La vuelta al mundo en ochenta días

La vuelta al mundo en ochenta días Citas y Análisis

“¿Era rico Phileas Fogg? Evidentemente. De qué manera había logrado su fortuna, ni los mejor informados eran capaces de decirlo, y para saberlo, el último a quien convenía apelar era a mister Fogg”.

Narrador, Capítulo I, p.8

El misterio de la procedencia del dinero de Phileas Fogg es, a lo largo de todo el libro, el motor principal de las sospechas del detective Fix y, por consiguiente, del lector. Por más simpatías que Fogg despierte, esta duda que se instala apenas comienza la historia no se resuelve, y nos mantiene en un terreno ambiguo con respecto al protagonista (que podría ser un ladrón), Passepartout (que podría estar defendiendo fervientemente a un delincuente) y Fix (que podría, finalmente, estar en lo cierto).

“¡No me desagrada! ¡Encontré lo que estaba buscando! Nos entenderemos perfectamente mister Fogg y yo ¡Un hombre hogareño y disciplinado! ¡Una verdadera máquina! No me disgusta servir a una máquina!"

Passepartout, Capítulo II, p.16

Passepartout se encuentra en la casa, festejando el hecho de que ha conseguido un trabajo de la más absoluta estabilidad, con un amo descrito como una máquina, cosa que agrada al criado. Mientras tanto, cerca de la casa, y de forma tal que el lector lo percibe como una ironía dramática, mister Fogg está en el Reform Club sellando la apuesta que cambiará sus vidas para siempre. Esta es una de las tantas escenas compuestas por Verne con cierta picardía, ya que refuerza lo vertiginoso del retorno de Fogg a casa para empacar a toda velocidad y sorprender a Passepartout, que se ve envuelto en la aventura más inesperada.

“Un buen inglés nunca bromea cuando se trata de algo tan formal como una apuesta -objetó Phileas Fogg. -Apuesto veinte mil libras contra quien se anime, que yo doy la vuelta al mundo en ochenta días, o menos, sean mil novecientas veinte horas o ciento quince mil doscientos minutos. ¿Aceptan?”

Phileas Fogg, Capítulo III, p.22

La apuesta es la línea de largada de la aventura que se narra en La vuelta al mundo en ochenta días. Con la sencillez con que se apuestan 20.000 libras esterlinas, Phileas Fogg inicia el viaje. La especificación de la cantidad de horas y minutos nos da la pauta de lo minucioso que será a lo largo de todo el texto y de lo precisa que es la apuesta. Ochenta días, ni un minuto más, ni un minuto menos, es lo que tendrán amo y criado para recorrer el mundo.

“El pobre muchacho, ora lanzado hacia el cuello del elefante, ora hacia las ancas, daba volteretas como un clown sobre el trampolín; pero entre sus saltos de carpa carcajeaba y bromeaba, sacando cada tanto un terrón de azúcar, que el lúcido Kiouni tomaba con la trompa, sin interrumpir ni por un momento su trote regular”.

Narrador, Capítulo XII, p.69

Ya en el primer capítulo se compara a Passepartout con dos famosos trapecistas franceses, Leotard y Blondín (p.10). En esta escena viajan los aventureros en elefante, junto a sir Francis Cromarty. Passepartout es como un niño que disfruta de cuanto descubrimiento hace en el viaje, en este caso, el elefante. Esta actitud, traviesa e inocente, contrasta con la de Fogg, que se mantiene impasible ante las eventualidades.

Además, las sugerencias de que Passepartout tiene algo de trapecista o clown desembocan, más adelante, en su participación como trapecista con la Compañía de las Narices Largas en Hong Kong.

“Junto a la estatua [de la Diosa Kahli] se movía y sacudía, en convulsiones, un grupo de faquires, listados con banderas de ocre, repletos de graves tajos que goteaban sangre, enloquecidos cretinos que en la ceremonias se arrojaban aun bajo las ruedas del carro de Jaggernaut”.

Narrador, Capítulo XII, p.73

Lo que emparenta a la novela de aventuras con el relato de viajes son, por supuesto, las descripciones de costumbres, personas y lugares. La descripción es muy importante en el texto, ya que nos sitúa en parajes exóticos de los cuales necesitamos una representación más o menos precisa. Son llamativas las descripciones de Verne, dado que escenifica con lujo de detalles lugares en los que jamás estuvo.

Las descripciones de la India, además, tienen un tono que las vincula con uno de los temas de la novela: el imperialismo. En este caso, reconocemos la mirada imperialista y eurocéntrica sobre las costumbres exóticas de la India. Los parsis, los faquires, adoradores de dioses ignotos para el lector occidental, son descritos como un otro incomprensible y monstruoso que debe ser “civilizado”.

"-¡Es usted entonces un hombre de corazón! -dijo sir Francis Cromarty.

-En ocasiones -respondió escuetamente Phileas Fogg-, cuando me sobra tiempo".

Sir Francis Cromarty y Phileas Fogg, Capítulo XII, p.75

Fogg sufre una gran transformación en su travesía. En este punto, promediando la mitad de la aventura, Fogg ha demostrado tener sentimientos y ser capaz de frenar su viaje, único objetivo explícito en su vida por lo que conocemos, para rescatar de la muerte a una mujer atrapada en una situación injusta. Aun así, la transformación no es total. Ante el comentario de Cromarty con respecto a ser un hombre de corazón, Fogg responde con hermetismo.

“-Su reloj está atrasado- respondió Fix.

-¡Mi reloj! ¡Un reloj de familia que procede de mi bisabuelo! No desacierta ni cinco minutos al año ¡Es un verdadero cronómetro!

-Y yo veo que lo es -respondió Fix-. Ha mantenido la hora de Londres, que va atrasada unas dos horas con la de Suez. Es preciso que tenga la precaución de poner su reloj con el mediodía de cada país”.

Fox y Passepartout, Capítulo VIII, p.44

Fix es el primero de varios en indicar a Passepartout que su reloj está atrasado con respecto al horario de Londres. Estas indicaciones serán un indicio de que hay algo clave con respecto al tiempo en la novela. El reloj del criado es un objeto simbólico en este sentido.

“Por fin el patrón John Bunsby se deslizó mar afuera, y tomando el viento con cangreja, mesana y foques, avanzó ondulando sobre las aguas”.

Narrador, Capítulo XX, p.134

Julio Verne utiliza lenguaje preciso con respecto a lo que describe, pero sobre todo lo hace con respecto a la navegación. El vocabulario amplio que el texto despliega con respecto al mar y a la navegación puede, inclusive, detener por un momento al lector inexperto. En este caso, ni "cangreja" (vela con forma trapezoidal), ni "mesana" (palo más cercano a la popa en un barco de tres mástiles) ni "foques" (vela triangular) son palabras usuales, sino propias de la náutica. Recordemos que Verne fue marinero y tuvo, él mismo, un barco con el que navegó por el Mediterráneo y el Atlántico.

“Y pasaron como un relámpago. Nadie alcanzo a percibir el puente. El tren saltó, por decirlo así, de una orilla a la otra, y el maquinista no pudo detener su máquina desenfrenada sino a cinco millas más allá de la estación. Pero ni bien había pasado el tren, el puente, terminantemente arruinado, se desplomó estrepitosamente sobre el Medicine Bow”.

Narrador, Capítulo XXVIII, p.197

La acción en la novela de aventuras es, muchas veces, como en este caso, hiperbólica. El relato no deja de ser verosímil, por supuesto, pero los obstáculos cada vez más grandes se nos presentan como exagerados, y las soluciones a esos problemas son muchas veces más exageradas aún.

“Mistress Aída se había apartado a un cuarto de la estación, y allí sola esperó, pensando en Phileas Fogg, en su sencilla y gentil generosidad y en su sereno valor. Mister Fogg había sacrificado su fortuna, y ahora ponía en juego su vida, sin la más mínima vacilación, por deber y sin hacer gala. Phileas era un héroe ante ella”.

Narrador, Capítulo XXX, p.209

Aída comienza a tener sentimientos que exceden la gratitud para con Fogg. Muchas veces en la literatura de Verne las mujeres se presentan como estas figuras frágiles y en peligro que deben ser rescatadas. Hay algo en el relato de aventuras de Verne que se arrastra desde la génesis del relato de aventuras en el Medioevo, que es el motivo del rescate de la dama en peligro. El amor de Aída se forma por lo mismo que la admiración de los demás hacia Fogg: su honorabilidad y su carácter heroico.