La vuelta al mundo en ochenta días

La vuelta al mundo en ochenta días Resumen y Análisis Capítulos XXXII-XXXVII

Resumen

Llegado este punto en que los obstáculos son cada vez más grandes y el tiempo, cada vez más escaso, parece que toda esperanza está perdida. Ninguno de los otros vapores podría llevar a Fogg a Inglaterra a tiempo. Passepartout se culpa a sí mismo, como de costumbre, y se siente angustiado. Mister Fogg solo dice que hablarán sobre el mejor curso de acción al día siguiente, y los lleva a todos a un hotel para pasar la noche.

Fogg busca en el puerto, y finalmente encuentra un barco comercial. Se pone inmediatamente a hablar con su capitán. Este, llamado Speedy, le dice que el barco se dirige a Burdeos y de ningún modo cambiará su rumbo; se niega rotundamente a llevarlos a Liverpool. Ninguna cantidad de dinero es suficiente para convencerlo. Mister Fogg, astuto, cambia de tono y en cambio le pide que los lleve a Burdeos por dos mil dólares cada uno. Eso es algo que el capitán puede aceptar. Fogg regresa al hotel para buscar al resto del grupo.

Cuando el barco pasa Long Island y entra en el Océano Atlántico, comienza a parecer que el propio Fogg es ahora el capitán: esto se da porque, tan pronto como Fogg sube a bordo, soborna a la tripulación para que se unan a él. Entonces, encarcelan ellos mismos al capitán Speedy en su camarote y ponen el barco en dirección a Liverpool. Fogg maneja como un experto la embarcación. El barco avanza a buen ritmo y Passepartout está encantado con la brillantez de su amo, que parece haber sido marinero en otro momento de su vida. Fix, sin embargo, está extremadamente sorprendido por toda la situación, y asume que Fogg en realidad está dirigiendo la nave hacia algún lugar donde él, como ladrón, estará a salvo.

Más adelante, una tormenta azota la embarcación durante dos días, pero Fogg avanza de igual modo. Sin embargo, el viaje se complica aún más cuando el ingeniero del barco viene a decirle a Fogg que no tienen suficiente carbón para llegar a Liverpool a todo vapor, como están yendo. Fogg les dice entonces que mantengan igualmente el carbón encendido al máximo, y cuando está a punto de agotarse, llama al Capitán Speedy de nuevo a cubierta y se ofrece a comprar el barco para poder quemar partes y, de ese modo, mantener los motores en funcionamiento. Le ofrece sesenta mil dólares y, aunque sorprendido, Speedy los acepta, ya que el barco es viejo y aún le quedarán partes después de que Fogg termine con él. Fogg explica que puede perder veinte mil libras si no regresa a Londres dentro de unos días. Speedy todavía está asombrado, pero le hace a Fogg el mayor cumplido que desde su punto de vista puede ofrecer: le dice que tiene algo de yankee en él.

Los marineros queman suficiente madera del barco para llegar a Queenstown, Irlanda, y desde allí tomar un tren a Dublín. Allí se proponen abordar barcos rápidos destinados al correo, que los llevan a Liverpool doce horas más rápido de lo que lo haría el vapor. Sin embargo, tan pronto como llegan allí, Fix saca la orden que llevaba consigo y arresta a Fogg en nombre de la reina Victoria.

Fogg está en la Aduana, encarcelado, y Passepartout y Aída se encuentran consternados. Aunque seguramente ha perdido su apuesta, Fogg, sentado en la Aduana, permanece tranquilo. Mientras está allí, se da cuenta de que, si se sube a un tren expreso de inmediato, podría llegar a Londres a tiempo. Pasa otra hora y media de espera, y de repente la puerta se abre y Fix, Passepartout y Aída corren hacia él. Fix, sin aliento, dice que hubo un malentendido y que el verdadero ladrón fue arrestado hace tres días. Fogg es libre.

El tren expreso más reciente acaba de salir, pero Fogg encarga un tren especial con una oferta para recompensar al ingeniero por llevarlo a Londres. El viaje podría haberse completado a tiempo sobre rieles despejados en todo momento, pero las demoras forzadas hacen que Fogg llegue a la estación de Londres después de haber perdido su apuesta por tan solo cinco minutos.

Fogg regresa en silencio a su casa y se da cuenta de que está arruinado económicamente. Se prepara una habitación para Aída en su casa. Passepartout, preocupado, vigila de cerca a su maestro para asegurarse de que esté bien, y se pregunta por qué este no lo maldice, ya que causó tantos retrasos en el camino. Le dice a Aída que debería hablar con él, pero ella no sabe qué tipo de influencia podría tener.

Fogg se queda en casa todo el día por primera vez. Siente que no tiene ningún sentido ir al Reform Club. Esa noche, decide que debe hablar con Aída y se encuentra solo con ella. Le pide que la perdone por llevarla a Inglaterra, porque cuando la rescató era rico y tenía una fortuna que podía usar para mantenerla a salvo y proporcionarle comodidad. Ahora, sin embargo, se encuentra en la más absoluta ruina. En cambio, Aída le pide que la perdone por seguirlo y posiblemente retrasarlo.

Ella le pregunta qué hará ahora, y comienza a sugerirle que busque ayuda en sus amigos y familiares. Fogg le dice, con calma, que no tiene ninguno; está solo. De repente, Aída se levanta, toma su mano y le pregunta si le gustaría tener una pariente y una amiga al mismo tiempo, es decir, si la toma como esposa. Mister Fogg también se pone de pie, con cierta calidez en sus ojos, y le declara su amor a Aída. Convocan a Passepartout, que está eufórico por la noticia, y lo envían a notificar al reverendo Samuel Wilson para organizar una boda para el día siguiente, es decir, el lunes.

El capítulo XXXVI comienza con la recepción de la noticia de la resolución del robo. Después del arresto del verdadero ladrón de bancos, James Strand, todo Londres se dio cuenta de que Fogg realmente era un hombre honorable que buscaba cumplir con su apuesta de realizar un viaje alrededor del mundo. Todos esperan en suspenso para ver si logra llegar a tiempo. Los miembros del Reform Club están ansiosos y, a las ocho y veinte de la noche designada, cuando solo quedan veinte minutos en la apuesta, todo indica que no lo logrará. Reflexionan sobre si Fogg aparecerá o no, y se preguntan por qué nunca recibieron ningún telegrama de él en los últimos días. Sin embargo, de repente, en el último segundo antes de que se pierda la apuesta, Phileas Fogg irrumpe en el club.

El capítulo final retrocede en el tiempo para explicar cómo sucedió esto: Passepartout sale corriendo de la casa para hablar con el reverendo sobre la boda a las ocho y cinco de la noche. Cuando lo hace, se da cuenta, gracias al reverendo, de que el día siguiente no es lunes, sino domingo. Es decir, aún es sábado, por lo que Fogg está a tiempo de ganar la apuesta. Habían ganado un día sin darse cuenta al cruzar la Línea Internacional de Cambio de Fecha, por haber viajado constantemente hacia el este. Passepartout corre a casa, habla con su amo y Fogg se apresura al Reform Club justo a tiempo para ganar.

Fogg se casa con Aída dos días después. Passepartout comenta que, con todo esto en mente, podrían haber hecho la gira por el mundo en setenta y ocho días en lugar de ochenta. Fogg está de acuerdo, pero dice que valió la pena las demoras, porque así fue como conoció y salvó a su nueva esposa, Aída.

Análisis

Tal y como sucede en el resto del texto, aquí también aparece la caracterización de los estadounidenses como osados y determinados; corajudos pero, a veces, irracionales. De esto se trata el cumplido que le hace el capitán Speedy a Fogg cuando este le compra el barco y comienza a quemarlo: “Capitán Fogg, hay algo de yanqui en usted” (p.232).

Como en todo relato de aventura, en el que los obstáculos se vuelven cada vez mayores y la astucia de los aventureros se pone cada vez más a prueba, las hazañas de Fogg alcanzan su punto máximo en el viaje de Nueva York a Inglaterra: el soborno a los marineros que se amotinan, la compra del barco para quemarlo; el derroche extravagante con tal de alcanzar la meta. La sorpresa de Passepartout es la del lector. Poco sabemos del pasado de Fogg, pero ser marinero debe haber sido una de sus actividades antes de esta aventura, porque su manejo del barco es sorprendente. Tampoco parece ocultarlo; más bien Fogg es, a lo largo de todo el libro, un hombre concentrado en lo que se encuentra inmediatamente delante de él en lugar del pasado.

Esta es la hazaña moralmente cuestionable del libro. Aquí, al menos, se revela algo de su determinación a cumplir su objetivo como sea. Durante todo este tiempo, Fogg no ha cometido ilícitos; tan solo ha sido extravagante. A pesar de que su dinero puede compensar el hecho de haber robado el barco, es decir, puede comprárselo a Speedy, nada quita que, en primer lugar, lo ha robado. Soborno, motín, robo y encarcelamiento del capitán son, sin duda, delitos. La transformación de los personajes en la novela de aventuras, como venimos viendo hasta ahora, es uno de sus motivos principales. En el trayecto, nuestro héroe ha cambiado, como en las aventuras de Ulises en la Odisea, o como Robinson Crusoe. Ciertas pasiones asoman en Fogg acercándonos al clímax del texto, y se revela un costado de él que sorprende a todos: mister Fogg, el hombre recto y preciso como un cronómetro, el ejemplo de caballero londinense, es capaz de cometer un delito con tal de cumplir con su apuesta.

Cuando Fix arresta a Fogg, inmediatamente después de llegar a Inglaterra, su perseverancia da frutos y cumple con su deber. Sin embargo, la incertidumbre es clara: pasar tanto tiempo con Fogg mientras lo perseguía por el mundo lo ha ablandado ante este hombre extraño, y ya no está completamente seguro de su culpabilidad. Su respeto hacia Fogg se pone de manifiesto cuando, al enterarse de que es inocente, se apresura a comunicárselo y liberarlo cuanto antes para que pueda cumplir su objetivo.

Como mencionamos anteriormente, ha habido un motivo frecuente a lo largo de esta historia: el tiempo. En más de una ocasión, la conversación se ha centrado en el reloj de Passepartout y el hecho de que lo ha mantenido en la hora de Londres durante todo el viaje. El reloj fue, en todo momento, el indicador de que en el tiempo estaba la clave. El narrador ha dejado caer pistas de vez en cuando, a lo largo de la historia, al señalarlo con insistencia.

Volvamos por un momento a la transformación de los personajes propia del relato de viajes. Fogg, que supo estar separado de los demás por un muro emocional que erigió a su alrededor, por fin ha bajado la guardia. Enamorarse de Aída lo ablanda, y finalmente muestra una emoción concreta y conmovedora cuando declara que la ama, y ​​que ella fue lo más importante que obtuvo de este viaje. Es interesante el hecho de que Fogg necesitó recorrer todo el mundo alejándose de su tierra para obtener lo que podría haber estado allí: la sensación de cercanía con los demás. En Londres, Fogg había vivido una vida muy solitaria, a pesar de ser parte de un Club Social. En el transcurso de su alocado viaje alrededor del mundo, no solo se vincula con una mujer maravillosa que se convierte en su esposa, sino que también encuentra un compañero fiel en Passepartout, que le ha mostrado la máxima devoción. Para un hombre que calcula cada segundo de su existencia y pretende prever todo lo que va a ocurrir, Phileas Fogg pierde por completo todo control sobre lo que sucede en el final. Por una vez, otras personas en su vida se hacen cargo: Aída le propone matrimonio y es la primera en confesar su amor; Passepartout se da cuenta de que han llegado a su destino a tiempo y empuja a Fogg en un carruaje para llevarlo al club a cobrar la apuesta.

Entonces, finalmente, el destino juega un papel en un mundo constantemente bombardeado con tecnología y ciencia. El final de La vuelta al mundo en ochenta días sugiere que la vida tiene un poco más de lo que pensamos; que existen el amor, la amistad y la aventura. Sugiere también que no todo se puede calcular con precisión. Mister Fogg descubre, al final, que no son el arrojo y el honor sino las relaciones humanas las que nos definen y nos ayudan a ganar.