La importancia de llamarse Ernesto

La importancia de llamarse Ernesto Resumen y Análisis Acto II (Segunda parte)

Resumen

Cuando Cecily está sola en el jardín, Merriman anuncia la llegada de una Miss Fairfax que pregunta por el señor Worthing. Como Jack se retiró antes para ir a la parroquia, Cecily recibe a Miss Fairfax. Ambas se saludan muy amablemente y Gwendolen le asegura que serán grandes amigas. Luego, le pregunta a Cecily si está haciendo una visita en esa casa, y Cecily niega, diciendo que vive allí, y luego informa ser la pupila del señor Worthing. Gwendolen se extraña porque Ernest nunca le ha mencionado la existencia de una pupila, noticia que no le causa alegría, ya que desearía que la pupila de Ernest fuera más vieja y menos bonita. Cecily frena a Gwendolen, y le informa que Ernest no es su tutor, sino el hermano de su tutor. Gwendolen dice que Ernest nunca le dijo que tenía un hermano. Cecily le cuenta a Gwendolen que está comprometida con Ernest Worthing y que van a casarse. Gwendolen, cortésmente, le informa que está equivocada, porque es ella quien va a casarse con Ernest Worthing. Ambas discuten hasta que Merriman llega con la bandeja del té, y las mujeres recobran la amabilidad. Gwendolen pregunta a Cecily por el campo, y Cecily a Gwendolen por la ciudad. En los tonos de ambas hay cierta ironía y desprecio por el lugar en que la otra vive. Cecily le ofrece té y pasteles, Gwendolen comenta arrogantemente sobre cómo en Londres no está más de moda el azúcar ni el pastel. En respuesta, Cecily le sirve una enorme porción de pastel y un té cargado de azúcar. Gwendolen se indigna, y le dice que, desde que la vio, desconfió de ella.

Aparece Jack. Gwendolen lo saluda, entusiasmada, llamándolo Ernest. Luego, le pregunta si está comprometido con Cecily, y ante la negativa de Jack, se abrazan. Cecily explica el malentendido: el hombre al cual Gwendolen abraza y con el cual va a casarse no se llama Ernest, sino John (Jack) Worthing. De inmediato entra Algernon, y Cecily lo presenta como Ernest, y le pregunta si va a casarse con Gwendolen. Cuando él niega, se besan. Gwendolen informa a Cecily que ese hombre es su primo, Algernon Moncrieff. Ambas mujeres, espantadas por los nombres de sus prometidos, se abrazan entre sí como protegiéndose. Los hombres, efectivamente, acaban confesando sus verdaderos nombres. Las mujeres, decepcionadas, terminan de hermanarse entre sí. Gwendolen pregunta a Jack dónde está el famoso Ernest, nombre del hombre con el cual ambas se comprometieron. Jack confiesa que Ernest no existe, y que él no tiene ningún hermano. Gwendolen dice entonces a Cecily que, evidentemente, ninguna de ellas dos está comprometida con nadie. Ambas entran a la casa.

Jack y Algernon discuten. Ambos terminan diciendo que se casarán con Gwendolen y Cecily, respectivamente. Algernon come pastel y Jack le pide que se retire. Algernon dice que no se irá sin haber comido, y que además ya arregló con Chasuble para que lo bautice a las seis menos cuarto con el nombre de Ernest. Jack le informa que Chasuble lo bautizará a él a las cinco y media con el nombre de Ernest, y que es absurdo que ambos se bauticen con ese nombre. Jack dice que él tiene más derecho a ser bautizado, porque no hay pruebas de que haya sido bautizado de niño. Algernon rechaza su argumentación y sigue comiendo pastel. Jack se resigna y se deja caer en una silla.

Análisis

Al igual que la primera, la segunda parte de este acto se nutre de herramientas propias del dispositivo de la comedia clásica. La repetición de diálogos y de acciones se lleva al extremo en la escena en que están presentes los cuatro personajes principales, en tanto ambas parejas parecen copiarse entre sí de modo perfecto, e incluso llegan a hablar al unísono.

GWENDOLEN: ¡Mi pobre Cecily, ofendida!

CECILY: ¡Mi estimada Gwendolen, agraviada! (p.96)

Además, en este acto, la obra recurre a los contrastes visuales para producir un efecto cómico: Cecily y Gwendolen se sientan y se levantan numerosas veces al hablar, para exhibir su agitación, así como Algernon y Jack se mueven de un lado para el otro. Podríamos precisar, en torno a este punto, las distintas tradiciones con las que trabaja Wilde: mientras la mayor parte de la pieza, apuntada a la descripción aguda e irónica de la vida cotidiana de la alta sociedad, responde al estilo de la comedia de costumbres, recursos como la repetición y el contraste obedecen más a la línea de la farsa francesa.

Aun así, La importancia de llamarse Ernesto es más que nada una comedia de costumbres o de caracteres, y es en los caracteres que Wilde construye la mayor parte del humor de la pieza. Un momento digno de mención se da cuando Gwendolen y Cecily están en plena discusión y entra Merriman a servir el té. El autor señala, en las didascalias, lo que sucede con ambos personajes femeninos: “Cecily va a contestar, pero la presencia de los sirvientes ejerce una influencia tranquilizadora en las dos muchachas que, aunque irritadas, se contienen” (p.91). Al recordar, con la presencia de la servidumbre, el propio estatus social, las muchachas reacomodan su tono y recuperan la cordialidad a las que su educación las obliga.

CECILY: (Dulcemente) ¿Azúcar?

GWENDOLEN: (Con arrogancia) No, gracias. El azúcar ya no está de moda. (Cecily la mira con ira, coge el azucarero y pone cuatro terrones de azúcar en la taza.)

CECILY: (En tono seco) ¿Pastel o pan con mantequilla?

GWENDOLEN: (Con un ademán aburrido) Pan con mantequilla, por favor. El pastel raramente se ve hoy en día en las buenas casas de Londres. (p.93)

El modo en que la discusión continúa, ahora ateniéndose a comentarios sarcásticos en una conversación supuestamente amable, vuelve a poner en escena a la hipocresía como principal comportamiento de la sociedad victoriana. Los personajes femeninos, en esta escena, se desdoblan: participan de la acción dialogada y, por otro lado, expresan en “apartes” sus verdaderas emociones:

CECILY: ¿Puedo ofrecerle un poco de té, Miss Fairfax?

GWENDOLEN: (Con gran amabilidad) Gracias. (Aparte.) ¡Odiosa muchacha! ¡Pero necesito té! (p.93)

El foco de la crítica social en esta pieza se coloca en las costumbres del sector de la sociedad representado. La escena entre las muchachas evidencia comportamientos típicos como la hipocresía, la altanería, el cinismo orgulloso, así como diversos modos de agresión disimulados en tonos cordiales.

GWENDOLEN: No tenía idea de que hubiese flores en el campo.

CECILY: ¡Oh! Las flores son muy corrientes aquí, como la gente en Londres. (p.92)

El símil propuesto por Cecily se inserta dentro de este diálogo pasivo-agresivo, en donde los ataques aparecen disimulados por la cordialidad. La comparación que Cecily hace entre lo corriente de las flores en el campo con lo corriente de la gente en la ciudad apunta a realizar un señalamiento peyorativo acerca de la ciudad, de donde es proveniente Gwendolen. Diciendo que en Londres la gente es “corriente”, no sólo sugiere la masificación que caracteriza al área urbana en contraposición a la tranquilidad del campo, sino que también está utilizando “corriente” como adjetivo calificativo, refiriendo así que los londinenses -como Gwendolen- son seres comunes, poco especiales.

El campo y la ciudad aparecen, desde el comienzo de la obra, como elementos representativos de la identidad desdoblada: tanto Jack como Algernon utilizaban a sus personajes inventados para poder huir de un lado al otro. Aquí, los términos campo y ciudad aparecen en boca de personajes cuya identidad se corresponde con sólo uno de ellos: Gwendolen es una muchacha londinense, mientras que Cecily vive cómodamente en el campo. El enfrentamiento entre ambos personajes, en este diálogo, se sirve de los términos campo y ciudad, y los plantea aquí como signos opuestos. Gwendolen realiza comentarios despectivos sobre el ambiente campestre, al cual señala como vulgar en oposición a los valores de la moda londinense. Cecily, por su parte, contraataca señalando peyorativamente la concentración masiva de personas en el área urbana. Es interesante, entonces, tener en cuenta que el momento en que la doble identidad de Jack entra en conflicto -cuando las dos muchachas creen estar comprometidas con Ernest- coincide con la batalla entre los dos mundos que el protagonista creía poder mantener aislados para, así, ejercer libremente una u otra identidad.

Las máscaras de Jack y Algernon también caen en este acto. El modo en que las relaciones de compromiso se basan en apariencias más que en genuinas conexiones interpersonales se evidencia nuevamente en el hecho de que, al saber los verdaderos nombres de sus prometidos, las muchachas dan por anulado su compromiso: "Temo que está bastante claro, Cecily, que ninguna de nosotras está comprometida con nadie" (p.97), dice Gwendolen.

El compromiso, evidentemente, no unía a las muchachas con determinados hombres, sino que las ligaba únicamente a un nombre: “Ernest”. Puesto que Ernest Worthing se devela inexistente, los lazos amorosos se esfuman inmediatamente.