El lugar sin límites

El lugar sin límites Resumen y Análisis Capítulo 5

Resumen

Don Alejo, Manuela y la Japonesita están reunidos. En la esquina del salón, las prostitutas comparten un mate, convencidas de que esa noche nadie vendrá. La noticia que trae don Alejo es mala: el pueblo no va a recibir electricidad. Don Alejo ofrece una serie de excusas que le dio el Intendente para no ocuparse del pueblo, entre ellas, que el destino de El Olivo es desaparecer.

Manuela, como para participar de la conversación, coincide con don Alejo sobre el poco futuro que hay en el pueblo, y comenta con ellos los planes de Ludovinia de irse a vivir a Talca. Don Alejo le pregunta sobre la propiedad de la casa de Ludo, lo que hace desconfiar a Manuela, ya que ella sabe muy bien que don Alejo ha estado intentando comprar esa casa.

La Japonesita permanece en silencio. Don Alejo se levanta para irse, pero antes le recomienda a la Japonesita que se vaya de la Estación El Olivo y se mude a Talca. Le ofrece un préstamo; además, sabe que ella tiene suficiente dinero en el banco. Manuela concuerda con don Alejo y, a pesar de que ambas son dueñas del lugar por partes iguales, la Japonesita descarta su opinión.

Antes de irse, don Alejo les ofrece comprarles la casa. Lo tiene todo pensado y preparado: conoce a un experto para tasarla, sabe cuándo irá la Japonesita a Talca, como para firmar los papeles de la venta.

Una vez que don Alejo se despide, deciden cerrar el prostíbulo esa noche; creen que nadie irá. Mientras las prostitutas se retiran, Manuela y su hija discuten sobre la casa. Manuela prefiere venderle la casa a don Alejo a pesar de que percibe que se trata de una estafa, mientras que la Japonesita no puede concebir armar una nueva vida en Talca. De pronto, se escucha a lo lejos la bocina de Pancho Vega. Las dos mujeres tienen a la vez miedo de que vaya y deseo de que así sea. Manuela abre la puerta de la casa y la Japonesita sonríe, pero a la vez se preguntan cómo podrán hacer frente a Pancho.

Análisis

El capítulo establece un punto de quiebre, porque elimina para siempre la esperanza de que la Estación El Olivo progrese. Además, muestra con mayor claridad el rol que cumple don Alejo en el pueblo y revela sus verdaderas intenciones. Por último, el capítulo termina en un punto de muchísima tensión, con la inminente llegada de Pancho Vega al prostíbulo.

La primera parte del capítulo se centra en la mala noticia que trae don Alejo. Acá, el autor retoma el símbolo de la esperanza: el Wurlitzer, que está asociado al progreso en el prostíbulo como la electricidad al del pueblo. El narrador dice: “el Wurlitzer se hizo añicos detrás de los ojos fruncidos de la Japonesita”. El uso de la palabra "añicos" muestra cómo cae le cae la noticia a la Japonesita. Acá, el autor ahonda en el tema de la desesperanza: el pueblo ha estado a la espera del progreso desde hace años y es en la electricidad donde se deposita la esperanza de ese desarrollo. Antes eso, la reacción de la Japonesita es la resignación. Una vez roto el sueño, acepta la oscuridad y quiere apagar el chochón que ilumina el salón porque “ella y el pueblo entero quedaron en tinieblas”. En contraste, Manuela no quiere que se apague la luz ni la música, sino que cree que el mejor camino es vender el prostíbulo e irse.

La narración focaliza la acción en este capítulo principalmente desde las miradas de la Japonesita y de Manuela. Mientras que la mirada de la hija revela la desesperanza, el punto de vista de Manuela nos ayuda a conocer mejor a don Alejo. Si bien ella estaría dispuesta a dejarlo todo y mudarse a Talca, tiene plena conciencia de que el patrón está actuando de una manera deshonesta, y hasta se sorprende: “con los años el viejo se estaba poniendo trasparente”. Los ojos azules que antes habían representado la “divinidad” ahora pasan a revelar su ambición cuando Manuela dice que “chisporrotearon con el asunto de la casa”. Si bien el personaje ya no parece un “Taita Dios” por su benevolencia, sigue actuando como tal en cuanto a sus decisiones sobre el destino del pueblo, que está inevitablemente ligado a su voluntad. El vocabulario que usa en este momento el narrador lo deja en claro: “tal como había creado este pueblo, tenía ahora otros designios”, dice del viejo, como si se tratara del Creador. En el mismo sentido, Manuela se resigna ante la voluntad de don Alejo de quedarse con todas las casas del pueblo como si aceptara los designios de Dios. Coherente con la lógica paternalista que domina el pueblo, las decisiones del patrón son inescrutables.

Por otro lado, el capítulo también vuelve al tema del género, otra vez a través de la relación entre Manuela y la Japonesita. Todas las razones que ofrece la Japonesita para no vender la casa y mudarse a Talca niegan a Manuela. En gran parte, la hija no quiere mudarse porque le avergüenza su padre y piensa que allá se reirán de ellas. Los miedos y complejos de la Japonesita oprimen a Manuela, quien siente que las palabras de su hija, como si fueran muros, la encierran. A tal punto se siente ella anulada que piensa que, cuando “llegue la pelada” y ella muera, será enterrada con una piedra que lleve el nombre de “Manuel González Astica”, y nadie se va a acordar de Manuela.

El clima tenso y pesimista del capítulo tiene como música de fondo la canción "Flores negras", cuya letra refleja lo que siente la Japonesita. La letra habla de las flores negras del destino y aluden a que nada bueno puede esperarse del futuro. Es entendible que Manuela, con su optimismo recalcitrante, quiera cambiar de disco. Al igual que en caso de la música de fondo, los sonidos en este capítulo son particularmente significativos. Hacia el final, se escucha la bocina del camión de Pancho Vega. Nuevamente, el narrador utiliza la sinécdoque al representar al camionero a través de la bocina. La descripción utiliza también la sinestesia, al describir el sonido de la siguiente manera: “caliente como la llama, insistente, colorado”. Al utilizar colores y sensaciones para describir un sonido, se le da más contundencia al bocinazo, mientras se establecen asociaciones entre el calor y el color rojo con el deseo sexual. La percepción del sonido que se acerca también contribuye al clima tenso del final del capítulo. La bocina acecha y las mujeres están alerta, porque saben que lo que viene es peligroso.

Esa tensión contrasta con las sonrisas que el narrador menciona más de una vez. Frente a la presencia acechante de la bocina, las sonrisas de las mujeres impactan al lector porque parecen fuera de lugar y manifiestan la contradicción que experimentan ambas. En última instancia, en una sociedad machista, el destino de las mujeres está determinado por la voluntad de los hombres; a ellas solo les queda responder a los deseos de estos, ya sea a don Alejo y sus planes para el pueblo o a Pancho y sus deseos sexuales, sin importar las terribles circunstancias a las que dichos deseos las someten.