La Virgen de los sicarios

La Virgen de los sicarios Resumen y Análisis Parte 1

Resumen

La Virgen de los Sicarios comienza con un narrador en primera persona que hace referencia a un pueblo llamado Sabaneta, ubicado en las afueras de Medellín. Asegura conocerlo bien, ya que pasó su infancia en la finca de sus abuelos, muy cerca de allí. Luego, el narrador (cuyo nombre de pila, Fernando, se revelará algunas páginas más adelante) comienza a describir una noche en la que él y su familia lanzaron un globo de pirotecnia desde la finca y lo siguieron en auto a Sabaneta, hasta que el globo desapareció. En medio de esta anécdota, Fernando comenta que ha regresado a Colombia después de varias décadas de vivir en el extranjero, hecho un viejo ya, a morir, y que últimamente ha acompañado en peregrinación a Sabaneta a un muchacho llamado Alexis.

Fernando critica esa costumbre que tiene la gente pobre de ponerles a sus hijos nombres extranjeros que suenan ridículos en español como, Tayson o Yeison, pero, al mismo tiempo, confiesa que ya se ha acostumbrado, porque son los nombres del los sicarios. En este punto, Fernando explica que un sicario es un muchachito, por lo general de entre doce y diecisiete años, que mata por encargo. Luego hace referencia a que Alexis era uno de estos sicarios, y que con el que él mantuvo una relación amorosa hasta que lo mataron.

Por otro lado, el narrador explica que cuando era niño la patrona de Sabaneta era la Virgen del Carmen, pero que ahora, muchos años después, ese lugar lo ocupa María Auxiliadora. Al mismo tiempo, hace referencia a que Sabaneta ha dejado de ser un pueblo aislado y se ha convertido en un barrio más de Medellín. En relación con esto, Fernando cuenta que todos los martes muchas personas pertenecientes a la clase baja, entre ellas los sicarios, peregrinan hasta Sabaneta para rezarle a María Auxiliadora. Sin ir más lejos, es por Alexis que Fernando regresa a Sabaneta después de tanto tiempo: lo acompaña en la peregrinación la primera mañana después de la noche en que se conocen.

En este punto, Fernando desarrolla el momento en que conoce a Alexis. El narrador va a la casa de un amigo lejano llamado José Antonio Vásquez, y este le presenta al joven sicario en estos términos: "Aquí te regalo esta belleza (...) que ya lleva como diez muertos" (10). Alexis lleva a Fernando a una sala de la casa de Vásquez llamada "el cuarto de las mariposas" (10), y allí mantiene relaciones sexuales con él. El narrador explica que los sicarios suelen ir a la casa de Vásquez sin ningún propósito en particular, solo para pasar el rato mirando televisión.

Fernando retoma el relato de la noche en que acompaña a Alexis a Sabaneta a rezarle a María Auxiliadora, al mismo tiempo que intercala impresiones respecto de lo mucho que ha cambiado el lugar desde que él era chico. Así y todo, el narrador observa que en la carretera hacia Sabaneta todavía se mantiene en pie la vieja cantina Bombay: esa casita frente a la cual cada diciembre se armaba el pesebre más hermoso que se haya visto.

Cuando Alexis y Fernando llegan a Sabaneta, este último nota una multitud de gente pobre llegando al santuario de María Auxiliadora. El narrador ironiza sobre esa "manía" de la gente pobre de "pedir y pedir", y afirma que se avergüenza de "esta raza limosnera" (15). Una vez dentro del templo, Fernando ve a un grupo de sicarios y se pregunta qué es lo que le pedirán a la Virgen. Luego agrega que, según los sociólogos, estos jóvenes como Alexis piden "que no les vaya a fallar, que les afine la puntería y que les salga bien el negocio" (16). Fernando, por su parte, también le reza a María Auxiliadora y le pide que Alexis sea su último y definitivo amor. Acto seguido, el narrador vuelve sobre la noche anterior, en que se acostó con el joven sicario. Cuenta que le pagó después de tener sexo y salió del cuarto, dejando su billetera para que Alexis se llevara lo que quisiera. Pero el sicario no se llevó nada y, en ese momento, Fernando comprendió que Alexis "no respondía a las leyes de este mundo" (17). Después de esa noche, siguieron juntos sin separarse ni un solo día, hasta que el joven sicario fue asesinado.

Análisis

En estas primeras páginas de La Virgen de los Sicarios ya quedan expuestos varios de los temas principales que abordará la novela. Fernando, el narrador, comienza haciendo referencia a Sabaneta, un pueblo cercano a la finca de sus abuelos donde él creció y que ahora, varios años después, se ha convertido en un barrio más de Medellín debido al crecimiento de la población, causado por el influjo migratorio de campesinos hacia la ciudad durante las décadas de los 70 y 80. Esta anexión espontánea de Sabaneta al área metropolitana de Medellín es uno de los tantos cambios que Fernando observa respecto de la versión de esa ciudad que él conserva de su infancia. En palabras del propio narrador, "la ciudad la había alcanzado, se la había tragado; y Colombia, entre tanto, se nos había ido de las manos" (10). Conforme avance la narración, Medellín se irá constituyendo como un eje temático de la novela, no solo por tratarse del contexto en el que se desarrolla la historia, sino porque, además, la violencia que se extiende por sus calles como una maldición parece determinar, en buena medida, la mayoría de las acciones de los personajes. Sin ir más lejos, algunas páginas más adelante, el propio Fernando dirá al respecto: "Hombre vea, yo le digo, vivir en Medellín es ir uno rebotando por esta vida muerto. Yo no inventé esta realidad, es ella la que me está inventando a mí" (76).

Otro de los cambios que Fernando observa en relación con esa Sabaneta de su infancia es el de la Virgen patrona del lugar: cuando él era niño, la patrona de Sabaneta era la Virgen del Carmen, pero ahora, muchos años después, ese lugar lo ocupa María Auxiliadora. Hasta aquí Fernando se limita a mencionar las transformaciones que ha sufrido su región natal sin emitir un juicio de valor al respecto. Sin embargo, cuando hace referencia a los pobres que peregrinan hasta Sabaneta todos los martes, comenzamos a notar que el narrador percibe esas transformaciones como algo negativo. De alguna manera, Fernando hace responsable a los pobres, esa "raza limosnera" (15), de haber traído la violencia y la muerte a Medellín. Serán varios los pasajes en la novela en los que el narrador plantee que los pobres, al reproducirse indiscriminadamente, son los causantes del caos social. Ahora bien, este profundo desprecio del narrador hacia las personas de clase baja, paradójicamente, no parece alcanzar a los sicarios. Más allá de que estos últimos sean tan pobres como el resto de los habitantes de las comunas que Fernando desdeña, el narrador parecería aplicar una lógica completamente distinta a la hora de establecer una apreciación sobre ellos; lógica que, en buena medida, está determinada por el deseo sexual que estos jóvenes asesinos despiertan en él.

A propósito de este desprecio que siente Fernando por los pobres, es importante remarcar que nace de un claro sentimiento de superioridad. Es evidente que el narrador se considera a sí mismo un representante de las castas superiores, ya sea por el contexto sociocultural en el que nació y se crio, o bien por su condición de intelectual. En ese sentido, los pobres han alterado el viejo modelo social invadiendo lugares que antes eran de uso exclusivo de los sectores hegemónicos de la sociedad e imponiendo un nuevo modelo basado en la violencia, lo que a Fernando le resulta inadmisible. Esta profunda discrepancia entre el narrador y esta nueva realidad que le ofrece Medellín produce un fuerte sentimiento de desesperanza en Fernando y acaba justificando una solución genocida: la aniquilación de la población como la única forma de erradicar este nuevo modelo perverso que impusieron los pobres. Por otro lado, Fernando plantea que las causas de la violencia cíclica de Medellín son un complejo entramado compuesto por varios factores: la configuración étnica del colombiano, la pésima influencia moral de la Iglesia católica, la precariedad del Estado, la migración de los campesinos pobres y violentos a la ciudad, y la propagación de la miseria y la violencia a partir de la reproducción demográfica indiscriminada de los pobres.

Ahora bien, como mencionábamos antes, este desprecio que Fernando tiene hacia los pobres parece desvanecerse frente a Alexis. El joven sicario, tan pobre como cualquier otro habitante de las comunas, se convierte en objeto de deseo y de fascinación para el narrador. El personaje de Alexis concentra la muerte y el sexo, es decir, se erige como un agente de la violencia y el amor. A propósito de esto, podemos decir que es un criminal violento y hermoso, características que bien pueden describir la ciudad de Medellín.

Otro de los temas que se presenta en estas primeras páginas de la novela es el del sicariato. Más allá de que su principal interés radica en intimar con un joven como Alexis, Fernando rápidamente se muestra interesado en conocer más sobre el mundo de los sicarios. En relación con esto, serán Alexis y Wílmar quienes lo instruyan sobre las características particulares de este mundo tan enigmático como fascinante. Por lo general, dice Fernando, los sicarios le rezan a la Virgen para "que no les vaya a fallar, que les afine la puntería y que les salga bien el negocio" (16), tres pedidos que también están asociados con los escapularios que suelen llevar. Paradójicamente, Fernando, que ya desde el comienzo exhibe su rechazo hacia la religión católica, también le reza a la Virgen para que Alexis sea su último y definitivo amor. En este hecho podemos apreciar cómo el narrador busca darle un marco sentimental a su relación con Alexis, más allá de que sea evidente que se trata de un vínculo de conveniencia en el que el joven sicario se prostituye para obtener beneficios económicos de Fernando.

Por último, es interesante cómo el narrador termina de presentarnos a Alexis: "Al día siguiente nos fuimos a Sabaneta y en adelante siguió conmigo hasta el final. Y al final dejó el horror de esta vida para entrar en el horror de la muerte" (17). Es decir, Fernando nos aclara hacia el final de esta primera parte que Alexis está muerto. En este sentido, la muerte se presenta casi como una condición natural de los sicarios, no solo en relación con su capacidad de provocarla, sino también de sufrirla en cualquier momento. De alguna manera, convertirse en sicario es sentenciarse a muerte, ya que en un contexto de violencia cíclica como la que impera en Medellín, tarde o temprano la muerte se presentará.