El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo

El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo Resumen y Análisis Parte 1, Capítulos 1-2

Resumen

Capítulo 1: Una reunión muy esperada

La historia comienza con los preparativos para la fiesta del cumpleaños número ciento once del señor Bilbo Bolsón, un famoso y excéntrico hobbit que vive en Hobbiton, dentro de la Comarca. Bilbo tiene muchas riquezas provenientes de una extraña aventura que realizó tiempo atrás, y sobre la cual los hobbits saben poco, y vive en un lujoso agujero hobbit junto a un primo más joven, Frodo Bolsón, a quien adopta como heredero luego de que este pierde a sus padres. Los primos cumplen años el mismo día, por lo que, además de los ciento once años de Bilbo, festejan los treinta y tres años de Frodo, edad a la que los hobbits llegan a la adultez.

El día de la fiesta, todo marcha bien: concurren muchos hobbits y todos comen, bailan y se divierten. En el momento del discurso, Bilbo anuncia a todos los asistentes que se va, y en ese preciso instante desaparece misteriosamente. Para esto, se vale de un anillo mágico que le otorga invisibilidad y que consiguió en aquella aventura años atrás. Bilbo aparece en su casa y se prepara para retirarse para siempre de la Comarca. El poderoso mago, Gandalf, aparece allí, y nota que el hobbit demuestra cierta resistencia en abandonar el anillo, a pesar de que había determinado que lo dejaría como herencia para Frodo. Bilbo siente que ese anillo, que antes había sido de una criatura llamada Gollum, le pertenece él. Sin embargo, Gandalf se demuestra intransigente, e intimida al hobbit lo suficiente para que cumpla con su palabra y le deje el anillo a su primo.

Con la desaparición de Bilbo, los vecinos de Hobbiton se reparten desaforados sus pertenencias, mientras que Frodo intenta poner algo de orden con la ayuda de su amigo Merry. Al final de la fiesta, Frodo se siente triste, e incluso manifiesta deseos de usar el anillo para desaparecer, pero Gandalf le advierte sobre los peligros que puede generar el uso de aquel objeto mágico y le recomienda enfáticamente que solo lo utilice en situaciones de extrema emergencia.

Capítulo 2: La sombra del pasado

Pasan los años y Frodo mantiene la celebración del cumpleaños de Bilbo. Un día, Gandalf aparece en la Comarca, a pesar de que los hobbits no lo hacen sentir bienvenido. El mago le informa a Frodo que el anillo guarda un inmenso poder y le cuenta la siguiente historia: el día del cumpleaños ciento once, cuando Bilbo reaparece tras usar el anillo, Gandalf percibe cómo lo afecta negativamente y comprende que se trata de uno de los Anillos de Poder, creados en la Segunda Edad del mundo, y que incluso podría tratarse del Anillo Único. Para saberlo, Gandalf arroja el anillo al fuego y, con el calor, aparecen unas inscripciones en la lengua de Mordor, que dicen: “Un anillo para gobernarlos a todos, un anillo para encontrarlos, un anillo para traerlos a todos y atarlos en la oscuridad” (p. 68). Esto indica que, como temía, el Anillo pertenece a Sauron, el Señor Oscuro, quien desea recuperarlo, puesto que en él reside gran parte de su poder.

Gandalf explica entonces cómo es que el Anillo Único llega a Frodo: en principio, Isildur lo corta de la mano del Señor Oscuro durante la guerra de la Última Alianza, unos tres mil años atrás. Sin embargo, Isildur lo pierde en el Río Grande tras ser emboscado por orcos. Mucho tiempo después, Déagol lo encuentra mientras pesca, pero su propio hermano, Sméagol, lo asesina para robárselo. Obsesionado con el Anillo, Sméagol se encierra en una cueva y se convierte en Gollum. Cientos de años después, Bilbo llega a la cueva de Gollum por accidente, encuentra el Anillo tirado en el piso y se lo queda. Tras escapar de Gollum y completar la aventura de la Montaña Solitaria, Bilbo regresa a la Comarca con el anillo y, muchos años después, Frodo lo hereda. Ahora, Sauron ha regresado a Mordor y está reuniendo sus ejércitos para librar una guerra con los Pueblos Libres por el control de la Tierra Media. Lo único que, de momento, le impide imponerse como victorioso es la falta de su Anillo Único.

Pero la terrible noticia que Gandalf le da a Frodo es que Gollum fue hacia Mordor y le informó a los esbirros de Sauron que Bilbo Bolsón posee el Anillo. Por tal motivo, los secuaces de Sauron ya han sido enviados para recuperarlo. La vida de Frodo corre mucho peligro, por lo que debe huir de la Comarca y dirigirse hacia Rivendel, donde Elrond y otros sabios podrán decidir qué hacer para evitar que Sauron recupere el Anillo. Sin embargo, el viaje es muy peligroso para ser realizado en soledad, y cuando Gandalf descubre que su charla con Frodo está siendo escuchada a escondidas por Sam Gamyi, un hobbit que se dedica a cuidar los jardines de Hobbiton, sugiere que él sirva de compañía.

Análisis

Mucho es lo que hay para decir de una obra tan vasta y compleja como El Señor de los Anillos, cuya influencia ha marcado las formas de hacer ficción desde el siglo XX hasta nuestros días. Por eso, nos proponemos ordenar el análisis con el fin de abordar los elementos fundamentales de la obra a lo largo de las próximas cinco secciones. Para ello, en cada sección nos detendremos en una dimensión fundamental del relato que consideremos ineludible y, luego, analizaremos los temas y contenidos propios de los capítulos correspondientes a dichas secciones.

En la primera sección abordaremos el concepto de saga fantástica y de fantasía épica, tan importantes como claves de lectura para El Señor de los Anillos. En la segunda sección, nos centraremos en la figura del héroe en tanto dispositivo narrativo fundamental del relato épico. Luego, en la tercera parte, haremos foco en algunos momentos en particular del llamado “camino del héroe”; en la cuarta parte ahondaremos en el proyecto lingüístico de Tolkien y en la cuestión del estilo de El Señor de los Anillos, y, finalmente, en la quinta parte revisaremos algunas cuestiones del estilo de Tolkien.

El Señor de los Anillos es, sin lugar a dudas, la saga fantástica o saga de fantasía épica más importante del siglo XX y de la literatura contemporánea. La Comunidad del Anillo es el primer tomo de la trilogía, seguido por Las dos Torres y El Retorno del Rey. A dicha trilogía puede sumarse El hobbit, la novela orientada a un público juvenil en la que se narra cómo Bilbo encuentra el Anillo Unico y El Silmarilion, una serie de relatos correspondientes a la Primera Edad de la Tierra Media, que sirven como base histórica y mitológica para los eventos de la trilogía. Además, la saga se complementa con una larga serie de libros que exploran el mundo creado por Tolkien, como los Cuentos Inconclusos o la extensa Historia de la Tierra Media (por citar algunos de los más conocidos).

Históricamente, el concepto de saga define un tipo determinado de relato de carácter oral que se produce en Islandia entre los siglos XII y XIV, y que responde a múltiples funciones: conservar la memoria histórica de un pueblo, reponer la genealogía de una estirpe o clan, contar las aventuras de un héroe, rey o príncipe y dar cohesión, mediante el placer de la narración, a las formas de pensar y sentir de un pueblo. Con el pasar del tiempo, estas prácticas orales se sistematizan por medio de la escritura, gracias a lo cual llegan a nuestros días, y componen grandes relatos como las Crónicas de los reyes de Noruega (o Heimskringla), de Snorri Sturluson.

Sin embargo, muchos autores señalan que la práctica de escribir sagas, es decir, de relatar largas historias en varios tomos sobre un héroe o un linaje de reyes, se pierde hacia el siglo XV y se retoma recién como un fenómeno literario (y no propio de la historiografía) en el siglo XX. En este nuevo contexto surge la saga fantástica o de fantasía épica, que se define como un relato de extensión variable que se publica en ciclos extensos (trilogías, tetralogías y mucho más) y que propone mundos heterocósmicos -mundos creados por el autor, que se diferencian del que habitamos- y autónomos -que se rigen por sus propias leyes, desarrolladas extensamente para ofrecer al lector mundos verosímiles-. Entonces, la saga fantástica sería un relato que propone un universo alternativo autoconsistente.

Si bien, en primera instancia, Tolkien piensa El Señor de los Anillos como un solo libro, y es su editor quien toma la decisión de dividirlo en tres tomos, la noción de relato articulado en un continuo más extenso de narraciones es constitutiva de su proyecto escritural: sea un tomo o tres, El Señor de los Anillos no es más que un capítulo de la historia de la Tierra Media, a la que su autor dedicó toda su vida. Los paratextos de La Comunidad del Anillo, sin ir más lejos, son elementos fundamentales que indican la necesidad de leer la obra en clave de saga: en el prólogo, Tolkien repone los acontecimientos más importantes de El hobbit (el libro en el que se encuentra el germen de esta historia) y, al mismo tiempo, describe esta raza antropomorfa y el lugar que ocupan en el marco general de su mundo. Los apéndices, por su parte, presentan una serie de mapas y de árboles genealógicos de diversos linajes (especialmente de las casas élficas de Elrond y Galadriel), mediante los cuales la historia singular de la novela se conecta con el profundo entramado de relatos de la Tierra Media.

En su famoso ensayo poético, Mitopoeia, Tolkien explica su deseo de crear un mundo autónomo, que se rige con sus propias reglas, a través de los conceptos de subreación y de aplicabilidad. La subcreación implica la puesta en escena -por medio de la palabra- de lo que podría llamarse un mundo secundario, que no existe como existe el mundo real o primario, pero que es reconocible, deseable y verosímil. Las leyes de este mundo responden al principio de aplicabilidad: deben ser consideradas como posibles y creíbles para el lector. Para ello, el autor toma elementos del mundo primario, pero los sublima en una historia que debe proporcionar al lector tres efectos: evasión, recuperación y consuelo.

Evasión y recuperación forman parte de un mismo proceso: el lector puede abstraerse de su realidad, pero no por mero escapismo, sino para aprender a mirar lo cotidiano con otros ojos: la evasión propia del relato fantástico permite recuperar una mirada sobre la realidad, pero enriquecida con una nueva perspectiva. El proceso de evasión y de recuperación da como resultado el consuelo, que en muchos puntos se aproxima a la idea aristotélica de catarsis: el lector sale purificado del encuentro con ese nuevo mundo, y sus anhelos de un mundo mejor, satisfechos momentáneamente, cobran vigor luego aplicados a su cotidiano. Desde esta perspectiva, El Señor de los Anillos funciona como un motor orientado a reavivar las esperanzas de una sociedad cansada y pesimista.

La subcreación tolkeniana se entiende, entonces, como un proceso de recuento de la esencia del mundo. Desde esta óptica, la fantasía no es más que el espejo en el que la realidad adquiere su completa coherencia y se manifiesta en sus expresiones más profundas y verdaderas.

Esta reflexión de Tolkien cobra especial relevancia si nos detenemos a considerar que el escritor atraviesa en su vida dos guerras mundiales, y considera al progreso desmedido del siglo XX como un proceso capaz de destruir al ser humano. Por eso, muchas veces se orienta la lectura de El Señor de los Anillos a considerarla una alegoría de los totalitarismos europeos y, puntualmente, del nazismo. Sin embargo, Tolkien se muestra, en incontables ocasiones, contrario a la lectura alegórica: para él, no hay que interpretar El Señor de los Anillos como un relato simbólico que paralela el conflicto humano de la Segunda Guerra, y de ninguna manera se pueden atribuir valores del mundo real a su creación de ficción (es decir, sería un grave error considerar, por ejemplo, que Sauron puede ser una representación alegórica de Hitler). En verdad, la creación ficcional a la que aspira Tolkien hunde sus raíces en los mitos, en tanto relatos altamente simbólicos que las comunidades pueden utilizar para pensar su realidad. En este sentido, antes que como una alegoría, se puede leer El Señor de los Anillos como un relato agonista, es decir, que presenta el conflicto entre dos fuerzas opuestas que batallan por imponerse. Este relato articula, además, una constelación de símbolos y los expresa a través de formantes narrativas propias del mito.

Lo anteriormente mencionado se encuentra directamente relacionado al concepto de relato épico. Como hemos dicho, en general se presenta El Señor de los Anillos como una saga fantástica o de fantasía épica (o bien, como una saga épica). Si bien no nos proponemos analizar las diferencias genéricas que se desprenden de llamarla de una u otra forma, sí cabe destacar y valorar su condición de relato épico. Una saga es épica cuando contiene el “epos” de una comunidad, es decir, las formas de narrar que representan a un grupo y que expresan la forma de interpretar el mundo de dicho grupo a través de las palabras.

En este sentido, la saga de fantasía épica revela una forma de concebir la realidad a través del relato, por lo que el lenguaje es el instrumento mediante el cual se expresa dicha concepción. Tolkien sabe esto mejor que nadie, al punto de que toda la creación de la Tierra Media surge como un ejercicio lingüístico. Como veremos a lo largo de todo el análisis, Tolkien es lingüista, académico y apasionado por las palabras y su historia antes que escritor. Por eso, su proyecto escritural implica la creación de un mundo autónomo a través del cual justificar la creación de diversas lenguas que expresan la forma de pensar de las diversas razas o especies (así las llama el propio Tolkien) que lo pueblan.

La Comunidad del Anillo comienza poniendo el foco en la vida de la Comarca, una zona geográfica al noroeste de la Tierra Media en la que habitan los hobbits, también llamados medianos, unos seres pacíficos que se dedican a labrar el campo, comer, beber y fumar tabaco en pipa. Se trata de una raza que poco a poco se ha separado del resto del mundo y que evita el contacto con otros pueblos. Así, las noticias sobre Mordor y el cambio que se vive en la Tierra Media apenas llega a sus oídos y no les incumbe en lo más mínimo. El hecho de comenzar la historia desde un pueblo aislado le sirve a Tolkien para introducir paulatinamente, poco a poco, la complejidad de su mundo: a lo largo de todo el primer libro, el lector descubre la Tierra Media junto a cuatro hobbits que nunca han salido de la Comarca. Contar la historia desde la perspectiva de un hobbit que no sabe nada del mundo es, en primer lugar, una estrategia para poder dosificar la gran carga informativa que conlleva la creación de todo un paracosmos.

Además, comenzar por el idilio de la Comarca y adentrarse paulatinamente en el problema que amenaza la Tierra Media es una forma de comprometer al lector con el conflicto totalizante propio de la épica, tal como lo expresa Liliana Bodoc, la famosa autora de La Saga de los Confines: “El escritor de la épica moderna debe crear un mundo amable y conocido, para que su posterior destrucción sea un motivo de dolor” (Bodoc, 2011: 116). En este sentido, la idealización es una estrategia ficcional que los escritores de sagas llevan a cabo, y en Tolkien está hecha con total evidencia. Así, mientras que el primer capítulo, “Una reunión muy esperada”, presenta el idilio de la vida hobbit y los festejos por el cumpleaños de Bilbo, el capítulo siguiente, “La sombra del pasado” Introduce el conflicto del Anillo Único y el regreso de Sauron a la fortaleza de Barad Dûr, desde donde llevará la guerra a toda la Tierra Media.

De esta contraposición se desprende otro rasgo que suele presentar el relato épico, su carácter agonista: en general, tanto la epopeya clásica como las sagas de fantasía épica ordenan la acción en torno a un enfrentamiento entre dos fuerzas opuestas y totalizantes: en El Señor de los Anillos, la batalla que se libra es la del bien contra el mal en tanto fuerzas opuestas que ordenan las formas de estar en el mundo. Todas las criaturas vivas, desde los Pueblos Libres hasta los orcos, y todos los elementos naturales, participan de un conflicto polarizado en esos dos extremos. Y nos referimos a esta polarización como totalizante, puesto que en el relato épico tradicional no hay lugar para los grises: la división entre buenos y malos es taxativa y compone la base de toda la estructura simbólica del relato.