Diario de la guerra del cerdo

Diario de la guerra del cerdo Ironía

Los jóvenes matan a los viejos (matan su propio futuro).

"En esta guerra los chicos matan por odio contra el viejo que van a ser. Un odio bastante asustado…" (p.100). Entre las razones que se ofrecen para la guerra, el motivo psicológico parece ser el verdadero movilizador. Los jóvenes matan a los viejos para matar eso que detestan sobre su propio futuro, que es la vejez, la decrepitud, la espera de la muerte. Esta teoría será solventada poco después, en palabras de un médico. El "odio asustado" responde a la conciencia, por parte de la juventud, de lo que sabe que no podrá evitar. La guerra simboliza, en este sentido, el combate que se da al interior de un hombre, entre las distintas etapas de su vida, entre su pasado y su futuro: es la guerra que el hombre tiene consigo mismo.

Los jóvenes llevan este problema al psiquiatra, porque se dan cuenta de la ironía de la situación, en la que matar a los viejos, dado que son su propio futuro, no dista del suicidio. La razón que ha dado causa a la guerra es la misma que, mediante una vuelta reflexiva, argumenta el final de la batalla. De esta manera, la juventud queda, en esta novela, algo ridiculizada. La guerra iniciada por los jóvenes se muestra inútil, bárbara, infantil y poco pensada. Su revolución no termina porque se alcance una meta, ni por una repentina piedad por las víctimas, sino por razones que vuelven a la juventud un grupo únicamente egoísta: deciden terminar de matar cuando se dan cuenta de que se estaban matando a ellos mismos. Esta cualidad ilógica del accionar violento, que colaboraba al aire pesadillesco en la novela, en ningún momento se nutre de racionalidad, sino que más bien el desenlace de la trama acentúa en su carácter irónico y violentamente ridículo.

Los viejos están más seguros afuera de sus casas que dentro de ellas

Ante la posibilidad de un ataque por parte de una manada de jóvenes envalentonados, los viejos se sienten más seguros en la oscuridad de las calles que en sus propias casas. Esa ironía responde a una medida del gobierno, que sólo tiene control por lo que sucede en los lugares públicos. La medida, lejos de proteger a las posibles víctimas, las colma de terror e inseguridad mientras están en sus casas, su espacio más propio y familiar, al que los atacantes, sin embargo, no dudan en entrar.

Faber termina siendo el novio de Antonia, quien lo despreciaba

Una situación que indica un claro fin de la guerra está dado por el noviazgo de Antonia y Faber, anunciado al final de la novela. La noticia resulta una ironía para Vidal tanto como para el lector: Antonia había defenestrado a Faber, aludiendo a él como a un "viejo repugnante" al que había que exterminar sin piedad. Al presentar esta pareja, la novela ridiculiza ese fervoroso discurso anterior de la muchacha y lo evidencia vacío de fundamentos, convirtiendo ese pasado envalentonamiento en un capricho perecedero. De algún modo, se encarna en Antonia un posicionamiento que puede extenderse a toda la juventud de la trama: su discurso, su acción, y por lo tanto la "guerra al cerdo", se reduce ahora a un ensañamiento carente de fundamentos reales. Los jóvenes guerreros se evidencian entonces como niños temperamentales, contagiados entre sí por un fervor tan vacío como peligroso. Pasado el fervor, cambian sin más su parecer.

El joven Isidorito muere a causa del movimiento al que pertenece

Isidorito muere atropellado por un joven que alega estar terminando, así, con un traidor. La escena, presenciada por Vidal, se sume en una atmósfera de ilogicidad, en parte porque el camionero mata a Isidorito por el bien de la causa que la juventud mantiene contra los viejos, y sin embargo no mata a Vidal, sino que le sonríe. No hay lógica que soporte el acontecimiento, sino más bien ironía: Isidorito muere en manos del bando al que él mismo pertenecía, la juventud mata a un joven, y lo hace, supuestamente, por el bien de la juventud.