Don Quijote de la Mancha (Primera parte)

Don Quijote de la Mancha (Primera parte) Resumen y Análisis Primera parte, Capítulos 3 - 5

Resumen

Capítulo 3: Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero

Después de la cena don Quijote se arrodilla ante el ventero y le pide que a la mañana siguiente lo arme caballero. Le dice que durante la noche velará las armas en la capilla del castillo y que su deseo es ir por el mundo como caballero andante. El ventero, por tener algo de qué reírse, accede al pedido. Además añade que durante su juventud también había sido caballero andante y que había recorrido muchas partes del mundo. Luego le explica que en el castillo no hay una capilla, pues la han derribado para hacerla nuevamente, pero que él sabe que las armas pueden velarse en cualquier lado, así que le sugiere que las vele en el patio.

Luego le pregunta si trae dinero, y don Quijote lo niega, puesto que no ha leído en ningún libro que un caballero así lo hiciera. El ventero le explica que ningún autor lo escribe por parecerle obvio este detalle, así como también el de la necesidad de un caballero de llevar camisas limpias y ungüentos para curar heridas, por si no tiene un sabio encantador amigo que se las cure. Agrega que usualmente los escuderos de los caballeros son los encargados de llevar esas provisiones, y que en raras ocasiones sucede que un caballero no tenga escudero, y en esos casos carga él mismo sus suministros. Don Quijote promete tomar sus consejos y va a velar las armas a un corral. El ventero les cuenta al resto de las personas que están en la venta sobre la locura del huésped y estos lo observan desde lejos hacer su ritual.

Un arriero entra al corral para dar agua a sus mulas y debe apartar las armas de don Quijote que están sobre una pila al lado del pozo. Don quijote lo amenaza y éste lo ignora, por lo que el primero, invocando a su amada Dulcinea, golpea al arriero con una lanza y lo derriba. Otro arriero entra al corral con el mismo propósito y don Quijote lo golpea sin explicaciones. Al oír ruidos las personas de la venta se acercan y los compañeros de los heridos le lanzan piedras al hidalgo. El ventero los detiene, advirtiéndoles sobre la locura de su huésped. Luego le dice a él que es suficiente con velar dos horas las armas y junto a las dos mujeres que trabajan en la venta van al corral. Le dice a don Quijote que se arrodille, finge leer un libro de oraciones, le da un golpe en el cuello y un espaldarazo. Luego una de las mujeres le ciñe a don Quijote la espalda, deseándole buenas aventuras, y la otra mujer le calza las espuelas, diciendo cosas semejantes. Él muestra mucho agradecimiento con todos y se va de la venta. El ventero lo deja ir sin que pague la estadía.

Capítulo 4: De lo que le sucedió a nuestro caballero cuando salió de la venta

Don Quijote sale de la posada y se dirige a su aldea con la determinación de tomar las provisiones que el ventero le aconsejó. También, siguiendo sus sugerencias, tiene el propósito de ir a buscar a un labrador vecino suyo que tiene hijos y es pobre, para que sea su escudero. A penas comenzada la marcha, escucha voces de quejas en un bosque cercano. Don Quijote agradece a Dios por tener tan pronto la ocasión de ejercer su profesión y poder ayudar a un menesteroso.

En el bosque ve a un joven atado a una encina y a un labrador que lo está azotando y reprendiendo. Don Quijote se acerca blandiendo sus armas y le dice al labrador que lo que está haciendo es propio de cobardes. Este le explica que el joven es su criado y que tiene a cargo un rebaño de ovejas del que cada día falta una, y que el joven dice que actúa con descuido porque él le debe su salario. Luego de que don Quijote lo amenaza, el labrador suelta a su criado. El hidalgo lo obliga a pagar su deuda. El labrador le dice que no tiene dinero allí y le dice a Andrés, su criado, que vaya con él a su casa para recibir el pago. El criado desconfía, y don Quijote le asegura que el labrador cumplirá con lo pactado siempre que lo jure por la orden de la caballería. Andrés le advierte que su amo no es un caballero, que es Juan Haldudo el rico.

Antes de marcharse, don Quijote promete castigar al labrador si no cumple con el juramento. Tras su partida, Haldudo vuelve a azotar a Andrés y le habla con sarcasmo sobre su deuda. Luego lo suelta y lo deja ir a buscar a "su juez", don Quijote.

El hidalgo, sin saber lo ocurrido, está satisfecho con su primera hazaña. El camino se divide en cuatro y evoca en la imaginación de don Quijote las encrucijadas que obligan a los caballeros a elegir qué camino tomar. Para imitarlos, don Quijote lo sopesa un momento y luego suelta las riendas de Rocinante para que el caballo tome la decisión por él. Rocinante toma el camino que conduce a su caballeriza.

Pocos kilómetros más adelante, don Quijote se cruza en el camino con un grupo de mercaderes toledanos con sus criados y mozos de mulas, y los confunde con caballeros. Entonces les obstruye el paso y les dice que no los dejará pasar a menos que declaren que su dama, Dulcinea del Toboso, es la más hermosa del mundo. Uno de los mercaderes, que es burlón y quiere ver a dónde conduce semejante provocación, le dice que si él les muestra a su dama, atestiguarán su belleza. Don Quijote responde que si la vieran, no habría necesidad de confirmar una verdad tan evidente, y se dispone a combatir contra ellos. El mercader pide entonces que les muestre un retrato de su dama, y ​​le dice que aunque fuera tuerta y le supurara veneno de un ojo, igual afirmarían lo que él quiere.

Don Quijote se enfurece ante estas palabras y arremete contra el mercader. Sin embargo, Rocinante se tropieza y cae. El hidalgo no puede levantarse, a causa del peso de sus armas, y un mozo de mulas destroza su lanza y con los trozos lo golpea hasta dejarlo magullado. Los mercaderes se van y don Quijote, aun sin poder levantarse, se siente dichoso, puesto que cree que aquella desgracia también es propia de los caballeros andantes.

Capítulo 5: Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero

Don Quijote sigue sin poder levantarse y rememora los versos de un romance donde un caballero, Valdovinos, herido por Carloto, se queda agonizando en un bosque. Entonces comienza a recitar los versos del romance conocido hasta por los niños. Cuando llega al verso en el que se menciona al Marqués de Mantua, el tío de Valdovinos, un labrador vecino suyo se acerca y le pregunta quién es y qué le ocurre. Don Quijote lo confunde con el Marqués de Mantua y, por respuesta, sigue recitando los versos del romance en donde Valdovinos le cuenta a su tío sus desgracias.

El labrador le limpia el rostro y descubre que es don Quijote. Lo llama “Señor Quijana” y después de ver si tiene alguna herida, lo sube a su asno. A todas sus preguntas don Quijote continúa respondiendo con los versos del romance, hasta que recuerda la historia del moro Abindarráez, y entonces empieza a responder con las palabras que éste le decía a Rodrigo de Narváez cuando lo llevaba prisionero, tal como lo había leído en el libro La Diana .

El labrador, cansado de sus palabras, le dice que él no es ni Rodrigo de Narváez ni el Marqués de Mantua, sino su vecino Pedro Alonso. Además le recuerda su propia identidad, pero don Quijote le dice que él puede ser las personas que ha dicho y muchos otros caballeros, pues sus hazañas sobrepasarán a las de estos.

Cuando se acercan al pueblo en donde vive don Quijote, Pedro espera a que anochezca para que nadie vea llegar al hidalgo en esas condiciones. Luego, cuando se acerca a su casa, ve que están la sobrina de don Quijote y el ama de la casa. También ve allí al cura y al barbero, que son grandes amigos del hidalgo. Todos están alborotados por la ausencia de don Quijote, y el ama de la casa maldice a los libros de caballerías que él continuamente, y recuerda haber escuchado que muchas veces dijo que quería hacerse caballero andante. El vecino anuncia su llegada y todos salen a su encuentro. Llevan al hidalgo a la cama y allí él les dice que se cayó de su caballo en un combate contra diez gigantes. El cura se indigna y dice que quemará los libros de caballerías. Le hacen más preguntas a don Quijote pero el solo responde que quiere comer y dormir.

Análisis

Don Quijote necesita recibir la investidura de caballero para que las aventuras que se imagina tengan validez. Aquí se parodia el ritual y la ceremonia que realizaba el caballero novel, es decir, el iniciado, para armarse caballero. Estos actos fueron representados repetidamente en la literatura caballeresca, de modo que una amplia porción de la sociedad podía conocerlos. Esto explica que el ventero y las mujeres que trabajan allí conozcan sus procedimientos.

El ritual de velar las armas se llevaba a cabo la noche anterior a la ceremonia. El caballero debía permanecer orando junto a las armas colocadas encima de un altar. El oficiante o padrino de la ceremonia debía ser un caballero. La investidura se llevaba a cabo mediante una pescozada, es decir, un golpe con la mano o la espada en la nuca del que iba a ser armado caballero; y el espaldarazo, por el cual se tocaban los hombros del neófito con una espada. La espada y las espuelas son símbolos del caballero.

El ventero conoce este ritual pero manipula la información para reírse del hidalgo. Acá podemos ver que todos los elementos de la ceremonia están parodiados. El ventero finge leer oraciones sagradas en un libro donde lleva la cuenta de la cebada y la paja que les da a los arrieros. Luego le da “sobre el cuello un buen golpe” (p. 39), que finge ser una pescozada, y “un gentil espaldarazo” (p. 39). Por último, las mujeres le ciñen la espada al hidalgo y calzan sus espuelas para poner fin al falso ritual.

En el capítulo 4 se describe a quien será el famoso escudero de don Quijote, como sabremos más adelante, Sancho Panza: “un labrador vecino suyo que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería” (p 41). El hombre no cumple con las condiciones para ser escudero, puesto que no es hidalgo y no es suficientemente joven para recibir las enseñanzas del oficio.

También en este se capítulo se le presenta a don Quijote su primera aventura. La defensa del menesteroso es un tópico de la literatura caballeresca que acá se recrea. El suceso tiene lugar en el bosque, un lugar típico de las aventuras novelescas. El menesteroso en este caso es Andrés, el criado de "Haldudo el rico", quien recibe injustamente los azotes de su amo y a quien el hidalgo pretende auxiliar. Don Quijote obliga al labrador a pagar la deuda con su criado y cree que alcanza con que “lo jure por la ley de caballería” (p. 42) para asegurarse de que cumplirá su promesa. Andrés le advierte que su amo no es un caballero, pero él le responde que “cada uno es hijo de sus obras” (p. 42), con lo que quiere decir que el linaje lo crean las personas con su comportamiento. Don Quijote se va convencido de los buenos resultados de su empresa.

Al salir del bosque, un cruce de caminos evoca en la imaginación de don Quijote las encrucijadas de los libros donde sus héroes tienen que elegir su destino. Sin embargo, él resuelve la situación irónicamente dejando a su caballo Rocinante la elección del camino, y el animal elige instintivamente el camino de retorno a la caballeriza.

También se recrean acá los denominados “pasos de armas”, torneos medievales donde un caballero se sitúa en un lugar concreto, como, en este caso, un cruce de caminos, con el objetivo de batirse en duelo con quienes quieran pasar por ese sitio. En ese combate “romper lanzas” significaba “vencer a los contrincantes”. Cuando el mozo de mulas literalmente rompe la lanza de don Quijote, resulta parodiada esta expresión.

En el capítulo 5 don Quijote recurre, como cura para su dolor, a la recitación de un poema. Se trata del romance del Marqués de Mantua, un romance muy conocido en aquel tiempo. Don Quijote recita la parte en que el personaje Valdovinos se encuentra agonizando en un bosque, herido por “Carloto” (p. 46), es decir, Carlomagno. El romance continúa diciendo que el tío de Valdovinos, el Marqués de Mantua, lo encuentra, y éste le cuenta su desgracia. El momento en que don Quijote recita estos versos coinciden con la aparición de un vecino suyo, Pedro Alonso, quien se acerca a socorrerlo. Por eso don Quijote lo confunde con el marqués y prosigue recitando el romance como toda respuesta a sus preguntas. Luego se acuerda de “Historia del Abencerraje y de la hermosa Jarifa”, donde el moro Abindarráez combate con el cristiano Rodrigo de Narváez, pierde y cae prisionero de él. El moro le cuenta entonces su historia a de Narváez, como don Quijote se la cuenta a su vecino. Pedro Alonso, sin embargo, lo reconoce y lo llama por su nombre: “Señor Quijana” (p. 47).

Al llegar a la casa de don Quijote, el vecino encuentra a todos alborotados en su interior por la ausencia de don Quijote, la criada maldice a los libros de caballerías por creerlos la causa de la locura del hidalgo, y su sobrina sostiene que hay que quemarlos “como si fuesen de herejes” (p. 48). El cura está de acuerdo con ella y agrega: “que no se pase el día de mañana sin que dellos no se haga acto público, y sean condenados al fuego” (p. 48). Esto remite al proceso inquisitorial. Aquí comienza la alegoría del acto público que continuará en el capítulo siguiente. En estos actos se llevaba a cabo la lectura y ejecución de la sentencia de un tribunal de la Inquisición. Los condenados eran los acusados ​​de herejía. En esta alegoría del proceso inquisitorial, el acto se lleva a cabo con libros, en lugar de con personas.