Harry Potter y la piedra filosofal

Harry Potter y la piedra filosofal Resumen y Análisis Capítulos 16-17

Resumen:

Harry rinde todos sus exámenes finales con éxito, a pesar de estar constantemente distraído por el asunto de Voldemort y la Piedra Filosofal. Su cicatriz arde con frecuencia, y sueña recurrentemente con una figura encapuchada chorreando sangre. Una vez que rinden el último examen, Ron y Hermione tratan de ayudar a Harry a relajarse confiando en que la Piedra está bien protegida. Sin embargo, Harry no puede quitarse de encima la sensación de que se está olvidando algo importante. Repentinamente, una noción lo golpea: si Hagrid es el único que sabe cómo neutralizar a Fluffy, el extraño regalo del huevo de dragón no puede haber sido una simple coincidencia.

Los tres niños se apresuran entonces hacia la cabaña del gigante para preguntarle a quién exactamente le ha ganado el huevo de dragón. Lo que es más importante, los tres niños descubren que Hagrid se había emborrachado y hablado de más con un extraño encapuchado, a quien ha llegado a decirle que Fluffy se duerme cuando oye música. Los tres niños ahora saben que Snape tiene la llave para llegar hasta la Piedra Filosofal, e inmediatamente vuelven al castillo para advertirle a Dumbledore. En su camino, los tres se cruzan con la Profesora Mcgonagall, quien les informa que Dumbledore ha dejado el castillo por el día. McGonagall desestima las advertencias de los niños sobre Snape y el robo de la Piedra Filosofal y los envía a disfrutar del buen clima fuera del castillo.

A pesar de que ningún profesor va a hacerles caso, Harry se niega a aceptar que Snape pueda obtener la Piedra Filosofal sin una pelea. Decide entonces que le correponde a él robarla esa misma noche. Incluso si lo expulsan por romper las reglas, no puede sentarse a mirar cómo Snape entrega la piedra a Voldemort para que este regrese a su forma humana y recupere su antiguo poder. Contagiados por esta pasión, Hermione y Ron juran ayudarlo en su empresa.

Esa noche, los tres niños se topan con Neville cuando están abandonando la sala común de Gryffindor. Neville no los deja pasar puesto que no quiere seguir perdiendo puntos, ni desea que sus amigos se metan en problemas. Por eso, Hermione usa una maldición paralizante en él. Cuando llegan al corredor prohibido del tercer piso, Harry toca la flauta que Hagrid le ha regalado para Navidad y logra dormir a Fluffy. Los tres niños entonces saltan por la puerta trampa y aterrizan sobre un nuevo obstáculo: una enredadera llamada Lazo del Diablo que comienza a estrangularlos. Hermione recuerda sus clases de herbología y usa fuego mágico para espantar a la planta con su luz y salvar a Harry y a Ron, que estaban comenzando a sofocarse.

El siguiente desafío que se les presenta es obtener la llave para abrir una puerta, entre las miles de llaves aladas que vuelan por toda la sala. Los niños usan las escobas voladoras que hay en la sala y Harry, excepcionalmente talentoso para ello, encuentra la llave correspondiente y logra cazarla. En la sala siguiente los niños se encuentran con un enorme tablero de ajedrez. Los tres deben tomar posiciones de fichas y ganar la partida para destrabar la puerta. Ron los dirige con éxito, aunque debe sacrificarse en una jugada arriesgada para que Harry pueda hacer jaque mate. Como consecuencia, Ron es golpeado por una pieza enemiga y queda inconsciente a un lado del tablero, por lo que Harry y Hermione continúan solos.

En el siguiente cuarto se encuentran con un acertijo: en una tabla hay siete botellas; una poción les permitirá avanzar al cuarto siguiente, mientras que otra los dejará regresar al cuarto anterior. Hermione desentraña el acertijo utilizando la lógica y descubre cuáles son las pociones para cada cosa. Sin embargo, de la poción que permite avanzar solo queda un sorbo, por lo que Harry lo toma y Hermione regresa para buscar a Dumbledore. Harry atraviesa las llamas que rodean la siguiente puerta, protegido por la poción, e, inesperadamente, del otro lado no se encuentra con Snape, sino con el Profesor Quirrel.

Quirrel atrapa inmediatamente a Harry con cuerdas mágicas y le explica que es él quien estuvo tratando de matarlo a lo largo del año. No solo hechizó su escoba para que lo derribara durante el partido de Quidditch, sino que también dejó entrar al troll en Halloween, y ha tratado de robar la Piedra Filosofal desde que Dumbledore la trajo a Hogwarts. Harry queda paralizado por esta revelación, particularmente porque significa que todo ese tiempo estuvo culpando a Snape por las acciones de Quirrel. Harry también comprende que Quirrel estuvo ayudando a Voldemort desde el principio y se culpa por no haberse dado cuenta de ello.

Quirrel está frente al espejo de Oesed: este es el desafío final que lo separa de la Piedra Filosofal. Quirrel observa el espejo y se ve sosteniendo la Piedra, pero no puede comprender cómo obtenerla realmente. Repentinamente, Harry siente una voz incorpórea que le dice a Quirrel que debe utilizar al niño para obtener la piedra. Quirrel entonces suelta a Harry y lo coloca frente al espejo, obligándolo a usarlo. Determinado a evitar que Voldemort obtenga la piedra, Harry miente y dice que se ve a sí mismo ganando la copa de las casas. En verdad, se ve sosteniendo la Piedra Filosofal y colocándola en su bolsillo. Acto seguido, siente un peso repentino y se da cuenta de que el espejo le ha entregado la Piedra, tal como se lo muestra.

La voz vuelve a hablar y ordena a Quirrel que lo deje cara a cara con Harry. Quirrel entonces desarma su turbante y muestra a Harry que el rostro de Voldemort emerge en su nuca. Demasiado débil para poseer un cuerpo propio, Voldemort ha estado utilizando el cuerpo de Quirrel para sobrevivir. Voldemort le dice a Harry que sabe que tiene la Piedra en su bolsillo, y que debería dársela antes de que lo maten. Como este se niega, Voldemort le ordena a Quirrel que agarre al muchacho y lo asesine. Quirrel intenta sujetarlo, pero sus manos se queman cada vez que entra en contacto con la piel de Harry. Al darse cuenta de esto, Harry presiona con sus manos el rostro de Quirrel y siente cómo este se quema con su tacto. Mientras los dos luchan en medio de los gritos de Voldemort, el dolor que Harry siente en su cicatriz se hace tan intenso que termina por desmayarse.

Harry se despiera en el hospital y Dumbledore está a su lado. Este le asegura que la Piedra Filosofal está a salvo de Voldemort. Cuando Dumbledore llegó a la escena del calabozo, Voldemort huyó y abandonó a Quirrel, quien murió en ese momento. Nicolas Flamel y Dumbledore decidieron entonces destruir la Piedra para asegurarse de que nunca será usada por un mago oscuro. Luego, Dumbledore le explica a Harry que la piel de Quirrel se quemaba al entrar en contacto con la del niño puesto que Harry está protegido por el amor de su madre, algo que Voldemort no pudo tener en cuenta. También le explica que él fue capaz de encontrar la Piedra en el espejo de Oesed porque era el único que no quería usar la piedra por razones egoístas.

Una vez recuperado, Harry participa en el banquete de fin de año. Slytherin es la casa que ha ganado, y el gran salón está decorado en plata y verde. Antes de hacer el anuncio oficial, sin embargo, Dumbledore decide otorgar algunos puntos de último momento: Ron y Hermione obtienen 50 puntos cada uno, y a Harry le entrega 60 en reconocimiento de su coraje y fuerza al proteger la Piedra Filosofal. Finalmente, le otorga 10 puntos a Neville por su valentía al enfrentarse a sus amigos. Con estos puntos, Gryffindor supera a Slytherin y pasa a ser el ganador de la copa.

Al final del libro, los tres amigos preparan su equipaje y se dirigen a tomar el Expreso de Hogwarts que los llevará a Londres. Aunque van a separarse durante el verano, Harry sabe que verá a sus amigos otra vez en pocos meses, cuando regresen a Hogwarts para su segundo año. Mientras tanto, Harry espera poder asustar a Dudley con su varita mágica.

Análisis:

En los dos últimos capítulos Harry demuestra todo lo que ha madurado a lo largo del año. De los tres amigos, Harry es el único que entiende en profundidad qué es lo que va a suceder si Voldemort roba la Piedra Filosofal. Ron está preocupado por la lucha por la copa entre Gryffindor y Slytherin, tal como el Espejo de Oesed ha mostrado, y no logra ver el panorama más allá del pequeño mundo que es Hogwarts. Hermione tampoco parece notarlo: a pesar de que ha obtenido un puntaje de 112% en su examen de encantamientos, sigue preocupada por el resto de los exámenes y no puede ver lo terrible de la situación en lo que concierne a la Piedra Filosofal.

Solo Harry comprende la verdadera capacidad de Voldemort para hacer el mal, quizás por tratarse del asesino de sus padres. Sabe que el regreso de Voldemort al poder significaría la muerte de muchísima gente inocente y –volviendo a aparecer la causalidad justificada– sabe que esta circunstancia exige romper las reglas de Hogwarts otra vez: “¿No comprenden? ¡Si Snape consigue la Piedra, es la vuelta de Voldemort! ¿No oyeron cómo era cuando él trataba de apoderarse de todo? ¡Ya no habrá ningún colegio para que nos expulsen! ¡Lo destruirá o lo convertirá en un colegio para las Artes Tenebrosas! ¿No se dan cuenta de que perder puntos ya no importa?” (p. 224). La desesperación de Harry no es exagerada ni está fuera de lugar, sino que tiene un fundamento incuestionable: él sabe mejor que nadie que el regreso de Voldemort solo puede significar el sufrimiento y la pérdida. En comparación, la expulsión a la que potencialmente se enfrentan por romper las reglas es un precio aceptable.

La predisposición de Harry a sacrificar su educación, su futuro como mago e, incluso, su vida, lo posicionan como la figura salvadora en la narración. Harry no sabe si tendrá éxito en su aventura, de la misma manera que ignora si su desobediencia será juzgada o no. Sin embargo, no tiene en cuenta su propio bienestar inmediato y decide que si alguno debe sacrificarse para detener a Voldemort, ese debe ser él.

Este concepto de sacrificio puede ser explicado, en parte, por la culpa que Harry siente sobre la muerte de sus padres. Voldemort mató a Lily y a James Potter, pero, por una razón desconocida, no pudo asesinar a Harry. Como único sobreviviente de su familia, Harry siente que no se merece estar vivo. Sus padres eran ambos magos excepcionales, mientras que él es bastante ordinario y no puede más que pensar que su supervivencia no ha sido otra cosa que suerte. El mundo mágico espera cosas maravillosas de ese “Niño-que-vivió”, pero Harry sabe que carece de los talentos excepcionales que lo transformarían en un héroe. El sacrificio personal es, entonces, la oportunidad que tiene Harry de demostrar su valor a quienes lo rodean y a él mismo, y poder afirmar entonces que sus padres no murieron en vano.

En los últimos dos capítulos del libro, Rowling vuelve a expresar la importancia de la amistad sobre todas las cosas. Harry, Ron y Hermione logran superar todos los desafíos combinando sus fortalezas y ayudándose mutuamente como amigos. En estas pruebas también se rompe con el esquema tradicional del camino del héroe, puesto que no es Harry el único que atraviesa las pruebas, sino que son los tres amigos quienes, trabajando en equipo y aunando sus fuerzas, logran sortear todos los desafíos. Cada uno posee una fortaleza diferente: Harry tiene el coraje, la determinación y su talento para volar; Ron es habilidoso en el ajedrez mágico y leal a sus amigos, y Hermione posee un vasto conocimiento mágico, además de un talento nato para la lógica. Solo combinando todas estas fortalezas y protegiéndose entre ellos los tres estudiantes logran el acceso al último salón de la serie de desafíos.

Cuando Harry se enfrenta a Quirrel se da cuenta de lo equivocado que ha estado todo ese tiempo al pensar que el enemigo era Snape. Dumbledore le explicará luego a Harry algunos puntos clave en relación a la naturaleza ambigua del profesor de pociones. Snape odia a Harry tanto como antes había odiado a James Potter. Sin embargo, en una ocasión James le salvó la vida a Snape: “El profesor Snape no podía soportar estar en deuda con tu padre… Creo que se esforzó tanto para protegerte este año, porque sentía que así estaría a mano con tu padre. Así podría seguir odiando la memoria de tu padre, en paz…” (p. 247). La complejidad del personaje de Snape se pone nuevamente de manifiesto: ha estado ayudando y protegiendo a Harry durante todo el año escolar, a la vez que trataba de detener al Profesor Quirrell en su intento de obtener la Piedra. Sin embargo, eso no quita que Snape desprecie a Harry y lo deteste solo por ser un Potter. La relación ambivalente entre estos dos personajes será uno de los mayores conflictos a lo largo de toda la saga, y hasta el momento solo ha comenzado a esbozarse.

Desde una lectura heroica, los últimos desafíos y el enfrentamiento final contra Voldemort implican el final de la serie de pruebas que debe superar el héroe. A partir de allí, el héroe victorioso puede disfrutar de la recompensa. Muchas veces esta consiste en una ganancia material, otras en el trono de un reino, pero siempre incluye el reconocimiento de la comunidad a la que pertenece el héroe. En ese sentido, Harry y sus amigos obtendrán, como recompensa, el triunfo de Gryffindor en el campeonato de las casas y el reconocimiento de todos los estudiantes de Hogwarts.

Desde una lectura de la novela como rito de paso hacia la edad adulta, las pruebas remiten a los rituales de paso que muchas culturas han desarrollado a lo largo de la historia y que las sociedades occidentales contemporáneas sostienen, aunque hayan mutado en estructura y ya no sean reconocidos como ritos o no tengan una dimensión religiosa. La lectura de Harry Potter y La Piedra Filosofal como rito de pasaje hacia la edad adulta está explicada en detalle en el apartado “Los siete desafíos como un rito de paso en la narrativa de Rowling”.

Como se ha mencionado, más que por la figura monolítica del héroe, los desafíos que protegen la Piedra Filosofal son superados gracias a la amistad y el trabajo mancomunado de los tres amigos. La importancia de la amistad se enfatiza aún más en contraste con la posición solitaria y aislada de Voldemort. A pesar de que habita el cuerpo de Quirrel por falta de uno mejor, Voldemort lo trata como a un sirviente. Quirrel tampoco ayuda a Voldemort por amor o lealtad, sino que por el miedo que siente por el mago oscuro. Como Voldemort no entiende el poder del amor y la amistad, siempre aparece como una figura aislada y solitaria, y esto es lo que lo hace débil frente a un mago que recibe el apoyo de todos sus amigos.

En el enfrentamiento final, los planes de Voldemort son frustrados por esta misma razón: el Mago Oscuro no ha tenido en cuenta la protección que el sacrificio de Lily ha dejado sobre Harry. Cuando Quirrell entra en contacto con Harry, sus manos se ampollan y debe soltarlo. Al darse cuenta de esto, Harry se lanza sobre él y presiona su cara con ambas manos, quemándole el rostro a Quirrell y obligando a Voldemort a abandonar ese cuerpo y huir. Harry queda inconsciente por el dolor que le provoca acercarse al Señor Oscuro y es rescatado por Dumbledore.

El tema del amor tiene un papel preponderante en la charla final, cuando Dumbledore explica que ha sido el sacrificio de su madre lo que ha imbuido a Harry con una protección capaz de rechazar hasta la maldición asesina. En este pasaje final en el que Dumbledore ocupa la figura paterna vacante en la vida de Harry, Rowling vuelve a poner el énfasis en los valores que son verdaderamente importantes para constituir a las grandes personas: el amor, la lealtad, la amistad y la modestia. En el último pasaje del libro, queda claro que no es el éxito individual el que hace la diferencia en el mundo, sino los lazos que se establecen entre los individuos. Los formantes heroicos que han servido de base a la novela quedan relegados a un segundo plano e, incluso, son cuestionados a la luz de una visión contemporánea y diferente de la sociedad: lo que el mundo necesita son sujetos abiertos a compartir con sus pares, a respetarse y combinar sus fortalezas individuales en pos de un bien mayor y compartido.