La vuelta al mundo en ochenta días

La vuelta al mundo en ochenta días Resumen y Análisis Capítulos I-V

Resumen

Phileas Fogg es un hombre rico que vive en una gran mansión, en Londres, junto a su criado. Su vida social es muy reducida y sus rutinas están impecablemente cronometradas. Es miembro del Reform Club, un club privado de Londres para caballeros al cual concurre siempre en el mismo horario a jugar whist. A pesar de que sus compañeros de juego saben que Fogg no ha salido de Londres en años, parece conocer el mundo a la perfección, según sus relatos.

El relato comienza con la llegada de un nuevo criado francés, Jean Passepartout, que viene a reemplazar al anterior. Passepartout busca un trabajo plácido, tranquilo, rutinario, sin sobresaltos. Al llegar a la casa de Phileas Fogg, siente que toca el cielo con las manos. Es exactamente lo que buscaba. Entusiasmado, mira alrededor y no ve la hora de comenzar a trabajar.

A las once y media de la mañana del primer día de trabajo del criado francés, mister Fogg se dirige al Reform Club a jugar whist. Desayuna y conversa con los otros miembros del club sobre el caso policial que conmueve a todo Londres: cincuenta y cinco mil libras fueron robadas del Banco de Inglaterra. Según el Daily Telegraph, el periódico popular de la época, el ladrón es un hombre que aparenta ser un caballero y no un ladrón profesional. Además, se enfatiza en que se trató del robo de un solo hombre, no de una banda.

Los caballeros se preguntan en la mesa del club qué tan lejos habrá llegado el ladrón. Mister Fogg comenta que el mundo, con el avance del transporte, se ha vuelto pequeño; un hombre puede moverse por el mundo entero más rápido que nunca. Refiriéndose a una estimación del Daily Telegraph, el mundo puede recorrerse en ochenta días. Los hombres dicen que esta estimación no tiene en cuenta el clima o los imprevistos que pueden surgir en un viaje, como accidentes en los ferrocarriles o naufragios. Mister Fogg dice no estar de acuerdo, a lo cual el Sr. Stuart, desafiante, le responde que le gustaría ver cómo él mismo da la vuelta al mundo en ochenta días, y le sugiere apostar cuatro mil libras. Sereno, el mister Fogg acepta, y levanta la apuesta a veinte mil libras. Los hombres se dan cuenta de que Phileas Fogg no está bromeando y aceptan. Se firma un acta y terminan de jugar la mano de whist.

Mister Fogg regresa a casa para informarle a Passepartout que los dos darán la vuelta al mundo. Passepartout no puede creer lo que escucha: finalmente había conseguido un trabajo rutinario y sereno. Pero hay algo de su amo que lo atrae a la idea de tener una aventura. Aún así, internamente Passepartout tampoco cree que puedan hacer semejante viaje en ochenta días.

Empacan solo mochilas de mano; misterFogg dice que comprarán todo lo que necesiten mientras viajan. Sin embargo, cuando dejan la casa, Passepartout se da cuenta de que dejó el calentador de gas encendido en su habitación. Como no puede retrasar a su amo volviendo a apagarlo, misterFogg le dice que, cuando regresen de su viaje, el dinero gastado por haberlo dejado prendido durante tanto tiempo será deducido del salario de Passepartout.

La noticia de la partida de mister Fogg se difunde rápidamente por todo Londres. Los periódicos la cubren y la gente hace apuestas informales a favor y en contra del extraño caballero. Sin embargo, de repente, el comisario de policía de Londres recibe un telegrama en el que se acusa a Phileas Fogg de ser el hombre que robó el Banco de Inglaterra. Tiene sentido, dada la naturaleza solitaria de Phileas Fogg y su prisa por salir de Inglaterra y cruzar el mundo.

Análisis

Al leer este libro desde nuestro mundo moderno, es importante recordar cuándo fue escrito. La vuelta al mundo en ochenta días se publicó en 1873; la acción tiene lugar en esos años, en la ciudad de Londres. Aquella época es conocida como “época victoriana” en referencia al reinado de Victoria, y es considerada el momento cúlmine de la Revolución Industrial en Inglaterra. Estos años se caracterizan por la expansión del ferrocarril, no solo por Gran Bretaña, sino también a través de sus colonias, y la máquina a vapor, utilizada tanto en la industria como en los transportes marítimo y terrestre.

Todos estos avances transformaron el mundo y lo empequeñecieron: la apertura del canal de Suez, el ferrocarril del Pacífico en Estados Unidos o el Transiberiano en Asia acortaron las distancias, al igual que el túnel de Montseny en los Alpes. Los nuevos medios de comunicación de masas dieron noticias detalladas de estos progresos. Julio Verne, por su parte, era un lector compulsivo de publicaciones científicas. Siempre estuvo al tanto de las innovaciones tecnológicas de su época y, a pesar de no haber salido tanto como podríamos creer de Francia -solo conoció la costa atlántica, el Mediterráneo y Estados Unidos-, tenía un gran conocimiento de geografía.

La época victoriana fue muy conocida también por la exacerbación de cierto carácter aristocrático de su alta sociedad; el refinamiento era una ocupación de cada día. Proliferaron los clubes de alta sociedad y las publicaciones sociales al respecto. La participación en estos clubes, como el Reform Club, era una aspiración de muchos ingleses.

Después de conocer un poco este contexto histórico, es fácil tomar notas de elementos de la sociedad victoriana en esta novela. Mister Fogg es parte de un club de caballeros de alto nivel que constantemente intentan fisgonear en su vida social para comprenderlo mejor. Como sabemos inmediatamente, Fogg es un personaje bastante particular en la sociedad londinense.

Las demostraciones ostentosas de riqueza son aquí moneda corriente. Los miembros del Reform Club, incluido Phileas Fogg, encuentran una gracia en la idea de apostar mucho dinero en un viaje alrededor del mundo. Pensemos que veinte mil libras esterlinas en 1873 son 1,6 millones de libras, aproximadamente, al día de hoy, es decir, unos 2,5 millones de dólares estadounidenses. No debemos perder de vista, con este dato, el carácter hiperbólico de esta apuesta.

El primer capítulo presenta inmediatamente a Phileas Fogg como un hombre rico, misterioso y solitario: “¿Era rico Phileas Fogg? Evidentemente. De qué manera había logrado su fortuna, ni los mejor informados eran capaces de decirlo, y para saberlo, el último a quien convenía apelar era a mister Fogg” (p.8). El libro está narrado en tercera persona, y nuestro conocimiento sobre los pensamientos, las emociones y los sentimientos de los personajes es muy limitado. Este hecho fomenta alternadamente la curiosidad y la sospecha sobre Fogg. Phileas Fogg parece estar orgulloso de pertenecer al Reform Club y, sin embargo, pasa la mayor parte del tiempo solo. A pesar de que la historia se centra principalmente en él, el narrador todavía hace que sea muy difícil para los lectores entrar en la mente de Fogg inclusive a través de sus acciones. Lo mismo le ocurre a los otros personajes de la historia, que tampoco parecen comprender realmente a Fogg, ya que es un personaje silencioso y rutinario.

El sirviente Passepartout, por otro lado, en muchos sentidos sirve como contraste de mister Fogg. Diremos que actúa como un “florete”. Un florete es un personaje que muestra características opuestas en comparación con otro personaje, lo que acentúa ciertas cualidades sobre el personaje principal. Pensemos que, por un lado, Passepartout es cálido y entusiasta, mientras que mister Fogg es serio y solitario. Esto convierte al criado en un candidato perfecto para ser el compañero de viaje de mister Fogg; exacerba la personalidad de este último mientras viajan juntos por el mundo. De una manera extraña, ambos reflejan el equipo convencional de superhéroe y alias o cómplice, muy propio del relato de aventuras. En estos apartados se compara al señor inglés que es Fogg con “Byron” (p.7) y, por contraste, a Passepartout con “Leotard” (p.10) y “Blondín” (p.10), ambos acróbatas franceses. Cabe retener estos símiles, que cobran peso a medida que avanza el texto.

En esta primera parte nos encontramos con una ironía dramática llena de comicidad: mientras Passepartout está feliz de haber dado con un amo hogareño, tranquilo y rutinario, mister Fogg está en el Reform Club haciendo una apuesta que cambiará sus vidas. Dice Passepartout: “¡No me desagrada! ¡Encontré lo que estaba buscando! Nos entenderemos perfectamente mister Fogg y yo ¡Un hombre hogareño y disciplinado! ¡Una verdadera máquina! No me disgusta servir a una máquina!” (p.16). La alegría del criado por su primer día de trabajo en una casa monótona y maquínica como un reloj contrasta con lo que sucede en el capítulo siguiente: Fogg llega a la casa y da la orden de empacar para dar la vuelta al mundo.

El título del libro da pistas a los lectores: esta es una historia sobre un viaje. A pesar de que La vuelta al mundo en ochenta días es ante todo un relato de aventuras, no debemos perder de vista que comparte muchas características del relato de viajes. Las historias sobre viajes, misiones y travesías tienen un propósito muy específico en la literatura. ¿Qué suele pasar con los personajes que se embarcan en viajes largos? Cambian o se transforman de alguna manera, aprenden muchas lecciones y retornan como alguien diferente a la persona que eran cuando se fueron. Veremos más adelante de qué modo opera esto sobre los personajes de esta novela en particular.

En el capítulo V encontramos suspenso y un presagio: habrá grandes problemas a lo largo del viaje vinculados a esta sospecha de robo. Este final de capítulo deja al lector preguntándose si Phileas Fogg es realmente el ladrón de bancos, ya que el análisis del comisionado de policía de la acusación parece razonable, y lo que sabemos de Fogg a través del narrador no difiere de la información que tiene el detective Fix.