La Virgen de los sicarios

Técnica narrativa

Tono

En La Virgen de los sicarios es narrada en primera persona, algo que se repite en todas las obras de Fernando Vallejo. Para el escritor, la primera persona narrativa tiene mayores ventajas que la segunda y la tercera:

"No concibo otra forma de escribir que en primera persona. Es la única real y sincera, porque ¡cómo va a saber un pobre hijo de vecino lo que están pensando dos o tres o cuatro personajes! ¡No sabe uno lo que está pensando uno mismo con esta turbulencia del cerebro va a saber lo que piensa el prójimo!"[17]​

Para otros críticos, la decisión de Vallejo de hablar en primera persona, rompe "la más obstinada tradición literaria: la del narrador omnisciente que todo lo sabe y que todo lo ve, el novelista ubicuo que puede atravesar con su mirada las paredes y leer los pensamientos".[18]​

Para J.O. Melo,[6]​ la obra está escrita en estilo admirable y a veces poético en donde se mezcla la jerga de los sicarios con localismos y antioqueñismos "dejándose llevar alternativamente del cinismo o la sensibilidad, oscilando entre lo conmovedor y lo agresivo".

Vallejo utiliza el lenguaje local de manera natural, no sólo porque él mismo es oriundo de Medellín, sino que los analistas concluyen que se hace de manera armónica y magistral.[19]​ El lenguaje propio de la región paisa, noroccidente colombiano, con una utilización del castellano en donde predomina el voseo, no es nuevo en Vallejo. Por el contrario, otros autores de la región lo utilizaron como una manera de identidad cultural sin perder los rasgos universales de su literatura o su pensamiento como el filósofo Fernando González Ochoa y el novelista Tomás Carrasquilla Naranjo. De la manera de escribir con la utilización propia de la región en la cual el autor se hace parte natural y no toma distancia indiferente, Carrasquilla dice a González:

"¿Sabe lo que más me gusta de sus obras? Pues el antioqueñismo, un antioqueñismo pasado y repasado por muchos libros y por muchos cedazos".[20]​

Vallejo integra no sólo las costumbres y expresiones antioqueñas, sino la jerga propia de los sicarios cuya manifestación ha sido ya definida en los ambientes académicos como un parlache[21]​ y lo hace de tal manera que no requiere de un glosario explicativo para el lector externo al mundo cultural de la región. Las palabras se hacen evidentemente significativas dentro de la historia, aun para el que las conoce por primera vez. El autor que se distancia de los personajes, expresa la jerga o el lenguaje popular de manera jerárquica, en donde se utiliza la comilla y en donde un narrador "culto" señala lo que considera un dialecto.[22]​

Espacio

El espacio es básicamente la ciudad en todos sus rincones, no quedándose sólo en el barrio popular, como podría suponerse en una novela sobre el sicariato, en donde el asesino sale de su entorno para cometer sus crímenes y regresa de nuevo al barrio. Para los tres personajes, no existen fronteras dentro de la ciudad. Primero con Alexis y después con Wilmar, Fernando recorre las calles, desde el centro a los barrios de las laderas en donde cada lugar le trae un recuerdo que narra y que a la vez se convierte en escena de la violencia que portan o atraen sus jóvenes amantes.

Las comunas del norte de Medellín, los barrios más pobres de la ciudad.

Ya desde finales del siglo XIX, cuando comenzaba su revolución industrial que haría de Medellín el segundo conglomerado urbano de Colombia a finales del siglo XX. Medellín era entonces el pueblo capital de provincia de catolicismo reverencial que describe Tomás Carrasquilla y que era llamado entonces "Villa de la Candelaria":[23]​ "Treinta horas después se apropincua a Medellín. En las afueras de la ciudad, casa de unos conocidos suyos, deja a buen recaudo caballería y espolique".[24]​ La Medellín que describe Manuel Mejía Vallejo en Aire de Tango:

"(...) hace un recorrido por el Medellín de los años cuarenta, ciudad que se encontraba viviendo un proceso de modernización y urbanización (...) Se presentó un aumento de la población, y las costumbres y tradiciones que habían caracterizado a una sociedad rural, daban paso a los avances tecnológicos y a una nueva cultura que miraba siempre a Europa, caracterizándose en ocasiones por el lujo y la ostentación".[25]​

La Medellín de los años 1960 vista por el padre del nadaísmo, Gonzalo Arango:

“No todo es ‘Hacer’, Medellín. También ‘No-Hacer’ es creador, pues no sólo de hacer vive el hombre. Dijo Lawrence: ‘Prefiero la falta de pan a la falta de vida’. Pero tu fanatismo laborioso no te da tiempo para asimilar otras filosofías de la vida. No has tenido tiempo de aprender el Poder sin la Gloria. A veces le coqueteas al Espíritu, pero pesas demasiado con tu materialismo para permitirte una grandeza que no es elevada, que no es del alma”.[26]​

A la Medellín vista por Vallejo que evidencia un cambio descomunal entre un pasado nostálgico y una realidad de frenetismo caótico y sin esperanzas.[27]​[28]​


This content is from Wikipedia. GradeSaver is providing this content as a courtesy until we can offer a professionally written study guide by one of our staff editors. We do not consider this content professional or citable. Please use your discretion when relying on it.