La Virgen de los sicarios

La Virgen de los sicarios Símbolos, Alegoría y Motivos

El escapulario (Símbolo)

Los sicarios suelen llevar tres escapularios: uno en el cuello, otro en el antebrazo y otro en el tobillo; para que les den el negocio, para que no les falle la puntería y para que les paguen, respectivamente. En ese sentido, el escapulario funciona como un símbolo del mundo del sicariato, y tanto Alexis como Wílmar portan los suyos. Por otro lado, el escapulario también simboliza la fe católica de los sicarios, que, al igual que el resto de la clase baja de Medellín, busca en la religión algún tipo de esperanza.

La sangre (Símbolo)

La Virgen de los Sicarios es, sin duda, una novela sangrienta. Sin ir más lejos, entre Alexis y Wílmar cometen más de 300 asesinatos durante el tiempo que pasan con Fernando. Ahora bien, en todas estas muertes -algunas más arbitrarias que otras- hay derramamiento de sangre, es decir, son muertes violentas, que dejan rastro y salpican las calles de Medellín. Esta sangre que se derrama de forma continua a lo largo de toda la novela simboliza la violencia imperante en Medellín, que brota incesantemente, que inunda la ciudad y, en buena medida, la define.

La iglesia (Motivo)

Fernando dice haber visitado más de cien iglesias junto a Alexis y Wílmar; varias de estas visitas son descritas por él con mayor o menor lujo de detalle. En este sentido, las iglesias se convierten en un motivo que se repite una y otra vez a lo largo de toda la novela. Al mismo tiempo, esta pulsión por las iglesias a priori parecería poco coherente si consideramos el rechazo que siente Fernando por la religión católica. En relación con esto, varios críticos coinciden en que las iglesias representan para Fernando ese oasis de paz que no encuentra en las calles de Medellín; incluso, un espacio en donde el narrador puede escaparse por un rato de la catástrofe social de la ciudad y exponerse a un momento de soledad -silenciosa, pacífica soledad- en la que puede sentir con parsimoniosa amargura el vacío de Dios.

Así y todo, también podemos decir que esa inmensa cantidad de referencias a iglesias que pueblan la narración de Fernando también posee una función simbólica: da cuenta de la profunda influencia de la religión católica en la ciudad de Medellín; no solo en cuanto a una cuestión de fe, sino también en relación con el patrimonio cultural que representa.

Sabaneta (Símbolo)

Durante la infancia de Fernando, Sabaneta era un pueblo, pequeño y silencioso. Luego, cuando el narrador regresa a morir a su patria después de varias décadas en el exterior, se encuentra con que Sabaneta ha dejado de ser un pueblo y se ha convertido en un barrio más de Medellín. También ha cambiado la virgen del lugar: antes, la protectora de Sabaneta era la Virgen del Carmen mientras que ahora es María Auxiliadora (la virgen de los sicarios). En este sentido, Sabaneta simboliza ese pasado idílico de la infancia de Fernando que ya se ha perdido para siempre y del que él habla con marcada nostalgia; por otro lado, también da cuenta del paso del tiempo y de los cambios que ello implica. Por último, considerando que es el lugar al que peregrinan no solo los sicarios, sino también buena parte de la clase baja de Medellín, también podemos decir que Sabaneta representa una meca de esperanza para esa clase social oprimida, que va a pedirle a María Auxiliadora un futuro menos desdichado.

Las comunas (Motivo)

Las comunas son los barrios populares ubicados en las laderas de las montañas alrededor de Medellín, en donde viven los pobres y los sicarios. Fernando hace referencia a estas comunas en varias oportunidades, dejando entrever una especie de fascinación por ellas. Y esta fascinación no solo tiene que ver con que allí están los más bellos sicarios, sino también con el hecho de que estas comunas están envueltas en un halo de misterio a partir de que no se puede entrar en ellas libremente y, por lo tanto, no se sabe exactamente qué sucede dentro. El narrador, entonces, las describe, las intenta explicar, cuenta la única vez que estuvo dentro de una de ellas, todo como si se tratara de una dimensión paralela a la realidad de Medellín; una dimensión siniestra y brutal.

Al mismo tiempo, Fernando también utiliza las comunas como símbolo de la pobreza imperante en Medellín; pobreza que, a su vez, explica el caos de violencia y muerte que se cierne sobre la ciudad.