El lugar sin límites

El lugar sin límites Resumen y Análisis Capítulo 3

Resumen

Pancho Vega se encuentra en el galpón en el que funciona el correo y se celebra misa en El Olivo. Lila, una señorita, conversa con Pancho detrás de la ventanilla. El hombre se comporta de manera seductora e intenta tomarle la mano. Por su parte, Lila da lugar a los juegos de Pancho a la vez que le recuerda que es un hombre casado. Octavio, cuñado de Pancho, fuma reclinado en la puerta de entrada, sin prestar demasiada atención. Don Céspedes, inquilino y cuidador del fundo de Don Alejo, también se encuentra en el lugar. Lila le pregunta a Pancho si no estuvo en lo de la Japonesita la noche anterior, a lo que él contesta con una negativa, pero inmediatamente después confiesa que está enamorado de alguien allí. Lila asume que se trata de la Japonesita. Pancho corrige el error y dice que en realidad está enamorado de Manuela. Todos ríen.

Empieza a llover y, como consecuencia, el galpón se puebla con quienes estaban por asistir a misa y deciden acampar hasta que cese la lluvia. Don Alejo, junto con sus perros, entra al galpón y saluda. Al no recibir respuesta de Pancho, que se mantiene de espaldas al patrón, azuza a los perros, que parecen intranquilos. La actitud amenazante de los perros obliga a Pancho a darse vuelta y enfrentar al hombre. Don Alejo no pierde ni un minuto y lo enfrenta a Pancho por sus deudas, quien prefiere hablar del tema en un lugar menos concurrido. Don Alejo percibe que Pancho prefiere que su cuñado Octavio no sepa de la deuda y aprovecha la oportunidad para humillarlo y mostrar el poder que tiene sobre él. Mientras, Don Céspedes vuelve con un pedazo de carne para los perros, que hacen un espectáculo del banquete y vuelven a rodear a Don Alejo.

Para continuar jactándose de su poder sobre Pancho, Don Alejo le recuerda que a él lo conoce desde que nació. Le pregunta si va a ir a misa y Pancho aprovecha para plantarse y decir que no, de manera desafiante. Ante la respuesta, Octavio parece sentirse orgulloso de su cuñado por primera vez a lo largo del intercambio entre los dos hombres. Pancho, sin embargo, está considerando ir a misa en lugar de enfrentarse más al patrón. A último momento, Don Alejo le advierte que no debe molestar a la Japonesita ni a la Manuela, o deberá responder ante él.

Análisis

Al estar focalizado en gran parte desde el punto de vista de Pancho, la figura de Don Alejo en este capítulo cambia sustancialmente con respecto a la caracterización del personaje desde la mirada de Manuela. En este capítulo estamos ante una figura ya no de Tatita Dios sino de un dios implacable y vengativo.

La primera parte del capítulo establece un clima más bien distendido con la coquetería entre Pancho y Lila. El cambio repentino en la atmósfera que domina el capítulo está reflejado en la mención de la lluvia. Acá, el autor utiliza a don Céspedes, quien en más de una ocasión anuncia la lluvia, para generar un clima expectante. Con la lluvia y la llegada de don Alejo, entonces, el clima se torna tenso. En ese sentido, los perros cobra protagonismo. Sabemos desde el capítulo anterior que Pancho les teme, y don Alejo se va a aprovechar de esta debilidad para enviar un mensaje. En efecto, la presencia de don Alejo en el galpón se vuelve mucho más imponente por la de sus cuatro perros negros. Por un lado, los perros contribuyen a la tensión al brincar y comportarse intranquilos en el encierro del galpón. Por el otro, el espectáculo de los perros devorando el pedazo de carne “casi viva” que trae don Céspedes muestra la ferocidad de los guardianes que cría don Alejo. A su vez, el fin del banquete muestra hasta qué punto los animales reconocen quién es su amo y a quién le deben el festín, ya que vuelven a los pies de don Alejo a pesar de haber sido alimentados por don Céspedes. Es importante también el modo en que los espectadores reaccionan “apegándose a los muros”, porque muestra nuevamente el poder que tiene don Alejo al utilizar a sus perros como instrumento para intimidar.

En cuanto a su aspecto físico, el patrón contrasta vivamente con el entorno. El autor describe así el contraste: “lo único vivo era el azulino de los ojos de don Alejo y las lenguas babosas, coloradas, de los perros”. A lo largo de la novela, podemos percibir cómo la sinécdoque le sirve al autor para que un solo aspecto de sus personajes tome dimensiones tales que deje de considerarse al personaje en su dimensión humana para ser interpretado según aquello que va a simbolizar. Hay un sinnúmero de descripciones del patrón que lo van a vincular con una figura divina, todopoderosa. Los ojos azulinos y vivos de don Alejo acá contrastan con lo terrenal que lo rodea, y además aluden a la omnipotencia y omnisciencia del personaje. Asimismo, en el caso de los perros, las lenguas babosas apuntan a su agresividad, apenas contenida por don Alejo.

Esta cuidadosa construcción de la imagen de don Alejo se vincula con el tema del paternalismo, pues el patrón es como un dios en el pueblo, por su poder pero también porque parece ser el origen de todo y todos allí. El pueblo mismo crece por la estación de tren que don Alejo consigue para transportar sus productos. El galpón que sirve de correo y de capilla le pertenece, al igual que el galpón donde funcionó en algún momento la escuela a la que asistía la Japonesita. Más importante aún, se decía frecuentemente que don Alejo tenía hijos regados en su fundo. La suma de estos aspectos presenta a don Alejo como el origen de la vida misma en ese pueblo, y quien hace y deshace la vida de los habitantes. En la estructura donde domina el paternalismo, la sociedad se organiza alrededor de una figura benevolente que regala o concede según su criterio aún las necesidades más básicas de quienes dependen de ese caudillo.

En su intercambio con él, don Alejo hace sentir a Pancho como hijo al recordarle que lo vio nacer en su tierra, le dio una mano para que pudiera comprarse el camión y además depende de su voluntad el que otros lo empleen. El gesto de reprocharle no asistir a misa es solo otro modo de ejercer la autoridad de padre.

Pero la relación paternalista que vincula a la gente del pueblo con don Alejo como “hijos” con un padre autoritario es algo que Pancho no tolera. En contraste con don Céspedes, Pancho no siente que le deba a don Alejo nada. De hecho, uno de los argumentos que utiliza Pancho para hacer frente a los reproches del patrón es que él, a diferencia de don Céspedes, no es su inquilino. Pancho no quiere estar vinculado al pueblo de El Olivo a pesar de que su origen sea ese. Se rebela ante la idea de entregarle más dinero a un hombre rico y poderoso en lugar de utilizarlo para darle una mejor vida a su esposa y su hija, para compensar sus defectos. Sabemos, además, que los parientes de Ema le reprochan y por eso prefiere que no sepan de las deudas que tiene con don Alejo. Vemos así cómo aún un hombre tan viril como Pancho se siente aminorado frente al poderoso del pueblo.

En definitiva, si bien la figura poderosa de don Alejo domina sin duda la situación, observamos un pulseo entre los dos personajes, dado que Pancho no está dispuesto humillarse ante el patrón.