La importancia de llamarse Ernesto

La importancia de llamarse Ernesto Resumen y Análisis Acto III

Resumen

En el interior de la misma casa que el acto anterior, Gwendolen y Cecily dialogan sobre Jack y Algernon. Cuando ven que los hombres están por entrar, prometen guardar silencio en su presencia. Sin embargo, inmediatamente después, hablan. Cecily pregunta a Algernon por qué pretendió ser el hermano de su tutor, a lo que éste responde que vio allí una oportunidad para conocerla. Cecily se satisface con la respuesta, por considerarla bella. Gwendolen adhiere: en los asuntos de importancia, dice, lo vital es el estilo, no la sinceridad. Gwendolen pregunta entonces a Jack por qué pretendió tener un hermano, y si fue para poder ir a visitarla a ella, con frecuencia, a la ciudad. Jack confirma su hipótesis, lo cual Gwendolen considera satisfactorio. Las muchachas deciden perdonar a ambos hombres y, al unísono, sentencian que la única barrera para comprometerse con ellos son sus nombres de pila. Los hombres anuncian que piensan bautizarse esa misma tarde, lo cual las mujeres consideran un gesto de sacrificio admirable. Las parejas se abrazan, pero el momento es interrumpido por la entrada de Merriman, que anuncia la presencia de Lady Bracknell en la casa.

Lady Bracknell anuncia que se enteró del paradero de su hija tras haber sobornado a una de sus doncellas, y cuando Gwendolen le informa que está comprometida con Jack, Lady Bracknell dice que esa relación debe cesar inmediatamente. Luego, al ver a su sobrino Algernon, le pregunta si la casa en la que están es en la que reside su inválido amigo Bunbury. Algernon le informa que no, y que Bunbury murió esa misma tarde, cuando los doctores descubrieron que no podía vivir. Luego, Algernon le informa que va a casarse con Cecily. Lady Bracknell se siente abrumada por el número de compromisos y, luego, decide preguntarle a Jack si Cecily está relacionada con alguna estación de ferrocarril de Londres. Jack contiene su furia y le responde que no, informándole la procedencia de Cecily, nieta del señor Thomas Cardew.

Cuando se está yendo, Lady Bracknell pregunta al pasar si Cecily goza de alguna fortuna. Cuando Jack le informa la gran fortuna de Miss Cardew, Lady Bracknell se detiene. Dice que, ahora que la mira bien, Cecily es una muchacha muy atractiva. Hace que Cecily se siente a su lado, le observa el rostro de cerca, y luego le informa que Algernon no tiene más que deudas, pero que ella no aprueba los matrimonios interesados. Finalmente da su consentimiento y propone que el casamiento se celebre pronto. Jack interrumpe diciendo que, como tutor de Miss Cardew, de ningún modo consentirá el matrimonio, y su consentimiento es necesario puesto que su pupila es menor de edad. Cuando Lady Bracknell le pregunta por qué se opone, Jack dice que no aprueba el sentido moral de Algernon, que es un mentiroso, y relata los hechos que cometió esa tarde. Lady Bracknell dice que, después de considerarlo, decidió no tener en cuenta la conducta de su sobrino para con Jack. Jack responde que, sin embargo, su decisión de negar su consentimiento es irrevocable. Lady Bracknell propone entonces que se esperen dos años hasta que Cecily sea mayor de edad, pero Jack informa que, según el testamento familiar, Cecily no será mayor de edad hasta los treinta y cinco años. Lady Bracknell no ve en eso un problema, y Algernon dice que la esperará hasta entonces. Cecily, sin embargo, dice que ella no puede esperar ese tiempo, puesto que odia esperar.

Lady Bracknell pide a Jack que recapacite, y éste le responde que, si ella consiente su matrimonio con Gwendolen, él no dudará en consentir la unión de Cecily y Algernon. Lady Bracknell no acepta y está por irse junto a su hija cuando aparece Chasuble, informando que todo está listo para los bautizos. Los hombres le informan que no se bautizarán, y Chasuble lamenta la noticia y luego dice que irá a reunirse con Miss Prism, que lo espera en la sacristía. Al oír el nombre de Miss Prism, Lady Bracknell se estremece y manda a que la busquen.

Cuando Miss Prism ingresa a la casa y ve a Lady Bracknell, empalidece. Ante el horror y sorpresa de los demás, Lady Bracknell empieza a preguntarle desesperadamente a Miss Prism dónde está ese niño que, veintiocho años atrás, desapareció bajo su cuidado. Relata que en esa ocasión, Miss Prism abandonó la casa de lord Bracknell llevando un cochecito con un niño varón, y nunca regresó. Una semana más tarde la policía encontró al cochecito, pero no al niño. El cochecito tenía dentro el manuscrito de una novela.

Miss Prism responde, avergonzada, que no sabe qué sucedió con el niño. Dice que ella llevó consigo al cochecito con el niño, y también un bolso de mano en el cual llevaba el manuscrito. Y que en un momento que no recuerda, puso la novela en el cochecito y al niño en el bolso de mano. Jack le pregunta dónde depositó ese bolso de mano, y Miss Prism responde que en el guardarropas de una estación de la línea del ferrocarril Brighton, en Londres. Jack pide a todos que lo esperen y se retira a su habitación.

Jack vuelve trayendo en sus manos un bolso de mano, y le pregunta a Miss Prism si lo reconoce. La mujer asiente, dice que ese era su bolso. Jack le informa que acaba de recuperar al niño que estaba en ese bolso, y luego la abraza, llamándola “madre”. Miss Prism retrocede, diciéndole que ella es soltera. Jack reconoce que se trata de un golpe, pero que la perdona, porque es su madre. Pero Miss Prism dice que ella no es su madre, y que es Lady Bracknell quien puede informarle su procedencia.

Lady Bracknell le informa a Jack que es el hijo de su hermana, Lady Moncrieff y, como consecuencia, el hermano mayor de Algernon. Jack se sorprende y se alegra de, después de todo, tener un hermano. Gwendolen le pregunta a Jack cuál es su nombre entonces. Jack pregunta a Lady Bracknell, quien dice que, como primogénito, debe llamarse igual que su padre. Jack pregunta entonces cómo se llamaba su padre, pero ni Lady Bracknell ni Algernon lo recuerdan. De modo que Jack busca un anuario de generales, y encuentra que el nombre del Teniente Moncrieff era Ernest John. Se dirige entonces a Gwendolen y le dice que, como siempre le dijo, su nombre es Ernest. Todos festejan y Jack acaba diciendo que, por primera vez en la vida, entiende la vital importancia de ser Ernest.

Análisis

Las ironías de la pieza alcanzan un nuevo clímax a partir de las revelaciones finales. "Gwendolen, es una cosa terrible para un hombre saber de repente que en toda su vida no ha dicho más que la verdad. ¿Puedes perdonarme?" (p.125), dice Jack. Todos los conflictos que eran producto de la mentira, acaban resolviéndose en tanto la mentira, de pronto, es en realidad la verdad. Al fin de cuentas, Jack es verdaderamente Ernest, y Algernon es, efectivamente, su malicioso hermano.

El hecho de que las mentiras resulten verdaderas vuelve a poner en escena los temas fundamentales de la obra, como la hipocresía, la falsedad, el desdoblamiento. Es preciso, en este final de la pieza, atender a qué es lo que sucede con aquellas cuestiones que se proponían como verdaderas. ¿Son, en realidad, mentiras? Efectivamente, muchas de las supuestas verdades, defendidas por distintos personajes, se evidencian falsas. En este sentido, podemos atender al modo en que Lady Bracknell termina erigiéndose como el personaje más hipócrita de la pieza:

LADY BRACKNELL: ¡Gwendolen! Ha llegado el momento de marcharnos. No tenemos tiempo que perder. Por pura fórmula, míster Worthing, ¿tiene miss Cardew alguna fortuna?

JACK: ¡Oh! Unas ciento treinta mil libras en fondos públicos. Eso es todo. Adiós, Lady Bracknell. Me alegro de haberla visto.

LADY BRACKNELL: (Sentándose otra vez.) Un momento, míster Worthing. ¡Ciento treinta mil libras! ¡Y en fondos públicos! Miss Cardew me parece una muchacha muy atractiva, ahora que la miro bien. Pocas muchachas en el presente tienen cualidades realmente sólidas, cualidades de esas que perduran y que se pueden mejorar con el tiempo. Vivimos, siento decirlo, en una época de superficialidades. (p.111)

Lady Bracknell oye la gran fortuna de la muchacha y, repentinamente, la encuentra “muy atractiva” y apropiada para casarse con su sobrino. La situación constituye una ironía, en tanto lo que verdaderamente interesa a Lady Bracknell no es el rostro ni las cualidades naturales de la muchacha, sino su enorme cantidad de dinero que, de casarse Algernon con ella, pasaría a las arcas familiares. Una segunda ironía se suma a la situación con la declaración final de Lady Bracknell: ella dice lamentar vivir en una “época de superficialidades” cuando acaba de demostrar que ella misma se rige por valores completamente superficiales, como el dinero. Poco después, la hipocresía de Lady Bracknell vuelve a aparecer en clave cómica:

Nunca hables irrespetuosamente de la sociedad, Algernon. Sólo la gente que no puede formar parte de ella lo hace. (A Cecily.) Querida niña, naturalmente sabrá usted que Algernon no tiene más que deudas. Pero yo no apruebo los matrimonios interesados. Cuando me casé con lord Bracknell yo no tenía fortuna de ninguna clase, pero no soñé ni por un momento en permitir que esto fuera un obstáculo en mi camino. Bueno, supongo que debo dar mi consentimiento. (p.112)

En este caso, la ironía yace en que Lady Bracknell dice desaprobar los “matrimonios interesados”, cuando tanto en el caso de Algernon y Cecily como en el de ella y su marido, ella parece estar persiguiendo un interés económico: de la misma manera que Algernon no tiene “más que deudas”, ella no tenía dinero antes de casarse. Wilde vuelve a subvertir la lógica en los parlamentos de los personajes, logrando un efecto paradojal. Lady Bracknell refiere a su anterior condición de carencia de dinero como algo que no permitió que fuera “un obstáculo” en su camino, cuando en verdad lo que podría considerarse un obstáculo, para esa sociedad, es casarse con alguien que no tenga fortuna -hecho que, demás está decir, Lady Bracknell no consentiría-.

Una vez más, teniendo en cuenta lo anterior, el matrimonio se evidencia en esta obra como una mera herramienta social, una convención más ligada a los negocios que al sentimiento amoroso. Lady Bracknell no consiente el matrimonio entre su hija y Jack hasta que no se devela su verdadera procedencia familiar, de la misma manera que Gwendolen sólo acepta casarse con él cuando se revela que se llama realmente Ernest.

El develamiento final del origen de Jack resignifica varios elementos de la pieza. El más relevante es el del nombre “Ernest” y su relación con el adjetivo homófono en inglés, “earnest” (serio). Si en el transcurso de la trama la relación entre “Ernest” y “earnest” contenía en sí misma una ironía -en tanto el nombre, que evocaba seriedad, honestidad y responsabilidad, era falso- ahora ambas palabras guardan una relación de identidad entre ellas y para con el personaje a quien se atribuyen: Jack, ahora Ernest, no ha mentido cuando dijo que se llamaba Ernest, ni cuando dijo tener un hermano malicioso; es, por lo tanto, un hombre serio, que dice la verdad y, en consecuencia, según suponen los valores de la sociedad representada, inspira confianza.

La identidad que Jack imaginó y construyó como un personaje de ficción, termina entonces develándose “real”: "Siempre se lo dije, Gwendolen: mi nombre es Ernest. Bueno, es Ernest, después de todo. Quiero decir que es Ernest, naturalmente" (p.125).

De algún modo este movimiento puede pensarse en relación con uno de los postulados más célebres de Oscar Wilde en relación al arte: aquel que señala que el arte no copia a la naturaleza -como sugiere la idea de “representación”-, sino que es la naturaleza la que copia al arte. En La importancia de llamarse Ernesto, la verdadera identidad de Jack, su naturaleza, se revela al final de la obra tal y cómo el protagonista la creó. En este sentido, podemos pensar que el autor postula una teoría acerca de la creación artística -en la obra, representada como configuración de la propia identidad-, que podríamos leer en una de las frases finales de esta comedia, puesta en boca de Gwendolen: “En los asuntos de gran importancia, lo vital es el estilo, no la sinceridad" (p.105). Si el arte copiara a la naturaleza, lo vital sería la sinceridad, en términos de transparencia en la representación. Dentro de la propuesta de Wilde, en la cual es la naturaleza la que copia al arte, lo vital entonces pasa a concentrarse en la virtud creativa, entre cuyos atributos más importantes se encuentra el estilo.

LADY BRACKNELL: Sobrino mío, me parece que empiezas a dar muestras de trivialidad.

JACK: Al contrario, tía Augusta; me he dado cuenta por primera vez en mi vida de la vital importancia de ser Ernest. (p.126)

La frase que concluye la pieza termina, en su inglés original, “the vital importance of being Earnest”. Es decir, Wilde introduce al final la resignificación del juego de palabras anunciado desde el título: el protagonista alude a la importancia de llamarse Ernest, pero también a la importancia de ser serio, honesto. Teniendo en cuenta el transcurso de la trama, podemos leer esta frase final como una última ironía del autor: el protagonista, después de haber mentido y falseado su identidad, ahora que ésta se revela tal y como él la inventó, rescata la importancia de ser serio.

"(...) ¡Oh! A Bunbury le he matado esta tarde. Quiero decir que el pobre Bunbury ha muerto esta tarde" (p.108), dice Algernon. Así como el inventado hermano “Ernest” deja de existir, también cesa la existencia de Bunbury, el supuesto amigo inválido de Algernon. El “bunburysmo”, en boca de Algernon, simbolizaba esa “otra” vida oculta tan propia de los hombres de la alta sociedad en la época victoriana: el personaje llamaba “bunburyzar” a lo que podemos entender como una serie de prácticas ligadas al placer que se mantienen disimuladas en apariencias sociales, por individuos que, efectivamente, mantienen una suerte de doble vida. Evidentemente, al “matar” a Bunbury, Algernon confiesa haber destruido a ese otro, a esa doble vida, en virtud de entregarse por completo a su prometida. La muerte o el asesinato de Bunbury simboliza entonces la entrega al compromiso y una promesa de fidelidad.

Es preciso atender también a un término utilizado por Lady Bracknell en el diálogo antes citado que mantiene con Jack. Lady Bracknell menciona la "trivialidad”. Es necesario observar cómo, hacia el final de la obra, se constata que asuntos generalmente serios como lo son la identidad, la muerte o el amor, pueden ser abordados como si fueran trivialidades. En la misma línea, se observa que los personajes tratan con seriedad asuntos triviales, como los pasteles o los bocadillos de pepino. Al momento de su estreno, Oscar Wilde había subtitulado la pieza con la siguiente leyenda: “A trivial comedy for serious people”, es decir, “una comedia trivial para gente seria”. De ese modo, el autor ya anunciaba la cómica e irónica conjugación que la obra presenta entre lo trivial y lo serio.