Diario de la guerra del cerdo

Diario de la guerra del cerdo Resumen y Análisis - Capítulos 9-17

Resumen

Capítulo 10

Vidal llega a la dirección indicada por Rey y entiende la vacilación de su amigo la noche anterior: el hotel que Rey piensa comprar es un hotel de citas. Rey aparece, lo abraza, y luego le presenta al patrón. Hablan del lugar hasta que llega Tuna, una chica muy joven.

El patrón hace pasar a una habitación a Rey, Tuna y Vidal, y cierra la puerta. Vidal se siente intimidado por la situación. Tuna se desnuda y baila por la habitación. Rey la mira y en un momento Tuna le pregunta a Vidal si él "tampoco" va a hacer nada. Éste responde que no, entonces ella le escribe "De la Negra" con lápiz de labio en un papel y se lo da. Tuna se viste, discute por la paga con Rey, luego se besan y ella se va. Rey le dice a Vidal que dispone de otras chicas también.

Se despiden del patrón y salen. Vidal quiere hablar para no parecer enojado, pero no se le ocurre ningún tema. Caminan en silencio hasta que comentan la demolición de una casa. En un momento, tal y cómo sucedió la noche anterior, Vidal se libra de él y vuelve a su casa.

Capítulo 11

En su casa, Vidal se siente inquieto. Compara la situación del hotel con sueños opresivos por el poder de sus imágenes. Recuerda a un perro que tuvo en la infancia, que cuando se hizo viejo, se entregó a perseguir perras, hecho que ofendió por completo a Vidal.

Vidal se dispone a visitar a Jimi, quien vive junto a su sobrina Eulalia. Hay conjeturas sobre la labor de Eulalia en esa casa, ya que de las tareas domésticas se encarga Leticia, la empleada doméstica.

Llega a lo de Jimi y, desde la ventana, Vidal ve movimientos extraños protagonizados por Jimi y Leticia, y luego entiende que se trata de una situación sexual. En ese momento un joven dice: "Tal cual un perro prendido. El viejo inmundo merece escarmiento" (p.62), en referencia a Jimi, y pregunta a Vidal qué opina al respecto. Vidal responde que él no haría eso, pero que si otro quiere es libre de hacerlo, y vuelve a su casa mirando hacia atrás, por si lo siguen.

Capítulo 12

Néstor visita a Vidal y lo invita a ir con él a la cancha, al partido de fútbol. Vidal habla de que todo es triste y ridículo en la vejez, sobre todo en lo que respecta a relacionarse con mujeres jóvenes. Néstor dice que hace tiempo las mujeres ya no le interesan, que ahora lo que le produce placer es el dinero y que empezó a comprar un departamento para dejarle a su hijo. Luego le insiste para que vaya a la cancha con él, dice que su hijo mandó a invitarlo. Vidal responde que lo va a pensar, pero que si no se presenta a horario, no lo esperen.

Capítulo 13

Vidal se prepara para ir a la cancha, pero se encuentra a Nélida que está esperando en la puerta del caserón y conversa con ella. Ella le cuenta que al encargado le pegaron adentro del inquilinato, el día anterior. Vidal le pregunta por qué está tan arreglada y ella dice que está esperando al novio.

Vidal emprende camino. De pronto siente un estallido y se da cuenta de que le están tirando botellazos. Echa a correr y lo recibe Nélida, que sigue en la puerta. Ella lo abraza y lo cuida.

Capítulo 14

Vidal mira de cerca a Nélida, sentada en su cama, y piensa en besarla, pero se contiene. Llega el novio a buscarla y Vidal los oye discutir. La pareja se va. Isidro duerme una siesta y luego sale para reunirse con sus amigos.

Capítulo 15

Vidal encuentra a Jimi en la calle y éste le dice que ahora se está más seguro afuera de casa que adentro. Vidal le cuenta lo que sucedió la noche anterior, en el hotel de citas. Jimi se ríe de que Rey se haya rebajado en público. Vidal imagina a Faber al acecho de las muchachas, a Rey besuqueando las manos de Tuna, a Jimi prendido como un perro a Leticia. Jimi dice que todo viejo es una caricatura y eso es gracioso, pero Vidal no solo no le encuentra gracia, sino que le da tristeza. Jimi sigue riendo de Rey, entonces Vidal le habla de Leticia. Inmediatamente se arrepiente de haberlo mencionado, pero Jimi se ríe. Hablan al respecto y luego se van y quedan en encontrarse esa noche en lo de Rey.

Capítulo 16

Vidal se encuentra a su hijo Isidorito, que vuelve del partido, algo indignado con los jugadores. Vidal le habla sobre la dentadura de Bogliolo. Isidorito protesta por que su propio padre lo ponga en esa situación. Dice que los de la Agrupación ya están furiosos con él desde que se enteraron que había escondido al padre en el altillo. Vidal insiste con lo de Bogliolo. Isidorito, irritado, le dice a su padre que debe entender que es una posible víctima, y que por su propio bien debería ser diplomático con todos y dejarlo a él tranquilo.

Luego Isidorito cuenta a su padre que doña Dalmacia está muy enferma y se conviritió en "un bicho que está clamando para que lo exterminen" (p.78). Isidorito no dobla en la misma dirección que él y Vidal sigue camino a su casa; se siente solo.

Llega a la casa y se encuentra a Bogliolo, que le habla muy mal y dice que lo da por muerto, por no haber cumplido con el encargo. Vidal no contesta y entra a la pieza.

Recuerda su hogar de la infancia. Se siente afortunado por tener a sus amigos. De pronto tocan la puerta y Vidal se da cuenta de que se había dormido y estaba soñando. Abre la puerta y ve a dos hombres.

Capítulo 17

Uno de los hombres es Eladio, dueño del garage,¿; el otro es un desconocido. Vidal los invita a pasar, pero estos se niegan. Eladio está nervioso y le presenta a Paco (el muchacho que tiene al lado y al que Vidal ya había visto en el hotel de citas). Eladio termina anunciando que Néstor fue asesinado en la tribuna de la cancha. Vidal dice que irá con ellos a la casa de Néstor para ver a su familia.

Análisis

"Como un animal que anhela su cueva, tenía ganas de volver a casa, pero con asombro descubrió que estaba inquieto y optó por cansar un poco los nervios antes de encerrarse en la pieza a pasar la noche. Se dijo que a sus años un hombre ha conocido tantas experiencias, que un episodio como el del hotel no lo sorprende demasiado. Lo comparó, sin embargo, a sueños en que la situación no es amenazadora ni angustiosa, pero que resultan opresivos por un indefinible poder de las imágenes" (p.61).

En esta novela, la mayoría de las cuestiones relacionadas con la sexualidad se presentan conflictivas y como cubiertas por un halo de extrañeza. Los descubrimientos que Vidal hace sobre la vida sexual de sus amigos no constituyen una consecuencia de la guerra violenta que invade, repentinamente, la vida del grupo, pero por alguna razón esas dos cuestiones coinciden en una serie de episodios pesadillescos. En la frase citada, donde el narrador expone la interioridad de Vidal al volver del hotel de citas en el que compartió una situación incómoda junto a Rey y Tuna, puede leerse esta confusión: el episodio no es, en cuanto a lo anecdótico, demasiado grave, pero sin embargo le produce angustia, como un sueño inexplicablemente opresivo. Como en muchos otros momentos de la novela, el universo de los sueños permite explicar elementos de la realidad, al parecer carentes de lógica. El tema de los sueños y la realidad se hace presente en este tipo de mecanismos de comprensión y asociación de imágenes. En cuanto a la reflexión citada, pareciera que de algún modo los hechos violentos y el cruento discurso en boca de los jóvenes sobre la repugnancia que les producen los viejos, contamina la percepción de Vidal acerca de las elecciones de sus amigos en cuanto a sus relaciones con mujeres jóvenes. Vidal en ningún momento expone un juicio moral sobre el tema, pero no puede evitar cierta incomodidad: hay algo puramente físico, como una tendencia animal que se expone y parece contagiar todo lo demás. El símil que abre la cita evidencia esa tendencia, como si los personajes sólo pudieran identificar, en sí mismos y en los demás, lo puramente instintivo o animal, y obedecer a ello. Vidal quiere volver a su casa como un animal que, intimidado por una situación, busca refugiarse en su cueva. No hay racionalidad humana que explique lo pesadillesco, sino pura sensación y necesidad de huir. La cita continúa esta asociación de imágenes:

"Quién sabe qué asociación de ideas le trajo en ese momento el recuerdo de un perro de la casa paterna, cuando él era chico, el pobre Vigilante, que luego de una larga conducta de abnegación, constancia y dignidad, se entregó, ya viejo, a la indecorosa e inútil persecución de las perras del barrio. Probablemente por primera vez en la vida él se ofendió. La amistad con el perro no volvió a ser la misma y cuando lo perdieron conoció dos nuevos estados de ánimo: el remordimiento y el desconsuelo" (p.61).

En la novela, las imágenes de lo animal adquieren una connotación negativa en su relación con la vejez, como si lo instintivo y lo viejo fueran una asociación imperdonable, digna de repudio. Vidal no puede expresar lo que le provoca ver a su amigo Rey en esa situación, es decir, ver a su amigo como un viejo que contrata prostitutas menores de edad, con las que aparentemente no puede tener sexo, y que además se exhibe en esa faceta. Lo que sí puede hacer Vidal es pensar el presente desde el recuerdo, y dejar a su mente asociar ideas, imágenes. El perro era su amigo hasta que, envejecido, desató una conducta sexual "indecorosa" que a él le causó repudio. Es interesante la mención de este recuerdo en tanto, poco después, se instala una asociación similar. Cuando va a buscar a Jimi, ve movimiento desde la ventana:

"Se detuvo, se agachó, observó. Le pareció que una pareja bailaba por el sótano y que en su danza alternaba la tensa tiesura con el deslizamiento raudo, la sacudida con el zarandeo. Al rato descubrió que la mujer que se debatía abrazada era Leticia. La perseguía Jimi, irreconocible en su plétora de tenacidad y de urgencia" (p.62).

Nuevamente, la imagen del viejo que "persigue" a una joven, como el perro de la infancia de Vidal, Vigilante, que de viejo se dedicaba a perseguir a las perritas del barrio. Además, para Vidal, ser testigo de esa situación vuelve a su amigo “irreconocible”. La asociación con el mundo animal continúa, aunque esta vez, sorpresivamente para Vidal, fuera de su propia conciencia:

"—Tal cual un perro prendido. El viejo inmundo merece escarmiento.

Se incorporó a medias. Desde lo alto le hablaba un joven estrecho, sin duda fanático y conminatorio" (p.63).

Si en Vidal el concepto de sexualidad en la vejez se asocia a lo animal de un modo inconsciente, como una sensación que presenta angustia e incomodidad, en boca del joven esta asociación es directa, racional, y funciona como sentencia. La violencia se presenta como repentinamente incomprensible para los viejos, las víctimas, y como plena de sentido y justificación para los jóvenes, los victimarios. Para la juventud de la novela, un viejo que persigue jovencitas no es una imagen incómoda, sino un crimen imperdonable, cuya justa condena es la muerte. En este sentido, el juicio de los jóvenes adquiere un tinte moral, y, de cierto modo, conservador: un viejo no debería entregarse a su instinto, ni exhibir el hecho de que tiene deseo sexual, y mucho menos de que ese deseo es despertado por un cuerpo joven. Exhibir ese deseo lo volvería un animal, algo inhumano y que no merece más respeto que un perro. El lugar correspondiente a los viejos, para los jóvenes, es la muerte: ellos van a provocarla, para apartarlos del camino, para quitárselos de la vista.

Los viejos reciben la violencia de esa urgencia de los jóvenes por librarse de ellos, como también padecen los cambios de la ciudad, en los que no ven sino la destrucción de todo aquello con lo que se identifican. Rey camina junto a Vidal, de regreso del hotel de citas:

"Cuando pasaron frente a la casa en demolición, ponderó:

—Con qué rapidez la destruyen.

—Aquí sólo para destruir somos rápidos —afirmó Rey” (p.60).

Los viejos son constantemente desplazados, no son bien recibidos en ningún lugar, porque bajo las leyes de lo animal, el mundo pertenece a los más fuertes, que son los jóvenes. "Que estamos viejos. Que no hay lugar para los viejos, porque nada está previsto para ellos. Para nosotros" (p.64), dice, horas después, Vidal a Néstor, y luego: "En la vejez todo es triste y ridículo: hasta el miedo de morir" (p.65). En esta guerra hay grupos en oposición, pero no hay valores en oposición: los jóvenes repudian la vejez, y los viejos también. Ninguno de los varones de esta novela prefiere la vejez a la juventud: esto se ve, de hecho, en sus elecciones amorosas y en la relación con los hijos. Néstor adora a su hijo y le gusta pasar tiempo con él; lo mismo sucede con Vidal, respecto a Isidorito. Pero los jóvenes, claro está, no prefieren a los viejos:

"Vidal pensó que sin duda llega un momento en la vida en que, haga uno lo que haga, solamente aburre. Queda entonces una manera de recuperar el prestigio: morir. Ambiguamente agregó: Por tan poco tiempo no vale la pena" (p.78).

No hay reacción por parte de las víctimas ante el ataque, simplemente se resignan a intentar sobrevivir. No hay defensa de valores con los que oponerse al bando enemigo, porque aunque consideren desmedida la violencia con la que actúan, la juventud es, en oposición a la vejez, digna de admiración. Cuando los amigos conversan en el inquilinato, se oyen ronquidos. "Te prevengo que en el cuarto de al lado tenés un león", dice Néstor, a lo que Vidal responde: "Es el pobre Isidorito, que duerme" (p.66). Lo joven también despierta imágenes animales, pero en ese caso tienen grandeza, peligro, belleza, como un león, o bien destacan la idea de grupo: Rey, cuando le dice a Vidal que puede conseguir más "chicuelas" como Tuna, dice tener un "enjambre" (p.60) de ellas; los muchachos, por su parte, constituyen a lo largo de la novela una "manada".

La juventud es objeto de admiración, de deseo, de nostalgia: "En la juventud, a lo largo de interminables caminatas nocturnas, habían tenido famosas discusiones filosóficas; después, aparentemente, la vida los había cansado" (p.79). El pasado es, por la vía del recuerdo, el refugio más preciado del protagonista. Cuando Vidal se queda solo en su cuarto, el presente es rápidamente difuminado para dejar paso a la ensoñación, cuyas imágenes suelen remitir a episodios de la infancia o la adolescencia de Isidoro.

"Cerró los ojos. En la calle resonó una bocina como las que usaban los coches de antes. Cuando oyó a lo lejos el tranvía que después de la curva se balanceaba para tomar impulso y, con un quejido metálico, avanzaba acelerando, entendió que soñaba. Si no recordaba nada de lo que luego había ocurrido tenía alguna esperanza de que fuera el alba, de estar en su casa de la calle Paraguay y de que sus padres durmieran en el cuarto de al lado" (p.79).

Vidal huye de un presente pesadillesco (y de un futuro poco prometedor) hacia una ensoñación donde la atmósfera, hecha de fragmentos del pasado, es más amable. Los límites entre la realidad vivida y la imaginada son difusos:

"Retrospectivamente resultaba difícil distinguir lo que había pensado de lo que había soñado. Creyó por primera vez entender porqué se decía que la vida es sueño: si uno vive bastante, los hechos de su vida, como los de un sueño, se vuelven incomunicables porque a nadie interesan. Las mismas personas, después de muertas, pasan a ser personajes de sueño para quien las sobrevive; se apagan en uno, se olvidan, como sueños que fueron convincentes, pero que nadie quiere oír" (p.79).

Por un lado, resulta interesante la reflexión de Vidal, acerca de la muerte y el modo en que los muertos perviven en la memoria hasta ser olvidados: poco después, Eladio anunciará que Néstor ha muerto, lo cual desatará, en adelante, una serie de pensamientos en el protagonista, acerca de la facilidad humana para olvidar a los que ya no están. La intrascendencia de la muerte aparece con recurrencia en la novela, ya sea en la reflexión del protagonista como en escenas externas a él (como los niños jugando en el lugar donde había fallecido el diarero horas antes). Por otro lado, en esta misma cita, la reflexión de Vidal (y por lo tanto la totalidad del relato, teñida por su punto de vista), desestima y rechaza, implícitamente, lo que suele ser el discurso "positivo" acerca de la vejez. En la medida en que se produce una innegable disminución del poder físico, el discurso positivo sobre la vejez suele tender a una exaltación de valores relacionados a lo puramente mental o espiritual, como la idea de sabiduría. Dicho discurso hace del viejo un sabiondo digno de reverencia, un instructor basado en la experiencia que le han dado los años, etc. En el pensamiento de Vidal, el concepto de "viejo sabio" no tiene lugar: a nadie le importa lo que un viejo tiene para decir, resulta aburrido y su saber, si hay alguno, se vuelve incomunicable, principalmente porque nadie quiere oírlo. Este tipo de reflexión, en la novela, ayuda a construir una visión pesimista sobre la vejez.

Si Vidal había escapado de la pesadillesca realidad para perderse en una ensoñación más amable, la llegada de Eladio y Paco provoca, rápidamente, el viraje inverso. Eladio llega para comunicar la muerte de Néstor, quizás la víctima menos esperada del grupo: supuestamente tenía una buena relación con su hijo, y, además, parecería ser el único que, según él mismo había confesado, ya no se interesaba en conquistar mujeres. Nuevamente, el tema del sueño y la realidad organiza la trama: la realidad golpea a la puerta de Vidal, de la mano de Eladio y Paco, quienes lo despiertan "del sueño o de los recuerdos" (p.81) para hacer resurgir la atmósfera de pesadilla.