La Virgen de los sicarios

La Virgen de los sicarios Una lectura apocalíptica sobre 'La Virgen de los Sicarios'

En La Virgen de los Sicarios podemos encontrar un sinnúmero de alusiones al libro del Apocalipsis, último texto del Antiguo Testamento y de la Biblia, atribuido al apóstol Juan. Estas alusiones, ampliamente trabajadas por la crítica, dan cuenta de una atmósfera devastadora y terminal que se cierne sobre Colombia a principios de la década del 90. En este sentido, cabe aclarar que el libro del Apocalipsis también es llamado Revelación; sin ir más lejos, podemos interpretar la novela de Vallejo, justamente, en esos términos: un texto profético sobre el inevitable destino de Colombia, el crudo desenmascaramiento de una verdad tan incómoda como incuestionable; en definitiva: una circunstancia que plantea la inminencia del fin.

Ahora bien, en buena medida, esta sensación de apocalipsis se percibe en el ruido infernal que impera en Medellín, producto del caos de la violencia, sí, pero también reflejo de una modernización desmedida que contrasta fuertemente con ese recuerdo idealizado que Fernando conserva de la ciudad. Dicho de otra forma, el narrador cuenta la historia desde un estado de aturdimiento causado por el caos sonoro que resulta de la superposición de vallenatos, partidos de fútbol, aceleraciones de motos, disparos. De esta forma, la voz narrativa de Fernando se hincha bajo las estridencias del contexto, y él acaba "vomitando" la historia de forma intempestiva y desordenada. El narrador propone una Medellín apocalíptica no solo a partir de lo que ve, sino también a partir de que la construcción de su voz narrativa se ve contaminada y refleja ese apocalipsis que ve. Esta focalización interna -que algunos críticos definieron como "de carácter acústico"- de la voz narrativa es algo que caracteriza, justamente, la voz de Juan en el Apocalipsis. En relación con esto, se entiende que Vallejo ha tomado parte de este tono de "aturdimiento" como una suerte de parodia al texto bíblico para referirse a esa Colombia que se encuentra después del exilio y que se le presenta como insalvable.

Podemos decir, entonces, que el ruido en La Virgen de los Sicarios constituye la voz omnipresente e iracunda de un dios apocalíptico que invade no solo la realidad colombiana, sino también la narración. Esto se refleja en un lenguaje desarticulado, vehemente y, por momentos, agresivo. Ese dios furibundo también se expresa a través del ruido de las radios y los televisores, de los silbidos de las balas, y de la cadencia desacompasada de los vallenatos -ritmo folclórico tradicional colombiano, que Fernando tanto desprecia-. De la misma forma en que en el Apocalipsis de Juan la percepción auditiva se pone de relieve, y el apóstol siente las voces de los seres divinos como trompetas o, incluso, truenos que anuncian destrucción, en La Virgen de los Sicarios Fernando parece establecer una dinámica similar: ruido-destrucción-muerte. Sin ir más lejos, el narrador utiliza el verbo tronar en más de una oportunidad para referirse al ruido que hacen los televisores, las radios o las motos.

Así y todo, vale la pena aclarar que las alusiones al Apocalipsis dentro de la novela de Vallejo responden meramente a una cuestión paródica. Desde las primeras páginas de La Virgen de los Sicarios ya entendemos que estamos frente a un narrador con un tono blasfemo y provocador, que busca permanentemente ridiculizar la religión católica. En este sentido, podríamos decir que Vallejo propone una "voz de Dios" vacía de significado, que se vincula más con una "nada" existencialista antes que con lo divino. Las plagas, tan simbólicas en el texto bíblico, en esta novela adquieren una textura mucho más concreta y, sobre todo, acústica: el apocalipsis se expresa a través de la voz estridente de una modernización incoherente e invasiva. Desde el punto de vista de Fernando, no hay salvación posible, ni tampoco paraíso al que se vaya después del fin. En el final de la novela, esto se reflejará en un profundo sentimiento de resignación, como si lo único que quedara por hacer en un contexto apocalíptico es entregarse desapasionadamente a esa fuerza destructiva.