La importancia de llamarse Ernesto

La importancia de llamarse Ernesto Ironía

Tanto Gwendolen como Cecily aceptan casarse con los hombres porque siempre quisieron enamorarse de un "Ernest", pero ninguno de los dos se llama así. (Ironía situacional)

Tal como anuncia el título de esta comedia, llamarse Ernest es, para ciertos personajes de la pieza, muy importante. A propósito de esto, Cecily dice: "No debe reírse de mí, querido, pero siempre soñé en amar a alguien que se llamara Ernest. Hay algo en ese nombre que parece inspirar absoluta confianza. Compadezco a la mujer casada cuyo marido no se llame Ernest (p.84).

El parlamento no dista mucho de aquel que pronuncia Gwendolen. Ambas creen que el nombre Ernest inspira absoluta confianza, y sólo quieren casarse con hombres que se llamen así. Las muchachas no buscan enamorarse de estos hombres por lo que son, sino simplemente por lo que representan. Y, paradójicamente, encuentran confianza en un nombre falso. La ironía de la situación aumenta si se tiene en cuenta el juego de palabras detectable en el idioma original. Lo que inspira confianza a Cecily y a Gwendolen es tener un marido que aparente responsabilidad y honestidad, un hombre serio (“earnest”), y por lo tanto, el anhelo es desplazado de esa cualidad a un nombre homófono (“Ernest”). Lo paradójico del razonamiento se evidencia por el contexto al que pertenece el parlamento: la obra constantemente pone en escena la no correspondencia entre la máscara y lo que hay detrás. Esta no correspondencia es exhibida, por la pluma de Wilde, hasta el exacerbamiento, en tanto los hombres llamados Ernest no sólo no son serios sino que ni siquiera se llaman Ernest.

Gwendolen critica al nombre "Jack", diciendo que compadece a toda mujer que se case con alguien llamado así, ignorando que es el nombre del hombre a quien le habla y con quien acaba de comprometerse. (Ironía dramática)

Preocupado por las declaraciones de Gwendolen acerca de lo mucho que le importa que su marido se llame Ernest, Jack le pregunta si podría amarlo en el caso de que él se llamara de otra manera, como por ejemplo "Jack". La muchacha responde:

¿Jack?.. No; Jack es un nombre con poca música, si es que tiene alguna. No conmueve. No produce absolutamente ninguna vibración… He conocido a varios Jack, y todos, sin excepción, eran más feos de lo usual. Además, Jack es el nombre familiar de John, y es corriente entre los criados. Compadezco a la mujer que se case con un hombre llamado John. (...) Realmente, el único hombre que ofrece seguridad es Ernest. (p.40)

El momento constituye una ironía dramática de la pieza: el espectador sabe aquello que Gwendolen ignora, es decir, que el nombre del hombre con el que está hablando es Jack.

Cecily cree que Ernest (Algernon) es bueno porque ayuda a su amigo inválido Bunbury, cuando Bunbury es un invento de Algernon para explorar sus placeres en el campo. (Ironía dramática)

Cecily intenta convencer a su tutor de que no eche a Ernest. Por supuesto, Jack quiere deshacerse del tal "Ernest" porque en realidad, como el público puede ver, es Algernon quien está utilizando ese nombre para seducir a la muchacha. Uno de los argumentos de Cecily en favor de Ernest tiene que ver con Bunbury:

Tío Jack, sé bueno. En todo el mundo hay algo bueno. Ernest acaba de hablarme de su pobre amigo inválido, míster Bunbury, al que visita con tanta frecuencia. Y no hay duda de que hay algo bueno en un hombre que es cariñoso con un inválido y que se aleja de los placeres de Londres para permanecer junto a un lecho de dolor. (p.74)

La situación constituye una ironía dramática en tanto el público conoce una verdad que Cecily ignora: la inexistencia del supuesto amigo inválido llamado Bunbury. Tal como el mismo Algernon sugirió ante su amigo, el “bunburysmo” no parece una práctica sacrificada -como expone Cecily- sino más bien hedonista: al visitar a “Bunbury”, Algernon no se “aleja de los placeres”, sino justamente lo contrario.

Lady Bracknell, después de oír sobre la gran fortuna que posee Cecily, encuentra el rostro de la muchacha súbitamente atractivo, y luego lamenta vivir en una época de superficialidades. (Ironía situacional)

Lady Bracknell termina erigiéndose como el personaje más hipócrita de la obra. Su sobrino quiere casarse con Cecily, lo cual a Lady Bracknell le parece innecesario hasta que, mientras se dispone a irse, pregunta si la muchacha goza de alguna fortuna. Cuando Jack le responde que la chica cuenta con unas ciento treinta mil libras en fondos públicos, Lady Bracknell detiene su partida:

Un momento, míster Worthing. ¡Ciento treinta mil libras! ¡Y en fondos públicos! Miss Cardew me parece una muchacha muy atractiva, ahora que la miro bien. Pocas muchachas en el presente tienen cualidades realmente sólidas, cualidades de esas que perduran y que se pueden mejorar con el tiempo. Vivimos, siento decirlo, en una época de superficialidades. (p.111)

Lady Bracknell oye la gran fortuna de la muchacha y, repentinamente, la encuentra “muy atractiva” y apropiada para casarse con su sobrino. La situación constituye una ironía, en tanto lo que verdaderamente interesa a Lady Bracknell no es el rostro ni las cualidades naturales de la muchacha, sino su enorme cantidad de dinero que, de casarse Algernon con ella, pasaría a las arcas familiares. Una segunda ironía se suma a la situación con la declaración final de Lady Bracknell: ella dice lamentar vivir en una “época de superficialidades” cuando acaba de demostrar que ella misma se rige por valores completamente superficiales, como el dinero.