Don Quijote de la Mancha (Primera parte)

Don Quijote de la Mancha (Primera parte) Temas

La locura

La locura de don Quijote es el tema principal de la obra. Él es un hidalgo que pierde el juicio a causa de la lectura de los libros de caballerías: "En resolución, él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio." (p. 28). Su locura, sin embargo, es particular, porque se limita a lo que atañe a la caballería andante, que ha desaparecido del mundo hace tiempo y él quiere resucitar. Don Quijote acomoda imaginariamente la realidad circundante a lo que leyó en sus libros, por eso se enfrenta a molinos de viento creyendo que son gigantes, o cree ver dos ejércitos enfrentados en una polvareda que levantan dos manadas de ovejas. A su visión se enfrenta la de su escudero, Sancho Panza. Esto le da a la novela la posibilidad de mostrar perspectivas distintas sobre la realidad en que se mueven sus protagonistas, lo cual produce en muchas ocasiones un efecto cómico. Sin embargo, el tratamiento del tema del loco no es puramente cómico, como solía tratarse en la literatura precedente, donde la locura muchas veces estaba unida a la necedad y a la bajeza. Don Quijote demuestra tener cualidades nobles y además, en otros aspectos de la vida, que no conciernen a la caballería andante, muestra tener cordura y gran entendimiento.

La caballería andante y los libros de caballerías

Este tema está presente en toda la obra. Don Quijote de la Mancha se inspira en los libros de caballerías, a los que parodia. Los protagonistas de estos libros eran los caballeros andantes, hombres valientes, nobles y diestros en el uso de las armas. Además estos héroes dedicaban sus hazañas a la dama de la que estaban enamorados. Estos libros fueron muy populares en España en siglo XVI. Amadís de Gaula es el exponente fundamental del género. La obra data del siglo XIII o XIV, y se desconoce su autor. Su protagonista aparece mencionado desde el primer capítulo del Quijote, cuando se dice que el hidalgo discutía con el cura de su aldea sobre quién había sido el mejor caballero. También en ese capítulo se menciona a Feliciano de Silva, autor favorito de don Quijote, quien escribió varias continuaciones de Amadís de Gaula, entre 1514 y 1532. La fuente de inspiración de los libros de caballerías se remonta al siglo XII con las aventuras del Rey Arturo y los caballeros de la Tabla Redonda. Don Quijote lo recuerda en su conversación con Vivaldo en el capítulo 13: “por averiguarlo más y ver qué género de locura era el suyo, le tornó a preguntar Vivaldo que qué quería decir caballeros andantes.-¿No han vuestras mercedes leído -respondió don Quijote- los anales e historias de Inglaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo” (p. 84).

En el Don Quijote podemos reconocer muchos de los motivos presentes en los libros de caballerías, como la investidura del caballero, la defensa del menesteroso, los encantamientos y la lucha contra gigantes. Además, don Quijote elige su nombre y el de su caballo imitando el modelo de los personajes de los libros de caballerías, y concibe su amor por Dulcinea recreando el ideal propio del amor cortés.

Para la época de don Quijote, la caballería andante ya no existía más que como contenido de los libros de caballerías. La parodia consiste en incluir el discurso de los libros de caballerías en un nuevo discurso. El cambio de contexto le da un sentido nuevo al discurso ajeno, proponiendo una mirada crítica o humorística. Así sucede entonces con los motivos típicos de libros de caballerías en el Quijote. La novela toma sus elementos para parodiarlos y así los presenta bajo una nueva luz. En el contexto de España de comienzos del siglo XVII, las pretensiones caballerescas del protagonista de la novela resultan anticuadas y ridículas, y por eso provocan risa.

El amor cortés

El amor cortés es una forma idealizada de representar el amor entre un caballero y una dama. Esta concepción tiene sus orígenes en la poesía de los trovadores. Ellos hicieron surgir en la Edad Media una forma inusitada de concebir el amor llamada posteriormente fin´amors, y también conocida como “amor cortés” por su estricta pertenencia al ámbito cortesano. Esta forma de amor era solo concebible entre hombres y mujeres pertenecientes a la nobleza.

Una de las principales características del amor cortés es que el caballero enamorado debe cumplir con ciertos requisitos, debe tener méritos, ser honorable, valiente, no ser avaro. La dama, en cambio, por naturaleza, debe ser altiva, fría, cruel y displicente con él. El caballero toma el lugar de un vasallo frente a la dama y debe pasar por diferentes desafíos para probar sus méritos. En nombre de ella acepta los desafíos que se le presentan y a ella dedica cada una de sus victorias. El amor cortés creó así nuevos códigos para representar la relación amorosa, códigos que eran impensables en la antigüedad clásica. Don Quijote sigue estrictamente estos códigos para representar a su dama, Dulcinea, y a la relación amorosa que imagina con ella. A ella le dedica sus victorias, y en nombre de ella quiere enfrentar una y otra vez los peligros que se le presentan.

El engaño de los sentidos

Don Quijote ve la realidad distorsionada. Su imaginación está impregnada de elementos de la literatura caballeresca. La venta que se convierte en castillo a los ojos del hidalgo, la lucha contra los molinos de viento, el embiste contra la manada de ovejas, o el yelmo de Mambrino que cree poseer, son muestras de cómo la literatura afectó su percepción de la realidad.

El hidalgo reconoce que la realidad a veces puede ser engañosa. Aunque en general atribuye estas diferencias de percepción a los encantamientos, también cree que el miedo puede engañar los sentidos, como le dice a su escudero: “El miedo que tienes -dijo don Quijote- te hace, Sancho, que ni veas ni oyas a derechas, porque uno de los efectos del miedo es turbar los sentidos y hacer que las cosas no parezcan lo que son.” (p. 119). Así, la realidad se presenta como susceptible de interpretarse de diferentes maneras, dependiendo del observador y de su punto de vista.

Finalmente Sancho también comienza a ver la realidad distorsionada de acuerdo a sus expectativas, cuando busca la cabeza del gigante a quien cree que el hidalgo derrotó, y no puede ver que su amo solo estaba cortando cueros de vino.

Lo ideal y lo real

Don Quijote, impulsado por la lectura de los libros de caballerías, sale al mundo a buscar las aventuras que ha leído en ellos. El mundo que se representa en su imaginación es el mundo ideal de sus libros. Así se produce el contraste entre lo ideal y la realidad de su entorno.

Sancho Panza muestra claramente ese contraste cuando le advierte que su visión no se ajusta a la realidad. Lo podemos ver, por ejemplo, cuando don Quijote procura conseguir una nueva celada, y Sancho le dice “Mire vuestra merced bien que por todos estos caminos no andan hombres armados, sino arrieros y carreteros, que no solo no traen celadas, pero quizá no las han oído nombrar en todos los días de su vida” (p. 71).

La novela intercalada del Curioso impertinente trata este mismo tema, aunque las consecuencias en ella son trágicas, y no cómicas. Anselmo, por su curiosidad impertinente, quiere probar si su esposa alcanza el nivel de perfección ideal que él pretende que tenga, y el experimento que lleva a cabo lo conduce a un desenlace fatal.

La justicia

Uno de los ideales que persigue Don Quijote es la justicia. Como caballero andante, uno de sus objetivos es garantizar la justicia en el mundo, y él cree poder alcanzarla con su valentía y esfuerzo. Este es el motivo que lo impulsa a actuar en su primera salida, cuando encuentra al pastor atado a una encina y a su amo golpeándolo injustamente. A veces, la justicia que defiende el hidalgo se contrapone a la que establece la institución jurídica, como en el episodio de la liberación de los galeotes. Don Quijote ve a los condenados sometidos a actuar en contra de su voluntad, y decide que es una razón suficiente para liberarlos. Por otra parte, en los testimonios de estos hombres se pone en evidencia la corrupción de la institución jurídica. Lo podemos ver cuando uno de los encadenados afirma que va a las galeras "por faltarme diez ducados" (p. 148), con los que podría haber sobornado a quienes lo condenaron: "Dígolo porque si a su tiempo tuviera yo esos veinte ducados que vuestra merced ahora me ofrece, hubiera untado con ellos la péndola del escribano y avivado el ingenio del procurador, de manera que hoy me viera en mitad de la plaza de Zocodover de Toledo, y no en este camino, atraillado como galgo (...)" (p. 148). Asimismo, en el episodio se ve la crueldad con la que ejerce su poder la institución, cuando se dice de otro de los condenados que ha sido torturado ("le dieron tormento") para que confiese su delito, y que además de su condena le dieron doscientos azotes.

Estilo y verosimilitud literaria

El tema de verosimilitud literaria está muy presente en Don Quijote. Por ejemplo, después de leer la novela intercalada del Curioso impertinente, el cura critica su falta de verosimilitud: “Bien -dijo el cura- me parece esta novela, pero no me puedo persuadir que esto sea verdad; y si es fingido, fingió mal el autor, porque no se puede imaginar que haya marido tan necio, que quiera hacer tan costosa experiencia como Anselmo.” (p. 269). La verosimilitud literaria hace mejor a una obra, según su criterio y la novela carece de esta cualidad, es decir, es difícil creer que su argumento haya sido cierto. Sin embargo, pese a esta carencia en el contenido, la forma en que está narrada, es decir, el estilo, le agrada al cura: “en lo que toca al modo de contarle, no me descontenta” (p. 269).

También el canónigo toledano se refiere a la verosimilitud literaria cuando explica: "tanto la mentira es mejor cuanto más parece verdadera y tanto más agrada cuanto tiene más de lo dudoso y posible” (p. 352), y añade que la perfección de lo que se escribe consiste en la “verosimilitud” y la “imitación” (p. 352).

En este mismo sentido, el narrador de la novela presenta la historia de don Quijote como documentada a partir de varias fuentes, para crear un efecto de verosimilitud. Así lo podemos ver, en el comienzo de la misma, donde se refiere a los distintos autores en los que se basó para escribirla: "Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad" (p. 27).