemente solo.

BIFF: ¡Le has dado las medias de mamá! (Llorando, se levanta para marcharse).

(p.174)

Las medias adquieren por lo tanto una función simbólica, que encuentra su origen referencial en estas escenas. Willy no soporta ver a su esposa zurcir medias, en tanto el elemento le recuerda su infidelidad tanto como el reproche de su hijo: Linda debería haber sido la destinataria de las medias que Willy podía regalar, en lugar de estar cosiendo medias viejas constantemente.

Así, las medias aparecerán en la obra como un símbolo de la infidelidad de Willy, y el elemento hará resurgir en él la culpa por el engaño al que sometió a su esposa.

El magnetófono (Símbolo)

El magnetófono presente en la oficina de Howard funciona como símbolo de la modernidad, el progreso, los avances tecnológicos, todas nociones que abruman a Willy, representante de una lógica más ligada al pasado.

El protagonista de la obra conserva una noción romántica del trabajo, más ligada a la vocación y a la personalidad, mientras que Howard no se guía por nada que tenga que ver con lo humano: su mirada está puesta plenamente en la productividad y en los avances tecnológicos. La modernidad a la que se liga Howard está simbolizada en el magnetófono que tanto atrae su atención: Howard está fascinado por el aparato, último grito de la tecnología, y no le presta atención a Willy, cuyo valor en tanto trabajador reside en años y años de experiencia. Willy se ve perturbado por un aparato que no puede comprender, que lo asusta por su poder.

El magnetófono sirve para ilustrar cómo Howard está más interesado en el futuro que en el pasado, en tanto ignora los ruegos de su empleado y se concentra solamente en su novedoso aparato. El miedo que le produce a Willy el magnetófono funciona a su vez como símbolo de la obsolescencia del personaje en el mundo moderno de los negocios: Loman no puede lidiar con la innovación.

Los artefactos dañados (Símbolo)

Aún en los momentos de esperanza respecto de un futuro más brillante, ciertos elementos de la casa parecen encargarse de recordarle a la familia Loman que su realidad está bastante desvencijada. Los electrodomésticos, como el auto, se arruinan progresivamente, y se mantienen así como un silencioso símbolo del deterioro y la ruina que atraviesan a la familia:

¡Por una sola vez en mi vida, me gustaría tener algo que funcione como Dios manda antes de que se estropee! ¡Siempre estoy compitiendo con los chatarreros! Acabo de pagar el coche y está en las últimas. La nevera consume correas como una puñetera maniaca. Calculan la duración de estos chismes, sí, la calculan para que, en cuando termines de pagarlos, dejen de funcionar. (Acto II, p.140)

El carácter simbólico del progresivo deterioro de los elementos que rodean a Willy se extiende a una cuestión temática, puesto que los problemas se presentan como consecuencia de un sistema capitalista ideado para el consumo: los productos no están diseñados para durar sino para arruinarse dentro de determinado lapso de tiempo y así tener que ser reemplazados. Algo de ese funcionamiento se replica en el trabajo, en tanto las personas que son empleadas dentro de un sistema son desechadas cuando se vuelven menos productivas.

La voluntad de Willy de plantar semillas en su jardín (Símbolo)

Al final de la escena del restorán, en la que Biff y Happy abandonan a su padre, Willy Loman se queda solo, arrodillado en el suelo, hasta que el mozo lo ayuda a levantarse. El protagonista agradece y, mientras se retira, sentencia con seriedad: “He de comprar unas semillas enseguida. No tengo nada plantado. No me crece nada en ese suelo” (p.175), trayendo a la escena un elemento no exento de simbología. Willy Loman, enfrentado a una realidad en la cual nada resultó como esperaba, un presente que no da cosechas, se empecina en comprar semillas para plantar en su jardín. Él persiste en su voluntad de plantar, a pesar de que el “suelo” no parece muy fértil: en ese suelo, en esa casa educó a dos hijos que no logran encontrar un camino que los haga felices, y en ese mismo lugar vive él, ya marchito. La voluntad del protagonista de plantar semillas simboliza por lo tanto la búsqueda de Willy por conseguir algo permanente, tangible, algo que crezca como corresponde y dé cosechas. No lo logró con sus hijos ni con su profesión, así que intenta hacerlo con plantas.

Las torres que se alzan de fondo a la tumba de Willy (Símbolo)

La obra termina con una última imagen simbólica: cuando los familiares de Willy se alejan de la tumba, en el escenario se ve cómo, por encima de la casa, se alzan, “nítidas, esas sombrías torres que son los bloques de pisos” (p.189). Esta imagen funciona simbólicamente: la modernidad y los brutales avances del progreso a los que tanto temía Willy Loman se alzan, triunfantes, frente a su lecho de muerte. La obra sitúa en el final a estas torres como un símbolo de la modernidad que arrasa con la vida de los hombres. Así, se ilustra cómo un sistema basado en la novedad vence a la vida y el sacrificio de un trabajador con sueños de grandeza.