Muerte de un viajante

Muerte de un viajante Resumen y Análisis Acto II (Tercera parte)

Resumen

En Franks, el restaurante donde se reunirán los Loman, Happy dialoga con Stanley, mesero. Le va pidiendo champagne y explica que tendrán una pequeña celebración familiar. Una joven bella entra al restaurante y Happy galantea con ella. Cuando llega Biff, Happy intenta presentárselo a la jovencita, alardeando sobre Biff como un gran futbolista, pero su hermano no está interesado y pregunta por su padre. Happy acaba ordenándole a la muchacha que invite a una amiga.

Biff le cuenta a su hermano que Oliver no lo recibió. Estuvo seis horas esperando y cuando este por fin salió de su despacho se marchó: no lo reconoció, no se acordaba en absoluto de él. Biff se dio cuenta de que nunca había trabajado para Oliver como viajante; solo había estado en el departamento de envíos de su empresa y jamás había hablado con él. Entonces, furioso, entró al despacho lujoso de Oliver, se guardó en un bolsillo una pluma que había sobre el escritorio y salió corriendo. No sabe por qué lo hizo.

Biff le pide ayuda a Happy para contárselo a Willy. Happy le aconseja que mienta y diga algo agradable, como que quedó en almorzar con Bill al día siguiente, porque Willy nunca es tan feliz como cuando espera ilusionado que algo ocurra.

Entra Willy, algo preocupado, pero al sentarse a la mesa sonríe y le pregunta a Biff cómo le fue con Oliver. Biff empieza a contarle, sin dar demasiada información concreta, y en un momento le pregunta a su padre de dónde salió la idea de que él trabajó como viajante para Oliver, y que agrega que con mentiras no llegarán a ningún lado. Willy se enoja y no lo deja seguir hablando: le cuenta que lo despidieron y necesita alguna buena noticia para llevarle a su madre, así que le pide a Biff que no hable del pasado sino de cómo le fue esa tarde con Oliver. Los muchachos se sorprenden por la noticia que da su padre. Luego, Biff habla vagamente sobre su visita a Oliver, interrumpido por Happy, que falsea los hechos para que resulten positivos, y por Willy, que realiza una y otra vez preguntas y reflexiones tendenciosas que dan por sentado el éxito de la reunión. En un momento, Biff se enoja, pide que lo deje hablar y Willy se indigna, acusándolo de no haber ido a ver a Oliver.

En ese momento, Willy empieza a ser perturbado por sus recuerdos: ve entrar al escenario a Bernard adolescente, muy exaltado, llamando a gritos a la señora Loman. En paralelo, Happy apura a Biff para que diga lo que ha ocurrido, y este le pide que lo deje en paz. Bernard adolescente sigue gritando y Willy, por su parte, niega exaltado y grita que si no lo hubieran suspendido en matemáticas, ahora Biff estaría bien situado. Biff no entiende de qué le habla y empieza a contarle la verdad, que esperó durante seis horas y Oliver no lo recibió. Bernard adolescente sigue gritando que Biff fue suspendido en matemática y no se graduará; Linda joven se desespera y pregunta dónde está su hijo, y Bernard adolescente le dice que se marchó: fue a la estación para ir a Boston a ver a su padre, para ver si puede hablar con el profesor.

En la mesa del restaurante, Biff le muestra a Willy la pluma y este pregunta, enfurecido, cómo ha sido capaz de robarla. Biff y Happy intentan decirle que no la robó, endulzando la versión, pero Willy está desesperado. Entonces comienza a filtrarse la voz de una telefonista de hotel y Willy grita que él no está en la habitación. Biff intenta calmarlo, prometiéndole que saldrá adelante, que su reunión con Oliver salió bien, y Willy se contenta, gritando que su hijo lo consiguió. Biff, angustiado, dice que aún no podrá acudir a la cita, puesto que ha robado la pluma. Willy se desespera inventando excusas para que Biff explique por qué se quedó la pluma, pero Biff dice que años atrás ya se llevó los balones de Oliver y que esto confirmará sus sospechas. Willy se enfurece y le pregunta a su hijo si quiere ser un don nadie, y lo golpea e insulta hasta que se tambalea.

Biff y Willy discuten mientras fuera de escena se escucha la risa de la Mujer. Aparece nuevamente la señorita Forsythe (con quien hablaba Happy al principio de la escena), trayendo ahora a su amiga Letta. Happy invita a las mujeres a sentarse y a pedir tragos. Biff intenta que su padre se siente. Willy está por hacerlo hasta que oye la voz de la Mujer diciéndole que abra la puerta de una vez. Willy entonces les dice a sus hijos que debe abrir la puerta y va hacia el baño del restaurante.

Las muchachas ríen preguntando por Willy y Biff les responde, enfurecido, que están refiriéndose a un gran hombre que no fue apreciado lo suficiente. Cuando Happy intenta seguir conversando con las mujeres, Biff le pregunta por qué no hace nada por él, y le muestra el tubo de goma que encontró en el sótano y lo acusa de que no le importe su propio padre: es Happy quien puede ayudarlo, no él. Luego, al borde del llanto, Biff sale del restaurante. Happy queda a solas con las mujeres y, cuando estas le preguntan por su padre, él dice que no es sino un conocido. Luego, les propone buscar a Biff y salir a divertirse los cuatro. Salen.

Entra la Mujer, riendo, en ropa interior, seguida por Willly, que se está abrochando la camisa y le pide que deje de reírse. La Mujer le pide que abra la puerta de una vez, ya que están golpeando hace tiempo, pero Willy se resiste. Luego de unas palabras de ella, con las que elogia a Willy por haberla seducido y por la aventura que mantienen, Willy cede a abrir la puerta a condición de que ella se encierre en el baño.

Willy abre la puerta y del otro lado está Biff adolescente. Willy se sorprende de que su hijo esté en Boston, y el muchacho le cuenta que lo suspendieron en el examen final de matemática y no puede graduarse, pero quizás si él habla con el profesor este le dé una oportunidad. Willy le dice que saldrán inmediatamente, y le ordena al muchacho que lo espere en la recepción. Biff acepta pero empieza a contarle una historia de por qué le cae mal al profesor: una vez este lo vio imitándole, vizco y ceceando. Entonces Biff cecea para interpretar aquel momento, Willy se ríe y también se oye la risa de la Mujer. Willy le ordena a Biff que baje, pero el joven pregunta si hay alguien en la habitación y la Mujer aparece riendo y ceceando. Biff queda estupefacto y Willy simula que la mujer fue a ducharse a su habitación porque estaban pintando la de ella, y la empuja para que se vaya. La mujer se resiste, pidiendo agarrar su ropa y reclamando después las medias que Willy le prometió. Willy acaba dándoselas y gritándole que se vaya. Luego le pide a Biff que le ayude a preparar el bolso, pero el muchacho se queda inmóvil y llora. Willy le dice que de grande entenderá, que no es importante y que al día siguiente hablará con el profesor de matemáticas. Pero Biff dice que no hará falta: el profesor no querrá escucharlo y él no irá a la Universidad. Luego se quiebra en llanto, reclamándole a su padre que le haya regalado a esa mujer las medias que eran para su madre. Lo acusa de farsante, y sale corriendo. Willy se queda arrodillado en el suelo.

Aparece Stanley y ayuda a Willy a levantarse. Luego, le informa que sus hijos se fueron con las chicas. Willy no comprende: iban a cenar juntos. Stanley le pregunta a Willy si puede volver solo, este responde afirmativamente e intenta darle una propina al mozo, pero este se lo vuelve a guardar en el bolsillo. Willy sale preguntando dónde venden semillas por la zona, dado que necesita plantar.

Análisis

En una obra cuyo tema principal radica en la disonancia entre la expectativa y la realidad, entre la esperanza y la frustración, al tono optimista y esperanzado del comienzo del segundo acto le correspondía una consecuente caída, un giro hacia la más triste decepción. Es lo que sucede en esta escena: Happy ingresa al restaurante pidiendo champagne para una celebración familiar, y la reunión termina con una fuerte discusión que deja a Willy trastornado y solo en un baño y a Biff quebrado, huyendo del restorán.

Las razones del quiebre tienen que ver con situaciones concretas, como el despido de Willy y el hecho de que Biff no haya tenido éxito en su visita a Oliver, pero también responden a cuestiones vinculares, a la compleja relación que padre e hijos mantienen en la familia Loman. Porque lo que más le preocupa a Biff cuando habla con su hermano al comienzo de la escena no es el hecho de no haber podido hacer un trato con Oliver, sino el efecto que tendrá en su padre la noticia. Los consejos que le da Happy a su hermano, acerca de que intente disfrazar lo sucedido con Oliver frente a su padre, evidencian que los muchachos padecen la problemática personalidad de su padre y saben que deben mentir si quieren que Willy no se desespere y se haga daño. De todos modos, pareciera que Happy se siente más a gusto que Biff con esa modalidad tan distante de la sinceridad. Entre falsedades e irónicos festejos transcurre, durante un tiempo, la difícil conversación:

WILLY: Bueno, dime, ¿te recibió con cordialidad?

HAPPY: ¡Claro, papá, claro!

BIFF: Digamos que fue…

WILLY: No estaba seguro de que te recordara. (A Happy) ¡Imagínate, ese hombre no le veía desde hace diez o doce años y le recibe con los brazos abiertos!

HAPPY: ¡Pues claro que sí!

BIFF: Escucha, papá…

WILLY: Sabes por qué se acordaba de ti, ¿verdad? Porque le impresionaste cuando trabajabas para él.

BIFF: Vamos a hablar tranquilamente y a atenernos a los hechos, ¿de acuerdo?

(p.164)

Los parlamentos de Willy dificultan aún más el intento de Biff por contar lo sucedido, en tanto se alejan cada vez más de la realidad: los comentarios del padre insisten sobre recuerdos de un pasado que los jóvenes (y el público) ya saben falso. "¿De dónde saqué la idea de yo había trabajado por ahí como viajante? ¡Incluso yo mismo me lo creía! Entonces él me echó un vistazo... ¡y me di cuenta de lo ridícula que ha sido toda mi vida! Hemos estado hablando en sueños durante quince años. Trabajé en el departamento de envíos, nada más." (Acto II, p.162), le decía Biff a su hermano instantes atrás. El muchacho no solo se enfrenta entonces a la revelación de que parteimportantes de sus recuerdos no tienen asidero en la realidad, sino que además, en esta escena, debe hacer lo posible por no defraudar a aquel que, muy posiblemente, es quien originalmente inventó esos recuerdos.

BIFF: Voy a contártelo todo desde el principio hasta el fin. Ha sido un día extraño (...). Tuve que esperarle durante largo rato y...

WILLY: ¿A Oliver?

BIFF: Sí, a Oliver. Durante todo el día, la verdad sea dicha, así que tuve tiempo de recordar muchas... ocasiones..., realidad, papá, realidades de mi vida. ¿Quién dijo que trabajé como viajante para Oliver, papá? ¿Quién lo dijo?

WILLY: Bueno, fuiste uno de sus viajantes.

BIFF: No, papá, estuve empleado en el departamento de envíos.

WILLY: Pero prácticamente eras...

BIFF: No sé quién fue el primero que dijo eso, papá, pero nunca he sido un viajante de Bill Oliver.

(Acto II, p.164)

Y allí no acaba la dificultad del diálogo. Porque al conocimiento previo que el joven tienen sobre el carácter de su padre se le suma, además, una noticia que hace más difícil el intento de Biff por decir la verdad. Cuando Biff le pregunta a su padre de dónde salió esa idea de que él había trabajado para Oliver, Willy le impide continuar: “No me interesan las anécdotas del pasado ni tonterías por el estilo, porque tenemos problemas, muchachos, ¿comprendéis? Estamos con el agua al cuello. Hoy me han despedido” (p.164). Lo que más ilusionaba a Biff cuando consideró posible obtener un préstamo de Ben era la idea de complacer finalmente a su padre, pero ahora ese trato se convierte en una necesidad: Willy no tiene más trabajo, con todo lo que eso significa para él, además de lo económico. La metáfora que usa Loman para ilustrar la situación puede resultar trillada, pero tiene en verdad una particular significancia. Willy está preocupado hace un tiempo por su difícil condición económica, que no le permite proveer a su familia como quisiera, y últimamente considera la opción de suicidarse para que por lo menos llegue a Linda y a sus hijos el dinero del seguro. La imagen del agua subiendo, próxima a ahogar a quien se encuentra hundido en ella, ilustra el modo en que empeora progresivamente su situación. Ahora que lo despidieron, Willy siente achicarse el espacio que el agua le está dejando para respirar: cada vez se hace más difícil su existencia, cada vez se presenta más cercana para él la idea de la muerte, y sus hijos lo saben.

Ambos hijos saben sobre el plan suicida de Willy pero no parecen tener el mismo nivel de preocupación al respecto. Si a lo largo de la obra se desarrolló más bien el vínculo entre Biff y Willy, aquí se hace visible, también, la relación que Happy tiene con su padre. El muchacho se muestra desde el principio de la noche mucho más interesado en las mujeres que en Willy: aunque se suponía que cenarían los tres en familia, Happy le pide a la señorita Forsythe que invite a una amiga. Biff, quien tiene difícil la relación con su padre, es sin embargo quien más empatía siente por él, y la preocupación por Willy hace que él no tenga interés en las jóvenes que Happy quiere presentarle. De hecho, cuando una de ellas osa reírse del señor Loman, Biff se ofende: “Un príncipe acaba de pasar ante usted, señorita Forsythe. Un príncipe admirable y afligido. Un príncipe muy trabajador que no ha sido apreciado. Un amigo, ¿comprende? Un buen compañero. Siempre desviviéndose por sus hijos” (p.170). El muchacho, al contrario de Happy, parece tener una honda lealtad por un hombre con el cual, sin embargo, no puede dejar de pelear. Biff se desespera en tanto registra que su hermano no se preocupa por el bienestar de su padre:

BIFF: Te importa un bledo, lo noto. (Se saca del bolsillo el tubo de goma enrollado y lo pone sobre la mesa, delante de Happy.) Mira lo que he encontrado en el sótano. Por el amor de Dios, ¿cómo puedes permitir que esto continúe?

HAPPY: ¿Yo? ¿Quién es el que se marcha? ¿Quién se larga y…?

BIFF: Sí, pero él no significa nada para ti. Tú puedes ayudarle…, ¡yo no! ¿No entiendes de qué te hablo? Va a suicidarse, ¿no lo sabes?

(p.170)

Biff le recrimina a Happy que él, pudiendo ayudarlo, no lo haga. En este contexto, es posible entender que la ayuda de la que habla Biff es económica: según se dijo anteriormente, Happy tiene relativo éxito laboral y, por lo tanto, podría ayudar a un padre cuya situación se ve cada vez más difícil. Pero el “poder ayudar” que profiere Biff también puede estar refiriendo a otra cuestión, más ligada al afecto: “¡Ayúdale, Hap! ¡Por Dios…, ayúdale…, ayúdame, ayúdame, no soporto mirarle a la cara!” (p.170). La relación entre Biff y Willy es demasiado complicada como para que uno pueda servirle de real ayuda a otro, y eso se corresponde con aquella situación de Boston que aparecerá en el escenario instantes después. Pero lo que pareciera proponer la obra aquí es que el vínculo entre Happy y su padre también está, al menos para el muchacho, pleno de padecimientos, tristeza y frustración, o al menos así lo estuvo durante la adolescencia de Happy y ahora, de adulto, elige directamente desentenderse del vínculo:

LETTA: ¿No quieres darle a vuestro padre…?

HAPPY: No es mi padre, es sólo un conocido. ¡Vamos, encanto, alcancemos a Biff y lo pasaremos en grande!

(p.170)

En escenas anteriores, aquellas que reflejaban el pasado, el foco de Willy se situaba siempre en Biff, en sus partidos, en sus habilidades, tanto en el deporte como con las mujeres. A un costado, aparecía siempre Happy adolescente, intentando llamar tímidamente la atención de su padre, intentando hacerle notar que había perdido peso y que se estaba entrenando tanto como Biff. Willy no respondía nunca a sus pedidos de atención: solo tenía ojos para Biff, y ahora el Happy adulto no puede olvidar esa diferencia, esa hostilidad, y, por lo tanto, ahora no puede ayudar realmente a un padre que lo ignoró y lo dejó a la sombra de su hermano para siempre.

La escena del hotel en Boston aparece como un flashback motivado por la imaginación de Willy. La culpa que él siente por el fracaso de Biff lo lleva al momento del quiebre, a la escena después de la cual Biff abandonó sus estudios y su futuro. El adolescente Biff fue en busca de su padre apenas se vio en apuros: hasta ese momento, Willy era para su hijo el hombre que podía arreglarlo todo. Sin embargo, lo que encuentra allí es una decepción: su padre le miente, a él y a su madre, y mantiene relaciones con otras mujeres cuando está de viaje. El secreto que conservan Biff y Willy es la infidelidad de este último, que para el adolescente pesa como una enorme traición que quita toda respetabilidad al hombre que se erigía como figura de admiración:

WILLY: Ella no significa nada para mí, Biff. Me sentía solo, terriblemente solo.

BIFF: ¡Le has dado las medias de mamá! (Llorando, se levanta para marcharse).

(p.174)

El símbolo de las medias encuentra su origen referencial en esta escena. Willy no soporta ver a su esposa zurcir medias, en tanto el elemento le recuerda su infidelidad tanto como el reproche de su hijo: Linda debería haber sido la destinataria de las medias que Willy podía regalar, en lugar de estar cosiendo medias viejas constantemente.

A partir de encontrar a su padre en una realidad inesperada, distante de la que él representaba en la casa, el gran faro en la vida de Biff cae y el muchacho queda sin saber hacia dónde dirigirse: renuncia a todo aquello para lo cual su padre lo entrenó durante años. Decide no ir a la escuela de verano y no graduarse, primer paso en una larga cadena de fracasos.

El adolescente Biff deja a Willy arrodillado en el suelo, solo, tal como el Biff adulto deja a su padre en el restorán. La escena adquiere un tono trágico, triste, en tanto el mozo debe levantar al protagonista del suelo y comunicarle que sus hijos se retiraron. Al final de esta escena se desenvuelve otro elemento simbólico: “He de comprar unas semillas enseguida. No tengo nada plantado. No me crece nada en ese suelo” (p.175), dice Willy al retirarse del restorán. Willy Loman, enfrentado a una realidad en la cual nada resultó como esperaba, un presente que no da cosechas, se empecina en comprar semillas para plantar en su jardín. Él persiste en su voluntad de plantar, a pesar de que el “suelo” no parece muy fértil: en ese suelo, en esa casa crió a dos hijos que no logran encontrar un camino que los haga felices, y en ese mismo lugar vive él, ya marchito. La voluntad del protagonista es simbólica: busca conseguir algo permanente, tangible, algo que crezca como corresponde. No lo logró con sus hijos ni con su profesión, así que intentará hacerlo con plantas.