El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo

El Señor de los Anillos: La Comunidad del Anillo Resumen y Análisis Parte 2, Capítulos 6-10

Resumen

Capítulo 6: Lothlórien

Aragorn lidera el grupo por el camino que Gandalf había planeado seguir. A pesar de la conmoción, no pueden detenerse, ya que los orcos van a perseguirlos ni bien caiga la noche. La comunidad del Anillo sale de las cuevas de Moria y camina siguiendo el Cauce de Plata hasta llegar a Lórien, el Bosque de Oro. Durante el trayecto, Frodo menciona por primera vez que hace tiempo siente una presencia que los persigue. Cuando llegan al bosque, Boromir se demuestra preocupado por las historias que se cuentan sobre Lórien y la hechicera que vive allí, pero sus compañeros le dicen que nadie con buenas intenciones tiene que temer en aquellos territorios. En el bosque los interceptan tres elfos del pueblo Galadrim, que habitan en los árboles. Los elfos se llaman Haldir, Rumil y Orophin. Legolas se entiende con ellos y establecen un vínculo amistoso. Los elfos les otorgan cobijo, puesto que saben que vienen de Rivendel. La Compañía del Anillo pasa la noche durmiendo arriba de los árboles, mientras que los elfos montan guardia. En la noche, una horda de orcos se introduce en el bosque, pero los elfos los repelen con éxito. Al día siguiente, Haldir guía al grupo hasta Cerin Amroth, el corazón del país de Lórien, y los ocho viajeros quedan obnubilados por la belleza del lugar.

Capítulo 7: El Espejo de Galadriel

La Compañía del Anillo llega a Caras Galadon, la ciudad de los elfos en Lorien, y son conducidos ante el señor Celeborn y la dama Galadriel, los señores de los Galadrim. Los elfos esperaban la llegada de Gandalf, y cuando preguntan por él, la noticia de su muerte entristece a todos. Galadriel es un ser extraño y poderoso, que parece comunicarse con cada miembro de la Comunidad del Anillo directamente a través de sus pensamientos. Luego del encuentro, Sam cuenta que se sintió puesto a prueba y muchos de sus compañeros confiesan que experimentaron algo muy parecido.

La Compañía del Anillo se queda varios días en Lórien, disfrutando de los hermosos paisajes y reponiendo sus fuerzas. En aquel lugar, es como si el tiempo no pasara, y es difícil llevar la cuenta de las jornadas que pasan ociosos. Una tarde, Galadriel invita a Frodo y a Sam a observar en su Espejo; se trata de un recipiente que contiene agua y otorga visiones del pasado, del presente y del futuro a quien se mire en él. Cuando Sam se asoma, ve que la tierra de los hobbits está siendo destruida y desea volver a la Comarca para hacer algo al respecto, pero Galadriel le explica que el Espejo puede ser confuso y engañoso, y que quizas lo que le está mostrando no ha pasado aún, o que podría pasar si él se desvía de su misión. Cuando Frodo se asoma ve primero a un mago blanco, parecido a Gandalf, y piensa que se trata de Saruman. Luego ve el gran y malvado ojo de Sauron, que lo busca intensamente. Tras las visiones, Galadriel les da valiosos consejos a los hobbits, y les revela que ella está usando uno de los Anillos de los elfos. En ese momento, Frodo le ofrece entregarle el Anillo Único, pero la dama rechaza la tentadora oferta, ya que conoce su poder de corrupción.

Capítulo 8: Adiós a Lórien

Celeborn y Galadriel obsequian tres embarcaciones a la Compañía del Anillo, para que continúen el viaje siguiendo el cauce del Río Grande. Sin embargo, la Compañía del Anillo no tiene en claro qué camino seguir, ya que desconocen los planes que Gandalf tenía más allá de Lórien. Por otra parte, Boromir insiste con que lo correcto es ir a Minas Tirith y prestar ayuda en la batalla a los hombres de Gondor. Sin embargo, ese camino se desvía mucho del objetivo principal, por lo que el resto del grupo no está convencido de tomarlo. A modo de despedida, Galadriel le da un regalo a cada uno de ellos. Frodo recibe una ampolla de agua que contiene la luz de Earendil, la estrella más amada de los elfos, y que le será de gran utilidad en su aventura. Finalmente, el grupo abandona Lórien.

Capítulo 9: El Río Grande

Durante varios días, la Compañía del Anillo viaja tranquilamente a través del Río Grande. Una noche, Sam detecta una presencia que los sigue; cuando le menciona a Frodo que se siente acechado, juntos llegan a la conclusión de que se trata de Gollum, que los sigue desde Moria. Desde entonces prestan especial atención a la presencia de Gollum, pero no vuelven a verlo.

El siguiente problema se presenta cuando llegan, sin notarlo, a los rápidos de Sarn Gebir. Los viajeros deben remar con todas sus fuerzas para que la corriente no estrelle las embarcaciones contra las rocas. En ese mismo momento, sufren una emboscada de orcos que los atacan con flechas. De repente, una imponente y sombría forma se eleva y produce una oscuridad que cubre la poca luz que hay en la noche. Legolas dispara una flecha certera y la derriba, ante lo cual el resto de los orcos se espanta y huye. Libres de peligro, el grupo busca una zona tranquila para desembarcar y cruzar por tierra toda la extensión del río, que es difícil de navegar. Cuando retoman el cauce, Boromir se demuestra inflexible con su decisión de ir a Minas Tirith, a pesar de que nadie le demuestra apoyo. Al final del capítulo, la Compañía del Anillo pasa entre los Pilares de los Reyes, los Argonath, dos figuras en piedra inmensas, imponentes y majestuosas que representan a los fundadores de Gondor, Isildur y Anárion. Salvo por Aragorn, que ansiaba ese momento, todos se sienten cohibidos ante la magnitud de las esculturas.

Capítulo 10: La disolución de la Comunidad

La Compañía del Anillo se detiene en los prados de Parth Galen para trazar un plan y decidir si tomar el camino que desea Boromir, hacia Minas Tirith, o ir directamente a Mordor a destruir el Anillo. La Compañía del Anillo acuerda en que la decisión final es de Frodo, por lo que el hobbit se toma un tiempo en soledad para meditar. Sin embargo, Boromir interrumpe su meditación para convencerlo de ir hacia Minas Tirith.

Pronto, Boromir revela que él mismo desea el Anillo para combatir a las fuerzas del mal, convencido de que él no será corrompido. Frodo, que lleva tiempo sospechando de Boromir, está determinado a mantener el Anillo oculto y eso solo genera que Boromir se vuelva cada vez más vehemente, hasta que se abalanza sobre él para quitárselo por la fuerza. Frodo utiliza el poder del Anillo para desaparecer y escapa exitosamente. Desde el mirador de Amon Hen, Frodo observa la región, pero el anillo le muestra visiones de la guerra que se ha desatado sobre el mundo, y luego aparece el ojo de Sauron, observándolo detenidamente. En un breve momento de lucidez, Frodo consigue sacarse el Anillo y logra escapar del ojo del enemigo.

La pelea con Boromir y la visión del Anillo ayudan a Frodo a tomar una decisión: ahora está convencido de que debe ir hacia Mordor, y debe hacerlo solo. Mientras tanto, la Compañía del Anillo se preocupa por su ausencia. Esta preocupación crece cuando Boromir regresa y se muestra contrariado con algo que acaba de suceder, pero que no quiere revelar. Entonces, todos se dividen para ir a buscar a Frodo. Sam, sin embargo, sospecha que su amigo intentará escapar solo, por lo que vuelve al campamento y descubre que Frodo está comenzando a alejarse en una barca, por lo que se arroja al río y logra acompañarlo.

Así, la Comunidad del Anillo termina por disgregrarse, y termina el primer tomo de la saga.

Análisis

Además del tono nostálgico y de la importancia de la dimensión lingüística en la creación de la Tierra Media, vale la pena mencionar el principal rasgo estilístico de El Señor de los Anillos: la profusa adjetivación, que resulta en extensas y pormenorizadas descripciones de paisajes, personajes, pueblos y ciudades. Desde la perspectiva del escritor, hay una relación muy interesante entre la idea de lo mágico y su estilo tan cargado de calificativos. En su trabajo sobre los cuentos de hadas, Tolkien expresa:

La mente que pensó ligero, pesado, gris, dorado, inmóvil, veloz, concibió también la magia capaz de volver ligeras y aptas para volar cosas pesadas, capaz de transformar el plomo gris en oro dorado, la roca inmóvil en agua veloz […]. Si podemos distinguir lo verde de la hierba, lo azul del cielo, lo rojo de la sangre, tenemos ya el poder de un mago. Podemos extender un horrible color verde sobre el rostro de un hombre, engendrando un horror; podemos hacer germinar bosques de hojas plateadas y atribuir a los corderos vellones de oro; podemos poner fuego ardiente en el vientre gélido del gusano (Tolkien, en Segura, 2008: 22).

Este pasaje nos brinda una clave de lectura para El Señor de los Anillos, y nos permite pensar a Tolkien como un mago del lenguaje. En sus novelas, el adjetivo pone de manifiesto lo maravilloso que es el mundo y el asombro que causa en los personajes. Esto se observa con gran claridad en los capítulos que transcurren en el bosque de Lórien. Entre los asombrosos mallorns de troncos plateados y hojas doradas, la Compañía del Anillo se siente dentro de un sueño, como si aquel espacio no perteneciera a la experiencia cotidiana, sino que se tratara de un lugar mágico, fuera del tiempo. En el siguiente fragmento puede observarse la mirada de Frodo, cargada de asombro y de extrañamiento cuando contempla Cerin Amroth, el corazón del bosque de Lórien:

Estaban en un claro. A la izquierda había una loma cubierta con una alfombra de hierba tan verde como la primavera de los Días Antiguos. Encima, como una corona doble, crecían dos círculos de árboles; los del exterior tenían la corteza blanca como la nieve y aunque habían perdido las hojas se alzaban espléndidos en su armoniosa desnudez; los del interior eran mallorn de gran altura, todavía vestidos de oro pálido. (...) A los pies de los árboles y en las laderas de la loma había unas florecitas amarillas de forma de estrella. Entre ellas, balanceándose sobre tallos delgados, había otras flores, blancas o de un verde muy pálido; relumbraban como una llovizna entre el rico colorido de la hierba. Arriba el cielo era azul y el sol de la tarde resplandecía sobre la loma y echaba largas sombras verdes entre los árboles (p. 411).

En verdad, ese sitio tan extraño para los forasteros es un lugar mágico: se trata Lothlórien, la tierra que habita Galadriel, la dama de los elfos, uno de los personajes más antiguos y poderosos de la Tierra Media. Como se revela en el capítulo siguiente, Galadriel es portadora de Nenya, uno de los Anillos de los elfos (Elrond y Gandalf tienen los otros), y utiliza su poder para mantener el bosque de Lórien por fuera del paso del tiempo y evitar así la corrupción y la decadencia que afecta toda la Tierra Media. Cuando la Compañía del Anillo se interna en el bosque, hay un momento que marca el paso entre dos realidades:

Tan pronto como pisara la otra orilla del Cauce de Plata, Frodo había sentido algo extraño, que crecía a medida que se internaba en el Naith: le parecía que había pasado por un puente de tiempo hasta un rincón de los Días Antiguos y que ahora caminaba por un mundo que ya no existía. En Rivendel se recordaban cosas antiguas; en Lórien las cosas antiguas vivían aún en el despertar del mundo. Aquí el mal había sido visto y oído, la pena había sido conocida; los elfos temían el mundo exterior y desconfiaban de él; los lobos aullaban en las lindes de los bosques, pero en la tierra de Lórien no había ninguna sombra. (p. 410).

Como ya hemos dicho, los Anillos mágicos tienen el poder de amplificar las capacidades de sus portadores. Además, los Anillos de los elfos fueron creados con el objetivo de preservar sin máculas la belleza del mundo antiguo. En la Primera Edad, Galadriel vivió durante muchos años en el reino escondido de Doriath y aprendió allí las artes mágicas de Melian, la doncella maia consorte del rey Thingol. Melian tenía el poder de esconder su reino a los ojos del enemigo y de mantenerlo incorrupto, al margen de los conflictos de la Tierra Media. Gracias a la potencia del Anillo, Galadriel es capaz de recrear en Lórien ese lugar fuera del tiempo que es el último refugio de la Tierra Media en que los elfos viven como en los albores del mundo.

Otro de los poderes de Galadriel se vincula a su enorme sabiduría y a su capacidad de comprender las emociones que todas las criaturas albergan en sus corazones. Cuando recibe a la Compañía del Anillo, Galadriel habla silenciosamente al corazón de cada uno de sus miembros y les revela sus mayores anhelos. Sam, por ejemplo, dice sobre la mirada de Galadriel: “Me sentí como si no tuviera nada encima, y no me gustó. Me pareció que ella estaba mirando dentro de mí y preguntándome qué haría yo si ella me diera la posibilidad de volver volando a la Comarca y a un bonito y pequeño agujero con un jardín propio” (p. 419). Luego, el narrador explica: "A todos ellos, parecía, les había ocurrido algo semejante: cada uno había sentido que se le ofrecía la oportunidad de elegir entre una oscuridad terrible que se extendía ante él y algo que deseaba entrañablemente, y para conseguirlo solo tenía que apartarse del camino y dejar a otros el cumplimiento de la misión y la guerra contra Sauron” (p. 420).

Esta es la tentación de Galadriel. Pasar por el bosque de Lórien también es una prueba que la Compañía del Anillo debe superar, porque aquel remanso en medio de la oscuridad revela el peligro de la misión que deben llevar a cabo y de la que probablemente no regresen vivos. La visión que la dama de los elfos recrea en cada uno de ellos, sin embargo, tiene otro objetivo: mostrarles una realidad añorada que solo pueden conquistar si destruyen el anillo. Para Sam, por ejemplo, no hay posibilidad real de regresar a la Comarca y vivir allí, ignorando los problemas del mundo externo, porque si Sauron no es derrotado, no habrá un solo lugar en la Tierra Media que no caiga ante su poder. Con ello, Galadriel logra que muchos de los personajes comprendan a fondo lo que la misión pone en juego.

Galadriel también les enseña a Sam y a Frodo -los dos personajes que deberán entrar en Mordor y caminar hasta el Monte del Destino- las visiones de su Espejo. Sam contempla la destrucción de la Comarca, mientras que Frodo ve el ojo de Sauron. Sin embargo, Galadriel aclara: "Recuerda que el Espejo muestra muchas cosas, y que algunas no han ocurrido aún. Algunas no ocurrirán nunca, a no ser que quienes miren las visiones se aparten del camino que lleva a prevenirlas. El Espejo es peligroso como guía de conducta" (p. 425).

Esta capacidad del Espejo de Galadriel de mostrar a todos algo diferente y relacionado con sus propios temores y anhelos funciona como un ejemplo del principio de aplicabilidad definido por Tolkien para explicar su obra: dependiendo de la experiencia vital de cada lector, una obra literaria puede sugerirle diversas significaciones. Como la interpretación se apoya en la libertad del lector, es posible que un mismo pasaje muestre cosas diferentes según quién lo contempla, e incluso según cuándo se lo lea. Tolkien prefiere este principio como base de las posibles interpretaciones de El Señor de los Anillos antes que la idea de alegoría, que le parece estática, en tanto que es unidireccional y está guiada por el autor. El principio de aplicabilidad, por el contrario, abre el mundo de los sentidos y los deja en manos de cada lector.

El efecto que Galadriel produce sobre toda la Comunidad del Anillo se vincula al tono nostálgico que atraviesa toda la obra y que manifiesta lo que los críticos han llamado “la tentación de la desesperanza”: los personajes de El Señor de los Anillos luchan de forma constante contra una visión de la realidad en que la oscuridad es más poderosa que la luz. Todo lo que sucede durante la Guerra del Anillo los impulsa a pensar que la suerte está echada y que no hay forma de imponerse ante la maldad de Mordor. Esto le ocurre a Boromir y lo trastorna al punto de que intenta robarle el Anillo a Frodo. También le ocurre a otros personajes a lo largo de la saga: a Frodo, al rey Theoden, al senescal Denethor y a muchos más. Sam es uno de los pocos que se rebela contra la desesperanza, y por eso su rol es fundamental: solo él logra mantener a Frodo en pie ante la desesperación. Gandalf es otro de los personajes que, al regresar de la muerte en el segundo tomo, también impulsa a los demás a esperar contra toda esperanza. Esta idea de mantenerse optimistas incluso en los momentos más oscuros y difíciles se opone a la tentación de la desesperanza que embarga a los personajes muchas veces a lo largo de toda la obra. Con ello, los ánimos de Frodo y de toda la Compañía del Anillo fluctúan entre la desesperación y la esperanza, aún cuando el avance del enemigo parece imparable.

La tentación de la desesperanza se relaciona directamente con un concepto acuñado por Tolkien que aplica a El Señor de los Anillos: la noción de eucatástrofe. Como bien se sabe, Frodo logra destruir el anillo, acabar con Sauron y salvar a los Pueblos Libres de la Tierra Media. La eucatástrofe es el giro repentino de los acontecimientos en el desenlace de una historia gracias al cual sus protagonistas se salvan de un destino terrible y probable y logran su cometido, aún contra toda esperanza. Para Tolkien, la idea de eucatástrofe hunde sus raíces en la religión cristiana y en la promesa de salvación eterna. En este sentido, el cambio positivo de la fortuna en la misión de Frodo se logra también gracias a la misericordia y a la compasión, dos valores del mundo cristiano que, como ya hemos dicho anteriormente, son de importancia fundamental para El Señor de los Anillos: gracias a la compasión, Bilbo no mata a Gollum. Gandalf y Galadriel son los personajes que mejor comprenden estas fuerzas, y aunque hablan de forma críptica, confían en que todo lo que ocurre sirve a un motivo mayor e inescrutable. Gollum se salva y termina convirtiéndose en el guía de Frodo y Sam, algo que ni el más sabio podría haber adelantado.

Al final de la novela, la Comunidad del Anillo se deshace; Frodo y Sam se separan del resto y se proponen afrontar el camino hacia Mordor por su cuenta. Los demás se enfrentan a los Uruk-hai, y en los próximos libros juegan un papel fundamental en la Guerra del Anillo. Para todos ellos, el futuro está indeterminado, y las probabilidades de vencer a Sauron son mínimas, pero la indeterminación es el único campo en el que puede cultivarse la esperanza.