Don Quijote de la Mancha (Primera parte)

Don Quijote de la Mancha (Primera parte) Metáforas y Símiles

"Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera" (Primera parte, Capítulo 4, p. 45) (Metáfora)

Cuando don Quijote quiere arremeter contra uno de los mercaderes toledanos, Rocinante se tropieza y el hidalgo se queda tendido en el suelo sin poder levantarse. Entonces un mozo de mulas destroza su lanza y lo golpea con los trozos de esta. Sus amos intentan detenerlo con sus gritos, pero él está tan lleno de cólera que no quiere aplacarse. La expresión que aquí se utiliza, "envidar el resto", proviene del juego de cartas y significa "apostar todo lo que le queda a uno". Acá se usa metafóricamente con el sentido de "deshacerse de toda la cólera que le queda".

"Ya estaba Sancho bizmado y acostado, y, aunque procuraba dormir, no lo consentía el dolor de sus costillas; y don Quijote, con el dolor de las suyas, tenía los ojos abiertos como liebre." (Tercera parte, capítulo 16, p. 105) (Símil)

Don Quijote no puede dormir a causa de su dolor. El narrador usa el símil "tenía los ojos abiertos como liebre" para enfatizar la situación de vigilia del personaje. Este símil se explica por la creencia popular de que las liebres no cerraban los ojos ni siquiera al dormir.

"Y, apartándose los dos a un lado del camino, tornaron a mirar atentamente lo que aquello de aquellas lumbres que caminaban podía ser, y de allí a muy poco descubrieron muchos encamisados, cuya temerosa visión de todo punto remató el ánimo de Sancho Panza, el cual comenzó a dar diente con diente, como quien tiene frío de cuartana" (Tercera parte, Capítulo 19, p. 124) (Símil)

A oscuras, Don Quijote y Sancho Panza avanzan por un camino cuando repentinamente ven que se acercan hombres que parecen soldados haciendo una encamisada, esto es, un ataque nocturno sorpresivo en el que los soldados se ponían una camisa blanca para distinguirse de sus enemigos. Ante esta visión, los dientes de Sancho empiezan a castañear, a causa del miedo. El narrador compara su estado con el de quien padece una enfermedad y tiembla a causa de la fiebre. La cuartana es la fiebre que se produce de forma periódica a causa de una enfermedad.

"(...) Don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hierro por los cuellos, y todos con esposas a las manos (...)" (Tercera parte, Capítulo 22, p.146) (Símil)

En este símil se representa la forma en que están encadenados los galeotes con los que don Quijote se cruza en el camino real. Se los compara con "cuentas" que componen un collar, de manera que el collar es la cadena de hierro que los une. La forma en que están encadenados hace evidente que se trata de delincuentes muy peligrosos. Más adelante don Quijote usa la metáfora de un rosario o una sarta (serie de cosas metidas por orden en un hilo, cuerda, etc.), aludiendo nuevamente a la forma en que están encadenados: "Yo topé un rosario y sarta de gente mohína y desdichada" (p. 217).

"¡Oh luminaria de las tres caras!" (Metáfora)

Don Quijote se refiere con esta metáfora a la luna, a quien se dirige pidiéndole noticias de su amada Dulcinea. La metáfora se explica porque las tres "caras" de la luna son sus respectivas faces visibles: creciente, llena y menguante. Las tres caras también pueden remitir a la triple divinidad de la diosa de la mitología romana, Diana, que se llamaba Luna en el cielo, Diana en la tierra y Proserpina o Hécate en el infierno. Así lo vemos por ejemplo en la Oda a Diana de Horacio: "Virgen, guarda de los montes, y bosques, Diosa de tres formas, que tres veces llamada" (Horacio, Odas, III, XXXII, 1-4).