La Virgen de los sicarios

La Virgen de los sicarios Citas y Análisis

... aquí los sicarios son niños o muchachitos, de doce, quince, diecisiete años, como Alexis, mi amor: tenía los ojos verdes, hondos, puros, de un verde que valía por todos los de la sabana.

Fernando, página 9.

En esta cita, Fernando brinda información respecto de cómo es el perfil de un sicario, a la vez que resalta la belleza de Alexis, su joven amante. Vale decir que son varios los pasajes de la novela en los cuales el narrador comienza brindando información objetiva sobre el mundo del sicariato y acaba puntualizando con absoluta subjetividad la belleza de sus amantes. Esto da cuenta, por un lado, de la fascinación que Fernando siente tanto por Alexis como por Wílmar, pero también refleja que parte de esa fascinación radica en el hecho de que estos jóvenes, además de bellos, son peligrosos. Fernando, que prácticamente se sentía muerto en vida, abúlico, encuentra en la compañía de estos jóvenes sicarios un vértigo que se convierte en una fuerza vital para él.

La Virgen de Sabaneta hoy es María Auxiliadora, pero no lo era en mi niñez: era la Virgen del Carmen, y la parroquia la de Santa Ana.

Fernando, página 9.

Durante toda la novela, Fernando marca el contraste entre esa Medellín de su infancia -pura, ideal, simple- y esta nueva Medellín que se encuentra a su regreso -violenta, caótica, mortal-. El primer cambio que observa el narrador en este sentido es que la virgen de Sabaneta ya no es aquella que lo fuera durante su infancia. A su regreso, María Auxiliadora, la virgen de los sicarios, se ha convertido en la nueva patrona del lugar, y esto representa para Fernando el primer síntoma concreto de que ya no queda casi nada de aquella Medellín de su niñez.

Corrió hacia el hippie, se le adelantó, dio media vuelta, sacó el revólver y a pocos palmos le chantó un tiro en la frente, en el puro centro, donde el miércoles de ceniza te ponen la santa cruz.

Fernando, página 26.

En esta cita asistimos al primer asesinato de Alexis delante de Fernando. Se trata del "hippie" que había molestado al narrador poniendo la música muy fuerte. Este "muerto" iniciará una progresión irrefrenable de asesinatos por parte de Alexis que, en última instancia, acabará con la propia muerte del sicario. Lo que se inicia aquí también es el relato de esas muertes por parte de Fernando, que, conforme se vayan sucediendo, se volverá cada vez más indiferente y apático, denotando cómo el narrador va naturalizando estos asesinatos como si fueran parte de la dinámica cotidiana de Medellín.

La fugacidad de la vida humana a mí no me inquieta; me inquieta la fugacidad de la muerte: esta prisa que tienen aquí para olvidar. El muerto más importante lo borra el siguiente partido de fútbol.

Fernando, página 39.

En este pasaje, Fernando plantea la indiferencia de la sociedad frente a la muerte como una de sus inquietudes más profundas. Porque una cosa es que en un contexto tan violento como Medellín una persona pueda perder la vida en cualquier momento y por las razones más absurdas; pero otra muy distinta es que la muerte pase desapercibida en el inconsciente colectivo de la ciudad. Esa "prisa para olvidar" de la que habla Fernando es, en buena medida, una forma de complicidad con la muerte que al narrador le preocupa, ya que brinda una perspectiva de desesperanza en relación con la posibilidad de que las cosas cambien.

Esta pureza incontaminada de letra impresa, además, era de lo que más me gustaba de mi niño. ¡Para libros los que yo he leído!, y mírenmé, véanmé.

Fernando, página 45.

En esta cita podemos apreciar una de las tantas contradicciones del narrador a lo largo de la novela. En varios pasajes, Fernando se queja de que Alexis no lee absolutamente nada; en cambio, aquí hace referencia a la falta de lecturas de su joven amante como si se tratara de una virtud: esa "pureza incontaminada de letra impresa", de repente, es lo que más le gusta de Alexis. Fernando construye su relato de forma intempestiva y, por momentos, anárquica, y esto le vale varias contradicciones. Así y todo, en este ejemplo en particular, si bien se contradice respecto de la postura que venía teniendo a propósito del poco interés de Alexis por los libros, también podemos identificar una suerte de reflexión personal que pone al joven sicario en un segundo plano: en la última parte de la cita, Fernando parece estar diciéndose: "¿De qué me han servido tantas lecturas? Soy tanto o más infeliz que este muchacho".

Muerto el gran contratador de sicarios, mi pobre Alexis se quedó sin trabajo. Fue entonces cuando lo conocí. Por eso los acontecimientos nacionales están ligados a los personales, y las pobres, ramplonas vidas de los humildes tramadas con las de los grandes.

Fernando, página 61.

En esta cita, Fernando nos brinda un poco del contexto histórico de Medellín en la época en que se desarrolla la historia. El "gran contratador de sicarios" es Pablo Escobar, el jefe del Cartel de Medellín, quien es asesinado por las fuerzas policiales colombianas en 1993. Muerto Escobar, todos los sicarios que trabajaban para él se dispersan por Medellín, creando pequeñas bandas que luchan por territorios. Alexis es uno de estos sicarios. Al mismo tiempo, Fernando observa que existe una dinámica imposible de desarticular, en la que la vida de los pobres siempre se modifica en función de circunstancias ajenas a ellos, como pueden ser, justamente, los caprichos políticos de las clases dominantes.

Cristo es el gran introductor de la impunidad y el desorden de este mundo. Cuando tú vuelves en Colombia la otra mejilla, de un segundo trancazo te acaban de desprender la retina. Y una vez que no ves, te cascan de una puñalada en el corazón.

Fernando, página 73.

Este es uno de los tantos ejemplos en los que Fernando critica a la religión católica a partir de su ineficacia o su impracticabilidad en un contexto como Colombia. Aquí toma la frase bíblica que invita a una persona a "poner la otra mejilla" cuando es agredida, y la ridiculiza mostrando qué pasaría si esa frase se interpretara literalmente en un contexto tan violento como Colombia. En este sentido, Cristo es responsable del desorden en el mundo porque, entre otras cosas, propone una religión que es impracticable o, peor, una religión que, si se practicara al pie de la letra, sería peligrosa.

Mi niño era el enviado de Satanás que había venido a poner orden en este mundo con el que Dios no puede. A Dios, como al doctor Frankenstein su monstruo, el hombre se le fue de las manos.

Fernando, página 99.

En esta cita, Fernando critica directamente a Dios, y lo hace a partir de una referencia literaria: de la misma forma que al doctor Frankenstein -personaje de la novela de Mary Shelley- su monstruo se le fue de las manos, a Dios el hombre también se le salió de control. Resulta interesante ver que en este ejemplo quedan emparentados los conceptos de "monstruo" y "hombre". Al mismo tiempo, Alexis, representante de Satanás para Fernando, viene a poner orden, es decir, a limpiar un poco el mundo de personas. Así, Dios es presentado como un ser impotente, que no puede subsanar sus propios errores reflejados en el hombre, mientras que Satanás, su antagonista, es quien debe "ordenar" el caos de Dios, y lo hará a través de Alexis y muchachos como él.

¡Tas! ¡Tas! ¡Tas! Una para la mamá, y dos para sus dos redrojos. Una pepita para la mamá en su corazón de madre, y dos para sus angelitos en sus corazoncitos tiernos.

Fernando, página 101.

En esta cita podemos apreciar uno de los rasgos más preponderantes en el tono narrativo de Fernando: su cinismo. Wílmar mata a una madre y sus dos hijos en el bus simplemente porque los niños estaban gritando. La forma burlona en que Fernando hace referencia a estos asesinatos da cuenta de ese profundo nivel de cinismo que lo caracteriza y que está presente a lo largo de toda la novela.

Pobres seres inocentes, sacados sin motivo de la nada y lanzados en el vértigo del tiempo. Por unos necios, enloquecidos instantes nada más...

Fernando, página 121.

Ya en el final de la novela, Fernando está en la estación de buses, observando a las personas que vienen y van, que se suben y se bajan de los micros. En este punto, el nivel de desesperanza del narrador es absoluto: ha perdido a Alexis y a Wílmar, y siente que ya nada tiene sentido. En este contexto, Fernando lanza esta reflexión prácticamente existencialista, es decir, una que refleja esa angustia existencial del ser humano de no poder comprender de dónde viene, hacia dónde va y qué se supone que debe hacer en esta transición llamada "vida". Luego, Fernando se subirá a un bus cualquiera, hacia ninguna parte, como una metáfora del sinsentido que rige la existencia del ser humano.