El lugar sin límites

El lugar sin límites Imágenes

Las viñas

El viñedo de don Alejo es tan extenso que Manuela no alcanza a ver los límites de la propiedad. Asume que si no son todos de don Alejo, por lo menos pertenecen a la familia Cruz. Son también la imagen del progreso y la productividad. Los galpones y la maquinaria están en condiciones impecables. Las viñas están claramente separadas del pueblo por un canal y unas zarzas, marcando las diferencias sociales. Del lado del fundo de don Alejo, las viñas se extienden como "estrías" en la tierra.

Estación El Olivo

Casi todos han abandonado el pueblo. Por eso, la descripción que hace el narrador del lugar está repleto de paredes derruidas y torcidas, calles de tierra con baches y pozos y galpones abandonados. El contraste entre el verdor y la productividad del viñedo y la miseria del pueblo aparece retratado con claridad cuando Manuela camina hacia la casa de Ludovinia y observa maquinaria abandonada. Acá el narrador describe de manera hiperbólica el estado de una vieja máquina trilladora "antediluviana" que ahora no sirve sino como lugar de juego de los chicos del pueblo, que imaginan que es un "sairio domesticado".

En uno de los galpones abandonados el único color que domina es el pardo o marrón, el color de la tierra, que contrasta con el blanco de las canas de don Alejo y el azul de sus ojos.

El camión

El camión y, sobre todo, su bocina, cobra protagonismo. La descripcíón más llamativa de la bocina incluye el uso de la sintestesia, en la cual las sensaciones apelan a varios sentidos. El narrador describe la presencia del camión por medio del bocinazo así: "se irguió un bocinazo caliente como una llama, insistente, colorado, que venía acercándose". Al describir el sonido apelando a otros sentidos, como el tacto (caliente) y la vista (colorado), su presencia resulta aún más ominosa.

Violencia y sexualidad

Las descripciones de los abusos a los que es sujeta Manuela son extensas y detalladas. La violencia ejercida por Pancho se describre sobre todo mediante la sinécdoque, reduciendo al hombre a solo sus manos o sus puños. Cuando Pancho toca a la Japonesita en el Capítulo 10, las manos con vellos le recuerdan a ella la infinidad de manos que tocan lo que se les antoja en el prostíbulo. Casi siempre que Manuela recuerda el encuentro con Pancho, se refiere a las manos que tocan con intención, aprietan el cuello o tuercen un brazo. Asimismo, cuando la Japonesita le pide a Manuela que la proteja, ella piensa que el pedido es absurdo, porque ella no tiene puños sino para "arrebujarse en la parcela desteñida de su vestido" . Los puños representa la fuerza y la violencia que ejercen los hombres.