Diario de la guerra del cerdo

Diario de la guerra del cerdo Resumen y Análisis - Capítulos 18-27

Resumen

Capítulo 18

En la casa de Néstor, los amigos hablan sobre el asesinato. Rey dice que él había avisado que era un suicidio ir a la tribuna y Jimi opina que al hijo de Néstor no debe dolerle lo sucedido.

Llegan dos muchachos y saludan de lejos. Jimi dice que esos tipos no le gustan. Luego muestra una nota del diario que habla sobre "La guerra al cerdo". Arévalo explica el título: los jóvenes dicen que los viejos, por ser egoístas, voraces y roñosos, son chanchos. Luego se ponen a hablar sobre la vejez. Arévalo dice que detrás de la guerra contra los viejos solo hay argumentos sentimentales en favor de la juventud.

Capítulo 19

Arévalo avisa a Vidal que uno de los muchachos presentes estuvo en la misma tribuna que Néstor. Vidal le pregunta al chico si vio cómo lo mataron y éste dice que no, pero que sabe cómo pasó. Cuenta que la gente estaba aburrida antes de que el partido empezara y decidieron tirar a viejos para entretenerse. El segundo viejo que tiraron fue Néstor. Vidal pregunta si el hijo de Néstor defendió a su padre y el chico contesta que cree que no.

Los amigos hablan de que es más seguro estar en la calle que dentro de las casas, ahora que el gobierno no tolera el desmán en lugares públicos. Dante compara las casas con ratoneras. Luego hablan con otros dos tipos grandes que están presentes, que dicen que algunos viejos provocan y que hay una ola de "criminalidad senil" (p.91). Dante dice que los provocadores son agentes pagados por los Jóvenes Turcos, y los hombres responden que no creen que el viejo que se propasó con colegialas unos días antes fuera pago. Dante dice que esas noticias son "infundios para agitar el ambiente" (p.91).

Vidal comenta que pudo haber ido a la cancha con Néstor y menciona que el hijo de Néstor lo había mandado a invitar. Vidal pregunta si estará "marcado" y los amigos le dicen que se cuide por las dudas. Vidal siente dolor de cabeza, se para y se va sin que nadie le pregunte nada: quiere caminar solo, estar afuera.

La calle está oscura, Vidal tiene miedo y piensa en volver a entrar a la casa. Se promete caminar unas cuadras antes de volver.

Capítulo 20

De vuelta en la casa de Néstor, ve que Jimi no está en el comedor. La gente sigue en grupos: los jóvenes de un lado y los mayores al otro. Vidal se dirige a los jóvenes y les dice que lo que más le molesta de la guerra al cerdo es "el endiosamiento de la juventud" (p.94). Luego dice que no hay nada detrás del movimiento y el muchacho con el que había hablado antes le dice que no es así, que hay estudiosos, médicos, sociólogos y hasta gente de la iglesia metida en el asunto. Por otro lado, los muchachos culpan a los médicos por mantener vivos a los viejos, de manera inútil, y dicen que el viejo es una víctima del crecimiento de la población. Vidal piensa que mientras él se distraía, en los últimos años había habido grandes cambios en el país.

Capítulo 21

El muchacho pregunta a Vidal en qué piensa y éste contesta que piensa que es viejo. El muchacho le dice que no, que él lo situaría "en la zona en la que ese charlatán de Farrell describe como tierra de nadie. No se lo puede llamar joven, pero viejo, decididamente, tampoco" (p.97).

Vidal pregunta a los amigos dónde está Jimi. Arévalo le dice que había salido a buscarlo, y le pregunta si no se encontraron. Vidal dice que no lo vio. Arévalo y Vidal deciden salir a buscarlo. Ya afuera, éstos hablan sobre la muerte y luego sobre los jóvenes. Vidal le cuenta a su amigo lo que le dijeron los muchachos, sobre las razones detrás de la guerra al cerdo y Arévalo dice que los chicos matan por el odio al viejo que serán. Llegan a la casa de Jimi y tocan el timbre. Nadie responde, piensan que puede estar durmiendo y se van.

Capítulo 22

Vuelven a lo de Néstor y ven a los amigos preocupados. Vidal nota que está el sobrino de Bogliolo. Escuchan que Dante dice que secuestraron a Jimi. El sobrino de Bogliolo dice que "en círculos juveniles corre la voz" (p.101). Vidal lleva aparte al sobrino de Bogliolo y le pide que hable con los secuestradores y suelten a Jimi. "Señor, ¿cómo puedo contactarlos?" (p.102), responde el muchacho. Vidal vuelve con sus amigos y piensa en Isidorito, si estaría enterado de las últimas novedades y si tendría el valor de no aprobarlas.

Vidal nota luego la presencia de cuatro muchachos nuevos. Algunos viejos quieren irse y otros insisten en que hay que quedarse. Los cuatro muchachos, luego de hablar con los jóvenes que estaban, se van. El joven con el que habían hablado antes dice que dio la cara por Néstor, que había sido como un padre para él, y que los cuatro muchachos insistían en que Rey y Dante eran viejos y querían llevárselos, pero él los convenció de que no eran tan viejos. Arévalo dice que la juventud está actuando como una manada. Dante hace hincapié en que el orden está subvertido.

Capítulo 23

Lunes, 30 de junio

Vidal se despierta en lo de Néstor, mira a sus amigos aún dormidos. Reflexiona sobre el día anterior y recuerda que en un momento todos tuvieron una existencia despreocupada. Los amigos despiertan y van a desayunar a la cocina, pero Vidal sale. Intenta comprar un diario pero el diarero le responde "No, abuelo. Para vos no tengo" (p.108).

Pasa por la casa de Jimi y ve las persianas cerradas. Toca la puerta y asoma Leticia, la criada. Vidal pregunta por Jimi y ella responde que no sabe, pero que a esa hora el señor suele descansar. "Yo creía que usted venía por horas", dice Vidal y Leticia responde, satisfecha, que desde el día anterior tiene cama adentro. Vidal le pide que vaya a fijarse si Jimi está. Leticia regresa y sonriendo dice que sólo está la sobrina. Vidal se dispone a seguir caminando y al instante escucha que Leticia, luego de cerrar la puerta, se ríe.

Capítulo 24

Vidal piensa en Leticia como cómplice del secuestro de Jimi. Entra a la panadería de Rey y encuentra a la hijas. Pide lo de siempre y una de las hijas le pregunta si su padre sigue en el velorio, y otra responde que están ahí "para que los maten a todos juntos" (p.110).

Vidal camina a su casa, se encuentra a Madelón y ésta le dice que tiene algo importante que decirle. En el cuarto, Madelón llora y lo abraza, y le dice que se enteró de que él está marcado y que es la próxima víctima. Vidal quiere alejarse de ella, que se le insinúa constantemente. En ese instante entra Nélida: al ver la escena pide disculpas, visiblemente enojada, y cierra de un portazo. Vidal intenta deshacerse de Madelón cordialmente y le dice que se vean alguna otra noche. Ella sale y Vidal va al baño. En el camino se encuentra a Nélida y ella le da vuelta la cara. Balbucea una explicación pero justo aparece Antonia.

Capítulo 25

Vidal llega a lo de Néstor, donde están hablando de incineraciones a viejos y secuestros. Se preguntan si lo de Jimi fue efectivamente un secuestro u otra cosa. Plantean ventajas y desventajas de avisar a la policía. Se preguntan si hacer alguna manifestación camino al entierro de Néstor, pero en ese instante aparece el hijo de Néstor. El muchacho agradece la presencia de los amigos y lamenta no haber podido estar, a causa de interrogatorios con que lo demoró la policía. A algunos de los amigos les da pena, y Arévalo opina que si lo demoraron, habrá sido por un comportamiento monstruoso en la tribuna.

Capítulo 26

Los amigos suben a un auto para ir al cementerio. Rey comenta que hay un rumor acerca de una posible "Marcha de los Viejos". Los amigos ni siquiera consideran participar, les parece una locura. Luego hablan de los cambios de nombres de las calles. Arévalo dice haber tenido una visión de un pozo, que era el pasado donde caían las cosas.

El coche se detiene. Vidal ve por la ventana a gente bailando y riendo, y a uno de los hombres que estaba en el velorio con las manos cubiertas de sangre. De pronto entiende que la gente no estaba bailando sino tirando piedras. Alguien grita "huyan", y Vidal se echa a correr. Empieza a llover. Vidal camina hasta llegar a la avenida, intenta parar un taxi pero ninguno frena. Entra a un almacén y pide comida y cerveza, pero el hombre que atiende le aconseja que no se quede, porque el ambiente está cargado.

Capítulo 27

Vidal sale del bar y camina bajo la lluvia. Piensa en tomar el subte, pero se detiene ante la posibilidad de que alguien se vea tentado a arrojarlo bajo un tren. No se atreve a tomar un colectivo por si en él viajara algún agresor. Cuando decide volver caminando, cesa la lluvia. En el camino ve a un grupo de muchachos, por lo que se desvía y acaba tropezando y cayendo al suelo. Consigue un taxi, manejado por un viejo. Éste le advierte que "pasada cierta edad, no hay que subir a taxímetros de jóvenes" (p.124), porque les roban a los viejos y los dejan tirados. Vidal dice que no hay razones científicas detrás de esa guerra, sino "mucha compadrada" (p.124).

Vidal llega a su casa y recuerda a sus amigos, espera que ninguno haya recibido una piedra, pero está demasiado cansado como para ir a buscarlos.

Análisis

La muerte de Néstor abre una nueva instancia en la trama: la guerra se vuelve algo serio, concreto. El tema de la guerra se explicita y se vuelve tema de conversación. Incluso, adquiere nombre. El titular de un diario la llama "Guerra al cerdo" y el de otro "Cacería de Búhos".

"—Bueno, pero, ¿por qué búhos o chanchos?

—Vaya uno a saber.

—¿De dónde sacaron la idea? Dicen que los viejos —explicó Arévalo— son egoístas, materialistas, voraces, roñosos. Unos verdaderos chanchos" (p.86).

El reino animal sigue siendo objeto de comparación en esta historia, ahora incluso de un modo oficial, a través de los titulares de los diarios. En la dicotomía búhos o chanchos pueden verse dos ideas sobre la vejez: el chancho corporiza los atributos de la decrepitud adjudicada a los viejos, y el búho, los de la sabiduría:"—El búho me parece mejor. Es el símbolo de la filosofía —declaró Arévalo" (p.86). Sin embargo, según explica Arévalo más adelante, no hay modo de simbolizar la vejez de una manera enteramente positiva, desprendida de la decrepitud traída por los años: "El búho es el símbolo de la filosofía. Inteligente, pero repulsivo (p.120)". Por otro lado, Dante insiste en nombrar "ratonera" a los espacios cerrados, dando a entender que para ellos las casas se volvieron trampas, donde los viejos se reúnen "para que los maten a todos juntos" (p.110), como dice una de las hijas de Rey. Las imágenes animales que nombran "grupo", cuando aluden a los viejos, tienen siempre un tinte de víctima: son ratones, un animal pequeño que no se puede defender, al cual es fácil atacar y por el cual nadie siente demasiada lástima, porque no produce ternura, sino más bien cierto asco. En cambio la juventud se agrupa en "manadas", lo cual evoca la idea de ferocidad, son claros victimarios, más aún porque no parecen conocer piedad ni empatía por nadie ajeno a su especie.

"—Esta es la juventud, que debía pensar por sí misma —adujo Arévalo—. Piensa y actúa como una manada.

—Te equivocas —declaró Rey—. Como una piara. Una piara de cerdos.

—Pero —interrogó el de las manos enormes —¿los cerdos no somos nosotros?

—Ya no hay lugar para individuos —aseguró flemáticamente Arévalo—. Sólo hay muchos animales, que nacen, se reproducen y mueren. La conciencia es la característica de algunos, como de otros las alas o los cuernos" (p.105).

Arévalo, el intelectual del grupo, reflexiona sobre los ataques desde un enfoque sociopolítico: él lee en esta guerra un fracaso de la juventud, y ve una ironía en que la generación que se libraría de mandatos y pensaría por sí misma, acaba pensando y actuando "como una manada", es decir, como seres animales, que no tienen la facultad de pensamiento y que sólo se guían por un instinto más bien grupal, pero de una especie no humana. "Se pasó de la aldea al enjambre —reflexionó Arévalo" (p.105). En estos capítulos se concentra gran parte de la información argumentativa: se proponen y analizan las "razones" de la guerra, tanto por parte de los amigos como por personajes que no habían aparecido antes, como los dos hombres desconocidos que están en casa de Néstor o un viejo taxista. "Detrás de esta guerra contra los viejos no hay más que argumentos sentimentales en favor de la juventud" (p.87), sentencia por ejemplo Arévalo. En general, las críticas a los ejecutores de los ataques tienden a problematizar, cuestionar y hasta ridiculizar las acciones de los jóvenes. Es relevante que, en ningún momento, la oposición a la juventud se da en términos de defensa de la vejez. Arévalo desestima los argumentos sentimentales en favor de la juventud, a la vez que los reconoce igualmente ridículos cuando se trata de endiosar la vejez:

"—Por algo los esquimales o lapones llevan a los viejos al campo para que se mueran de frío —dijo Arévalo—. Solamente con argumentos sentimentales puede uno defender a los viejos: lo que hicieron por nosotros, ellos tienen también un corazón y sufren, etcétera" (p.86).

Entre los mismos viejos se da, a su vez, un debate en relación a las razones del enemigo. Uno de los viejos desconocidos en la casa de Néstor pareciera reconocer ciertas "faltas" por parte de adultos mayores que justificarían, de algún modo, el envalentonado castigo:

"—Algunos viejos no se cuidan lo más mínimo. Casi diría que provocan.

—Los que provocan son agentes provocadores, pagados por los Jóvenes Turcos —aseguró Dante.

—¿Usted cree? —preguntó el de la cara en punta—. ¿Le habrán pagado al viejo que se propasó con las colegialas en Caballito?

El de las manos enormes alegó: —Admitamos que últimamente cunde una ola de criminalidad senil. A diario leemos noticias al respecto.

Dante protestó: —Infundios para agitar el ambiente" (p.91).

En el diálogo tienen lugar los términos típicos de una discusión política, trasladada aquí al tema de los viejos y la guerra. Ambos lados de la discusión parecen representar la división recurrente en la llamada "opinión pública": los que creen que el victimario actúa con algo de razón, aunque desmedidamente, y los que niegan toda razón al bando enemigo, alegando que ha armado él mismo una "provocación" que justifique su ataque. Lo discutido en esta escena tiene que ver con una de las justificaciones más fuertes por parte de la juventud a la hora de atacar, que son estos ejemplos de "viejos repugnantes" que se propasan, en términos sexuales, con muchachas jóvenes y hasta menores de edad. En relación a esto, es interesante que Dante interprete en la conversación el lado más inflexible, dado que es, entre los amigos, el que suele pronunciar el discurso más conservador, sobre todo en relación con las mujeres:

"—Para donde extiendan la vista —continuó Dante— encontrarán maldad y orden subvertido. Sin ir más lejos, ¿qué me dicen de la manera de vestirse de las mujeres? ¿No es el acabóse? ¿No estaremos en vísperas del fin del mundo?" (p.105).

Aquel que niega los casos de acoso sexual por parte de viejos a jovencitas es el mismo que juzga el vestuario de las mujeres: es el mecanismo típicamente machista y misógino de quien culpabiliza a la víctima, por "provocar" al acosador. Este discurso se repite en boca de Dante numerosas veces, como si gozara con traer el tema a la conversación, aunque se esté hablando de cualquier otra cosa: "—¿Y me vas a decir que ese afán de la moda de las mujeres no es el acabóse? ¿No anuncia la disolución y el fin de todo? —porfió Dante" (p.119).

El otro intercambio relevante se da entre Vidal y un muchacho presente en lo de Néstor. En ese diálogo se expone lo respectivo a una dimensión sociopolítica de la guerra:

"—Lo triste es que no hay nada más detrás del movimiento. Absolutamente nada. La desolación. —Ah no, señor. En ese punto se equivoca —dijo el muchacho.

—¿Usted cree? —preguntó Vidal y, acaso buscando ayuda, miró hacia donde estaba Arévalo. —Me consta. Hay estudiosos. Detrás de todo esto hay mucho médico, mucho sociólogo, mucho planificados. En la más estricta reserva le digo: hay también gente de iglesia" (p.95).

El muchacho se inclina a favor de la razón que cree más verdadera, que tiene que ver con la medicina y el control poblacional:

"—Para mí —dijo el más bajo— la culpa directa recae en los médicos. Nos han llenado de viejos, sin alargar un día la vida humana.

—No te sigo —admitió el de los granos.

—¿Conocés a muchas personas de ciento veinte años? Yo, a ninguna.

—Es verdad: se limitaron a llenar el mundo de viejos prácticamente inservibles" (p.95).

De todos modos, las razones científicas parecen más bien una justificación a posteriori, teórica, sobre un accionar que responde a motivaciones más instintivas y de índole psicológica. Aparece una escisión entre el discurso oficial y los verdaderos fundamentos que impulsan a la violencia. Al fin y al cabo, cuando Vidal intenta indagar acerca del asesinato de Néstor, el muchacho que estaba en la tribuna le dice: "¿Sabe cómo fue? El partido no empezaba, la gente se aburría, alguien propuso: ¿Tiramos un viejo? El segundo viejo que tiraron fue el señor Néstor" (p.89).

El aburrimiento sumado al desprecio por el débil, el decrépito, el que molesta por tan solo existir. Lo que los viejos lamentan de sí mismos, de la vejez, es lo mismo que los jóvenes ven en ellos. Aunque intentan discutirlo, los viejos reciben en la violencia de los jóvenes una exaltación del mismo desprecio que sienten por su propia condición, que se presenta inferior, en todo sentido, a la del enemigo.

"—Lo que me fastidia en esta guerra al cerdo —se irritó porque sin querer llamó así a la persecución de los viejos— es el endiosamiento de la juventud. Están como locos porque son jóvenes. Qué estúpidos" (p.94).

La ironía en las palabras de Vidal yace en que, como lectores, conocemos la interioridad del personaje: el protagonista parece entonces enfurecerse, más que por guerra, por ver sus propias valoraciones y visión del mundo puestas a funcionar en contra suyo. Tanto Vidal como el resto de los amigos también “endiosan”, ellos mismos, a la juventud. Recuerdan con nostalgia su propio tiempo como jóvenes, desprecian a las mujeres de edad avanzada y desean, con desesperación, a las muchachas, incluso, en varios casos, a las menores de edad.

La paradoja se da también a la inversa, según razona Arévalo: "En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser. Un odio bastante asustado…" (p.100). Entre las razones que se ofrecen para la guerra, el motivo psicológico parece ser el verdadero movilizador. Los jóvenes matan a los viejos para matar eso que detestan sobre su propio futuro, que es la vejez, la decrepitud, la espera de la muerte. Esta teoría será solventada poco después, en palabras de un médico. En principio, pareciera que la guerra produce no sólo una reflexión sobre el bando enemigo, sino también sobre el bando al cual se pertenece. Quizás esto responde a la particular relación que se establece entre ambos. Los integrantes de cada bando comparten parte de la identidad con los del bando enemigo: los viejos fueron jóvenes, los jóvenes serán viejos. La guerra parece darse, entonces, entre dos momentos de la vida de un hombre, condenado a atravesar ambos períodos. El odio asustado responde a la conciencia, por parte de la juventud, de lo que sabe que no podrá evitar. La guerra simboliza, en este sentido, el combate que se da al interior de un hombre, entre las distintas etapas de su vida, entre su pasado y su futuro: es la guerra que el hombre tiene contra el tiempo encarnado en él, es decir, una guerra que el hombre tiene consigo mismo.

En esta guerra, los jóvenes padecen con terror el ser conscientes de la inevitabilidad de su propia vejez. En espejo, los viejos sufren la conciencia acerca de la pérdida de la propia juventud. El problema de los viejos es que, de algún modo, no hay a dónde mirar: en el pasado está lo perdido, en el futuro también está la pérdida definitiva, que es la muerte. Varias veces se alude en la novela a un "no lugar" para los viejos en el mundo. En torno a esto, es interesante la imagen que presenta Arévalo, camino al entierro de Néstor:

"—Nos callamos. ¿En qué piensas, Arévalo?

—Es para reír —confesó este último—. Tuve una especie de visión.

—¿Ahora?

—Ahora. Me pareció ver un pozo, que era el pasado en que iban cayendo personas, animales y cosas.

—Sí —dijo Vidal — y da vértigo.

—También da vértigo el futuro —continuó Arévalo—. Lo imagino como un precipicio al revés. Por el borde asoman gente y cosas nuevas, como si fueran a quedarse, pero también caen y desaparecen en la nada" (p.120).

Arévalo habla de un pozo en donde todo desaparece, pasado y futuro. Ese pozo funciona como símbolo, por lo tanto, de la muerte. El hombre, en su vejez, está cercado: todo a su alrededor es oscuridad. A un lado, el pasado perdido para siempre; al otro, el futuro trae la muerte. Esta imagen del "pozo" que presenta Arévalo no expresa solo la soledad y la angustia del hombre frente a la propia muerte, sino también a la de los demás. Esta gente que se asoma y luego desaparece en la nada recuerda a la reflexión de Vidal acerca de los límites difusos entre la realidad y el sueño en relación a cómo se olvidaba fácilmente la vida de los que mueren, como si la muerte los volviera personajes de algún sueño. En ambos, lo que se da es la idea de dos planos: uno de presencia o realidad, otro de ausencia o sueño. Esta dicotomía se asimila, fácilmente a la expresión comúnmente utilizada para aludir a la muerte, que es la de descanso eterno.