Diario de la guerra del cerdo

Diario de la guerra del cerdo Preguntas de Ensayo

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    ¿Cómo puede interpretarse, en relación al conflicto principal de la trama, que Antonia termine formando pareja con Faber?

    El noviazgo entre Antonia y Faber es una situación que indica un claro cierre del conflicto principal de la trama, es decir, la "guerra al cerdo". La noticia resulta irónica tanto para Vidal como para el lector: Antonia había defenestrado a Faber, aludiendo a él como a un "viejo repugnante" al que había que exterminar sin piedad. Al presentar esta pareja, la novela ridiculiza ese fervoroso discurso anterior de la muchacha y lo evidencia vacío de fundamentos, convirtiendo ese pasado envalentonamiento en un capricho perecedero. De algún modo, se encarna en Antonia un posicionamiento que puede extenderse a toda la juventud de la trama: su discurso, su acción, y por lo tanto la "guerra al cerdo", se reduce ahora a un ensañamiento pasajero, carente de fundamentos reales. Los jóvenes guerreros se evidencian entonces como niños temperamentales, contagiados entre sí por un fervor tan vacío como peligroso. Pasado el fervor, cambian sin más su parecer, hasta el punto de poder enamorarse de quienes antes consideraban el enemigo.

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    ¿Qué transformación puede verse en el protagonista hacia el final de la novela?

    Puede verse una transformación en el protagonista de la novela, en tanto hacia el final toma ciertas decisiones que pueden leerse como un rompimiento con su pasado que deriva en un cambio positivo o, incluso, en un ejemplo de superación personal. La transformación de Vidal está ligada al tema del amor. Dolido por la muerte de su hijo, Vidal siente que "únicamente al lado de Nélida la vida era tolerable" (p.187) y por lo tanto decide amoldar su vida a eso que considera más parecido a la felicidad, que es la compañía de la muchacha. Para eso, decide quemar sin ninguna lástima todas aquellas pertenencias cuyo único valor era el del recuerdo (de sus padres, de la infancia, de los primeros amores) y mudarse definitivamente a la casa de la calle Guatemala: "Con Nélida empezaría una vida nueva, sin recuerdos, que estarían fuera de lugar" (p.187). El rompimiento se da respecto del pasado. Se abandona el sentimiento nostálgico para dejar lugar al amoroso. Vidal abandona el vicio de los recuerdos en el que se veía sumido al inicio de la novela, y ya no se aferra al pasado para eludir el presente. Decide, de hecho, dejar de evitar el presente, que para él es ahora la vida junto a Nélida, y desprenderse del pasado para dejar lugar a una posibilidad de futuro, asentada en el amor.

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    ¿Cómo presenta la novela el tema de la vejez?

    La vejez es el tema principal de la novela, y la visión que se da sobre ella es bastante pesimista. "En la vejez todo es triste y ridículo: hasta el miedo de morir" (p.65), dice el protagonista, un hombre de casi sesenta años. Efectivamente, la edad avanzada se presenta, en la novela, como una fatalidad indeseable, un club al que nadie quiere pertenecer, porque lo único que une a sus miembros es la decrepitud, la enfermedad, la espera de la muerte. Allí radica, quizás, la particularidad del relato: nadie, en ningún momento, intenta destacar valores positivos en la vejez. Desde el principio, la pérdida de la juventud se ve como algo problemático e indeseable, y la vejez es despreciada por los jóvenes tanto como por los viejos mismos. En la guerra al "cerdo" (epíteto dado a los viejos), hay grupos en oposición, pero no hay valores en oposición: los jóvenes repudian la vejez, y los viejos también. Ninguno de los varones de esta novela prefiere la vejez a la juventud: esto se ve, por ejemplo, en las elecciones amorosas de los personajes principales.

    En la novela pueden verse dos ideas sobre la vejez, encarnadas en el símbolo del "cerdo" y del "búho", que es como llaman al "viejo" los medios oficiales cuando hablan de la guerra. El cerdo corporiza los atributos de la decrepitud adjudicada a los viejos, y el búho los de la sabiduría: "—El búho me parece mejor. Es el símbolo de la filosofía —declaró Arévalo" (p.86). Sin embargo, según explica Arévalo más adelante, no hay modo de simbolizar la vejez de una manera enteramente positiva, desprendida de la decrepitud traída por los años: "El búho es el símbolo de la filosofía. Inteligente, pero repulsivo" (p.120). La visión sobre la vejez, en esta novela, es pesimista. En una de sus reflexiones más oscuras, el protagonista expresa el pasaje a la vejez como un camino hacia la oscuridad, hacia la muerte:"'(...) la gente joven no entiende hasta qué punto la falta de futuro elimina al viejo de todas las cosas que en la vida son importantes (...) La enfermedad no es el enfermo', pensó, 'pero el viejo es la vejez y no tiene otra salida que la muerte'" (p.172).

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    ¿Por qué termina "la guerra al cerdo"? ¿En qué posición deja la novela a la "juventud"?

    En la novela, los jóvenes matan a los viejos por odio a ese futuro que ellos mismos, ineludiblemente, terminarán encarnando. Hacia el desenlace de la trama, los jóvenes llevan este problema al psiquiatra, porque se han dado cuenta de la paradoja de la situación, en la que matar a los viejos, dado que son su propio futuro, no dista del suicidio. La razón que ha dado causa a la guerra es la misma que, mediante una vuelta reflexiva, argumenta el final de la batalla. La juventud queda en una posición algo ridícula, en tanto que la guerra que iniciaron se muestra inútil, bárbara, infantil y poco pensada. Su batalla no termina porque se alcance una meta, ni por una repentina piedad por las víctimas, sino por razones que vuelven a la juventud un grupo únicamente egoísta: deciden terminar de matar cuando se dan cuenta de que se estaban matando a ellos mismos. Como colectivo, la juventud de la novela se presenta como extremadamente violenta, capaz de asesinar sin piedad a inocentes, en pos de razones que terminan evidenciándose temperamentales, impulsivas, y por lo tanto ridículas.

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    Describa el lugar simbólico que ocupan algunas de las imágenes de lo animal que se presentan en la novela.

    El reino animal ocupa un lugar simbólico relevante en este relato, en el que diversas imágenes de lo animal funcionan para caracterizar a los personajes. En principio, los diarios informan sobre el ensañamiento que los jóvenes tienen contra los viejos como "guerra al cerdo" o "cacería de búhos". En la dicotomía búhos o cerdos pueden verse dos ideas sobre la vejez: el cerdo corporiza los atributos de la decrepitud adjudicada a los viejos, y el búho los de la sabiduría. Aunque si nos guiamos por la explicación de Arévalo, parece no haber modo de simbolizar la vejez de una manera enteramente positiva, desprendida de la decrepitud traída por los años: "El búho es el símbolo de la filosofía. Inteligente, pero repulsivo" (p.120). En la novela, las relaciones amorosas que involucran a hombres avanzados en edad aparecen conflictivas, justamente, por esa decrepitud: "¿Por qué atar a Nélida a un animal moribundo?" (p.171), se pregunta Vidal cuando se siente indigno, por viejo, del amor de una muchacha joven.

    Por otro lado, Dante insiste en nombrar "ratonera" a los espacios cerrados, dando a entender que para ellos las casas se volvieron trampas, donde los viejos se reúnen "para que los maten a todos juntos" (p.110), como dice una de las hijas de Rey. Las imágenes animales que nombran "grupo", cuando aluden a los viejos, tienen siempre este tinte de víctima: son ratones, un animal pequeño que no se puede defender, al cual es fácil atacar y por el cual nadie siente demasiada lástima, porque no produce ternura, sino más bien cierto asco. En cambio la juventud se agrupa en "manadas", lo cual evoca la idea de ferocidad, son claros victimarios, más aún porque no parecen conocer piedad ni empatía por nadie ajeno a su especie.

    Arévalo ve una ironía en que la generación que se libraría de mandatos y pensaría por sí misma, acaba pensando y actuando "como una manada", es decir, como seres animales, que no tienen la facultad de pensamiento y que sólo se guían por un instinto más bien grupal, pero de una especie no humana. "Se pasó de la aldea al enjambre —reflexionó Arévalo" (p.105).

    "Hablando nadie se entiende. Nos entendemos a favor en contra, como manadas de perros que atacan o repelen un circunstancial enemigo" (p.7), reflexiona, en un momento, Vidal. El símil postula la imagen del humano en su costado animal. Debido a la ausencia de valores ideológicos o políticos en la base del antagonismo entre la juventud y la vejez, podemos considerar que el conflicto se sostiene en lo puramente físico. Lo humano, en la problemática principal de la novela, se reduce a lo animal. Y en el reino animal la única ley es la de la fuerza: los más fuertes vencen a los débiles. En relación a la idea de "manada", el símil también plantea una equivalencia entre lo animal y lo humano en torno al modo en que se agrupan, en esta novela, los personajes: lo único que los divide es la edad, como a los animales la especie. Porque en Diario de la guerra del cerdo, los años que se tienen determinan la pertenencia a uno de los dos bandos posibles, el que "ataca" o el que "se defiende". De este modo, el símil condensa un presagio significativo de la guerra que se desata en la novela poco después.

    En este sentido, cuando aluden a los jóvenes, las imágenes de lo animal suelen evocar la idea de ferocidad, de peligro. Para aludir a los ronquidos del joven Isidorito, Néstor dice a su amigo que cerca de ellos hay un "león". Por su parte, los jóvenes comparan a los viejos con animales para describir el poco respeto que sienten por ellos, el asco que les producen. Se refieren a ellos como "cerdos" o incluso como "perros". Faber anuncia a Vidal que un grupo de jóvenes "se incautaron de los camiones de la División Perrera y recorren las arterias de la ciudad, a la caza de viejos que buscan en sus reductos domiciliarios y se los llevan de paseo, enjaulados, en mi opinión para escarnio y mofa" (p.134). Los viejos ocupan, bajo esta tiranía juvenil, el lugar de un perro, y por lo tanto son obligados a actuar como si lo fueran. No como cualquier perro, además, sino como aquellos que a la sociedad no interesan, que no son queridos por nadie y cuyo destino es ser sacrificados: "Hay quienes pretenden, señorita, que los exterminan en la cámara para perros hidrófobos" (p.134), cuenta Faber a Nélida.