La vuelta al mundo en ochenta días

La vuelta al mundo en ochenta días Temas

El Imperio británico

Escrita en el siglo XIX, en el apogeo de la colonización británica, esta novela hace resonar temas vinculados al imperialismo y a la influencia occidental en el resto del mundo. El Imperio británico en la época victoriana se encontraba en su apogeo: su grandeza se extendía por los cinco continentes. En la obra de Verne, Fogg viaja a través del mundo pero, puntualmente, realiza su viaje atravesando en su mayoría colonias británicas, en trenes y barcos británicos.

Por otra parte, el detective Fix es capaz de perseguir a Fogg durante tanto tiempo precisamente porque muchos de los territorios en los que aquel se aventura son de dominio británico. Así, la orden de arresto persigue a los viajeros telegráficamente de colonia en colonia.

Lugares como India y Hong Kong muestran en gran medida los efectos de la colonización: mezclados con culturas y costumbres nativas hay constantemente rastros de influencia inglesa y esto es, inclusive, muchas veces tema de conversación de los viajeros. Ellos, al comparar culturas, hablan con insistencia de Inglaterra y sus costumbres, y se infiere que, según ellos, el papel de la colonización es el de ayudar a otros países a consolidarse y “civilizarse”.

Los vínculos afectivos

Antes de su viaje alrededor del mundo, Fogg vive una vida solitaria. Se cierra a los demás y se preocupa poco por el modo en que otras personas lo perciben. Sin embargo, al final del viaje, reconoce la importancia de las conexiones humanas, tanto bajo la forma del amor conyugal, como con Aída, como bajo la forma de la amistad y la lealtad, como con Passepartout. Por encima de todo, esta nueva comprensión es lo más grande que ha ganado Fogg en este viaje.

En el viaje en sí, nada se ha ganado (ni perdido) en términos económicos. Es decir, la apuesta solo viene a saldar los gastos. Además, es un viaje en el cual no se han detenido a interactuar más de lo necesario con el entorno. Lo que deja claro Fogg es que la ganancia es Aída y el vínculo amoroso que ellos entablan, dando cuenta de la relevancia de este aspecto en la novela.

La perseverancia

Si hay algo que emparenta a dos personajes tan disímiles como Fix y Fogg es su perseverancia. La vuelta al mundo en ochenta días es un relato de perseverancia. Podríamos decir, incluso, que se trarta de la perseverancia por la perseverancia misma, al menos en el caso de Fogg, ya que no está claro qué se busca ganar dando la vuelta al mundo en exactamente ochenta días, más que el hecho de probar lo dicho y su tenacidad en una mesa de juego.

La perseverancia en un caso tan irrisorio como este hace que la percepción que se tiene del Sr. Fogg sea la de un hombre extraño, que roza la locura. Nadie cree en principio que pueda lograr su hazaña; una sorpresa es que siquiera lo intente, y la sorpresa mayor (a ojos de Fix y de Passepartout) es el modo en que insiste, a pesar de los complicados obstáculos que se les presentan, en seguir adelante.

La determinación de Fix tiene que ver, por el contrario, con el sentido de la justicia. Fix está convencido de que Fogg es el ladrón del banco y no se detendrá hasta capturarlo, inclusive si tiene que dar la vuelta al mundo tras él. Aún así, el detective es un hombre justo; no lo motiva la terquedad, como podría pensarse. A la hora de darse cuenta de que cometió un error, no duda un segundo en enmendarlo.

El tiempo

El tema más sobresaliente de esta novela es el tiempo. La apuesta de Fogg a sus compañeros del Reform Club es una carrera contra el tiempo, y sus aventuras ilustran repetidamente que el tiempo es inconstante y trabaja a favor o en contra de ellos.

En muchos casos, el tiempo frustra los planes de los protagonistas, cuando los retrasos se acumulan y los barcos y los trenes parten sin el grupo. Pero al final del texto, por el otro lado, el tiempo parece premiar a Fogg. No obstante, en realidad el tiempo es siempre el mismo. Es la percepción la que varía; es el movimiento de los personajes el que genera aciertos y contratiempos; es la mala lectura del tiempo por parte de los viajeros la que hace que pase inadvertida esta posibilidad de ganar un día a lo largo de todo el viaje.

El mensaje, contundente, es que nadie puede controlar el tiempo. Este tiene su propia lógica inamovible, y los hombres están a su merced.

El honor

Aunque tiene la oportunidad de duplicar su fortuna, la motivación de Fogg para embarcarse en una aventura tan loca tiene poco que ver con el dinero. En cambio, quiere preservar su honor y demostrar su valía a los hombres del Reform Club, para demostrar que puede hacer lo que se propone hacer. Fogg gasta casi todo su dinero en el camino, demostrando que las riquezas no son lo que realmente busca. Para Phileas Fogg, el honor es más importante que el dinero; cierta demostración de tenacidad, de fiereza.

Ni siquiera Fix, el detective que persigue a Fogg por el mundo, es inmune a su carácter honorable. Fogg lo invita a viajar con ellos, a comer, a comprarse un traje en Estados Unidos. Luego, apenas se entera de que Fogg es inocente, corre a la cárcel a avisarle para que pueda ganar su apuesta.

Los avances científicos y técnicos

Verne detenta una curiosidad que podemos llamar “universal”, pero, sobre todo, da cuenta de una gran curiosidad por los avances científicos de la época. Uno de los disparadores para la composición de La vuelta al mundo en ochenta días es la discusión que se llevaba a cabo por los mismos años en el mundo con respecto a dos avances técnicos cruciales para el transporte de pasajeros y mercadería en el mundo: la apertura del canal de Suez y el túnel de Montseny en los Alpes. Estos dos eventos aceleran el tiempo en que una persona puede dar la vuelta al mundo. Además, si nos situamos ciento cincuenta años atrás, no es tan mundano o evidente decir que, viajando hacia el oeste, una persona puede ganar un día de tiempo.

Estos tres asuntos son solo la punta del iceberg del interés de Verne por los avances técnicos y científicos: en la novela son innumerables las explicaciones sobre el funcionamiento de la navegación, los trenes, la organización general del transporte mundial. La libido de nuestro personaje principal está completamente volcada hacia una misión que le permite hacer uso de estos avances y de sus propios conocimientos: el avance tecnológico es, en La vuelta al mundo en ochenta días, una muestra de la genialidad del hombre. Hay aún en estos textos una mirada esperanzadora sobre este asunto, en contrapartida a los textos tardíos del mismo autor, en los que esa esperanza se pierde.

El dinero

A pesar de que Phileas Fogg es un hombre acaudalado, no parece por un solo minuto disfrutar de su dinero. Del dinero disfruta Passepartout, así como del viaje. Es Passepartout quien se viste, bebe, fuma opio y come como un duque a lo largo de la travesía por el mundo. Pero es también el criado quien parece entender mejor que nadie que no es el dinero lo que hace la felicidad.

Fogg es un hombre especialmente generoso, eso no puede negarse. En todo momento el dinero está puesto al servicio del grupo en su totalidad y no duda en invertirlo en hazañas como rescatar a Aída o compensar a un muy buen precio (un elefante) el coraje del guía parsi en este rescate.

En el caso de Phileas Fogg, el dinero es un medio para un fin. Hace la vida más cómoda, por supuesto, pero sobre todo es el atajo más utilizado para lograr sus objetivos. Esta representación del dinero le es fiel a su naturaleza: efectivamente, el dinero en sí mismo no tiene mayor valor que el de ser una abstracción mediante la cual conseguimos las cosas rápidamente.